Vida Cristiana

La pandemia de la pornografía

No se suele hablar de pornografía en la iglesia, pero la pornografía está a menudo en la mente de muchos miembros de la iglesia. La pornografía es una pandemia creciente, y solo está empeorando. Se reporta que el 93 % de los pastores la ven como un problema mucho mayor que en el pasado. Como iglesia, necesitamos preguntarnos: «¿Qué vamos a hacer al respecto?». No es un problema de «allá afuera», es un problema de «aquí adentro» que necesita ser confrontado con la verdad y la gracia tanto para el adicto como para las víctimas que deja a su paso.

Aproximadamente doscientos mil estadounidenses cumplen la clasificación de adictos a la pornografía, lo que equivale a cuarenta millones de personas que visitan páginas pornográficas con regularidad. Con estadísticas como esa, es fácil considerar que se trata de un problema cultural. Pero antes de etiquetarlo simplemente como un problema cultural, tenemos que reconocer que también es un problema que existe en la iglesia. Afecta a los miembros de nuestras iglesias. Afecta incluso a los líderes de nuestras iglesias. La organización Barna informa que el 21 % de los pastores de jóvenes y el 14 % de los pastores luchan actualmente con la pornografía, y esos son solo los que lo admiten. Cabe señalar que no es solo un problema masculino. Uno de cada tres usuarios de pornografía son mujeres. La pornografía no discrimina.

La pornografía es implacable en su persecución. No solo viene por el adicto, sino que las repercusiones de esta adicción también dejan víctimas a su paso. Como esposa de pastor, he tenido más de una conversación sobre pornografía. Mis conversaciones tienen menos que ver con la adicción y más con las consecuencias para el otro lado de la adicción: el cónyuge del adicto. La esposa se siente traicionada y quebrantada por una adicción que no es la suya, pero siente profundamente sus repercusiones.

No hay nada en este mundo que Dios no pueda vencer. Dios es más grande que la pornografía

 

El deseo sexual y el acto sexual fueron creados por Dios para Su gloria y para que no fueran motivo de vergüenza dentro de la relación matrimonial. La pornografía, por el contrario, vive en las sombras rodeada de vergüenza, culpa, duda e impotencia. Se alimenta del anonimato que proporciona la Internet y del fácil acceso, con solo pulsar un botón. Reprograma el cerebro y provoca un cortocircuito en las respuestas hormonales normales. Con la exposición repetida, el cerebro se encoge. Sin que haya una droga que se pueda consumir, fumar, beber o esnifar, la pornografía explota las funciones naturales normales del cuerpo. El «padre de la mentira» nos incita a utilizar lo que Dios llama bueno de una manera para la que nunca fue concebido (Jn 8:44). La verdad es que la pornografía es una mentira, y utiliza tu cuerpo en tu contra.

La pornografía es un fenómeno cada vez más extendido y, como iglesia, debemos abordarlo, debatirlo y decir la verdad a los adictos y a las víctimas. ¿Cómo hacerlo? Ningún artículo puede responder a esta pregunta, pero intento sugerir un punto de partida. Hay tres verdades que deben formar parte de la conversación sobre la pornografía.

1. Dios es más grande que la pornografía.

Si eres un adicto, es difícil creer que Dios es más grande que esta adicción. Seguramente no se siente así si eres una esposa que por segunda o tercera vez ha sorprendido a su esposo usando pornografía. La Biblia nos dice que tenemos la verdad de nuestro lado.

En Cristo, hemos vencido a este mundo. Debido a nuestra fe en Él, nos da la victoria y el deseo de guardar Sus mandamientos (1 Jn 5:1-5). Somos más que vencedores, y nada nos separa del amor de Dios en Cristo Jesús (Ro 8:37-39). Dios también nos ha dado Su perfecto Espíritu Santo que promete ayudarnos en nuestra debilidad (Ro 8:26). Este Espíritu de verdad nos guiará a toda la verdad (Jn 16:13). Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo y nos perdonará nuestros pecados y nos purificará por completo (1 Jn 1:9). No hay nada en este mundo que Dios no pueda vencer. Dios es más grande que la pornografía.

