Vida Cristiana
Un cristiano maduro es un cristiano humilde
J. C. Ryle llamó al orgullo «el más antiguo y común de los pecados» y a la humildad «la más rara y hermosa de las gracias». El teólogo medieval Bernardo de Claraval dijo: «Es una gran y rara virtud conservar la humildad en medio de los honores». Tomás de Kempis aconsejó leer la Biblia con «humildad, sencillez y fe, y no buscar nunca la reputación de ser docto».
Si la humildad es una de las virtudes más elevadas de la vida cristiana, más deseable que la alabanza y la mejor postura para leer las Escrituras ¿por qué el orgullo es tan común y la humildad tan escasa?
La humildad es escasa
En Lucas 14, Jesús nos ofrece una imagen vívida de la humildad. En una parábola sobre dónde sentarse en un banquete, dice que no hay que ocupar el mejor sitio de la mesa, sino que «cuando seas invitado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando llegue el que te invitó, te diga: “Amigo, ven más adelante”; entonces serás honrado delante de todos los que se sientan a la mesa contigo. Porque todo el que se engrandece, será humillado; y el que se humille será engrandecido» (vv. 10-11). La humildad es tomar el asiento más sencillo cuando podrías sentarte a la cabecera de la mesa. Es la elección de ceder el lugar de honor a otro.
La humildad es tomar el asiento más sencillo cuando podrías sentarte a la cabecera de la mesa. Es la elección de ceder el lugar de honor a otro
Por eso la humildad es escasa. Es más fácil encontrar a alguien que quiera alabanzas que a alguien que renuncie a ellas en favor de los demás. Nuestros corazones pecaminosos quieren el trono de Dios y la alabanza que viene con él (Is 14:14, Jn 5:44).
La humildad es esencial
Por eso también la humildad es una virtud cristiana. Chase Replogle, en The 5 Masculine Instincts [Los cinco instintos masculinos], dice: «La humildad percibe la oportunidad más allá de uno mismo. Reconoce el valor de una autoridad superior a uno mismo. Aprendemos a temer al Señor. Aprendemos a respetar las lecciones que Dios nos ofrece. El temor es el principio de la sabiduría. El respeto es el principio de la madurez». La humildad es una elección de honrar a Dios. Buscar Su gloria, aprender bajo Su autoridad y ser pastoreados por Él.
La persona cuya vida ejemplifica la humildad bíblica elige seguir a Cristo en lugar de seguir los deseos de su corazón.
De una manera que parece contradictoria, la elección de humillarnos es el camino hacia el honor. Humillarse es el camino hacia ser elevado. Santiago dice: «Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará» (Stg 4:10). La promesa de entrar en el reino de los cielos viene con la humildad. Jesús dijo: «si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos» (Mt 18:3-4).
La persona cuya vida ejemplifica la humildad bíblica elige seguir a Cristo en lugar de seguir los deseos de su corazón
¿Por qué la humildad se correlaciona con entrar en el reino de Dios y también con la grandeza en Su reino? Parte de la respuesta es la conexión entre humildad, amor y madurez.
Humildad y amor
La encarnación y la cruz son demostraciones asombrosas de humildad. Como dijo Pablo, Jesús «hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil 2:8-9). El que está sentado en el trono sobre toda la creación tomó la forma de siervo para morir en lugar de los pecadores.
El motivo detrás de Su humildad es el amor. «Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Ro 5:9). El amor, virtud suprema de la vida cristiana, movió a Jesús a revestirse de carne y tomar la cruz. Su humildad es la prueba de carne y hueso de Su amor.
Humildad y madurez
La otra razón por la que la humildad se correlaciona con el honor es porque la humildad conduce a la madurez. La persona orgullosa no es enseñable. Caín, en su orgullo, se negó a aprender por qué Dios rechazó su ofrenda. En lugar de eso, se quejó silenciosamente como un adolescente malhumorado. Para madurar, debemos admitir que necesitamos aprender, como afirma un pensador no cristiano contemporáneo: «Es mejor presumir de ignorancia e invitar al aprendizaje que presumir de conocimiento suficiente y arriesgarse a la consiguiente ceguera».
El amor, virtud suprema de la vida cristiana, movió a Jesús a revestirse de carne y tomar la cruz. Su humildad es la prueba de carne y hueso de Su amor