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Lectura de Hoy

28-06-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Deuteronomio 33-34

¿Cómo se acaba el Pentateuco (Deuteronomio 34)?

En cierto sentido podríamos hablar de esperanza, o cuando menos de anticipación. Aunque a Moisés se le ha negado la posibilidad de entrar en la Tierra Prometida, los israelitas están a punto de hacerlo. La tierra que “fluye leche y miel” está a punto de ser suya. Josué, hijo de Nun, un hombre “lleno de espíritu de sabiduría” (34:9), ha sido nombrado. La bendición de Moisés sobre las doce tribus (Deuteronomio 33) se podría leer como la conclusión más adecuada de este capítulo de la historia del pueblo de Israel.

No obstante, esta sería una lectura demasiado optimista. Hay elementos convergentes que dejan al lector atento con unas expectativas más bien pesimistas respecto al futuro inmediato. Al fin y al cabo, durante cuarenta años el pueblo ha venido haciendo promesas y después rompiéndolas, y se les ha llamado repetidamente a una renovada fidelidad mediante unos juicios muy severos. En Deuteronomio 31, Dios mismo predice que “muy pronto esta gente me será infiel con los dioses extraños del territorio al que van a entrar. Me rechazarán y quebrantarán el pacto que hice con ellos” (31:16). Moisés, este líder increíblemente valiente y perseverante, no entra en la Tierra Prometida debido a que en una ocasión no honró a Dios ante el pueblo. En este aspecto, sirve de prototipo del gran patriarca hebreo que aparece al principio de la historia de Israel: Abraham muere como peregrino en una tierra ajena, que no le pertenece aún, pero al menos muere con honor y dignidad. Mientras, Moisés muere, en soledad vergonzosa, como peregrino a quien no se le permite entrar en la Tierra Prometida a él y a su pueblo. No se nos dice cuánto tiempo ha transcurrido entre la muerte de Moisés y la redacción de este último capítulo de Deuteronomio, pero debía ser un período largo, porque en el versículo 10 leemos: “Desde entonces no volvió a surgir en Israel otro profeta como Moisés”. No podemos por menos que escuchar en estas palabras la profecía de la llegada de un profeta como Moisés (18:15- 18). En el momento de la redacción, otros líderes habían salido, algunos de ellos fieles y fuertes, pero ninguno había sido igual a Moisés, tal como se había prometido.

Estos elementos hacen que el lector pueda apreciar ciertas cosas, especialmente si el Pentateuco se ubica dentro de la línea narrativa de toda la Biblia. (1) La ley-alianza no tuvo el poder de transformar al pueblo de Dios de la alianza. (2) No nos debería extrañar que se produzcan más ejemplos de un declive catastrófico. (3) La principal esperanza reside en la venida de otro profeta como Moisés. (4) De alguna manera esto queda vinculado con las promesas que encontramos al final del relato: esperamos a alguien de la semilla de Abraham a través de quien todas las naciones de la Tierra serán bendecidas.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Isaías 60
Si Isaías 59 es extraordinariamente desolador, el capítulo 60 resplandece con gloria. Aquí, Sion regresa, no la Jerusalén que los exiliados retornados reconstruyeron gradualmente, sino la definitiva, el reino de Dios que viene a la tierra. No es sorprendente que gran parte del simbolismo siga brotando de la ciudad histórica. No obstante, la visión trasciende cualquier esperanza meramente terrenal. Como prueba, destacaremos que ya no hay más sol ni luna, “porque el Señor será tu luz eterna; tu Dios será tu gloria” (60:19; cp. Apocalipsis 21:23). Aquí, el propio Señor soberano se levanta, infinitamente más glorioso que cualquier amanecer terrenal: “¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla sobre ti!” (60:1). El capítulo anterior establece la necesidad desesperada del pueblo, la cruda evidencia de que no pueden transformarse. Este capítulo habla de esta oscura imagen y presenta la única solución posible: “Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del Señor brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria! ¡Las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes, por tu amanecer esplendoroso!” (60:2-3).

Tres observaciones más:

(1) Esta Sion es un hogar para naciones, extranjeros y reyes, para las personas de “costas lejanas”, de naciones que no tienen nada que ver con la tierra prometida (60:3, 9-10, 14). Los gentiles se unirán a los judíos en este reino, honrando a aquellos fieles israelitas que pertenecieron a Sion antes que ellos. La luz nace en Jerusalén y se extiende a todas las naciones.

