Nota del editor:
El pastor John Piper recibe preguntas de algunos oyentes de su podcast Ask Pastor John. A continuación está una de esas preguntas y su respuesta.
Dios es todo soberano. Amén. Pero en Su soberanía total, ¿es justo? El tema de la imparcialidad de Dios se plantea mucho en el podcast. ¿Se rige Dios por la objetividad, o Su soberanía excusa de alguna manera un sesgo o una injusticia en la forma en que trabaja en este mundo y trata con cada uno de nosotros? Muchos episodios del podcast abordan esta pregunta esencial, que puedes ver en mi resumen de episodios en el nuevo libro Ask Pastor John [Pregunta al pastor John], en las páginas 355-64. Verás las diversas formas en que se ha planteado esta pregunta a lo largo de los años.
Para nuestros oyentes, el tema de la imparcialidad de Dios es tan dominante que no me sorprendió en absoluto descubrir que Romanos 9:22 es el versículo de toda la Biblia sobre el que más se pregunta en nuestra bandeja de entrada. En nuestros más de once años haciendo el podcast, ningún otro versículo ha sido preguntado con más frecuencia, en los correos electrónicos que nos envían, que Romanos 9:22. Este versículo es el más preguntado por nuestros oyentes.
Esta es una pregunta representativa de una oyente llamada Leslie, que capta el corazón de otros cientos de correos electrónicos que recibimos: «Pastor John, hola. Me vendría bien su ayuda en mi lucha con Romanos 9:22. Me parece que implica que a aquellos que no son elegidos ni siquiera se les da la oportunidad de arrepentirse ya que nacieron para destrucción. ¿Es esto correcto, que muchas personas son creadas sin ninguna oportunidad de ser salvas?».
No me sorprende que Romanos 9 esté entre los textos sobre los que las personas tienen más preguntas, porque mi propia historia lo confirma. Recientemente, he estado hojeando algunas de las anotaciones de mi antiguo diario de 1977 a 1979. Tenía treinta y pocos años, y casi todo mi tiempo libre lo dedicaba a estudiar y escribir sobre Romanos 9, especialmente sobre Romanos 9:14-23.
Enviados por soberanía
Puede interesar a nuestros oyentes saber que este texto —que es tan problemático para la mayoría de nosotros, el texto que destaca la soberanía absoluta de Dios sobre la salvación de forma tan clara, tan contundente como cualquier otro texto de la Biblia— fue el texto que Dios usó en 1979 (incluso podría fecharlo, el 14 de diciembre) para moverme de ser un teólogo académico (después de enseñar seis años en la universidad) a convertirme en pastor de la Iglesia Bautista Bethlehem (Bethlehem Baptist Church), donde serví durante treinta y tres años. Me movió a convertirme en pastor con el anhelo de que Dios me usara para salvar a los pecadores perdidos desde la cuna hasta la tumba, y para hacer crecer una iglesia fuerte que enviara a cientos de personas a los pueblos no alcanzados del mundo en misiones mundiales.
Por lo tanto, estoy diciendo, testificando, que el capítulo más controversial de la Biblia con respecto a la soberanía de Dios en salvar a los pecadores fue el capítulo que Dios usó en esos años para moverme de un trato académico hacia la Palabra de Dios a un esfuerzo de primera línea para salvar a los pecadores perdidos y fortalecer a la iglesia y alcanzar a las naciones.
La responsabilidad moral del hombre no queda destruida por la soberanía absoluta de Dios en la salvación
Eso es importante, y lo digo porque la gente piensa que si crees en la soberanía absoluta de Dios sobre la salvación de los pecadores, estarías poco inclinado a ser un pastor ganador de almas y de una iglesia impulsada por las misiones. Eso no es cierto. Tuvo el efecto contrario en mí, como lo tuvo en William Carey, como lo tuvo en John Paton, como lo tuvo en Adoniram Judson y en cientos de otros misioneros y pastores que entregaron sus vidas para alcanzar a las personas perdidas con el evangelio.
Calvinismo de brazos abiertos
Existe el hipercalvinismo, que no es el calvinismo histórico. Siempre ha sido un pequeño grupo que ha torcido la Biblia por su lógica antibíblica para decir que a las únicas personas que debes invitar a Cristo son aquellas que dan evidencia de estar entre los elegidos de Dios. Entonces, no compartes el evangelio indiscriminadamente (como yo lo hago). Esperas y buscas señales entre los no creyentes de que puedan ser elegidos. Eso es absolutamente incorrecto. No es lo que Romanos 9 enseña o implica. No es lo que ningún otro texto en la Biblia enseña o implica.
