Reflexiones
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. (Juan 10:27-28)”
Para introducir esta hermosa enseñanza y para que podamos entender de mejor manera este tema, es que primeramente debemos aprender orar.
Lo primero que debemos entender, es que nuestra oración no debe ser un monólogo, más bien debe producirse una interacción con nuestro Dios y para que podamos orar eficazmente en este sentido, tendremos que aprender a escuchar la voz de nuestro buen Pastor.
Nuestro Dios nos ha llamado a tener una relación de amor, por lo tanto, hemos de comprender la importancia de lo que implica este vínculo que debe producirse entre nuestro Dios y nosotros. Esta relación se comienza a dar en nosotros cuando comenzamos a oír la Palabra de Dios para tener una mejor comprensión de la Escritura, o a fin de recibir Su dirección divina para nuestras vidas. El realizar sistemáticamente esta tarea de orar y escudriñar Su Palabra será de suma importancia para nuestro desarrollo espiritual.
Pero debemos entender, que para escuchar la voz de nuestro Dios debemos tener la actitud correcta y en este sentido la Escritura nos dice:
“El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. (Juan 7: 17) “
En este versículo de la Palabra, nuestro Señor Jesucristo nos revela la importancia de tener una actitud correcta en relación con la voluntad de Dios. Por lo tanto, si no estamos dispuestos a realizar Su voluntad, difícilmente podremos oír claramente la voz de nuestro Señor.
De manera que nuestro deseo de escuchar la voz de Dios debe expresarse mediante una actitud dispuesta a realizar Su voluntad, puesto que:
¿Qué interés tendría el Dios creador del Universo y de todas las cosas que en él hay, con hablar con alguien que no quiere oírle ni desea obedecerle?
Otro principio importante que debemos considerar en cuanto a escuchar a nuestro Dios, es que debemos entrenar nuestros “oídos para oír de mejor manera Su voz”. Y en el evangelio de Lucas, Jesús les dice a Sus discípulos:
“Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres. (Lucas 9:44)”
Sin embargo, ellos no comprendieron lo que nuestro Señor Jesucristo les trató de transmitir y solo oyeron Sus palabras sin discernirlas:
“Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras. (Lucas 9:45)”
¿Por qué los discípulos no comprendieron lo que Jesús les estaba diciendo?
Ellos, en esos momentos, aún no habían desarrollado sus oídos espirituales para discernir lo que el Maestro les hablaba. Mientras nuestro Señor Jesús hacía milagros y manifestaba el poder del reino venidero, Sus discípulos estaban dispuestos a comprender solo lo que podían ver, pero no, las implicaciones temporales de lo que Jesús les enseñaba. Sin embargo, cuando les anunció que podían perderle, no quisieron escucharlo, de modo que no entendieron lo que Jesús hablaba en esos momentos.
Estudiando la *COGNICIÓN (* proceso mental por el que adquirimos el conocimiento), los pedagogos han descubierto que un estudiante puede comprender y retener de mejor manera la materia, cuando se siente motivado a aprender y si el alumno está familiarizado con el tema de estudio, entenderá de mejor manera que si no fuese así; y si lo que está estudiando lo considera de real importancia para sus necesidades, prestará mucha más atención.
Los discípulos no tenían interés en oír acerca de la posibilidad de que Jesús fuera apresado por sus enemigos; de modo que no le escucharon o no le dieron importancia a lo que Jesús trataba de transmitirles. Tener oídos para oír es contar con la capacidad de poder comprender lo que se dice con la actitud correcta y esta es la obediencia, ya que, si no queremos hacer la voluntad de nuestro Dios, tampoco podremos discernir Su voz cuando Él desee hablarnos.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apocalipsis 3:6)”