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Lectura de Hoy

23-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Hechos 10

El relato de la conversión de Cornelio ocupa mucho espacio en el libro de los Hechos. A medida que el evangelio se expande más allá de sus fronteras judías, cada paso se documenta cuidadosamente.

Primero, fueron los samaritanos, una raza mixta con una visión peculiar de las Escrituras. (Sólo aceptaban la Torah, lo que nosotros llamamos el Pentateuco.) Luego, fue el eunuco etíope, quien no podía ser un verdadero prosélito –pero (se puede argumentar) que tal vez lo había sido si no hubiera estado mutilado. Luego viene la conversión del hombre que sería el apóstol de los gentiles (ver 9:15).

Aquí, en Hechos 10, está la conversión de uno que temía a Dios, un gentil muy aferrado a las Escrituras y a la sinagoga judía, quien había elegido no circuncidarse y por tanto era un prosélito –converso al judaísmo– no cualificado. 

El apóstol que Dios prepara para ir a Cesarea y predicarle el evangelio a Cornelio y a su casa es Pedro. La visión repetida de Pedro se trata de comida impura para realizar los rituales. Tres veces se le dice que mate y coma las criaturas impuras; tres veces rehúsa, entendiendo que sigue estando bajo las prohibiciones de la Ley en cuanto a la comida. Muchos se preguntan por qué Pedro fue tan lento, considerando que, según Marcos 7:19, Jesús ya había declarado limpios todos los alimentos. Pero no queda nada claro que los discípulos hayan entendido en ese momento las implicaciones de las palabras de Jesús. Marcos escribe más tarde, cerca del año 60 d. C., mucho después del episodio de Cornelio; y, al reflexionar sobre lo que dijo Jesús, Marcos percibe las implicaciones de sus palabras que en aquel momento no habían captado. Ni siquiera la comisión de llevar el evangelio a todas partes o la afirmación de Jesús de que vendrían personas de todos los lugares del mundo a unirse a los patriarcas en el reino de los cielos (Mateo 8:11) hicieron que los apóstoles captaran el panorama completo. No sorprende, entonces, que en esta etapa, Pedro todavía esté luchando por entenderlo. 

Así que se despierta y medita sobre el significado de la visión. El momento providencial de la misma se lo aclara. Los judíos kosher siempre estaban nerviosos en casas de gentiles, pero aquí Dios envía a Pedro no meramente a visitar una casa judía no kosher, sino a predicar el evangelio allí. Inicialmente, Pedro es el más sorprendido (10:28-29, 34), pero no tarda mucho en comenzar una presentación sumamente completa del evangelio a estos gentiles. Mientras Pedro todavía está hablando, el Espíritu Santo desciende sobre este hogar gentil como lo hizo sobre los judíos en Pentecostés y a nadie le sorprende más que a Pedro y a los judíos que viajaban con él (10:45-47). 

El ímpetu inicial de cruzar fronteras de raza y cultura con el evangelio de Jesucristo no surgió de un comité planificador de la evangelización mundial, sino de Dios mismo.    

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Marcos 5
La curación del hombre gadareno que estaba poseído por una “legión” de demonios (Marcos 5:1-20) exige algunas explicaciones y reflexiones en muchos puntos. Nos detendremos en seis de ellos:

(1) El escenario es un territorio gentil en el lado oriental del Mar de Galilea, en la región de Decápolis (5:20), las diez ciudades de población mayoritariamente helenística. La piara de cerdos deja claro este punto, ya que ningún judío respetable tendría estos animales. (2) El hombre pobre descrito en estos versículos estaba sometido a algún tipo de ataque cíclico. En ocasiones, era lo suficientemente dócil como para que lo encadenasen, pero después era tan increíblemente poderoso que podía romper las cadenas y liberarse. Expulsado de su hogar, vivía entre las tumbas, por donde deambulaba gritando y lacerándose. Era un hombre en la última agonía de la destrucción a manos de fuerzas demoníacas (5:5).

No debemos dar por sentado que todos los casos de lo que hoy llamamos locura sean consecuencia de una actividad demoníaca; tampoco caigamos en el reduccionismo que achaca todos estos fenómenos de posesión a desequilibrios químicos en el cerebro. (3) Las palabras dirigidas a Jesús (5:6-8), aunque salen de los labios de un hombre, son producto del “espíritu maligno”. Este sabe muy bien (a) reconocer quién es Jesús y (b) vivir con el horrible conocimiento de la condena final que le espera. (4)

Este diálogo entre Jesús y el “espíritu maligno” contiene dos elementos que no se encuentran en ningún otro exorcismo en los evangelios canónicos. Primero, la extraña interacción entre el singular y el plural:

