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Esperando justicia con los ojos en Jesús | Reflexión
Sin sandalias: Momentos frente a Dios
Parece que tarda, pero te ha visto y oído y no eres un número de expediente. Te tiene contados los cabellos de la cabeza y cada lágrima ha sido almacenada diligentemente por Sus mismas manos, las que te formaron con amor dentro de tu madre.[1]
Su instrucción de perdonar no es un comando frío que olvida la devastación de la maldad cometida; es una invitación a descansar en Su ira santa, una que espera ser desatada como un toro bravo que no mide fuerza y que siempre será dirigida con perfecta justicia. Espérala sabiendo que hay lugar para llorar de rabia, porque lo que has atravesado en manos de la maldad no es poca cosa.
Nuestro Cristo se encarnó para defender la gloria de Dios y así pulverizar las obras oscuras que fluyen sin esfuerzo desde la caída en Edén, y aún desde las filas de Su propio ejército. Misteriosamente, Jesús permite que la cizaña crezca mezclada con el trigo… y a nosotros nos cuesta distinguir; no vemos bien y confiamos, pero recuerda que para Él la noche más negra es como el mediodía y nadie puede esconderse de Sus ojos.[2]
Mira al Cordero de manos perforadas, clava tus ojos en los Suyos, porque Él pagó el precio de cada injusticia y ya vuelve a reinar con toda verdad