Memorias

Las búsquedas del Jesús histórico

DEFINICIÓN

La búsqueda del Jesús histórico ha progresado a lo largo de al menos cuatro periodos de desarrollo, con una confianza cada vez mayor en las fuentes bíblicas, todos ellos buscando entender de formas diferentes la relación entre la figura histórica de Jesús de Nazaret y el Jesús que nos encontramos en las Escrituras.

SUMARIO

La búsqueda del Jesús histórico ha progresado a través de al menos cuatro periodos de desarrollo, en los cuales se buscó entender la relación entre la figura histórica de Jesús de Nazaret y el Jesús que nos encontramos en las Escrituras. La primera búsqueda, que se remonta al siglo XVII, intentó distinguir entre el Cristo de la fe y el Jesús de la historia y también describirlos. El periodo siguiente a menudo se llama “de la no búsqueda”, un tiempo a principios del siglo XX en el que muchos pensaron que no se ganaba nada siguiendo este camino, mientras que otros no estuvieron de acuerdo y continuaron trabajando en esa área. La segunda búsqueda comenzó en la década de los 50s, cuando Ernst Käsemann y otros intentaron adaptar la disciplina literaria de la crítica de las formas a la tarea histórica de la búsqueda. La tercera búsqueda comenzó a surgir en la siguiente década con el descubrimiento y publicación de los pergaminos de Qumrán. Desafiando los métodos de la segunda búsqueda, los estudiosos de la tercera  búsqueda comenzaron a preguntarse cómo las enseñanzas y acciones de Jesús habrían sido entendidas en su entorno cultural y teológico, y si podían encajar bien en el mismo.

Una parte clave de la conversación pública sobre Jesús involucra el estudio histórico del mismo. Fue algo que surgió del escepticismo sobre la veracidad de las Escrituras, pero presiona para ser corroborado utilizando medios que todos los estudiantes de historia aplicarían. El empleo de estos métodos puede basarse en un naturalismo que descuenta, por definición, la actividad de las Escrituras. Para aquellos que están abiertos a la actividad de Dios, la búsqueda de comprobación puede ser de ayuda a la hora de interactuar con aquellos que carecen de un compromiso religioso o que tienen dudas. La historia de esta búsqueda es una amalgama, produciendo un conjunto de posturas sobre Jesús y un debate sobre su utilidad, en parte por la variedad de formas en que la gente evalúa los registros con los que trata al mirar a la vida de Jesús y la complejidad de los factores que se sopesan conforme se examinan las fuentes.

El comienzo de las “búsquedas” de Jesús

La búsqueda del Jesús histórico, como se suele llamar, comenzó cuando alguien dijo que el retrato que hace la iglesia de Jesús estaba demasiado encubierto bajo la doctrina formulada después como para decirnos quién era Jesús en realidad. Así los escépticos formularon reglas para desafiar la visión que tiene la iglesia de Jesús. Estas reglas provienen de una mezcla de herramientas que los historiadores de Jesús emplean con regularidad cuando tratan de confirmar un suceso histórico o cuando se enfrentan con los problemas que surgen de la naturaleza de nuestras fuentes acerca de Jesús. En sus primeros días, e incluso ahora, gran parte del estudio histórico de Jesús sirvió para desafiar la confesión que hace la iglesia sobre Él.

Las personas de fe se sientan junto con las que desafían la fe y debaten quién es Jesús y cómo podemos saber quién era. Como es de esperarse, en ocasiones la discusión es acalorada. ¿Pueden estos estudiantes tan diversos de Jesús tener una conversación sin tener que afirmar que hay que aceptar todo lo que la iglesia dice acerca de Él para poder debatir? Esto forma parte de lo que el estudio histórico acerca de Jesús busca conseguir.