(2) Todos los que rechazan esta gloria se enfrentan al juicio: “La nación o el reino que no te sirva, perecerá” (60:12). El texto no da esperanzas de que la Sion definitiva englobe a todos sin excepción; más bien, lo hace sin distinción, siempre que estos obedezcan al “Santo de Israel”, la “ciudad del Señor” (60:14).

(3) Sobre todo, este reino lleva hasta una gloriosa perspectiva de longevidad eterna. Dios dice: “Haré que la paz te gobierne, y que la justicia te rija. Ya no se oirá de violencia en tu tierra… sino que llamarás a tus muros “Salvación”, y a tus puertas, “Alabanza” (60:17-19, cursivas añadidas). Fijémonos en los términos temporales: el sol ya no será tu luz; el SEÑOR será tu luz eterna; tu sol no volverá a ponerse; tus días de duelo llegarán a su fin; el pueblo poseerá la tierra para siempre (60:19-21). Los ciclos de rebelión y arrepentimiento terminarán; los ciclos de bendición y maldición no existirán más. “Yo soy el Señor; cuando llegue el momento, actuaré sin demora” (60:22). Aun así, ven, Señor Jesús.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Deuteronomio 33-34
Moisés bendice a las doce tribus
33 Esta es la bendición con la que Moisés, hombre de Dios, bendijo a los israelitas antes de morir. Dijo:

«El SEÑOR vino del Sinaí Esclareciéndoles desde Seir; Resplandeció desde el monte Parán, Y vino de en medio de diez millares de santos; A Su diestra había fulgor centelleante para ellos. En verdad, Él ama al pueblo; Todos Tus santos están en Tu mano, Y siguen en Tus pasos; Todos reciben de Tus palabras. Una ley nos dio Moisés, Una herencia para la asamblea de Jacob. Él era rey en Jesurún, Cuando se reunieron los jefes del pueblo, Junto con las tribus de Israel.
»Viva Rubén, y no muera, Y no sean pocos sus hombres».

En cuanto a Judá, esto dijo:

«Escucha, oh SEÑOR, la voz de Judá, Y tráelo a su pueblo. Con sus manos luchó por ellos; Sé Tú su ayuda contra sus adversarios».

De Leví dijo:

«Tu Tumim y Tu Urim sean para Tu hombre santo, A quien pusiste a prueba en Masah, Con quien luchaste en las aguas de Meriba; El que dijo de su padre y de su madre: “No los conozco”; Y no reconoció a sus hermanos, Ni consideró a sus propios hijos, Porque obedecieron Tu palabra, Y guardaron Tu pacto. 10 Ellos enseñarán Tus ordenanzas a Jacob Y Tu ley a Israel. Pondrán incienso delante de Ti, Y holocaustos perfectos sobre Tu altar. 11 Bendice, oh SEÑOR, sus esfuerzos, Y acepta la obra de sus manos; Quebranta los lomos de los que se levantan contra él Y de los que lo odian, para que no se levanten más».

12 De Benjamín, dijo:

«Habite el amado del SEÑOR en seguridad junto a Aquel Que le protege todo el día, Y entre cuyos hombros mora».

13 De José, dijo:

«Bendita del SEÑOR sea su tierra, Con lo mejor de los cielos, con el rocío Y con las profundidades que están debajo; 14 Con lo mejor de los frutos del sol Y con los mejores productos de los meses; 15 Con lo mejor de los montes antiguos Y con lo escogido de los collados eternos; 16 Con lo mejor de la tierra y cuanto contiene Y el favor del que habitaba en la zarza. Descienda la bendición sobre la cabeza de José, Y sobre la coronilla del consagrado entre sus hermanos. 17 Su majestad es como la del primogénito del toro, Y sus cuernos son los cuernos del búfalo. Con ellos empujará a los pueblos, Todos juntos, hasta los confines de la tierra. Tales son los diez millares de Efraín, Y tales los millares de Manasés».

18 De Zabulón, dijo:

«Alégrate, Zabulón, en tus salidas Y tú Isacar, en tus tiendas. 19 Llamarán a los pueblos al monte; Allí ofrecerán sacrificios de justicia, Pues disfrutarán de la abundancia de los mares, Y de los tesoros escondidos en la arena».

