EL CAMBIO NECESARIO PARA SUPERAR LOS MALOS HÁBITOS FINANCIEROS
Los problemas financieros son tal vez el tema más recurrente en consejería, sobre todo en la consejería matrimonial, ya sea directa o indirectamente. Las estadísticas nos muestran que en el 80% de los matrimonios divorciados, la causa primaria fue el dinero. Esta serie de artículos estará orientada a ayudarnos primero a nosotros mismos y luego a las personas que acudan a nosotros en los temas financieros. Nuestro planteamiento inicial es que, como en casi todo, la búsqueda de soluciones a los problemas financieros implica necesariamente, y primordialmente, un cambio de mentalidad.
«No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Rom. 12:2 RV60).
Todavía en la década del 70, cuando estaba cursando mis estudios de Medicina, se nos enseñaba con vehemencia que las células cerebrales no se reproducían, e inclusive que la genética que traíamos era inalterable. Por lo tanto, cerebralmente, así como nacíamos así seríamos y moriríamos. Había entonces muy pocas posibilidades de que los patrones de conductas se pudieran modificar. Inclusive si por algún accidente sufriéramos alguna lesión cerebral, esta condición sería casi irreversible. Hasta que en las últimas décadas, luego de estudios altamente sofisticados, la ciencia nuevamente tuvo que doblegarse ante la veracidad eterna de las Escrituras y reconocer, como dice el versículo que acabamos de citar, que existe una enorme capacidad de transformación en el cerebro, lo que hoy se llama «neuroplasticidad». No solo las células tienen la capacidad de multiplicarse, sino, y lo que es más importante, tenemos la capacidad de modificar las conexiones nerviosas, aumentarlas o disminuirlas en los lugares que queramos, lo cual también concuerda con las Escrituras en que fuimos creados con libre albedrío.
«A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia» (Deut. 30:19 RV60).
CONDUCTAS ADQUIRIDAS
¿Qué importancia tiene esta exposición médica en un artículo sobre finanzas personales? Absolutamente mucha. Las viejas frases que escuchamos a menudo en consejería, «yo nací así, ya no puedo cambiar», «siempre seré pobre como mis padres», etc., etc., frases con las que mucha gente se ha esclavizado durante años, hoy podemos plantarnos a ellas y decirles «ya no», no solo a la luz de la Palabra, sino también de la misma ciencia que avala que las personas pueden trabajar sobre sus patrones de conducta financieros, y si estos no son los apropiados, transformarlos. ¿Será fácil? Y probablemente no; dependerá de cuán arraigados estén los viejos e inapropiados conceptos, pero de que se puede, se puede.
En las finanzas, como en la gran mayoría de los aspectos de la vida, las personas se manejan por conductas adquiridas, hábitos y sobre todo patrones que se fueron metiendo, o que se dejaron meter, en la cabeza. Si hay problemas en las finanzas, se debe individualizar los posibles patrones que están detrás y transformarlos, como dice Romanos 12:2.
La conducta es la manera en que una persona se comporta ante una situación determinada. Por ejemplo, qué hace cuando hay una sensación de escasez, o inclusive de abundancia momentánea, o ante la «necesidad» de tener algo, o ante la exigencia del entorno, de algún familiar o de las redes sociales. Esa conducta, si se repite, lleva a un hábito, que es la práctica habitual ante una situación dada. Motivo por el cual muchas personas vuelven a caer en deudas luego de haber salido de ellas, al precio de grandes sacrificios, porque no han transformado su conducta.
PATRONES Y PRESIONES SOCIALES
Pero las peores de todas en la actualidad, según mi punto de vista, son las conductas que obedecen a patrones sociales. Son esas situaciones en las que se actúa de una manera determinada «porque así luego se hace», sin tan siquiera verificar si es verdad o procurar si de otra manera también se puede. Para ser más claros, lo hacen porque otros lo hacen, y si otros lo hacen debe ser porque así es como funcionan las cosas.
Los ejemplos son múltiples, pero solo para citar uno: «Solo puedo cambiar mi celular a cuotas porque el nuevo es muy caro», por lo que se cae en la trampa de ir a una de las compañías telefónicas y aceptar la «oferta» de celulares nuevos, a 18 meses y «apenas» se nos pide aumentar un poco el plan que ya teníamos. Como el patrón está instaurado, se comienza con las justificaciones: la cuota es baja, necesito luego un plan mejor, etc., etc. El problema es que en seis meses justo salió el celular más nuevo, o un motochorro me asaltó y se lo llevó, y se tiene que estar por los siguientes doce meses pagando algo que ya es viejo o que ya no está. La pregunta debiera ser: «¿Qué acciones tendría que hacer para comprarme el celular nuevo que quiero?», «¿Cuánto debería ahorrar cada mes para comprarlo al contado, mucho más barato y sin la obligación de “casarme” con una compañía?». O si decido comprarlo a cuotas —no recomendable—, ¿se ajusta esta cuota a mis posibilidades de pago?».
Me tocó dictar una clase de finanzas en una empresa, y al terminar una de las charlas se me acercó un joven a preguntarme si era obligatorio hacer préstamos en las cooperativas. Pensé que había entendido mal la pregunta y le pedí que me explicara más el contexto. Me cuenta que él estaba muy bien organizado en sus finanzas (¡probablemente era un marciano y no me di cuenta!) y se había asociado a una cooperativa recientemente, pero su tío le insistía que tenía que sacar un préstamo «porque era socio y así se hace», «porque para qué luego se asoció si no va a sacar préstamos». Luego de reírme un poco, le expliqué que esa no fue la idea original ni única de las cooperativas, y que si no lo necesitaba realmente, ¿para qué hacer un préstamo?
A eso me refiero con patrones de conducta. En este caso es muy probable, aunque no lo conocí, que el tío era como la mayoría de la gente que saca préstamos «porque es barato», aunque no sabe para qué lo quiere y menos cuánto terminará pagando por un artículo que probablemente no necesitaba.
La presión social hoy en día es mucho más fuerte de la que existió antes de la era de las redes sociales. Antes de las redes sociales, si una mujer tenía, por ejemplo, un casamiento un sábado en Asunción y el domingo otro en Encarnación, y no tenía dinero para un nuevo vestido, es probable que fuera a ambos casamientos con la misma ropa (¡los varones lo seguimos haciendo!). Hoy eso es imposible: «¡Qué pelada! ¿Cómo voy a subir las fotos en el Facebook? ¡Todos se van a dar cuenta que es el mismo vestido!». Entonces, para poder salir en Facebook, tengo que comprarme aunque no tenga dinero dos ropas diferentes, y poner una linda sonrisa, aunque a fin de mes llore cuando tenga que pagar los intereses… si puedo.
Individualicemos en la gente qué patrón de conducta se debe cambiar: ¿Eterna escasez? ¿Necesidad de sentirse reconocido? ¿Costumbres familiares de desorden financiero? Si no se trabaja en estas cosas, será como ponerle solo una curita a una herida profunda.
Raúl Martínez
Paraguayo, de 66 años, Raúl es doctor en Medicina, con posgrados en Cirugía Infantil, Docencia Universitaria, Auditoria Médica y Administración Hospitalaria. Con títulos en Teología y Administración, lidera los ministerios de finanzas y de la tercera edad en la iglesia CFA Central. Actualmente está involucrado en la formación de una nueva obra del CFA en la ciudad de San Bernardino, y desde hace 17 años comparte su experiencia en finanzas personales mediante charlas, conferencias y asesorías en diversas instituciones.
Acerca del Autor
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