Plan
Lectura de Hoy

06-06-2024
DEVOCIONAL
Devocional: Deuteronomio 10
Intercaladas con el recital de relatos históricos que constituye gran parte de los primeros capítulos de Deuteronomio hay numerosos brotes de exhortación. Uno de los más conmovedores se encuentra en Deuteronomio 10:12-22. Entre sus grandes temas se destacan: (1) Su carácter netamente teocéntrico: un Dios a quien hay que temer, y un Dios a quien hay que amar (10:12-13). En nuestro mundo confuso y cegado, el temor a Dios sin amor lo convertiría en un objeto de terror, de lo cual salen los tabúes, la magia, los encantamientos, los ritos supersticiosos; el amor a Dios sin obediencia, por otra parte, se degrada hacia el sentimentalismo sin ningún afecto profundo, pretensiones de piedad sin ningún vigor moral, codicias de poder sin bridas y sin decoro, anhelos apasionados de relaciones sin pasión por la santidad. Ninguno de estos dos escenarios se ajusta a lo que dice la Biblia: “Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios? Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames…” (10:12) (2) Su carácter netamente teocéntrico también en el sentido que presenta la elección como un acto de pura gracia. A Dios le pertenece todo el espectáculo: “Al Señor tu Dios le pertenecen los cielos y lo más alto de los cielos, la tierra y todo lo que hay en ella” (10:14). Puede actuar como le plazca. Lo que le ha placido hacer, de hecho, ha sido: “se encariñó con tus antepasados y los amó; y a ti, que eres su descendencia, te eligió de entre todos los pueblos, como lo vemos hoy” (10:15; ver 4:37). (3) Su carácter netamente teocéntrico en cuanto se trata de un Dios que no se conforma con los meros ritos y las fachadas religiosas: interpela el corazón (10:16). Es por esto por lo que la circuncisión física nunca se podía considerar como un fin, ni siquiera en el Antiguo Testamento. Simbolizaba algo mucho más profundo: la circuncisión del corazón. Lo que Dios busca no es una mera señal externa de que ciertas personas le pertenecen, sino una predisposición del corazón y de la mente que nos orientan constantemente hacia Dios. (4) Su carácter netamente teocéntrico también en el sentido que reconoce la imparcialidad de Dios, y por tanto su justicia –y actúa de acuerdo con ella (10:17-20). “Porque el Señor tu Dios es Dios de dioses y Señor de señores; él es el gran Dios, poderoso y terrible” (10:17). No nos extrañe entonces que no acepte sobornos y no muestre ninguna parcialidad. Nunca debemos confundir la elección con el favoritismo, el cual se ve corrompido por una disposición a torcer la justicia en los intereses de unos cuantos predilectos; la elección escoge a cierta gente a partir de la libre decisión de Dios y nada más, y aun así, no se pervierte la justicia; de ahí la cruz. Y él espera a los así elegidos que se comporten conforme a este hecho. (5) Su carácter netamente teocéntrico que se pone de manifiesto en las alabanzas del pueblo (10:20-22). “Él es el motivo de tu alabanza; él es tu Dios” (10:21). Los que se centran en Dios encuentran mucho por lo cual alabarle. Los que tienen una visión meramente terrestre y egocéntrica acaban como ciruelas disecadas. ¡Dios es motivo de vuestra alabanza! Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso. |
Devocional: Apocalipsis 8 |
Una de las imágenes más impactantes y llenas de simbolismo del libro es la que encontramos en Apocalipsis 8:3-5. Tiene diversas raíces. Nos lleva a pasajes como Salmos 141:2: “Que suba a tu presencia mi plegaria como una ofrenda de incienso; que hacia ti se eleven mis manos como un sacrificio vespertino”. David quiere que sus oraciones sean tan agradables a Dios, tan aceptables para él, como el incienso quemado delante suyo en el tabernáculo, como los sacrificios ofrecidos a él allí mismo al final del día. El pacto mosaico ordenó que se levantase el altar del incienso (Éxodo 30:1-10). Este tipo particular de altar y de sacrificio tendría ciertas vinculaciones en el mundo antiguo, las cuales desconocemos. En un mundo en que la higiene era