La primera búsqueda y la zanja de Lessing

La primera búsqueda del Jesús histórico se remonta a finales del siglo XVII. Al mirar las diferencias entre los textos y cuestionarse si la Biblia nos estaba proporcionando solamente la historia, los eruditos emprendieron la tarea de distinguir entre el Jesús histórico real y lo que ellos llamaron “El Cristo de la fe”, una figura que muchos de los originadores de este movimiento afirmaron que no se trataba del verdadero Jesús, sino una construcción más tardía de la iglesia primitiva. El debate inicial estaba enraizado en un profundo escepticismo en lo que la Biblia decía sobre Jesús. El objetivo de llevarnos de vuelta a un Jesús verdaderamente histórico con frecuencia llevó a un giro moralista en el que Jesús se convertía solo en un profeta entre muchos. Se volvió común argumentar que existía una amplia diferencia entre el Cristo de la fe y el Jesús histórico. Esta brecha acabó siendo conocida como la zanja de Lessing debido a que el erudito alemán de la ilustración Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781) empleó la imagen de una zanja para describir la diferencia entre los dos retratos de Jesús. Así de diferentes eran esas representaciones (la bíblica y la histórica).

El objetivo de Lessing era regresar a Jesús tal como era, y no a una visión que estaba cargada de ideas posteriores sobre Él. La afirmación era que los Evangelios no nos entregaban en realidad al Jesús verdadero; este tenía que ser desarraigado de las fuentes por medio de todo tipo de preguntas basadas en la historia. Una persona no podía continuar diciendo “Eso es lo que me dice la Biblia”. O, si lo hacía, existía una buena probabilidad de que su afirmación fuera desestimada como ingenua o poco científica. La zanja de Lessing no solo argumentaba que existía un espacio entre el Cristo de la fe y el Jesús histórico, sino que también colocaba un abismo entre las personas que querían conversar sobre quién era y es Jesús.

Algunos dijeron que nunca podríamos cruzar la zanja de Lessing. La afirmación más conocida sobre esto fue realizada por Rudolph Bultmann (1884-1976), quien argumentó que no podríamos volver a Jesús tal como era (ver “Jesus and the Word” por Rudolph Bultmann). Para él y muchos como él, la “zanja” era un espacio demasiado pequeño para describir adecuadamente lo que afirmaba Lessing. Era más bien un cañón. No podemos hallar al verdadero Jesús, decía él, al menos no en las fuentes evangélicas que lo presentan. Si hemos de encontrar a Jesús, se ha de reconstruir de forma histórica.

Pero no todos eran tan completamente escépticos; muchos intentaron hacer un puente sobre el espacio entre el Cristo de la fe y el Jesús histórico. Estos constructores de puentes afirmaron que existía una forma de cruzar la zanja de Lessing, y han tratado de construir un camino sobre ella. No todo el escepticismo es estrictamente negativo, sino que una prueba seria de las fuentes puede llevar a buenas preguntas y respuestas renovadas.

Estos debates comenzaron al final del siglo XVII, cuando los milagros comenzaron a ser muy desafiados, las diferencias entre los registros de los mismos sucesos fueron tomadas en cuenta, y surgieron problemas acerca de las afirmaciones de Jesús. No había reglas para juzgar los sucesos de los registros escriturales, solo juicios subjetivos acerca de lo que era probable que Jesús hubiera hecho en realidad. La cantidad de retratos llevó a Albert Schweitzer a publicar en 1906 una obra sobre esta fase del estudio de Jesús y a criticarla por ser demasiado subjetiva y desligada del contexto judío original de la obra del mismo. Schweitzer argumentó que la enorme lista de imágenes distintas de Jesús producidas hasta ese momento eran erróneas metodológicamente. La mayoría estuvo de acuerdo con el análisis de Schweitzer sobre el trabajo realizado en un periodo de más de un siglo. Su libro y crítica marcaron el final del primer periodo de la búsqueda del Jesús histórico. Este periodo inicial fue, en muchos aspectos, el más escéptico.

El periodo de la “no búsqueda”

Luego llegó lo que con frecuencia se llama el periodo de la “no búsqueda”, que abarcó las primeras cinco décadas del siglo XX. De hecho, este término es muy inadecuado, porque se escribió mucho sobre el Jesús histórico durante esos años. Sin embargo, lo que parecía faltar era un método o enfoque unificado, alguna forma metodológica para afrontar los problemas. Cada escritor continuó viendo al Jesús que él o ella querían ver, y lo construyó en base a lo que le parecía mejor. Era el periodo en el que Rudolf Bultmann argumentó que casi no podíamos conocer nada sobre el Jesús histórico. Es por su influencia que muchos llaman a este tiempo el periodo de la “no búsqueda”. Muchos en esa época pensaron que no se podía lograr nada siguiendo ese camino, mientras que otros no estuvieron de acuerdo, y continuaron trabajando.

