En medio de la crisis, Haití encuentra esperanza

La semana pasada, cuatrocientos agentes de policía de Kenia desembarcaron en Haití, en el primer paso de una operación respaldada por las Naciones Unidas para intentar estabilizar el país. En los últimos dieciocho meses, las bandas haitianas han secuestrado a cientos de personas, asesinado a miles y obligado a cientos de miles a abandonar sus hogares.

En febrero, mientras el entonces primer ministro Ariel Henry estaba fuera del país pidiendo ayuda internacional a los kenianos, unas bandas asaltaron las dos cárceles más grandes de Haití y liberaron a más de cuatro mil reclusos. Atacaron el aeropuerto internacional de Puerto Príncipe, dejando en tierra los vuelos durante casi tres meses. Saquearon el puerto, bloqueando así a la capital de su última fuente de ayuda internacional.

Estados Unidos comenzó a sacar a los estadounidenses del país.

«La mayoría de los misioneros salieron», dijo Esaïe Etienne, misionero de Misión al Mundo. Haitiano, se trasladó a Estados Unidos con su familia en 1991. Dos años después, conoció a un pastor haitiano que estaba plantando una congregación de la iglesia presbiteriana en Estados Unidos (PCA).

«Así aprendí la Confesión de Fe de Westminster», dijo. Tras graduarse en el Seminario Teológico Reformado de Orlando, empezó a servir a los haitianos en Florida y luego regresó a Haití. Ahora vive con su esposa en República Dominicana y visita regularmente su tierra natal.

«No estoy seguro de cuántos misioneros quedan ahora», afirma. Dos de los que optaron por quedarse fueron asesinados a tiros por las pandillas el mes pasado.

«Especialmente desde febrero, las cosas han pasado a otro nivel», dijo Etienne.

The Gospel Coalition (TGC) le preguntó por qué Haití está luchando, cómo están sus iglesias y cómo ora por su país en estos días.


Haití ha tenido problemas con las bandas criminales desde la década de 1950, cuando un dictador llamado François Duvalier las utilizó para atemorizar y silenciar a los disidentes. Pero el país también lucha contra la corrupción política y una pobreza persistentemente elevada. ¿Por qué Haití siempre tiene problemas?

A lo largo de los años, hemos tenido un montón de diferentes políticos corruptos y élites económicas que llegan al poder, uno tras otro. Es simplemente egoísmo. Llegan robando dinero y se van a otro sitio a gastarlo. Después de unos años en el poder, se exilian, en cierto sentido, con el dinero que han robado.

Por supuesto, hay excepciones. Hemos tenido administraciones que han demostrado patriotismo y amor por el país. Pero las fuerzas del mal siempre los sacan. Así que nunca tienen tiempo de tener un efecto positivo duradero en el país.

Los líderes corruptos a veces arman a los jóvenes y les dicen que causen problemas para que los líderes puedan ser elegidos. En los últimos tres o cuatro años, esos jóvenes se están volviendo autónomos. Se han conectado directamente con lugares donde conseguir armas y drogas. Las bandas también han ganado mucho dinero con los secuestros en los últimos cuatro o cinco años y ahora ya no necesitan a los políticos ni a la élite económica. Es un auténtico caos.

¿Cómo pueden las personas comunes vivir en esas condiciones?

Muchos se han marchado, y lo han hecho durante años. En un momento dado, en la década de 1990, había más médicos haitianos en Chicago que en Haití.

Últimamente, las personas que tienen una casa o un negocio en una zona controlada por bandas han tenido que irse. Por ejemplo, mi esposa es de Puerto Príncipe y su familia tuvo que dejar su casa para irse a otro lugar. Si no tienes dinero, tienes que quedarte, pero las condiciones son muy duras. Hay muchas violaciones. Los negocios están cerrados. En un concesionario de automóviles, las bandas quemaron cientos de vehículos.

En este momento, las bandas criminales controlan el 80 % de la capital. Como la geografía es montañosa, solo hay unas pocas carreteras de salida. Si quieres salir, tienes que pagar una tasa. Incluso si lo haces, pueden detenerte o matarte. Hay muchas historias de pandillas que abren fuego contra autobuses llenos de gente.

Las Naciones Unidas calcula que más de 575 000 personas están desplazadas en el país. Viven en carpas improvisadas o en escuelas. Alrededor de cinco millones de personas —más de la mitad de la población de Haití— tienen una necesidad extrema de alimentos.

¿Siguen las iglesias en funcionamiento?

Sí. En Puerto Príncipe es más difícil, y algunas han tenido que cerrar porque están en territorio de pandillas. Pero hay iglesias abiertas en todo el país. En Gonaïves, a unos 95 kilómetros al norte de Puerto Príncipe, tenemos tres iglesias, un centro de formación de líderes y una escuela para quinientos niños. Solíamos invitar allí a equipos de misiones médicas, pero no hemos podido tener ninguno desde 2019 porque ha sido muy inseguro.

