Estoy seguro de que la mayoría de los cristianos anhelamos ver que la Biblia produzca cambios en nuestra cultura y nuestras sociedades. Hay varias experiencias históricas que sirven de impulso para este deseo, pero tal vez la Reforma protestante sea la más significativa de todas.
Hay un clamor en nuestra región por vivir una reforma en nuestros países y oramos a Dios para ver nuestros países transformados por la Palabra de Dios.
A la luz de este deseo, ¿cómo podemos ser más efectivos en nuestro trabajo de impactar y afectar positivamente la cultura que nos rodea con el evangelio? ¿Cómo la Biblia puede tomar un lugar central en nuestras sociedades e informar las prácticas cotidianas? ¿Cómo buscar que la Biblia transforme la cultura?
Dos categorías sencillas
Una buena forma para pensar en las estrategias futuras es clasificar los esfuerzos que se han realizado hasta ahora, de modo que podamos pensar en categorías que nos ayuden a dirigir las fuerzas y los recursos que tenemos de una manera más consciente y reflexiva.
Por eso quiero a continuación utilizar dos categorías sencillas y bastante amplias, las cuales suelen usarse en el ámbito de las políticas sociales y culturales, y aplicarlas a la transformación que puede provocar la iglesia: la cultura «desde arriba» y la cultura «desde abajo».
La cultura “desde arriba”
Las estrategias de la cultura desde arriba suelen ser las más comunes a la hora de pensar en provocar o realizar un impacto en la sociedad.
Estas estrategias ven a la cultura como algo que puede dirigirse desde los lugares centrales de la dinámica social y la producción cultural. Por lo tanto, también puede transformarse desde estos mismos lugares de influencia, como lo son los medios de comunicación, el entretenimiento popular o la política, por nombrar algunos de los lugares más cotizados.
A la luz de este objetivo, un partido político evangélico o confesional que consiga buenos resultados en las urnas sería clave para el cambio cultural de un país; o una banda de rock cristiano que triunfe en el mercado secular significaría inequívocamente que el mensaje del evangelio está penetrando en la cultura popular. En resumidas cuentas, la cultura desde arriba procura ser relevante; esa es la expresión insignia.
Ser el blanco de la atención social no se traduce automáticamente en una capacidad para influir positivamente en un país
Esta perspectiva agrupa diferentes estrategias que anhelan alcanzar el centro de la opinión pública y de la dinámica social, como condición necesaria para transformar la cultura. La idea es provocar el impacto de un terremoto desde los lugares centrales que provoque una transformación súbita en la sociedad.
Sin embargo, las experiencias latinoamericanas hasta ahora nos demuestran que ser el blanco de la atención social no se traduce automáticamente en una capacidad para influir positivamente en un país, a la vez que los costos para llegar y mantenerse en esos lugares son enormes para el buen testimonio de la iglesia.
Aunque esta perspectiva sigue teniendo mucha fuerza, considero que el entusiasmo que había por la conquista de los espacios centrales de la cultura se ha ido diluyendo o moderando con el tiempo.
La cultura “desde abajo”
En contraste, aunque no en oposición, está la perspectiva de la cultura desde abajo, que no se interesa por los lugares centrales de influencia en la dinámica social, sino en los espacios periféricos a ojos humanos.
No se interesa por conquistar puestos clave de la política o la industria del entretenimiento (que pueden ser objetivos legítimos, siempre y cuando no comprometan nuestra fidelidad al Señor y a las Escrituras). En cambio, la cultura desde abajo se interesa por aquellos pequeños pero cruciales espacios del hogar, la iglesia, el trabajo y la vida cotidiana.
La cultura desde abajo confía en que la transformación de una nación y una sociedad será el resultado final de una transformación efectuada por el evangelio en los individuos, las familias y las iglesias locales. Por eso los espacios a «conquistar» son el devocional personal, la adoración familiar, los púlpitos de las iglesias y el lugar de trabajo.
A veces estamos tan atraídos por ocupar los lugares centrales de la cultura, que olvidamos que existen otros espacios donde la Biblia puede ganar fuerza