Vida Cristiana
3 oraciones que todo estudiante necesita elevar
Todo el que se esfuerza para ver a este mundo florecer, aunque no reciba un centavo como recompensa, trabaja. Eso incluye a madres cambiando pañales, ancianos barriendo la banqueta de sus vecinos y estudiantes preparándose para presentar un trabajo de investigación al final del semestre.
Para los cristianos, cada esfuerzo académico, como todo lo demás en nuestra vida, debe ser para la gloria del Señor (1 Co 10:31). Aunque todavía no nos graduamos, estamos trabajando, y nuestro trabajo debe ser realizado como para el Señor y no para los hombres (Col 3:23). Debemos vivir en obediencia a los dos grandes mandamientos, amar a Dios y al prójimo, en cada paso de nuestra preparación académica: en cada examen, reporte de laboratorio, maqueta y exposición (Mr 12:28-34).
¿Cómo pueden los estudiantes asegurarse de no olvidar estas verdades? Sugiero empezar orando. Esta disciplina espiritual es clave para dejar de centrarnos en nosotros mismos y los afanes de las calificaciones y las fechas de entrega, y poner la mirada en nuestro Señor.
Aquí hay tres modelos de oraciones que puedes elevar al Señor mientras buscas que tus esfuerzos académicos le glorifiquen y bendigan a las personas que te rodean.
1) Señor, que mi meta sea la fidelidad, no el “éxito” académico.
Padre amado: gracias por Cristo y lo que Él hizo en la cruz. Gracias porque, en Él, yo no tengo que demostrar nada. Soy amado y descanso en Ti. Aunque sé que no hay nada que yo pueda (¡o necesite!) hacer para ganar Tu favor, quiero honrarte. Ayúdame a ser diligente mientras me preparo para este examen. Dame sabiduría para entender y valor para permanecer cuando las cosas se pongan difíciles. Confío en que los resultados están en Tus manos. ¡Sé glorificado en mi vida!
La meta de tus estudios no es alcanzar la ‘cima académica’ (sea lo que sea que eso signifique), la meta es la fidelidad
Estudiar para la gloria de Dios no significa ser el mejor de la clase ni sacar las mejores notas todo el tiempo. Si significara lo primero, solo una persona podría glorificar a Dios en cada clase. Este razonamiento es absurdo, porque Dios nos llama a todos a hacer todas las cosas para Su gloria. Si significara lo segundo, el estándar sería la omnisciencia y omnipotencia. Esto también es absurdo, porque todos somos limitados en nuestro entendimiento y encontramos algunas áreas del saber más fáciles de discernir que otras.
La meta de tus estudios no es alcanzar la «cima académica» (sea lo que sea que eso signifique), la meta es la fidelidad. La meta es que cada uno de tus esfuerzos sea hecho como para el Señor, incluso si esos esfuerzos no alcanzan el estándar esperado de las personas que te rodean. Al final de todo, no estás presentando ese examen sobre la estructura de una neurona a un profesor gruñón de biología celular, sino al Diseñador del cerebro humano.
¿Cómo cambiaría esto tu disciplina al estudiar, tu enfoque al responder cada pregunta y tu actitud al recibir tus resultados? En cada examen, tiempo de estudio y proyecto, oremos para que nuestro anhelo más grande no sea cumplir o tener «buenos resultados» a los ojos de la gente, sino ser fieles al Señor a cada paso del camino.
2) Señor, abre mis ojos para ver Tu sabiduría y poder a través de lo que me permites estudiar.
Tú eres Dios del cielo y de la tierra, y de todo lo que hay en ellos. Nada se escapa de Tu mano: lo sostienes todo. Nada se escapa de Tu entendimiento: lo comprendes todo. Ayúdame a ver esto cada día conforme aprendo más y más de Tus maravillas. Es tan fácil preocuparme por memorizar y olvidarme de adorar. Quiero asombrarme de Ti a través de Tu creación.
Dios es la fuente de toda verdad. Al estudiar y aprender cómo funciona la realidad, podemos mirar Su gloria y deleitarnos en ella. Cuando andábamos en la carne, estábamos ciegos en nuestra rebeldía, pero ahora nuestros ojos han sido abiertos por gracia (Ef 2:1-7). Hoy podemos ver que el universo no se ha hecho a sí mismo y que toda su maravilla apunta a un Ser aún más maravilloso: un Ser que nos ama y nos llena de gozo.
Ofrecer un servicio no nos convierte automáticamente en siervos. Para eso, necesitamos un corazón transformado a la imagen del Siervo