deficiente, era aconsejable quemar un poco de incienso en las casas para enmascarar los malos olores y esta asociación acompañaría a este mismo acto en el tabernáculo y más adelante en el templo. Este ritual ordenado por Dios seguía vigente con total seguridad en la época de Jesús (Lucas 1:8-9). Juan ya ha utilizado la relación entre las oraciones y el incienso en Apocalipsis 5:8. Cuando el León/Cordero, el Señor Jesús, toma el libro de la mano derecha de aquel que está sentado en el trono, y se prepara para abrir los sellos, los ángeles alrededor del mismo “se postraron delante del Cordero”. Sujetaban “copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios”. El sentido de la visión no es que sea bueno que haya velas de incienso en las catedrales (lo cual confundiría simbolismo y realidad), sino algo más profundo. Si no se hubiese encontrado a nadie que llevase a cabo los propósitos de justicia y bendición de Dios, todas las oraciones de su pueblo son inútiles. Ahora que el León/Cordero ha prevalecido, estas (simbolizadas por el incienso debido al símil del Antiguo Testamento) humean en la presencia de Dios, que las escuchará y contestará, porque ya es seguro que sus propósitos de bendición y juicio se cumplirán. Aquí en 8:3-5, “las oraciones de todos los santos” se queman delante de Dios en el altar del incienso. “Luego el ángel tomó el incensario y lo llenó con brasas del altar, las cuales arrojó sobre la tierra; y se produjeron truenos, relámpagos y un terremoto” (8:5), señales todas ellas, en este contexto, de la presencia y el juicio aterradores de Dios, que responden a las oraciones de su pueblo. ¿Qué tiene esto de extraño? El alma de los mártires pide justicia (Apocalipsis 6:10). Toda la iglesia clama: “¡Ven, Señor Jesús!” (22:20), sabiendo que así conseguirá que aquella se cumpla finalmente. Los seguidores de Jesús oran pidiendo que venga su reino, lo cual no es una noción sentimental en el contexto de un mundo rebelde y roto. Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso. |
Deuteronomio 10 |
Renovación del pacto |
10 »En aquel tiempo el SEÑOR me dijo: “Lábrate dos tablas de piedra como las anteriores, y sube a Mí al monte, y hazte un arca de madera. 2 Yo escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban sobre las primeras tablas que quebraste, y las pondrás en el arca”. 3 Hice, pues, un arca de madera de acacia y labré dos tablas de piedra como las anteriores, y subí al monte con las dos tablas en mi mano. 4 Y Él escribió sobre las tablas, conforme a la escritura anterior, los Diez Mandamientos que el SEÑOR les había hablado a ustedes en el monte de en medio del fuego el día de la asamblea; y el SEÑOR me las dio. 5 Entonces me volví y descendí del monte, y puse las tablas en el arca que yo había hecho; y allí están tal como el SEÑOR me ordenó. 6 (Después los israelitas salieron de Beerot Bene Jaacán hacia Mosera. Allí murió Aarón y allí fue sepultado, y su hijo Eleazar ministró como sacerdote en su lugar. 7 De allí salieron hacia Gudgoda; y de Gudgoda hacia Jotbata, una tierra de corrientes de aguas. 8 En aquel tiempo el SEÑOR apartó la tribu de Leví para que llevara el arca del pacto del SEÑOR, y para que estuviera delante del SEÑOR, sirviéndole y bendiciendo en Su nombre hasta el día de hoy. 9 Por tanto, Leví no tiene porción o herencia con sus hermanos; el SEÑOR es su herencia, así como el SEÑOR tu Dios le habló). 10 »Me quedé en el monte cuarenta días y cuarenta noches como la primera vez, y el SEÑOR me escuchó también esta vez; y el SEÑOR no quiso destruirte. 11 Entonces me dijo el SEÑOR: “Levántate, continúa tu marcha al frente del pueblo, para que entren y tomen posesión de la tierra que Yo juré a sus padres que les daría”. Lo que Dios requiere 12 »Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el SEÑOR tu Dios, sino que temas al SEÑOR tu Dios, que andes en todos Sus caminos, que lo ames y que sirvas al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, 13 y que guardes los mandamientos del SEÑOR y Sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien? 14 Al SEÑOR tu Dios pertenecen los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay. 15 Sin embargo, el SEÑOR se agradó de tus padres, los amó, y escogió a su descendencia después de ellos, es decir, a ustedes, de entre todos los pueblos, como se ve hoy. 16 Circunciden, pues, su corazón, y no sean más tercos. 