Vida Cristiana

La vida cristiana es una vida paradójica

¿Cómo lidiar con las aparentes contradicciones de la vida cristiana?

Mi sobrina más pequeña practica gimnasia artística. Es una excelente atleta. Por supuesto, tiene fortalezas y debilidades. Para ella, saltar y hacer coreografía sobre la viga de equilibrio es lo que más le reta. Y no es para menos; es todo un arte y requiere mucha disciplina y esfuerzo moverse de forma estética y bella, ¡mientras se desarrollan acrobacias de manera que resulten en un todo armonioso!

Así que, cuando asisto a sus competencias, mi corazón palpita mientras sigo con mucha expectativa cada uno de sus movimientos. Me mantengo orando hasta que termina. Si logra un buen puntaje en la prueba de la viga, sé que el resto de la presentación será pan comido para ella y ganará la competencia.

El equilibrio correcto es vital para un buen rendimiento en las disciplinas deportivas y también lo es para una comprensión sana de cómo debemos vivir en este mundo, según las Escrituras. Creo que un equivalente espiritual de lo que son las vigas de equilibrio en la gimnasia artística podrían ser las paradojas que encontramos en la Biblia acerca de la vida del creyente.

Paradojas para el equilibrio bíblico

La Biblia contiene varias paradojas sobre la vida cristiana. Algunas personas las confunden con contradicciones, pero hay una diferencia importante entre una contradicción y una paradoja. Mientras que una contradicción podría definirse como un conjunto de proposiciones que al oponerse recíprocamente se invalidan, la paradoja se define como frases que encierran una aparente contradicción, pero que no se contradicen en realidad. Para ampliar el punto, analicemos tres paradojas:

1. El testimonio cristiano

Por un lado, el Señor nos dice que nos cuidemos de no hacer nuestras obras de justicia para ser vistos por otros (Mt 6:1). Y por otro lado nos dice que dejemos que nuestra luz brille delante de los hombres, para que vean nuestras buenas obras y glorifiquen a Dios (Mt 5:16). Aunque a primera vista lo parezca, en realidad estos mandatos no son opuestos, sino complementarios.

El equilibrio correcto es vital para una comprensión sana de cómo debemos vivir en este mundo

 

En Mateo 5:16, nos indica que nuestras buenas obras deben apuntar a Dios y no a nosotros. Él debe brillar en nuestra vida. Las buenas obras muestran a los incrédulos que Cristo obra en nosotros y es poderoso para transformarnos, santificarnos y controlarnos por Su Espíritu. Ahora bien, esto se da de manera natural, cuando vivimos piadosamente y caminamos con Dios.

Por eso en Mateo 6:1 nos advierte que nos cuidemos de querer producir estas obras con la finalidad de brillar nosotros. Nuestro objetivo no es simplemente tener un buen testimonio, sino caminar con Dios y como consecuencia tener un buen testimonio. La atención está puesta en Él, no en nosotros. Al final, nuestras obras serán probadas y todo lo que no hayamos hecho para Su gloria será quemado (1 Co 3:12-14).

2. La soberanía de Dios y nuestras oraciones

Desde las primeras páginas del Antiguo Testamento, hasta los últimos párrafos de Apocalipsis, vemos a Dios ejerciendo Su soberanía.

Contamos con versículos donde se establece que Dios anuncia el fin de las cosas desde el principio, que Su propósito será establecido y que realizará todo lo que quiere (Is 46:10-11). La Biblia también nos dice que Él no cambia (Mal 3:6). Vemos que Él estableció nuestros días desde antes de que naciéramos y determinó el rumbo de nuestras vidas (Sal 139), incluso los límites de nuestra habitación (Hch 17:26).

Sin embargo, la Biblia también nos plantea que no recibimos algunas cosas porque no las pedimos (Stg 4:2). Es decir, que ciertas cosas no suceden en nuestras vidas por falta de oración. Pero algunos se podrían preguntar: ¿Si nuestro Dios soberano ya escribió nuestra historia para qué tenemos que orar?

Recuerdo cuando el pastor Miguel Núñez, en una de sus prédicas, respondió a esta problemática de una forma sencilla pero profunda. Dios ha orquestado que ciertas cosas solo nos las dará si oramos. Solo Él sabe cuáles son esas cosas. A Dios le ha placido que la oración sea el vehículo por el cual podemos conocerlo, recibir de Él y experimentar Su presencia.

Nuestro Dios todo lo sabe, aun lo que está en el futuro. En Su conocimiento absoluto del futuro, el Señor tomó en cuenta de antemano nuestras oraciones y la falta de ellas para Sus decretos soberanos. Por otro lado, el propósito principal de la oración es que nosotros entremos en los propósitos de Dios y no al revés. Es alinear nuestra voluntad con la de Él.

3. Las obras y la salvación

El evangelio es claro. La salvación es un regalo de Dios, la cual otorga por medio de la fe sola y no por las obras. Lo vemos cuando Pablo dice: «Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Ef 2:8-9).