El amante de la soberanía de Dios que está saturado de una gran visión bíblica del poder de Dios en la salvación de los pecadores dice a cada ser humano, sin excepción, palabras como estas:
Escuchen todos los sedientos. Vengan a las aguas. Los que no tienen dinero, vengan, compren y coman. ¿Por qué gastan su dinero en lo que no es pan y su trabajo en lo que no satisface? Vengan al agua de la vida. Beban libremente.
Todo aquel, absolutamente todo aquel, que reciba a Jesucristo como Hijo de Dios, crucificado por los pecadores, resucitado de entre los muertos —todo aquel que ponga su confianza en Él como su único y precioso Salvador— recibirá con Él todo lo que Dios ha hecho por medio de Él, todo lo que Dios es para ti en Él. Lo tendrás todo, nada bueno te será negado. Si tienes al Señor Jesucristo, tendrás todo lo que Él logró, culminando en gozo eterno en la presencia de Dios.
Eso es lo que dices. Si te permiten hablar así un minuto entero, eso es lo que le dices a cada ser humano.
El desafío de Romanos 9
Ahora, estas son las palabras de Romanos 9 que hacen que las personas tropiecen. Quisiera decir unas palabras sobre ellas. Romanos 9:18-19 dice: «Así que Dios tiene misericordia, del que quiere y al que quiere endurece. Me dirás entonces: “¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios?”». En otras palabras, no estamos haciendo una pregunta que Pablo no hizo. No estamos pensando: «Pablo, tengo una pregunta que nunca se te ocurrió». No, no la tienes. El interrogador pregunta: «¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a Su voluntad?» Pablo no dijo: «Bueno, todos pueden resistir Su voluntad. Todos tenemos libre albedrío. Todos pueden resistir Su voluntad». Esa no es la forma en que respondió a la pregunta «¿Quién resiste a Su voluntad?».
Dice: «¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios?» (Ro 9:20). Ahora bien, con esa pregunta no quiso decir que nunca debamos hacer preguntas a Dios. No se refería a eso. Quiso decir que nunca hay que reaccionar con desaprobación cuando Él responde. Continúa:
¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: «Por qué me hiciste así?». ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario? ¿Y qué, si Dios, aunque dispuesto a demostrar Su ira y hacer notorio Su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción? Lo hizo para dar a conocer las riquezas de Su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano Él preparó para gloria (Ro 9:20-23).
Dos verdades compatibles
Ahora, Leslie pregunta: «Parece implicar que a los que no son elegidos no se les da la oportunidad —ni siquiera una oportunidad— de arrepentirse, ya que nacieron para la destrucción. ¿Es esto correcto (que muchas personas son creadas sin ninguna oportunidad de ser salvas)?». Mi respuesta: no, esa no sería una manera fiel y bíblica de plantear la situación. Permíteme juntar dos verdades bíblicas que muchas personas consideran contradictorias, pero que no lo son. Luego extraeré de esas dos verdades una implicación para la afirmación de Leslie.
La primera verdad es que, desde la eternidad, Dios ha elegido de entre toda la humanidad caída y pecadora un pueblo para Sí, pero no a todas las personas. Al mismo tiempo, esta selección no se debe a mérito alguno en esas personas elegidas. Dios procura la salvación de ellos no solo logrando eficazmente la expiación de sus pecados por medio de Cristo, sino también venciendo soberanamente toda su rebelión y llevándolos a la fe salvadora. Esta es la primera verdad.
Esta es la segunda. Todos los que perecen y finalmente se pierden y se apartan de Dios perecen a causa de una autoexaltación real y condenable —el pecado— y porque están endurecidos contra las revelaciones del poder y la gloria de Dios en la naturaleza o en el evangelio. Ninguna persona inocente perece. Nadie que humildemente quiera a Cristo como Salvador se pierde. Nadie es juzgado o condenado por no conocer o creer u obedecer una realidad a la que no tenía acceso. Todo perderse y todo juicio se deben al pecado y a la rebelión contra la revelación que tenemos. Esa es la segunda verdad.
Ahora bien, lo que impide que esas dos verdades sean contradictorias es lo siguiente: la responsabilidad moral del hombre no queda destruida por la soberanía absoluta de Dios en la salvación. O dicho de otro modo, el gobierno final y decisivo de Dios sobre todas las cosas, incluyendo quién llega a la fe, es compatible —encaja— con el hecho de que todos los seres humanos sean moralmente responsables ante Dios de si creen o no.
En el infierno no habrá personas inocentes, y en el cielo solo habrá pecadores perdonados