Vida Cristiana
¿Abrumado por las conferencias cristianas? Ese es el punto
Mi episodio favorito de The Office es cuando Dwight enciende un fuego para sacar a sus compañeros de su laxitud y que entonces siguieran los procedimientos de seguridad en el lugar de trabajo. «Hoy fumar va a salvar vidas», dice con satisfacción, mientras tira un cigarrillo a una papelera cercana y ve cómo el humo se esparce entre las mesas. Naturalmente, se desata el caos. Kevin saquea una máquina expendedora. Stanley sufre un infarto. Michael, el director de la sucursal, empieza a gritar y a maltratar a la gente para que se calme.
Hay algo encomiable en lo que hace Dwight: su objetivo es la disrupción. Quiere acabar con la autocomplacencia y cambiar el statu quo. Esto nos plantea una pregunta a los creyentes: ¿qué cosas de nuestro día a día tienen el poder de hacer lo mismo?
Disrupción y estabilidad
La estabilidad es como el pan de cada día. Se parece a la rutina, a los ritmos y a la sensación de que realmente sabes lo que estás haciendo. La estabilidad te permite hacer las cosas, pensar con claridad y mirar al futuro sin agobios. En la vida cristiana, la estabilidad luce como ir a la iglesia los domingos, orar y leer la Biblia cada mañana y asistir al grupo pequeño a la mitad de la semana. Es sencillo, y de eso se trata. La estabilidad es repetible y realizable, y por eso es buena.
Por otro lado, vives la disrupción cuando llegas al trabajo y descubres que tu función ha sido sustituida por un robot. La disrupción viene cuando aparece el COVID o una enfermedad invisible o una ruptura. Las palabras clave son «cambio», «flujo» y «¿por qué mi vida está explotando?». Pero visto desde el ángulo adecuado, la disrupción también puede ser buena. Puede ser el sonido de una nueva puerta que se abre. Puede ser una forma de plantear una serie de preguntas diferentes o de ver las cosas bajo una nueva luz. Según la Biblia, maduramos a través del sufrimiento y las pruebas (Ro 5:3-5, Stg 1:2-4).
Una conferencia es disruptiva, sí. Pero es el tipo correcto de disrupción. A veces un día o dos fuera de nuestro hábitat habitual no es tan malo