Dios demanda que mantengamos el equilibrio y la tensión que requiere cada una y todas las paradojas bíblicas sobre la vida en Cristo

 

Por otro lado, Santiago escribe: «¿De qué sirve, hermanos míos, si alguien dice que tiene fe pero no tiene obras? ¿Acaso puede esa fe salvarlo?» (Stg 2:14).

Pareciera que Santiago contradice a Pablo, pero más adelante nos aclara que la fe si no tiene obras está muerta. Nos presenta el caso de que alguno diga «Tú tienes fe y yo tengo obras», y le responde: «Muéstrame tu fe sin las obras y yo te mostraré mi fe por mis obras» (Stg 2:18).

Entonces, la conclusión es que las obras evidencian si la fe es verdadera o no. Las obras no salvan; es Cristo quien salva por medio de la fe, pero las obras prueban la veracidad de la fe. Puede haber buenas obras sin fe verdadera, pero no puede haber fe verdadera sin buenas obras.

El propósito de las paradojas

Podríamos seguir enumerando muchas otras paradojas, pero mi interés con este artículo no es verlas todas en detalle, sino considerar el porqué de estas. ¿Qué es lo que busca el Señor con hablarnos de ellas? Lo que he aprendido al estudiarlas es que nuestro Dios es detallista y el mejor maestro que pueda existir. Creo que la gran cantidad de paradojas sobre la vida cristiana que encontramos en Su Palabra no obedecen a la casualidad, sino que tienen un propósito doble: uno didáctico y otro de juicio.

Entre otras cosas, nos enseñan a depender de Dios y apreciar Su cuidado. Con ellas, Dios nos invita a buscar Su sabiduría, a profundizar en Sus enseñanzas para que podamos distinguir cualquier distorsión con la que el enemigo quiera hacernos caer. Recordemos que, cuando Satanás tentó a nuestro Señor Jesús en el desierto, en las dos últimas tentaciones lo hizo distorsionando la Palabra (Mt 4:1-11). Eso mismo intenta hacer con nosotros hoy.

El Señor conoce nuestros corazones y sabía de antemano que muchos se acercarían a Su Palabra de forma religiosa o con incredulidad, no con la intención de conocerlo y obedecerlo, sino para adquirir conocimiento intelectual, para sentirse superiores a otros y con muchas otras intenciones no piadosas.

Por eso creo que también las paradojas tienen un propósito de juicio. Para quienes no se acerquen a Su Palabra con un corazón devoto y humilde, ellas les serán de escándalo y confusión. Se inclinarán a un extremo u otro, no lograrán el equilibrio del que hablé al inicio. Su propia maldad se coloca como un velo en sus ojos para que no vean la verdad completa y se queden solo con una parte de ella (cp. Mr 4:11-12).

Sin embargo, para aquellos con corazones sinceros, Dios ha provisto la iluminación del Espíritu Santo que les permite conocer la verdad que encierra cada paradoja. Él quiere que le adoremos en espíritu y en verdad (Jn 4:23).

El Señor nos ayude a verificar nuestras creencias, afectos y acciones, y a ser obedientes en aplicar todo esfuerzo requerido

 

Si observamos en el Antiguo Testamento, cuando estableció la adoración en el tabernáculo, Dios no dejó que el pueblo lo adorara como se le ocurriera ni que cada uno se acercara a Él como mejor le pareciera. No, al contrario, se tomó la molestia de ser bien detallista y meticuloso en la forma como quería ser adorado en el tabernáculo y, más adelante, en el templo. Así también para nuestra adoración actual, que se da en el nuevo templo —nuestras vidas (cp. Ro 12:1-2)—, Dios demanda que nuestra adoración esté basada en un conocimiento preciso de Su voluntad, que seamos meticulosos y observadores de los detalles, que mantengamos el equilibrio y la tensión que requiere cada una y todas las paradojas bíblicas sobre la vida en Cristo.

Firmes en la viga de la Palabra

Por último, podría decir también que estas paradojas nos sirven como termómetros espirituales que nos muestran la condición de nuestro propio corazón. Cuando nos estamos inclinando a algún extremo de la viga del equilibrio teológico, el Espíritu Santo nos alerta y redarguye; tal como lo haría el entrenador en la gimnasia artística. En esas ocasiones, requiere de nosotros esfuerzo, humildad y disciplina para volver al centro.

Por lo tanto, oremos que el Señor nos ayude a verificar nuestras creencias, afectos y acciones de modo que podamos corregir cualquier desvío y a ser obedientes en aplicar todo esfuerzo requerido. Que sea nuestra meta presentarle una gran función a nuestro precioso Espectador: una vida de adoración que resulte en una hermosa y armoniosa coreografía, llena de acrobacias de fe y con un salto final en el que nuestros pies aterricen de forma firme y equilibrada sobre la viga de Su Palabra.


A (Alis) Grullón es una cristiana deseosa de compartir el evangelio. Es graduada del Instituto Integridad & Sabiduría, de la concentración de Consejería Bíblica. Vive en Santo Domingo, República Dominicana.

Acerca del Autor

0.00 avg. rating (0% score) - 0 votes
Mostrar Más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Back to top button