Vida Cristiana
Esposa, no eres la mamá de tu marido
«Es que ya te lo he dicho tantas veces». «¿Por qué no te pusiste la ropa que te escogí?». «Eso no fue lo que yo te dije que hicieras». «No entiendes cuando yo te digo las cosas».
Una tendencia peligrosa en algunos matrimonios es que la esposa asuma un rol maternal hacia su marido. No siempre es fácil notar que esto está ocurriendo, en especial cuando ambos cónyuges tienen mucho tiempo envueltos en esta dinámica, la cual es completamente contraria a las Escrituras (como veremos en breve) y, por lo tanto, disfuncional.
Pero, a pesar de que en ocasiones es difícil darnos cuenta a simple vista de que estamos pecando de esta manera, hay señales en nuestro comportamiento y maneras de hablar hacia nuestros esposos que pueden reflejar que estamos viviendo esta tergiversación de roles.
En este artículo quiero invitarte a reflexionar sobre algunas señales de alerta de que has caído o estás cayendo en este patrón y, luego, mostrarte qué enseñan las Escrituras.
Señales de alerta
- Buscamos controlar todo lo que nuestros esposo hacen.
El deseo de control nunca es un buen ingrediente en ninguna relación. Sin embargo, ocupa un lugar en la maternidad porque, por la naturaleza del rol, y sobre todo cuando nuestros hijos son pequeños, estamos pendientes e involucradas en prácticamente todo lo que tiene que ver con sus actividades y su desarrollo.
De modo que, cuando tratamos de ser las madres de nuestros esposos, la tendencia por querer controlar todo lo que hacen es muy evidente. Buscamos saber lo que nuestros esposos están haciendo en todo momento y creemos que cualquier cosa que tenga que ver con ellos necesita pasar por nuestro filtro. Queremos ser aquellas que llevan y dirigen las vidas de nuestros esposos en todos los aspectos.
- Comenzamos a dar órdenes en lugar de tomar decisiones en conjunto.
En la maternidad, sobre todo con hijos pequeños, es muy necesario y usual que las madres tomen decisiones por los hijos como parte de su rol como cuidadoras.
Pero, en el matrimonio, cuando la esposa asume un rol de madre, la encontramos dándole órdenes a su marido y tomando decisiones en su lugar sin ningún tipo de consideración. De esa manera, pasa por encima del rol de él como líder del hogar (Ef 5:23).
- Mostramos un cuidado excesivo hacia nuestros esposos.
Sin lugar a dudas, cuidar es parte de nuestra naturaleza como mujeres. Lo hacemos con nuestros hijos y hay un cierto nivel en que es saludable querer cuidar también de nuestros esposos. El problema está cuando ese cuidado se vuelve excesivo y terminamos limitando a nuestros maridos en sus decisiones y en sus propias libertades y cuidado personal como persona adulta.
Si te has dado cuenta de que has estado llevando un rol que no te corresponde en tu matrimonio, corre a Jesús en busca de perdón
A veces esto puede verse al intentar prohibirles ciertas actividades que creemos que pueden ser dañinas o al tratar de evitarles de manera continua que enfrenten situaciones que pensamos pueden ser difíciles para ellos. En resumen, tratamos de evitarles cualquier grado de dificultad que sería normal que enfrente cualquier persona adulta y responsable. Esto no es sano para nosotras como esposas o como madres, ni lo es para nuestros esposos.
- Corregimos a nuestros esposos en público por sus errores.
La maternidad conlleva corrección y, en ocasiones y por diferentes circunstancias, puede que esa corrección ocurra en presencia de otras personas. Cuando vivimos como si fuéramos las madres de nuestros esposos podemos encontrarnos haciendo lo mismo con ellos, olvidando así el llamado que tenemos de respetar a nuestros maridos (Ef 5:33).
Nuestros esposos no son niños que necesitan ser corregidos por nosotras cuando han hecho algo mal. Aunque ciertamente en el matrimonio debe haber un ambiente de confianza en el que podamos señalar nuestras faltas, esto debe ser hecho con amor, respeto y en privado.
El llamado bíblico
Una relación de matrimonio en la que las dinámicas recién mencionadas se produzcan, definitivamente, no es acorde con el diseño de Dios para cada uno dentro de la relación ni para el matrimonio, ya que la Palabra nos llama a algo diferente:
- La Biblia nos llama a una nueva relación.
Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne (Gn 2:24).
El llamado divino para el matrimonio incluye dejar al padre y a la madre (Mt 19:5-6), no es un llamado a convertirnos en la madre que dejó el esposo al entrar en la relación matrimonial. Las esposas necesitamos recordar que nuestros maridos se están convirtiendo en una sola carne con su mujer y que juntos se establecen en una nueva relación con roles distintos y complementarios.
- La esposa está llamada a ser ayuda idónea, no protectora.
Y el SEÑOR Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea (Gn 2:18).
Las esposas fuimos dadas a nuestros maridos como una ayuda adecuada. El concepto de ayuda no implica que la mujer sea más fuerte o más débil que él, sino que juntos se complementan. La idea de ayuda no implica sobreprotección y mucho menos el tratar de ser Dios para nuestros esposos, al querer guardarlos de cualquier cosa que pensamos que les hará daño. Además, en la relación de matrimonio, quien está primeramente llamado a proteger es el esposo a su mujer.
- La esposa está llamada a someterse a su marido.
Asimismo ustedes, mujeres, estén sujetas a sus maridos (1 P 3:1).
En la maternidad, las madres no se someten a los hijos, sino que los hijos se someten a ellas. Cuando tratamos de ser las madres de nuestros esposos estamos dejando de lado el llamado bíblico que tenemos como esposas de someternos a ellos conforme a la Palabra de Dios, lo que implica respetar su liderazgo. Si somos ayuda idónea, entonces buscaremos dialogar con nuestros esposos, animarlos y hasta exhortarlos con respeto para que ocupen la posición que les corresponde en el matrimonio con dignidad y para el bien de la familia.
- Dios ha diseñado al hombre como “cabeza” de la relación y no a la mujer.
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo (Ef 5:23-24).
Por diseño perfecto, el hombre es la autoridad en el hogar. Eso no quiere decir que él sea superior en cuanto a valor, pero sí que en el diseño de Dios el hombre es la «cabeza». Al entrar en el modo disfuncional donde la esposa actúa como la mamá del marido, esta autoridad bíblica se ve aplastada, pues nosotras asumimos un rol que no nos corresponde.
Fortalecer nuestros roles involucra un trabajo de amor mutuo, de respeto y de ir aprendiendo juntos lo que significa fundamentar un matrimonio conforme al plan perfecto de Dios. Los esposos deben motivarse mutuamente a corregirse mutuamente, a aprender de sus roles, a leer juntos y juntarse con otros matrimonios para crecer juntos en el Señor y Su Palabra.
- La Biblia nos llama a no actuar por egoísmo.
No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás (Fil 2:3-4).
Cada vez que tratamos de vivir bajo un rol que no es el que Dios nos ha dado, estamos actuando por egoísmo. Buscamos aquello que creemos que nos traerá mayor bienestar, sin considerar lo que eso implicará para el otro a quien estamos usurpando.
Actuar como madres en lugar de como esposas es egoísta porque no busca lo que hará bien a nuestros maridos, sino lo que creemos que nos conviene