20 De Gad, dijo:

«Bendito el que ensancha a Gad; Se echa como león, Y desgarra el brazo y también la coronilla. 21 Entonces reservó para sí la primera parte, Pues allí la porción de gobernante le estaba reservada. Y él vino con los jefes del pueblo; Ejecutó la justicia del SEÑOR, Y Sus ordenanzas con Israel».

22 De Dan, dijo:

«Dan es cachorro de león Que salta desde Basán».

23 De Neftalí, dijo:

«Neftalí, colmado de favores, Y lleno de la bendición del SEÑOR, Toma posesión del mar y del sur».

24 Y de Aser, dijo:

«Más bendito que hijos es Aser; Sea favorecido por sus hermanos, Y moje su pie en aceite. 25 De hierro y de bronce serán tus cerrojos, Y tan largo como tus días será tu reposo.
26 »Nadie hay como el Dios de Jesurún, Que cabalga los cielos para venir en tu ayuda, Y las nubes, en Su majestad. 27 El eterno Dios es tu refugio, Y debajo están los brazos eternos. Él echó al enemigo delante de ti, Y dijo: “¡Destruye!”. 28 Por eso Israel habita confiado, La fuente de Jacob habita separada En una tierra de grano y vino nuevo; Sus cielos también destilan rocío. 29 Dichoso tú, Israel. ¿Quién como tú, pueblo salvado por el SEÑOR? Él es escudo de tu ayuda, Y espada de tu gloria. Tus enemigos simularán someterse ante ti, Y tú pisotearás sus lugares altos».

Muerte de Moisés

34 Y subió Moisés desde la llanura de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está frente a Jericó, y el SEÑOR le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, todo Neftalí, la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar occidental, el Neguev y la llanura del valle de Jericó, la ciudad de las palmeras, hasta Zoar. Entonces le dijo el SEÑOR: «Esta es la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob: “Yo la daré a tu descendencia”. Te he permitido verla con tus ojos, pero no pasarás a ella».
Y allí murió Moisés, siervo del SEÑOR, en la tierra de Moab, conforme a la palabra del SEÑOR. Y Él lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, frente a Bet Peor; pero nadie sabe hasta hoy el lugar de su sepultura. Aunque Moisés tenía 120 años cuando murió, no se habían apagado sus ojos, ni había perdido su vigor. Los israelitas lloraron a Moisés por treinta días en la llanura de Moab; así se cumplieron los días de llanto y duelo por Moisés.
Y Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los israelitas le escucharon e hicieron tal como el SEÑOR había mandado a Moisés. 10 Desde entonces no ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien el SEÑOR conocía cara a cara, 11 nadie como él por todas las señales y prodigios que el SEÑOR le mandó hacer en la tierra de Egipto, contra Faraón, contra todos sus siervos y contra toda su tierra, 12 y por la mano poderosa y por todos los hechos grandiosos y terribles que Moisés realizó ante los ojos de todo Israel.

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Salmo 119:145-176
LIBRO QUINTO
Cof.
514 He clamado con todo mi corazón; ¡respóndeme, SEÑOR! Guardaré Tus estatutos. 146 A Ti clamé; sálvame, Y guardaré Tus testimonios. 147 Me anticipo al alba y clamo; En Tus palabras espero. 148 Mis ojos se anticipan a las vigilias de la noche, Para meditar en Tu palabra. 149 Oye mi voz conforme a Tu misericordia; Vivifícame, oh SEÑOR, conforme a Tus ordenanzas. 150 Se me acercan los que siguen la maldad; Lejos están de Tu ley. 151 Tú estás cerca, SEÑOR, Y todos Tus mandamientos son verdad. 152 Desde hace tiempo he sabido de Tus testimonios, Que para siempre los has fundado.

Resh.

153 Mira mi aflicción y líbrame, Porque no me olvido de Tu ley. 154 Defiende mi causa y redímeme; Vivifícame conforme a Tu palabra. 155 Lejos está de los impíos la salvación, Porque no buscan Tus estatutos. 156 Muchas son, oh SEÑOR, Tus misericordias; Vivifícame conforme a Tus ordenanzas. 157 Muchos son mis perseguidores y mis adversarios, Pero yo no me aparto de Tus testimonios. 158 Veo a los malvados y me repugnan, Porque no guardan Tu palabra. 159 Mira cuánto amo Tus preceptos; Vivifícame, SEÑOR, conforme a Tu misericordia. 160 La suma de Tu palabra es verdad, Y eterna cada una de Tus justas ordenanzas.