La segunda búsqueda

En 1953, el escepticismo prevalente cambió. Uno de los estudiantes de Bultmann, Ernst Käsemann, que había llegado a ser profesor, razonó que podíamos saber más sobre Jesús de lo que su famoso mentor había afirmado. Defendió el tratar de separar los estratos más tardíos del griego de las capas de tradición más hebreas o arameas. También argumentó que, estudiar el desarrollo de la tradiciones según relataban una y otra vez ciertos sucesos, podría dar pistas sobre cuál era la más cercana al origen. Esta área de estudio es conocida como crítica de las formas, emergiendo entre 1919 y 1921. Defendía que las historias eran transmitidas según una variedad de ciertos tipos de estructuras (formas), en su mayoría en piezas cortas. La variación de las formas podía dar pistas sobre cuál era la forma original de la historia y cuál no. El empleo histórico de la crítica de las formas siempre fue una característica discutida en su uso. Vince Taylor, un erudito inglés, escribió en 1930 que aunque la crítica de las formas era una herramienta literaria útil para analizar el hilo de una historia, no tenía valor como herramienta histórica, que era como los nuevos estudiosos de Jesús (o estudiosos de la “segunda búsqueda”) querían utilizarla. Sin embargo, es en este periodo que las reglas comienzan a surgir como medio para dar algo de estructura al esfuerzo y vencer las críticas realizadas contra la crítica de las formas.

Estas reglas fueron llamadas “criterios de autenticidad”. Entre los más importantes están el de atestación múltiple, de disimilitud, de vergüenza y de coherencia.

  • La atestación múltiple sostiene que cuanto más amplia sea la matriz de hilos de fuentes tradicionales en las que aparece un relato o tema, es más probable que sea auténtico. Un hilo de fuente tradicional no consiste simplemente en la presencia en un evangelio, sino que es vista como el material de Marcos, en que la enseñanza se comparte entre Mateo y Lucas (una fuente conocida como Q), existiendo también material único en Mateo, material único en Lucas, y contenidos distintos en el evangelio de Juan, además de una lista de otras fuentes menos completas.
  • La disimilitud argumenta que cualquier cosa que no proviene de la cultura judía ni de la enseñanza primitiva de la iglesia debe ser Jesús. Este criterio a veces se altera para argumentar sin parecerse a la práctica judía ni a la iglesia primitiva.
  • El criterio de vergüenza defiende que la iglesia nunca crearía un relato así ya que algo en él sería una vergüenza para la iglesia.
  • La coherencia afirma que todo lo que encaje o sea coherente con lo que otro criterio deja entrever también podría ser auténtico.

La gente continúa debatiendo cuán útiles son estos y otros criterios, así como discutiendo dónde recae la carga de la prueba (si ha de presumirse la autenticidad o falta de la misma en primer lugar, o simplemente ser neutrales a esta pregunta). Gran parte del debate sobre el Jesús histórico hace surgir este tipo de medidas, aunque sean imperfectas, para evaluar las fuentes, porque sin algo como ellas estaríamos hablando simplemente de un tema de opinión subjetiva.

Mientras Käsemann proponía una mirada fresca al estudio de Jesús, nuevos hallazgos arqueológicos cambiaron el mapa y el entendimiento del entorno religioso de Jesús en el siglo I. Los hallazgos de Qumrán en el mar Muerto, conocidos como pergaminos del mar Muerto, aparecieron entre 1947 y 1956, pero se publicaron con lentitud y se evaluaron con una lentitud aún mayor. Esta biblioteca de textos provenía de una comunidad que se había separado del templo y del judaísmo oficial , trasladándose  al desierto a mitad del siglo II a. C. para esperar la vindicación de Dios a su favor. Continuaron allí hasta que los romanos atravesaron el lugar en la misma guerra que llevó a la destrucción del templo en el 70 d.C.