2. La pornografía es una adicción pecaminosa, trátala como tal.

Cuando se trata de pornografía, usamos palabras como «situación» o «problema» en lugar de llamar a la pornografía pecado, un pecado altamente adictivo. En febrero de 2023, Covenant Eyes (Ojos de Pacto) escribió un artículo sobre cómo la pornografía afecta al cerebro. El autor declaró: «Los anhelos que experimenta alguien enganchado a la pornografía pueden ser como los anhelos de un drogadicto. Las vías químicas del cerebro diseñadas para el placer sexual se reconfiguran para buscar la pornografía en lugar del sexo real».

Como iglesia, debemos encontrar al adicto donde está y llamarlo con un deseo compasivo por su arrepentimiento y redención

 

La pornografía es una adicción por naturaleza, lo que significa que, aunque no hay una droga que introducir en el cuerpo, las respuestas químicas del cerebro cambian a causa de ella. Tenemos un enemigo cuyo objetivo es mantenernos adictos y en esclavitud. Reconocer a este enemigo y sus mentiras es el primer paso hacia la libertad.

3. La comunidad es necesaria para superar esta adicción.

La comunidad desempeña dos papeles en este proceso de adicción-redención. El primer papel es para el adicto. La pornografía causa vergüenza y remordimiento haciendo que te sientas sin fuerzas. La adicción crece en el aislamiento y se multiplica cuando se la deja sola. Tu cerebro puede estar tatuado con pornografía, pero no hay ninguna señal visual de que eres un adicto a la pornografía.

Barna informó que el 55 % de los pastores que luchan con esta adicción viven con «miedo constante a ser descubiertos». El miedo a ser descubierto te empuja más profundamente en el ciclo de la adicción. Cuando invitas a una comunidad segura a conocer tus luchas arrojas luz sobre ellas. Si el poder que impulsa la pornografía es el secreto, el poder que lo elimina es la exposición. Los secretos que te encadenan saltan por los aires a la luz del evangelio y de una comunidad centrada en el evangelio. Necesitamos discipulado y rendición de cuentas para avanzar.

El segundo papel que desempeña la comunidad es el apoyo. He observado el poder de la comunidad para abrazar a los afectados por la pornografía. Los que están relacionados con adictos también pueden sentir vergüenza. Necesitan la luz de una comunidad segura para comprender, abrazar y sobrellevar sus cargas.Es importante recordar que las personas a las que invites a las trincheras deben ser creyentes. Necesitas personas que te lleven a Cristo. Esto puede incluir un consejero cristiano que esté capacitado en la recuperación de traumas y adicciones. Cuando estás herido y quebrantado, necesitas personas que te digan la verdad con amor y te sigan reorientando.

Estas tres verdades son un punto de partida. Hay mucho más que decir sobre esta adicción. Un artículo no resolverá el problema, pero al menos puede iniciar la conversación. El pecado sexual no es nuevo en la cristiandad. Ha formado parte de la historia desde la caída. La pregunta que debemos hacernos hoy es: «¿Cómo vamos a enfrentarlo?». Como iglesia, debemos encontrar al adicto donde está y llamarlo con un deseo compasivo por su arrepentimiento y redención. En cuanto a las víctimas de las secuelas, debemos verlas, reconocer su dolor, amarlas bien y llevar sus cargas. Nadie es inmune y la única vacuna contra esta pandemia es la verdad del evangelio.


Publicado originalmente en For the ChurchTraducido por Eduardo Fergusson.

Leslie Umstattd es profesora adjunta de Educación Cristiana en el Midwestern Baptist Theological Seminary. Obtuvo su Doctorado en Educación en Midwestern, y también tiene una Maestría en Educación Religiosa y Consejería Matrimonial y Familiar del Southwestern Baptist Theological Seminary, así como una Licenciatura en Administración de Empresas de la Universidad de Alabama. La Dra. Umstattd es educadora, esposa de pastor, coordinadora voluntaria del ministerio de mujeres, profesora de estudios bíblicos para mujeres y desarrolladora de planes de estudio.

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