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Encuentra el filo de tu predicación
Predicar es un llamado elevado. Nos presentamos ante el pueblo de Dios con la Biblia abierta y pronunciamos una exhortación en el poder del Espíritu. Abrimos la Palabra al mundo. Aquellos de nosotros que predicamos regularmente debemos tener cuidado de no perder nuestro asombro ante esta responsabilidad sagrada.
En la medida en que nuestro mensaje coincide con el de las Escrituras, hablamos en nombre de Dios.
Somos chefs en la cocina, tomando los ingredientes de la Palabra de Dios y preparando una comida nutritiva para las personas que necesitan crecer en santidad.
Somos farmacéuticos que dispensan medicamentos, mezclando los componentes adecuados que pueden aliviar los males que afectan a las personas que se nos confían, mejorando su salud espiritual.
Somos entrenadores en el gimnasio, entrenando a las personas para que vivan piadosamente, consolándolas y desafiándolas para que sus músculos espirituales se fortalezcan y aumente su resistencia, animándolas a aspirar a correr la carrera de la fe con mayor eficacia.
Filo faltante
Este es un desafío al que se enfrenta todo predicador: nuestra eficacia disminuye cada vez que no logramos conectar la verdad de Dios con las preocupaciones contemporáneas de una manera que atraiga y mantenga la atención de nuestros oyentes.
Podemos ser bíblicos y aún así ser aburridos. Podemos hacer exégesis de un texto sin haber hecho exégesis de nuestra congregación o de la cultura que influye en ella. La comida que servimos puede ser sustanciosa, pero tan insípida que nuestra gente se aleja y deja sus platos medio llenos. La medicina que dispensamos puede carecer de la dulzura necesaria para atraer a la gente hacia el elixir. El entrenamiento espiritual utiliza los mismos músculos cada semana, de modo que la gente queda exhausta en lugar de entusiasmada, habiendo perdido el interés por el mensaje.
Para hacer frente a este desafío, podría señalar varios aspectos esenciales de una buena predicación, pero en el que me centraré aquí se hace notar cuando falta y es electrizante cuando está. Es lo que yo llamo «el filo». Los buenos predicadores encuentran el filo.
Cuando prepares un sermón, hazte estas preguntas: ¿De qué manera este texto bíblico —su mundo de presuposiciones, actitudes y aplicación— va contra la corriente de lo que pasa por «sentido común» en nuestro mundo? ¿Dónde está el encuentro o la confrontación de este texto con las formas mundanas de pensar y vivir? ¿Dónde está el punto agudo de contradicción?
Encuentra el filo. El mundo dice una cosa, la Biblia dice otra. No dejes de planear tu sermón hasta que el filo esté claro. Eso es lo que sazona la comida. Eso es lo que endulza el elixir. Eso es lo que activa los diferentes músculos.
La Biblia no solo se opone a la cultura del mundo, sino también a las ideas del mundo que llevamos a la iglesia
Si quieres que la gente escuche tus sermones en lugar de mirar el celular para ver qué hora es, muéstrales dónde la Biblia es contracultural. Recuerda: la Biblia no solo se opone a la cultura del mundo, sino también a las ideas del mundo que llevamos a la iglesia. Cuando muestres dónde las formas contemporáneas de pensar se alinean con las Escrituras y dónde van en contra de las enseñanzas bíblicas, aumentarás el dramatismo de tu exposición. Le dices a tu congregación no solo lo que la Biblia enseña, sino por qué es importante, y cómo te diferencia.
Un ejemplo personal
Hace un par de años, elegí «el Padre nuestro» como base para dos sermones en la capilla de la Universidad de Cedarville. Mi primer borrador estaba bien. El esquema estaba ligado al texto. El manuscrito era teológicamente sólido, siguiendo la senda de buenos comentaristas bíblicos.
Pero cuanto más lo leía, más me parecía que no era tan interesante. Cubría todas las bases, pero si yo me aburría recitándolo, no podía imaginarme que los estudiantes se engancharan al escucharlo.
Después de pensarlo más y orar, me di cuenta de lo que faltaba. No me había preguntado: ¿Cuál es el filo aquí? El mensaje era verdadero, pero no chocaba con lo falso.
Una vez que busqué el filo, el sermón se transformó. Repasé cada línea del Padre nuestro y me aseguré de que no me limitaría a exponer el significado original, sino que también incorporaría una aplicación más aguda: ¿De qué manera esta línea va en contra del sentido común del mundo o de la práctica actual de la iglesia?
- Por ejemplo, ¿de qué manera orar a nuestro Padre pone al descubierto nuestra concepción excesivamente individualista de la fe cristiana?
- ¿De qué manera la imagen de que está en el cielo revela los malentendidos populares sobre el cielo y la tierra y cómo se relacionan?
- ¿Qué significa orar para que el nombre de Dios sea santificado en un mundo en el que la mayoría de la gente cree que el propósito de la vida es ver el nombre propio engrandecido?
- ¿De qué manera la oración por el pan de cada día sobresale en un mundo que valora la independencia y la autosuficiencia?
- Y así sucesivamente…
Encontrar el filo mejoró esos sermones, y varios estudiantes han compartido conmigo desde entonces la influencia que esos mensajes tuvieron en su forma de pensar sobre la oración en general y sobre la recitación de esa oración en particular.
Poner al descubierto las narrativas culturales
Una forma de encontrar el filo es familiarizarse con las narrativas culturales dominantes en el Occidente actual. La obra de Tim Keller es esencial para esta tarea. En su libro sobre la predicación, señala cinco narrativas distintas que prevalecen en la actualidad: creencias o argumentos sobre (1) la racionalidad humana, (2) la historia, (3) la sociedad, (4) la moralidad y (5) la identidad.
- Racionalidad: la visión de que el mundo natural es la única realidad, que constituye la base de la cultura tecnológica actual, que supone que la razón humana objetiva e independiente (en sociología, psicología, tecnología, ciencia) puede resolver lo que nos aqueja.
- Historia: la visión de los acontecimientos mundiales como un desarrollo hacia el progreso en las esferas científicas, tecnológicas e incluso morales de la vida, de modo que todo lo nuevo se presupone mejor, en contraposición a las opiniones miopes y regresivas de nuestros antepasados.
- Sociedad: el propósito de nuestro orden social no es promover los intereses de ningún grupo ni fomentar valores y virtudes, sino liberar a todos los individuos; solo que esta libertad es negativa porque se centra en liberarse de las limitaciones en lugar de liberarse para un fin superior.
- Moralidad o justicia: la opinión de que los derechos humanos y la lucha por la justicia no necesitan alinearse con las normas morales de Dios, sino con el universo moral que creamos para nosotros mismos.
- Identidad: la opinión de que encontramos nuestra identidad no en algo que viene de fuera (deberes u obligaciones comunitarias), sino en encontrarnos y expresarnos en oposición a las limitaciones externas que exigen conformidad.