Sin.

161 Príncipes me persiguen sin causa, Pero mi corazón teme Tus palabras. 162 Me regocijo en Tu palabra, Como quien halla un gran botín. 163 Aborrezco y desprecio la mentira, Pero amo Tu ley. 164 Siete veces al día te alabo, A causa de Tus justas ordenanzas. 165 Mucha paz tienen los que aman Tu ley, Y nada los hace tropezar. 166 Espero Tu salvación, SEÑOR, Y cumplo Tus mandamientos. 167 Mi alma guarda Tus testimonios, Y en gran manera los amo. 168 Guardo Tus preceptos y Tus testimonios, Porque todos mis caminos están delante de Ti.

Tau.

169 Que llegue mi clamor ante Ti, SEÑOR; Conforme a Tu palabra dame entendimiento. 170 Llegue mi súplica delante de Ti; Líbrame conforme a Tu palabra. 171 Que profieran mis labios alabanzas, Pues Tú me enseñas Tus estatutos. 172 Que cante mi lengua de Tu palabra, Porque todos Tus mandamientos son justicia. 173 Que esté pronta Tu mano a socorrerme, Porque Tus preceptos he escogido. 174 Anhelo Tu salvación, SEÑOR, Y Tu ley es mi deleite. 175 Que viva mi alma para alabarte, Y que Tus ordenanzas me ayuden. 176 Me he descarriado como oveja perdida; busca a Tu siervo, Porque no me olvido de Tus mandamientosama. 141 Pequeño soy, y despreciado, Pero no me olvido de Tus preceptos. 142 Tu justicia es justicia eterna, Y Tu ley verdad. 143 Angustia y aflicción han venido sobre mí, Pero Tus mandamientos son mi deleite. 144 Tus testimonios son justos para siempre; Dame entendimiento para que yo viva.

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Isaías 60
Futura gloria de Jerusalén

60 Levántate , resplandece, porque ha llegado tu luz Y la gloria del SEÑOR ha amanecido sobre ti. Porque tinieblas cubrirán la tierra Y densa oscuridad los pueblos. Pero sobre ti amanecerá el SEÑOR, Y sobre ti aparecerá Su gloria. Y acudirán las naciones a tu luz, Y los reyes al resplandor de tu amanecer.
Levanta tus ojos en derredor y mira: Todos se reúnen, vienen a ti. Tus hijos vendrán de lejos, Y tus hijas serán llevadas en brazos. Entonces lo verás y resplandecerás, Y se estremecerá y se regocijará tu corazón, Porque vendrá sobre ti la abundancia del mar, Las riquezas de las naciones vendrán a ti. Una multitud de camellos te cubrirá, Camellos jóvenes de Madián y de Efa. Todos los de Sabá vendrán, Traerán oro e incienso, Y traerán buenas nuevas de las alabanzas del SEÑOR. Todos los rebaños de Cedar serán reunidos para ti, Los carneros de Nebaiot estarán a tu servicio. Subirán como ofrenda agradable sobre Mi altar, Y Yo glorificaré la casa de Mi gloria. ¿Quiénes son estos que vuelan como nubes, Y como palomas a sus palomares? Ciertamente las costas me esperarán, Y las naves de Tarsis vendrán primero, Para traer a tus hijos de lejos, Y su plata y su oro con ellos, Por el nombre del SEÑOR tu Dios, Y por el Santo de Israel porque Él te ha glorificado.
10 Extranjeros edificarán tus murallas, Y sus reyes te servirán. Porque en Mi furor te herí, Pero en Mi benevolencia he tenido compasión de ti. 11 Tus puertas estarán abiertas de continuo. Ni de día ni de noche se cerrarán, Para que te traigan las riquezas de las naciones, Con sus reyes llevados en procesión. 12 Porque la nación y el reino que no te sirvan, perecerán, Y esas naciones serán completamente destruidas. 13 La gloria del Líbano vendrá a ti, El ciprés, el olmo y el boj a una, Para hermosear el lugar de Mi santuario. Y Yo haré glorioso el lugar de Mis pies. 14 Vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, Se postrarán a las plantas de tus pies todos los que te despreciaban, Y te llamarán Ciudad del SEÑOR, Sión del Santo de Israel.
15 Por cuanto tú estabas abandonada y aborrecida, Sin que nadie pasara por ti, Haré de ti gloria eterna, Gozo de generación en generación. 16 Y mamarás la leche de las naciones, Mamarás al pecho de los reyes. Entonces sabrás que Yo, el SEÑOR, soy tu Salvador Y tu Redentor, el Poderoso de Jacob. 17 En vez de bronce, traeré oro, En vez de hierro, traeré plata, En vez de madera, bronce, Y en vez de piedras, hierro. Pondré como tus administradores la paz, Y como tus gobernantes la justicia. 18 No se oirá hablar más de violencia en tu tierra, Ni de desolación, ni de destrucción dentro de tus límites; Sino que llamarás a tus murallas salvación y a tus puertas alabanza. 19 Ya el sol no será para ti luz del día, Ni el resplandor de la luna te alumbrará; Sino que tendrás al SEÑOR por luz eterna, Y a tu Dios por tu gloria. 20 Nunca más se pondrá tu sol, Ni menguará tu luna, Porque tendrás al SEÑOR por luz eterna, Y se habrán acabado los días de tu luto. 21 Entonces todos los de tu pueblo serán justos. Para siempre poseerán la tierra, Vástago de Mi plantío, Obra de Mis manos, Para que Yo me glorifique. 22 El más pequeño llegará a ser un millar, Y el más insignificante una nación poderosa. Yo, el SEÑOR, a su tiempo lo apresuraré.

