Elfriede Janz de Verón enseña en la Universidad Evangélica del Paraguay en la Facultad de Teología, nuevo testamento y griego. Tiene un master en teología del Nuevo Testamento, por el Mennonite Brethren Biblical Seminary. Ella es madre de cuatro hijos y esposa del pastor y consejero Juan Silverio Verón.
Iniciando un nuevo año, y ante la serie de conflictos que aquejan al mundo ¿qué podría usted decirnos acerca de las peleas en el entorno cristiano actual? El capítulo 4 del libro de Santiago es un buen punto de partida al tratar un tema como este. Una ilustración cuenta que en una guerra, dos soldados conversaban. Uno le dijo al otro “¡Qué terrible esta guerra!”. El compañero de combate le respondió: “Si hubieras conocido mi hogar, ibas a saber que descanso es esta guerra para mí”.
Constantemente vemos peleas en derredor nuestro. Desde la familia, vecinos, colegas, políticos, hasta tremendos casos de conflictos internacionales. Las peleas son tan antiguas como el pecado y van a continuar hasta que venga el Señor. Lo triste es cuando hay peleas entra hombres y mujeres salvados y santificados por Dios.
Un principio fundamental al enfocar este tema es que una fe en Dios puesta en práctica necesita manifestarse en relaciones pacíficas con los demás.
¿Se pueden identificar los orígenes de las peleas entre cristianos?
Santiago 4:1 habla de que los celos, las rivalidades y las peleas (guerras en el texto original) entre cristianos se originan en el mismo interior del individuo. Las pasiones que surgen dentro de cada persona pueden variar. A veces se manifiestan como ambición de dinero, de poder y de fama. La persona llena de intereses egoístas nunca se sacia. Se logra una cosa y ya se desea otra. Estos deseos insaciables pueden destruir hogares, amistades, iglesias y aún el Estado. El campo de batalla es el propio cuerpo de la persona. Las pasiones luchan duramente para dominar toda nuestra mente, nuestra voluntad, nuestros sentimientos y hasta nuestra lengua y es allí donde tenemos que cuidarnos que esto no suceda.
¿Podría nombrar algunas de las razones de las peleas?
En los versículos 2 al 6 se habla de la codicia, la envidia, que dan como resultado el “matar” y “arder de ira”, o tener celos hacia alguien. No siempre se refiere esto a asesinato físico. Las actitudes, los chismes, las mentiras y las ofensas unos a otros tienen que ver con esto. Los celos entre hermanos son un síntoma de una deplorable condición espiritual. Algunas de las razones son las siguientes:
No pedís: No todos los deseos son malos. Jesús indicó claramente la importancia de la oración y de pedir a Dios. Tal vez hay tantas peleas porque no hacemos más uso de este instrumento poderoso que es la oración.
Hay motivos equivocados: ¿Qué pedimos a Dios y con qué motivos lo pedimos? ¿Por qué por ejemplo queremos tener cierto cargo en la iglesia? ¿Es para servir de corazón a Dios y a los hermanos o es para tener más influencia, más reconocimiento y más fama? Si pedimos dinero o alguna posesión material, ¿es para servir mejor a Dios, dar gloria a su nombre y ayudar a los demás, o es para tener más placer y para competir con el prójimo?
Querer mantener la amistad con el mundo: La amistad con el mundo es otro motivo de una debilidad o bancarrota espiritual. La amistad con el mundo significa contemplar los placeres del mundo, participar del sistema corrupto que el hombre ha edificado para sí mismo en un esfuerzo por satisfacerse a sí mismo. El cristiano que así quiere vivir es llamado “adúltero y enemigo de Dios”. Amar las cosas de este mundo y querer vivir como vive la gente sin Dios llega a ser un adulterio espiritual. La amistad con el mundo aleja al cristiano de Dios, y al no estar fuertemente unido a Dios, uno se deja dominar por su egoísmo y sus pasiones carnales y allí surgen pleitos, discordias, disensiones, en el hogar, en la iglesia, y aún entre amigos.
Soberbia en el corazón: El orgulloso, el que cree estar encima de los demás y quiere manejar su vida por su propia cuenta sin tener en cuenta al hombre y a Dios, tiene a Dios en su contra. “Dios resiste a los soberbios”. El orgulloso no sólo muestra su soberbia en relación con los demás. El orgullo es la causa de muchísimos conflictos interpersonales. Por nuestro orgullo no queremos ceder, no queremos que el otro tenga razón y comenzamos a defendernos y atacar. Como contraparte directa a la soberbia encontramos la gracia de Dios que actuando en el ser humano produce un espíritu humilde, ya que frente a la cruz de Cristo vemos que la salvación es un regalo que el Señor nos da de manera gratuita y sin méritos de nuestra parte.
Profesora Elfriede. En base a su estudio del texto bíblico y su experiencia personal como profesora, líder de iglesia, madre y esposa, ¿qué podría aconsejar a nuestros lectores en el tema de resolución de conflictos interpersonales?
Los versículos 7 al 10 de Santiago 4 tienen mucho que enseñarnos.
Someternos a Dios: Cuando estamos mal espiritualmente vivimos en constantes conflictos de todo tipo. La solución es volver a Dios y sujetarnos a Él. Esto significa obedecer a su Palabra. La obediencia a Dios es una enseñanza que tenemos que recuperar y poner en alto en nuestros hogares y en nuestras iglesias. Enfrentamos muchos conflictos por nuestra propia desobediencia. El Señor pide de nosotros que amemos a nuestro prójimo, y que dejemos la mentira, la ira, la gritería, el enojo y nos indica lo bueno que debemos hacer. Para esto debemos acercarnos a Dios con una actitud de aprendizaje y de sumisión. Es fundamental para acercarnos a Dios la fe y la oración. Al acercarnos a Dios podemos restaurar nuestra comunión Él y muchas de nuestras relaciones rotas y dañadas con los demás.
Pureza de corazón: Para que lo externo sea limpio, es preciso que el corazón sea limpio y puro. Nuestro corazón, nuestros pensamientos y nuestros motivos no deben estar divididos. La pureza de corazón implica una firme determinación de cada uno de vivir en y para Cristo. Únicamente la cercanía a Dios puede mantener nuestra pureza de corazón.
Arrepentimiento y humildad: Finalmente es importante un auto examen continuo de cada uno. Cuando nos encontramos envueltos en peleas y rivalidades y en muchas cosas de este mundo, es necesario hacer un alto en nuestras vidas y examinarnos delante de Dios para ver si no estamos siendo egoístas, orgullosos, indiferentes o tibios en nuestra relación con Él. Debemos llorar y clamar a Dios por misericordia y perdón ante nuestras malas actitudes. El arrepentimiento trae gozo y también cura para nuestras relaciones dañadas.
Resumiendo, podemos afirmar al iniciar este año 2009, que debemos buscar el rostro de Dios, y cambiar nuestros caminos si estamos viviendo en conflictos, en las diversas situaciones de la vida. Es lamentable ver el desprestigio que ocasiona a la causa de Cristo la vida de personas y comunidades que viven en constantes conflictos. Es un momento oportuno cada uno, cada pastor, líder, cada miembro de iglesia, padre, madre, o hijo, cada trabajador ya sea el cargo que ocupe, reflexione y se vuelva a Dios, obedezca su Palabra, y viva una vida de reconciliación plena con el Señor y con la humanidad toda.