17 Porque el SEÑOR su Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible que no hace acepción de personas ni acepta soborno. 18 Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra Su amor al extranjero dándole pan y vestido. 19 Muestren, pues, amor al extranjero, porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto. 20 »Temerás al SEÑOR tu Dios; le servirás, te allegarás a Él y solo en Su nombre jurarás. 21 Él es el objeto de tu alabanza y Él es tu Dios, que ha hecho por ti estas cosas grandes y portentosas que tus ojos han visto. 22 Cuando tus padres descendieron a Egipto eran setenta personas, y ahora el SEÑOR tu Dios te ha hecho tan numeroso como las estrellas del cielo.. Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Salmos 94 |
Oración pidiendo justicia |
94 Oh SEÑOR, Dios de las venganzas, Oh Dios de las venganzas, ¡resplandece! 2 Levántate, Juez de la tierra; Da su merecido a los soberbios. 3 ¿Hasta cuándo los impíos, SEÑOR, Hasta cuándo los impíos se regocijarán? 4 Charlan, hablan con arrogancia; Todos los que hacen iniquidad se vanaglorían. 5 Aplastan a Tu pueblo, SEÑOR, Y afligen a Tu heredad. 6 Matan a la viuda y al extranjero, Y asesinan a los huérfanos. 7 Y dicen: «El SEÑOR no ve nada Ni hace caso el Dios de Jacob». 8 Hagan caso, torpes del pueblo; Necios, ¿cuándo entenderán? 9 El que hizo el oído, ¿acaso no oye? El que dio forma al ojo, ¿acaso no ve? 10 ¿No reprenderá el que castiga a las naciones, El que enseña conocimiento al hombre? 11 El SEÑOR conoce los pensamientos del hombre, Sabe que son solo un soplo. 12 Bienaventurado el hombre a quien reprendes, SEÑOR, Y lo instruyes en Tu ley; 13 Para darle descanso en los días de aflicción, Hasta que se cave una fosa para el impío. 14 Porque el SEÑOR no abandonará a Su pueblo, Ni desamparará a Su heredad. 15 Porque el juicio volverá a ser justo, Y todos los rectos de corazón lo seguirán. 16 ¿Quién se levantará por mí contra los malhechores? ¿Quién me defenderá de los que hacen iniquidad? 17 Si el SEÑOR no hubiera sido mi ayuda, Pronto habría habitado mi alma en el lugar del silencio. 18 Si digo: «Mi pie ha resbalado», Tu misericordia, oh SEÑOR, me sostendrá. 19 Cuando mis inquietudes se multiplican dentro de mí, Tus consuelos deleitan mi alma. 20 ¿Puede ser aliado Tuyo un trono de destrucción, Que planea el mal por decreto? 21 Se unen contra la vida del justo, Y condenan a muerte al inocente. 22 Pero el SEÑOR ha sido mi baluarte, Y mi Dios la roca de mi refugio. 23 Él ha hecho volver sobre ellos su propia iniquidad, Y los destruirá en su maldad; El SEÑOR, nuestro Dios, los destruirátrono; Tú eres desde la eternidad. 3 Los torrentes han alzado, oh SEÑOR, Los torrentes han alzado su voz; Los torrentes alzan sus batientes olas. 4 Más que el fragor de muchas aguas, Más que las poderosas olas del mar, Es poderoso el SEÑOR en las alturas. 5 Tus testimonios son muy fidedignos; La santidad conviene a Tu casa, Eternamente, oh SEÑOR. Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Isaías 38 |
Enfermedad y curación de Ezequías 38 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías, hijo de Amoz, y le dijo: «Así dice el SEÑOR: “Pon tu casa en orden, porque vas a morir y no vivirás”». 2 Entonces Ezequías volvió su rostro hacia la pared y oró al SEÑOR: 3 «Te ruego, oh SEÑOR, que te acuerdes ahora de cómo yo he andado delante de Ti en verdad y con corazón íntegro, y he hecho lo bueno ante Tus ojos». Y Ezequías lloró amargamente. 4 Entonces la palabra del SEÑOR vino a Isaías: 5 «Ve y dile a Ezequías: “Así dice el SEÑOR, Dios de tu padre David: ‘He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; voy a añadir quince años a tus días. 6 Y te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria, y defenderé esta ciudad’”». 