Vida Cristiana
La esposa de mi pastor me mostró a Cristo
Cuando conocí a Julie por primera vez, estaba llevando meriendas de la guardería, ayudando a los voluntarios de la cocina y vigilando a sus hijos. Sin embargo, cuando me vio, hizo una pausa para darme un cálido abrazo.
Su esposo, el pastor, también me saludó, dándome la bienvenida a la iglesia. Se alegraron de saber que una estudiante universitaria estaba interesada en unirse a la congregación. Les dije que me encantaría, pero que no estaba segura de cómo podría, ya que estaba a cuarenta minutos de la universidad y no tenía un auto.
«Oh, no te preocupes por eso. Estoy seguro de que encontraremos a alguien que pueda traerte», dijo Joseph, el pastor.
Julie asintió: «¡Estaremos encantados de traerte!».
Desde ese primer momento, Julie empezó a mostrarme el evangelio a través de su servicio.
Sirviendo a través de escuchar
Ese semestre, Julie me recogía en la puerta de mi dormitorio todas las semanas. Se desviaba de su camino más de veinte minutos en cada dirección, lo que significaba que tenía que levantar a su familia y prepararla para salir temprano, pero ella estaba encantada de hacerlo por mí. Nuestro camino a la iglesia era siempre una bendición porque me preguntaba sobre la escuela, mi vida y cómo podía orar por mí.
Mientras me escuchaba, me animaba a recordar que Dios dirigiría mis pasos (Pr 16:9) y que, mientras tanto, debía ser fiel allí donde Dios me tenía. Cada semana me retaba —directamente o no— a compartir el amor de Dios con las personas que Él había puesto en mi vida, compartiendo Su Palabra y sirviéndoles en la práctica (Gá 6:10; He 10:24).
Sirviendo a través de las acciones
No importaba lo temprano que llegáramos al servicio, siempre surgía alguna situación. Como la iglesia era pequeña, Joseph estaba ocupado cada domingo por la mañana como líder de alabanza, predicador, pastor y amigo. Así que Julie solía ser la que encontraba la solución, normalmente con uno o dos niños detrás. Cuando se averió la impresora, corrió a la tienda diez minutos antes de que empezara el servicio para imprimir copias del boletín. Cuando la alarma del pasillo no paraba de sonar, era ella la que saltaba y la apagaba repetidamente.
Cada semana me retaba —directamente o no— a compartir el amor de Dios con las personas que Él había puesto en mi vida
Sin importar lo ocupada que estuviera, siempre se detenía a abrazar a la gente y a preguntar por cualquier petición de oración relacionada con la salud o la familia.
Joseph y Julie me invitaban a menudo a almorzar después de la iglesia, así que pasé muchas tardes de domingo con ellos y sus cuatro hijos. Cuando nos sentábamos a la mesa para comer o en el salón para jugar Código secreto, Julie bajaba las revoluciones para jugar con sus hijos. La veía acurrucarse con sus hijos pequeños mientras los dos mayores le explicaban las reglas de un nuevo juego o lo que había pasado en el video que acababan de ver.
La vi servir pacientemente a sus hijos y me di cuenta de que la cálida hospitalidad que mostraba en la iglesia empezaba en su casa.
Sirviendo con amor
Cuando conocí mejor a Julie, le dije que admiraba lo rápida que era para solucionar un problema o cubrir una necesidad sin dejar de dedicar tiempo a las personas. Me sorprendió cuando me confesó que no le salía de forma natural. Era fácil que se quedara atrapada en los detalles o que intentara hacer demasiado. Todavía estaba aprendiendo a confiar en el Señor para las cosas que no podía hacer.
La vi servir pacientemente a sus hijos y me di cuenta de que la cálida hospitalidad que mostraba en la iglesia empezaba en su casa
Algunas veces, decía, el Señor quería que dejara de centrarse en las tareas que había que hacer y empezara a centrarse en las personas que tenía delante. Me recordó la primera vez que la conocí. Lo que me impresionó aquella mañana no fue su acto de servicio al limpiar los platos de la merienda, sino su acto de amor al abrazarme.
Sé que Julie encuentra un gozo tremendo en servir a los demás, pero la parte más importante de su ministerio es cuando se detiene a cuidar genuinamente de las personas con el amor de Jesús. La mayoría de las personas nunca se enteran de las impresoras averiadas o las alarmas que no funcionan, pero ven el cuidado que Julie tiene por las personas.
Ellos saben que ella se preocupa lo suficiente como para pasar una hora extra en el carro cada domingo para llevar a una joven estudiante a la iglesia. Saben que se preocupa lo suficiente como para aprender otro idioma y poder comunicarse mejor con los miembros de la iglesia. Saben que se preocupa lo suficiente como para recordar lo que ellos están atravesando y comprobar cómo están.
Julie y yo hemos tenido muchas buenas conversaciones en las que me ha enseñado la Palabra de Dios. Me ha recordado que debo amar a los que están frente a mí de la manera en que Dios lo hace y que debo confiar en Él para que me guíe a los lugares donde puedo hacerlo mejor. Pero incluso más que las conversaciones, me ha mostrado lo que significa ser las manos y los pies de Cristo y buscar amar a los demás como una forma de amarle a Él.
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
Clara Lind estudia en la Universidad George Fox. Ella está trabajando hacia una licenciatura, con una especialización en Inglés y Español. Ella asiste a la Spring Creek Bible Church cuando está en casa y a la Grace and Truth Bible Church cuando está en la escuela.