Aunque el puerto de Puerto Príncipe está cerrado, todavía hay puertos abiertos en el norte del país. Así que hemos podido hacer llegar algunos alimentos, aunque su precio es casi el doble. El mes pasado pudimos distribuir alimentos a unas ocho iglesias y llegar a unas 2200 personas con productos como arroz, frijoles y sardinas.

Mencionaste una escuela. ¿Sigue abierta?

Sí. En Gonaïves, nuestra escuela cristiana es una forma más permanente de ayudar, de dar esperanza a los niños y educación para un futuro mejor.

Esto es muy importante. Como muchas personas que abandonaron sus hogares conviven ahora en escuelas, miles de ellas en un espacio reducido, esas escuelas no pueden funcionar. Hay toda una generación de niños que se está quedando sin educación.

¿Cómo están los líderes de las iglesias?

Comparada con Puerto Príncipe, Gonaïves es relativamente segura, así que los pastores allí están bien. Hay mucha desesperación —no hay mucha comida—, pero al mismo tiempo las personas se dan cuenta de que las cosas podrían estar peor.

Cuando distribuíamos comida, oíamos testimonios de personas que decían: «Esto es [de] Dios». Un pastor al que dimos comida está en Puerto Príncipe y no para de hablar de ello. La cantidad que proporcionamos era pequeña, pero alimentará a esas personas durante aproximadamente un mes.

Estoy intentando recaudar dinero para más comida.

¿Qué le espera a Haití?

Es difícil saberlo. Las pandillas tienen muchas armas y están dispuestas a pelear. En Puerto Príncipe, las pandillas han destruido la mayoría de los grandes hospitales. No sé por qué. Nadie entiende su filosofía.

Nunca había visto el país a un nivel tan bajo.

Nos duele lo que vemos, porque conocemos el potencial de Haití. El país es hermoso, con muchas playas, y podría ser un gran lugar para el turismo. Estoy seguro de que muchos miembros de las pandillas son redimibles. Pero la estabilidad no existe, y hay mucha desesperanza.

Mi esperanza está en el Señor. Estoy orando para que intervenga con los líderes adecuados

 

El Salvador vivió una situación similar hace poco. El Presidente Nayib Bukele la afrontó encarcelando a miles de pandilleros. Trajo algo de paz. Así que sabemos que con el liderazgo adecuado se pueden cambiar las cosas. Pero muchas veces los líderes están conectados con las pandillas. Por eso es necesario contar con los líderes adecuados, que no estén relacionados con las pandillas.

Amar a Haití ha sido duro para ti. ¿Qué te hace seguir adelante?

Un salmo que es el favorito de nuestra familia es el Salmo 23. Es realmente algo a lo que nos aferramos. Mi esperanza está en el Señor. Estoy orando para que intervenga con los líderes adecuados.

Incluso por los que están ahora —incluidos el consejo presidencial interino y el primer ministro Garry Conille—, oro cada día para que tengan sabiduría y amor por el pueblo, para que tomen las decisiones adecuadas para ayudar al país en lugar de perjudicarlo. Oro por la estabilidad y la paz. Oro por los muchos miles de personas que sufren.

No confío en ningún político. Pero creo que Dios puede hacer algo.

Seguiremos haciendo lo poco que podamos, una persona a la vez. Predicaremos el evangelio y mostraremos amor con algo de comida o con la escuela que tenemos para los niños. Seguiremos orando para que Dios traiga el liderazgo adecuado para cambiar el rumbo del país.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Sarah Eekhoff Zylstra es escritora senior y editora de fe y trabajo para The Gospel Coalition. También es coautora de Gospelbound: Living with Resolute Hope in an Anxious Age y editora de Social Sanity in an Insta World. Antes de eso, escribió para Christianity Today, educó a sus hijos en casa, trabajó como freelance para un diario local y enseñó en el Trinity Christian College. Es licenciada en Inglés y Comunicación por la Universidad Dordt y tiene un máster en Periodismo por la Escuela de Periodismo Medill de la Universidad Northwestern. Vive con su esposo y sus dos hijos en Kansas City, Missouri, donde pertenecen a la New City Church. Puede ponerse en contacto con ella en sarah@tgc.org.

Esaïe Etienne (MDiv, Reformed Theological Seminary, Orlando) es misionero con Mission to the World desde 2006 y trabaja en el sur de Florida, Haití y la República Dominicana. Es ministro ordenado de la Iglesia Presbiteriana en América. Él y su esposa, Natacha, viven con sus tres hijos en la República Dominicana.

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