Finalmente los pergaminos se encontraron en once cuevas diferentes. Los eruditos han etiquetado estos manuscritos con la letra Q precedida por el número de la cueva y seguido por un número de manuscrito, de forma que pueden identificarse fácilmente como fuentes antiguas de Qumrán. Estos manuscritos proporcionaron información sin precedentes sobre el judaísmo del periodo y lugar en el que Juan Bautista y Jesús trabajaron. Los pergaminos también comenzaron a socavar la idea de que podíamos separar con facilidad las ideas griegas de las judías, una premisa clave de la segunda búsqueda. La razón era que esta secta judía separatista (que poseía una actitud contraria a la cultura griega) tenía muchas expresiones que habían sido consideradas un reflejo único de la cultura griega.

Era necesario encontrar otros medios para evaluar el material sobre Jesús.

La tercera búsqueda

Con la publicación de los pergaminos, quedó claro que el judaísmo era mucho más complejo en tiempos de Jesús de lo que se había apreciado anteriormente. Con estos hallazgos tenemos más medios para estudiar estas antiguas creencias en su contexto histórico y cultural. Además, otras obras judías más antiguas se hicieron más accesibles en su traducción al inglés. Como resultado, los estudiosos comenzaron a apreciar más cómo estas obras daban forma a las discusiones sobre las escrituras hebreas. Así pues, una nueva búsqueda (llamada con frecuencia la tercera búsqueda) surgió en un esfuerzo por entender a Jesús en el entorno llamado judaísmo del segundo templo. Este era el judaísmo del que Jesús había formado parte mientras crecía. Este judaísmo, con su emergente diversidad de perspectivas reflejadas en los hallazgos del mar Muerto y otras fuentes antiguas, era el contexto teológico de su audiencia.

En 1945, se encontró otro conjunto de textos en Nag Hammadi, en Egipto. Aunque estos contenían materiales más tardíos, aparecieron algunos que daban una descripción de Jesús. También estos escritos atrajeron mucha atención y se añadieron a los debates sobre Jesús y cómo otros lo veían en siglos anteriores. De manera general, no eran tan importantes para el desarrollo de la tercera búsqueda, pero han llegado a tener un papel en la reflexión sobre Jesús conforme avanzaba la búsqueda. Su descubrimiento aumentó la complejidad de la conversación.

Estos importantes descubrimientos nuevos impulsaron la tercera búsqueda. Comenzó a surgir en la década de los 60s, especialmente conforme se apreciaban cada vez más a los manuscritos del mar Muerto. Para la década de los ochentas, algunos estudiosos escribían desde una postura de la tercera búsqueda y desafiaban el enfoque de la segunda búsqueda. Al contrario que los buscadores anteriores, no comenzaron escarbando en los textos de los evangelios, sino intentando entender el contexto histórico en el que Jesús vivió y la consistencia de toda la línea narrativa que reflejaban los materiales sobre Jesús. Esto significaba no solo jugar con la mirada puesta en las reglas, sino también en una presentación coherente de Jesús que encajara en este entorno emergente de lo que estaba pasando en el siglo I. Los eruditos de la tercera búsqueda comenzaron a preguntarse cómo las acciones y enseñanzas de Jesús habrían sido entendidas y si, en su conjunto, podrían encajar bien en aquel entorno. Este cambio de punto de partida también regresó a una premisa que Albert Schweitzer había elaborado: Si has de entender a Jesús, debe ser desde su contexto judío y la audiencia a la que Él desafiaba.

La situación actual

La búsqueda del Jesús histórico continúa siendo controvertida, en parte porque es un esfuerzo complejo ligado a la reconstrucción del pasado basándonos en la selección de fuentes que hemos encontrado, con estudiosos aplicando una variedad de estándares sobre cómo valorar dichas fuentes. Al pasar el tiempo, los resultados han tendido a confiar más en las fuentes que los esfuerzos iniciales, junto con cierta argumentación de que la zanja de Lessing distorsiona gravemente lo que puede mostrarse. Autores, tanto evangélicos como no evangélicos, han participado en estos debates, especialmente en tiempos recientes. Un número de ellos ha defendido que el evangelio de Juan necesita más atención en estas discusiones de la que ha recibido históricamente. Así como el impacto del mismo Jesús, esta discusión seguirá formando parte del debate público sobre Jesús entre los eruditos, mientras discuten y debaten los méritos de lo que las fuentes nos cuentan y como medio de tratar con el escepticismo de muchos.


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