Vida Cristiana
¿Cómo el evangelio trae esperanza ante la diabetes?
El creyente encuentra desafíos de toda clase y uno de ellos es la enfermedad. Dentro de las más comunes, está la diabetes. Según cifras de la Organización Panamericana de la Salud, 463 millones de adultos de entre 20 y 79 años en todo el mundo son diagnosticados con esta afección.
La diabetes tipo 2, que es la diabetes más frecuente, surge a raíz de una mala alimentación que ocasiona una falla en el cuerpo. Esto provoca que los niveles de glucosa (azúcar) en la sangre se eleven, resultando en complicaciones que pueden ser letales si no se tratan a tiempo.
Aunque la Biblia no habla directamente sobre la diabetes, podemos encontrar la raíz de toda enfermedad en Génesis 3 por causa de la desobediencia del ser humano. La caída trajo consigo la entrada del dolor, la enfermedad y la muerte. Es por eso que toda enfermedad, incluída la diabetes, es un recordatorio de nuestra condición caída y de la necesidad que tenemos de un Redentor.
Diagnosticado con diabetes
Cuando alguien recibe un diagnóstico de este tipo puede tener distintas reacciones. Puede confiar en la soberanía de Dios y clamar por Su ayuda en esta enfermedad o responder de maneras pecaminosas. Te invito a analizar lo que revelan algunas reacciones, como la preocupación, la culpa o la indiferencia.
- Cuando respondemos a un diagnóstico de diabetes con preocupación, miedo por las futuras complicaciones y ansiedad, mostramos falta de confianza en Dios, pues olvidamos que nuestras vidas están Sus manos (Sal 16:5).
- Cuando la culpa nos inunda después de haber confesado nuestros pecados en arrepentimiento, estamos olvidando que nada se sale de la soberanía de Dios y que lo que atravesamos traerá un bien mayor a nuestra vida espiritual (Ro 8:28-29).
- Cuando actuamos con indiferencia, desatendiendo toda recomendación médica y nutricional para «disfrutar» de los deleites del presente, demostramos nuestra falta de dominio propio y esperanza en el futuro (2 Ti 1:7).
Si fuiste diagnosticado con diabetes y has reaccionado con alguna de estas formas, Dios quiere que recuerdes que puedes hacer de Él la fuente de tu confianza, que gracias a la muerte y resurrección de Jesús tienes acceso al perdón de tus pecados y que, gracias a Su Espíritu Santo, es posible practicar el dominio propio con los alimentos. Además, podemos tener la confianza de que, cuando Cristo regrese, nuestros cuerpos nunca más experimentarán los estragos del pecado ni de ninguna enfermedad (Ap 21:4).
Consejos para cuidar tu salud espiritual
Para el tratamiento de la diabetes tipo 2, además de los medicamentos recetados por un especialista, es fundamental llevar una alimentación balanceada —rica en proteínas, carbohidratos y grasas saludables—, así como limitar el consumo de alimentos procesados como refrescos, jugos, panes y botanas, ya que estos productos elevan los niveles de glucosa en la sangre y provocan complicaciones en esta enfermedad.
Necesitamos anhelar a nuestro Señor y Su voluntad más de lo que anhelamos alguna clase de comida
Estas recomendaciones para nuestra salud física son importantes; sin embargo, no debemos descuidar nuestra salud espiritual. Como consejera bíblica, estoy convencida de que para llevar un correcto tratamiento de la diabetes no basta con cambiar la dieta o «tomar una pastilla» cada cierto tiempo. Si nuestro corazón no está en el lugar correcto, siempre iremos tras los deseos engañosos de nuestro corazón y seguiremos alimentando estas emociones que no se detendrán, hasta que Cristo sea el centro de nuestra vida.
Necesitamos anhelar a nuestro Señor y Su voluntad más de lo que anhelamos alguna clase de comida. Es por eso que a continuación te comparto algunos consejos prácticos para tener una buena salud espiritual en medio de esta enfermedad.
1. Busca refugio en la soberanía de Dios
Cuando nos enfermamos, solemos centrar nuestros pensamientos en nosotros mismos y buscar consuelo en otras personas, distracciones o en los alimentos para tratar de calmar toda emoción negativa. Sin embargo, Dios nos llama a refugiarnos en Él, levantar nuestra mirada y reconocer que Él reina sobre todo:
Levantaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi ayuda?
Mi ayuda viene del SEÑOR,
que hizo los cielos y la tierra (Sal 121:1-2).