Cómo superar la improvisación de la enseñanza en la iglesia

LA DISTRIBUCIÓN DE RESPONSABILIDADES EN LA EDUCACIÓN CRISTIANA

Recordando nuestro primer artículo de la presente serie (mayo 2024), hicimos mención de uno de los errores más comunes en el pastorado y liderazgo eclesiástico: «considerar que solamente ellos están capacitados para realizar o dirigir una tarea o ministerio en específico», por tal motivo, nadie como nosotros para realizar dichas tareas. Considero que es una de las más grandes tentaciones a las que nos enfrentamos los líderes.

En el presente artículo, abordaremos algunas razones por las cuales es necesario que tanto el pastor como los demás líderes entrenen a más hermanos en la labor de la enseñanza en la iglesia. Pues, como lo hemos anteriormente descrito, esta no es una tarea exclusiva de ellos ni de sus familias.

Una cualidad necesaria para el liderazgo eclesial

Las Escrituras describen requisitos que deben cumplir aquellos que «anhelan obispado», quienes dirigirán espiritualmente a la iglesia, entre los cuales se menciona: «apto para enseñar» (1 Tim. 3:2 RV60). Todo aquel que ha sido llamado por el Señor para ejercer esta loable labor, le ha preparado con el don de la enseñanza en un determinado grado.

Este requisito regularmente lo relacionamos con la tarea de la predicación y la enseñanza que se brinda a la congregación en escuela dominical, células de estudio bíblico, grupos pequeños, ministerios, congresos, campamentos, etc. Sin embargo, es de suma importancia recordar que este don también se pone en practica o se administra a la iglesia, entrenando a la siguiente generación de maestros de escuela dominical, predicadores, líderes de grupos pequeños o células de estudio bíblico, etc. Es decir, no esta limitada nuestra labor de enseñar a la tarea que realizamos con la iglesia en general o con un ministerio en específico, además se incluye el preparar a la siguiente generación de líderes, que coadyuvarán y continuarán con la labor de equipar a cada uno de los creyentes en el evangelio del Señor Jesucristo.

Debemos dejar a un lado ese pensamiento vanidoso de «nadie lo puede hacer mejor que yo (predicar o enseñar)». La iglesia, el cuerpo de Cristo, a Él le pertenece, y por lo tanto en la labor de edificar a los creyentes, nuestro Señor no solo lo hace a través de los pastores y ancianos, sino de muchos otros hermanos nuestros a quienes Él ha capacitado con los dones que el Espíritu Santo les ha repartido. ¡La iglesia es del Señor, no nuestra!

¿Por dónde comenzar?

La pregunta que todos nos hacemos es precisamente la anterior, como dar inicio a la labor de preparar y entrenar a la siguiente generación de líderes de enseñanza o maestros y predicadores de nuestra iglesia. Enseguida describo algunas breves recomendaciones.

  1. Oración. Uno de los medios por los cuales somos receptores de la gracia divina es la oración, pues por medio de ella, no solo fortalecemos nuestra relación y comunión con Dios, sino que además aguardamos con esperanza y seguridad la revelación de su voluntad ante cualquier asunto que llevamos al trono de su gracia. La elección de los maestros y predicadores no es la excepción. Los mismos apóstoles hicieron esto mismo, para la elección del sucesor de Judas en el apostolado: «Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido…» (Hch. 1:24 RV60).
  2. Compañerismo. El pastor o anciano debe establecer relaciones de compañerismo con un determinado grupo de hermanos, en quienes observa las cualidades necesarias para ejercer el ministerio de la enseñanza. La finalidad es corroborar que efectivamente Dios les haya brindado tal don; conocer sus fortalezas y debilidades respecto al ministerio; así como de suma importancia establecer lazos de fraternidad y amistad. No es posible hacerlo con todos los hermanos de la congregación, no alcanzaría el tiempo, por lo tanto, se debe ser muy prudente en estas acciones, para que la labor que se está realizando no se tilde de favoritismo o como acepción de personas.
  3. Diálogos y entrevistas familiaresConsidero muy conveniente, que se lleven a cabo entrevistas con las familias de los candidatos a maestros o predicadores, con el fin de conocer de primera mano sus opiniones al respecto, su parecer o consideraciones al llamado a este ministerio, limitantes o factores a considerar, la perspectiva personal de los integrantes de la familia sobre el ministerio, etc.
  4. Programa de entrenamiento. Es muy necesario contar con un plan o programa de entrenamiento para los maestros y predicadores, el cual necesariamente debe incluir: metas y objetivos, contenidos (bíblicos, teológicos, pedagógicos), métodos de enseñanza y aprendizaje (narración, diálogo, discusión, etc.), recursos que se utilizarán, organización de tiempos, materiales, bibliografía, etc. En algunos casos será necesario tener una capacitación con mayor formalidad, es decir, matricular a nuestros hermanos en un seminario o instituto bíblico para cursar determinadas materias.
  5. Superación ministerial. Es necesario que todo líder se encuentre en constante preparación; no debemos considerar ni por un solo instante que ya no necesitamos continuar aprendiendo. No es posible actuar de tal manera, pues la vida y sociedad es tan cambiante que requiere que estemos preparados al máximo posible para enfrentar las situaciones «novedosas» que influyen en nuestros hermanos: niños, jóvenes y adultos.
  6. Presupuesto. ¡Muy importante! En el presupuesto de la iglesia debe incluirse un rubro para el entrenamiento de los próximos maestros y predicadores. No solamente es necesario elaborar un muy completo programa de entrenamiento, sino el que sea llevado a cabo, y para ello, los recursos económicos son muy importantes, pues si no contamos con ello, difícilmente podremos cumplir o alcanzar las metas y objetivos planteados.
  7. Evaluación. Aunque bien puede estar incluida dentro del programa de entrenamiento, no debemos olvidar lo imprescindible que es el evaluar tanto los resultados académicos (en todo el proceso de capacitación), así como el carácter personal de los candidatos, su interacción con el grupo de trabajo, sus relaciones familiares e interpersonales con los miembros de la iglesia y con la comunidad en la que nos desenvolvemos. Es indispensable la claridad en los métodos de evaluación.

Una palabra final

Al capacitar a la siguiente generación de maestros y predicadores, debemos tener mucho cuidado en no generar «subiglesias», es decir, pequeñas iglesias dentro de la iglesia lideradas por el maestro o líder predicador (ya sea la clase dominical, grupos pequeños, jóvenes, niños, damas, etc.). La intención de llevar a cabo esta labor de organización y entrenamiento es fortalecer el trabajo ministerial de la iglesia, teniendo como propósito la edificación y crecimiento espiritual y numérico de toda ella, y no la formación de nuevas comunidades dentro de la comunidad general. El descuido en este aspecto puede conducir a severos problemas tales como las divisiones. ¡El Señor nos bendiga en el ejercicio de esta labor!

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén. (2 Cor. 13:14 RV60)

Juan Manuel Sifuentes

Pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana Bethel, en Benito Juárez (Nuevo León, México), Juan Manuel es secretario de su presbiterio y consejero de la Unión de Sociedades Intermedias de Esfuerzo Cristiano, una organización de la Iglesia Nacional. Estudió en la Universidad Autónoma de Nuevo León y es contador público. Está casado con Betzy Quijano y son padres de tres hijos: Juan Gabriel, José Daniel y Gracia Abigail.


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