7 Esta será para ti la señal del SEÑOR, de que el SEÑOR hará lo que ha dicho: 8 «Haré que la sombra que ha descendido con el sol en las gradas de Acaz, vuelva atrás diez grados». Y la sombra del sol retrocedió diez grados en las gradas por las que había descendido. 9 Este es el escrito de Ezequías, rey de Judá, cuando enfermó y sanó de su enfermedad: 10 Yo dije: «A la mitad de mis días He de entrar por las puertas del Seol; Se me priva del resto de mis años». 11 Dije: «No veré más al SEÑOR, Al SEÑOR en la tierra de los vivientes. No veré más hombre alguno entre los habitantes del mundo. 12 Como tienda de pastor, mi morada es arrancada y alejada de mí; Como un tejedor enrollé mi vida. Del telar, Él me cortó; Del día a la noche acabas conmigo. 13 Sosegué mi alma hasta la mañana. Como león, Él rompe todos mis huesos; Del día a la noche, acabas conmigo. 14 Como una golondrina, como una grulla, así me quejo, Gimo como una paloma. Mis ojos miran ansiosamente a las alturas. Oh Señor, estoy oprimido, sé Tú mi ayudador. 15 »¿Qué diré? Pues Él me ha hablado y Él mismo lo ha hecho. Andaré errante todos mis años a causa de la amargura de mi alma. 16 Oh Señor, por estas cosas viven los hombres, Y en todas ellas está la vida de mi espíritu. Restabléceme la salud y haz que viva. 17 Por causa de mi bienestar tuve gran amargura. Eres Tú quien ha guardado mi alma del abismo de la nada, Porque echaste tras Tus espaldas todos mis pecados. 18 Pues el Seol no te expresa gratitud, Ni la muerte te alaba. Los que descienden a la fosa no pueden esperar Tu fidelidad. 19 El que vive, el que vive es el que te da gracias, como yo lo hago hoy. El padre cuenta a sus hijos Tu fidelidad. 20 El SEÑOR me salvará; Y tocaremos mis canciones en instrumentos de cuerda Todos los días de nuestra vida en la casa del SEÑOR». 21 Isaías había dicho: «Que tomen una masa de higos y la pongan en la llaga para que se recupere». 22 Entonces Ezequías había preguntado: «¿Cuál será la señal de que subiré a la casa del SEÑOR?».. Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Apocalipsis 8 |
El séptimo sello |
8 Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora. 2 Vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios, y se les dieron siete trompetas. 3 Otro ángel vino y se paró ante el altar con un incensario de oro, y se le dio mucho incienso para que lo añadiera a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. 4 De la mano del ángel subió ante Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. 5 Después el ángel tomó el incensario, lo llenó con el fuego del altar y lo arrojó a la tierra, y hubo truenos, ruidos, relámpagos, y un terremoto. Las primeras cuatro trompetas 6 Entonces los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocarlas. 7 El primero tocó la trompeta, y vino granizo y fuego mezclados con sangre, y fueron arrojados a la tierra. Se quemó la tercera parte de la tierra, la tercera parte de los árboles y toda hierba verde. 8 El segundo ángel tocó la trompeta, y algo como una gran montaña ardiendo en llamas fue arrojado al mar, y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. 9 Y murió la tercera parte de los seres que estaban en el mar y que tenían vida. Y la tercera parte de los barcos fue destruida. 10 El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales de las aguas. 11 El nombre de la estrella es Ajenjo. La tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y muchos hombres murieron por causa de las aguas, porque se habían vuelto amargas. 12 El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, para que la tercera parte de ellos se oscureciera y el día no resplandeciera en su tercera parte, y asimismo en la noche. 13 Entonces miré, y oí volar un águila en medio del cielo, que decía a gran voz: «¡Ay, ay, ay, de los que habitan en la tierra, a causa de los toques de trompeta que faltan, que los otros tres ángeles están para tocar!». Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |