BibliasFe y TrabajoTeología
Los cuatro “Dios es” en las Escrituras
Definir a Dios es imposible.
Su infinita eternidad, poder y gloria, la perfección de carácter, son ideas con las que ningún ser creado puede siquiera soñar, mucho menos comprender completamente. Nuestras mentes finitas y pequeñas no pueden ser capaces siquiera de nombrar o describir adecuadamente las perfecciones del ser de Dios. Es por esta razón que cada nombre usado en las Escrituras para Dios no provino de los hombres; sí, así es: cada ocasión en que las Escrituras nos proveen de un nuevo nombre sobre Dios este nos es revelado por el Soberano Dios, no por sus las criaturas.
Procurar entender por completo al Infinito Todopoderoso es una tarea definitivamente estéril. Sin embargo, Dios ha revelado lo que necesitamos para conocerle lo suficiente: la naturaleza proclama su existencia, poder y gloria (Salmos 8:3-8, 19:1-6, Romanos 1:18-20), las Escrituras nos nutren con detalles sobre su Ser y su voluntad (2 Timoteo 3:14-17), y su Hijo Jesucristo nos evidencia su Carácter perfecto (Juan 14:9, Hebreos 1:1-4).
Si necesitáramos describir a Dios en términos sencillos por medio de las Escrituras, ¿qué haríamos? No necesitamos improvisar, pues en las Escrituras se nos proveen cuatro instancias en las que alguna característica del Ser de Dios nos es dada a partir de la frase «Dios es»: Dios es Espíritu (la verdadera esencia y naturaleza de su Ser), Dios es Luz (la manifestación de su carácter Perfecto en Santidad), Dios es Amor (la explicación de su relación y tratos con sus hijos) y Dios es Fuego Consumidor (la expresión de su Justicia hacia los pecadores).
Dios es Espíritu.
«Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad.»JUAN 4:24 LBLA
En su conversación con la mujer samaritana, el Señor la guía hasta el punto de reconocer la necesidad de un Salvador, el Cristo, usando esta oportunidad el Señor para identificarse a sí mismo como el Mesías (Juan 4:25-26); sin embargo, en este proceso en el que la mujer es retada con su vergüenza y su pecado, el Señor Jesús la lleva a entender una verdad que todavía hoy muchos tienen dificultades para entender: Dios no puede ser impresionado por la adoración externa, la que se hace tan solo por costumbres y ritos y que pone a un lado el corazón y el alma del adorador, como si este pudiera esconderse del Creador y engañarle con sacrificios. Tal cosa es un sinsentido y así lo dice Dios desde los tiempos de Caín (Génesis 4:1-7); a diferencia de los ídolos de los gentiles, que son hechos por mano humana y por medio de materiales perecederos, que tiene ojos y no ven, oídos y no oyen, y que por lo mismo tiene limitada su adoración a lo que ocurre en frente de ellos, el Dios de Israel y nuestro es Espíritu Omnipresente (vs. Salmos 115:4-8, Isaías 1:10-20), y ante Él debemos ir indefensos y humildes, desde nuestro mismo espíritu, sin poses hipócritas, guiados por la Verdad Suya, no por la mentira nuestra (vs. Salmos 51:17, Isaías 66:2).
Dios es Luz.
«Y este es el mensaje que hemos oído de Él y que os anunciamos: Dios es luz, y en Él no hay tiniebla alguna.»1 JUAN 1:5 LBLA
De las tres evidencias de vida (de acuerdo con el comentarista Robert Law en «The Tests of Life», de 1885, Juan es movido por el Espíritu Santo a escribir en esta su primera carta universal sobre tres características que evidencian a un verdadero creyente: la teología correcta sobre Cristo, la vida moral que manifiesta obediencia y santidad, y el verdadero amor a los hermanos), Juan inicia resolviendo las dudas que habían levantado algunos con relación a la verdadera naturaleza del pecado y sus efectos. Aupados muy probablemente por Cerinto, los creyentes a quienes originalmente escribió Juan eran confundidos por ideas que proponían al pecado como un agente extraño a la naturaleza espiritual y que nada tenían que ver con lo que somos en esencia, por lo que pecar (siendo propio de la naturaleza animal de los seres humanos) no sólo era viable, pero también natural, y sin efectos en la naturaleza divina (espiritual) de los creyentes.
Esta es una mentira horrible, con consecuencias desastrosas.
El hecho de que Dios sea la Luz verdadera (Juan 1:9) manifiesta lo puro de su ser, su carácter, sus obras, al punto de afirmar Juan que no hay tinieblas alguna en Él. Por lo mismo, no hay manera de disfrutar de comunión con Dios si permanecemos en tinieblas (1 Juan 1:6). El pecado no sólo tiene efectos, es que sus efectos son destructivos para los seres humanos, y particularmente para los creyentes, pues nos aleja de nuestro Dios y Padre Celestial (1 Juan 1:6-7), nos hace ser testigos falsos de la naturaleza divina (1 Juan 1:8-9), y nos coloca en la posición de derrotados (1 Juan 2:12-14). Si Dios es Luz, los creyentes debemos vivir y reflejar Su Luz.
Dios es Amor.
«El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.»1 JUAN 4:8 LBLA
Así como antes mencionamos vivir en pos de la santidad y la obediencia al Dios y Padre celestial como una prueba de vida espiritual, una evidencia de vida y fe en Cristo, igualmente el Espíritu Santo inspiró al discípulo amado a compartirnos esta otra evidencia: Amar porque Dios es Amor.
Cuando leemos la expresión «Dios es Amor», el corazón de quienes somos objeto de su amor se llena de gozo pero no de orgullo. El Amor del Padre por nosotros es inexplicable. Es lógico amar a quienes nos aman y nos hacen bien, pero el amor de Dios es superior a cualquier concepto que pudiéramos tener pues Él nos amó siendo nosotros sus enemigos (Romanos 5:6-8, vs. también Romanos 8:5-8, Efesios 2:12, Santiago 4:4), cuando nuestra rebeldía nos hacía ser merecedores de su de ira (Efesios 2:1-3). Sin embargo, nos amó y nos ama. Su amor se completa y hace palpable, más que en las palabras, en el sacrificio de Su Hijo Jesucristo en la cruz a favor nuestro (Gálatas 2:20, 1 Juan 3:16). Así se relaciona nuestro Dios con los suyos. Es por esto que el Señor Jesucristo resumió toda la ley en dos mandamientos:
«Jesús respondió: El más importante es: «Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza». El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay otro mandamiento mayor que estos.»MARCOS 12:29-31 LBLA
Hay, pues, un compromiso que debemos asumir: amar. Esto es particularmente cierto cuando se refiere al compromiso de amor que debemos tener por nuestros hermanos, nuestra familia de fe:
«Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros.»JUAN 13:34
«Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros como Él nos ha mandado. El que guarda sus mandamientos permanece en Él y Dios en él. Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte. Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. En esto conocemos el amor: en que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.»1 JUAN 3:14-16, 23-24
Dios es Fuego Consumidor.
«… porque nuestro Dios es fuego consumidor.»HEBREOS 12:29 LBLA
Este texto es un reflejo de la justicia perfecta de nuestro Dios. Las ofensas a un Dios Todopoderoso y tres veces Santo, no habrían de quedar desprovistas de un justo castigo. Aunque esto es una verdad que encuentra mayor aplicación en el día del Juicio contra los pecadores impíos no arrepentidos (Apocalipsis 20:11-15), el texto de Hebreos 12 es una advertencia a los creyentes, al pueblo de Dios.
El escritor de Hebreos ha agotado 12 capítulos enseñando a los creyentes en Cristo que los beneficios y los compromisos del Nuevo Pacto son mejores y mayores que aquellos que experimentó el pueblo de Israel en el Antiguo Pacto (v. g. Hebreos 12:18-24). Como parte de estas declaraciones, y llegando ya al final del libro, las advertencias aumentan en urgencia y en intensidad: es necesario vivir de conformidad con las demandas del Nuevo Pacto:
«Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor.»HEBREOS 12:28-29