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Mateo 8
Curación de un leproso
8 Cuando Jesús bajó del monte, grandes multitudes lo seguían. Y se acercó un leproso y se postró ante Él, diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: «Quiero; sé limpio». Y al instante quedó limpio de su lepra. Entonces Jesús le dijo*: «Mira, no se lo digas a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio a ellos».

Jesús sana al criado del centurión

Al entrar Jesús en Capernaúm, se acercó un centurión y le suplicó: «Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, sufriendo mucho».
Y Jesús le dijo*: «Yo iré y lo sanaré». Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que Tú entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi criado quedará sano. Porque yo también soy hombre bajo autoridad, con soldados a mis órdenes; y digo a este: “Ve”, y va; y al otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace».
10 Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: «En verdad les digo que en Israel no he hallado en nadie una fe tan grande. 11 Y les digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 Pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes».
13 Entonces Jesús dijo al centurión: «Vete; así como has creído, te sea hecho». Y el criado fue sanado en esa misma hora.

Jesús sana a la suegra de Pedro y a muchos otros

14 Cuando Jesús llegó a casa de Pedro, vio a la suegra de este que estaba en cama con fiebre. 15 Le tocó la mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y le servía.
16 Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y expulsó a los espíritus con Su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos, 17 para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: «ÉL TOMÓ NUESTRAS FLAQUEZAS Y LLEVÓ NUESTRAS ENFERMEDADES».

Lo que demanda el discipulado

18 Viendo Jesús una multitud a Su alrededor, dio orden de pasar al otro lado del mar19 Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». 20 Jesús le respondió*: «Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza». 21 Otro de los discípulos le dijo: «Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre». 22 Pero Jesús le contestó*: «Ven tras Mí, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Jesús calma la tempestad

23 Cuando entró Jesús en la barca, Sus discípulos lo siguieron. 24 Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar de Galilea, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido. 25 Llegándose a Él, lo despertaron, diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!».
26 Y Él les contestó*: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Entonces Jesús se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. 27 Los hombres se maravillaron, y decían: «¿Quién es Este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?».

Los endemoniados gadarenos

28 Al llegar Jesús al otro lado, a la tierra de los gadarenos, fueron a Su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, violentos en extremo, de manera que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y gritaron: «¿Qué hay entre Tú y nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes del tiempo?».
30 A cierta distancia de ellos estaba paciendo una manada de muchos cerdos; 31 y los demonios le rogaban: «Si vas a echarnos fuera, mándanos a la manada de cerdos». 32 «¡Vayan!», les dijo Jesús. Y ellos salieron y entraron en los cerdos; y la manada entera se precipitó por un despeñadero al mar, y perecieron en las aguas.
33 Los que cuidaban la manada huyeron; y fueron a la ciudad y lo contaron todo, incluso lo de los endemoniados. 34 Y toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando lo vieron, le rogaron que se fuera de su región.

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