Me llamo Legión… porque somos muchos”. Esta respuesta indica una ambigüedad en cierta actividad demoníaca. Además, como Jesús deja entrever en otros pasajes, la posesión múltiple por espíritus inmundos es una condición “peor” que debe evitarse escrupulosamente (Mateo 12:45). Segundo, estos demonios no desean marcharse de la zona y quieren entrar en otros cuerpos (5:10, 12). Jesús accede a ambas peticiones, lo cual presumiblemente refleja en parte el hecho de que aún no ha llegado la hora de su expulsión definitiva. (5) Aunque es esencial tener en cuenta el señorío absoluto de Jesús sobre esos espíritus malignos, debemos añadir que él no requiere la presencia de todos ellos individualmente, ni pregunta por sus nombres, ni entra en conversación con ellos, ni otras muchas cosas puestas en práctica habitualmente por algunos que se dedican a “ministerios de liberación”. (6)

Las respuestas a esta liberación son asombrosas. El hombre salvado quiere seguir a Jesús, que lo comisiona a dar testimonio, en su mundo gentil, de lo mucho que el Señor ha hecho por él y de su misericordia (5:18-20). Los habitantes de la región ruegan a Jesús que se vaya (5:17): prefieren los cerdos a las personas, su tranquilidad financiera a la transformación de una vida.

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Jueces 6
Opresión de Israel por los madianitas
6 Entonces los israelitas hicieron lo malo ante los ojos del Señor, y el Señor los entregó en manos de Madián por siete años. 2 Y el poder de Madián prevaleció sobre Israel. Por causa de los madianitas, los israelitas se hicieron escondites en las montañas y en las cavernas y en los lugares fortificados.

3 Porque sucedía que cuando los hijos de Israel sembraban, los madianitas venían con los amalecitas y los hijos del oriente y subían contra ellos. 4 Acampaban frente a ellos y destruían el producto de la tierra hasta Gaza, y no dejaban sustento alguno en Israel, ni oveja, ni buey, ni asno. 5 Porque subían con su ganado y sus tiendas, y entraban como langostas en multitud. Tanto ellos como sus camellos eran innumerables, y entraban en la tierra para devastarla. 6 Así fue empobrecido Israel en gran manera por causa de Madián, y los israelitas clamaron al Señor.

7 Cuando los israelitas clamaron al Señor a causa de Madián, 8 el Señor envió un profeta a los israelitas que les dijo: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Fui Yo el que los hice subir a ustedes de Egipto, y los saqué de la casa de servidumbre. 9 Los libré de la mano de los egipcios y de la mano de todos sus opresores. Los desalojé delante de ustedes, les di su tierra, 10 y les dije: ‘Yo soy el Señor su Dios. No temerán a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitan. Pero ustedes no me han obedecido’”».

Llamamiento de Gedeón

11 Entonces vino el ángel del Señor y se sentó debajo de la encina que estaba en Ofra, la cual pertenecía a Joás de Abiezer. Y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. 12 Y el ángel del Señor se le apareció, y le dijo: «El Señor está contigo, valiente guerrero».

13 Entonces Gedeón le respondió: «Ah, señor mío, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha ocurrido todo esto? ¿Y dónde están todas Sus maravillas que nuestros padres nos han contado, diciendo: “¿No nos hizo el Señor subir de Egipto?”. Pero ahora el Señor nos ha abandonado, y nos ha entregado en mano de los madianitas». 14 Y el Señor lo miró, y le dijo: «Ve con esta tu fuerza, y libra a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te he enviado Yo?».

15 «Ah Señor», le respondió Gedeón, «¿cómo libraré a Israel? Mi familia es la más pobre en Manasés, y yo el menor de la casa de mi padre». 16 Pero el Señor le dijo: «Ciertamente Yo estaré contigo, y derrotarás a Madián como a un solo hombre».17 Y Gedeón le dijo: «Si he hallado gracia ante Tus ojos, muéstrame una señal de que eres Tú el que hablas conmigo. 18 Te ruego que no te vayas de aquí hasta que yo vuelva a Ti, y traiga mi ofrenda y la ponga delante de Ti». «Me quedaré hasta que vuelvas», le respondió el Señor.

19 Y Gedeón entró y preparó un cabrito y pan sin levadura con un efa de harina (22 litros). Puso la carne en una cesta y el caldo en un caldero, y los llevó y se los presentó al ángel debajo de la encina. 20 Y el ángel de Dios le dijo: «Toma la carne y el pan sin levadura, ponlos sobre esta peña y derrama el caldo». Y así lo hizo Gedeón. 21 Entonces el ángel del Señor extendió la punta de la vara que estaba en su mano y tocó la carne y el pan sin levadura. Y subió fuego de la roca que consumió la carne y el pan sin levadura. Y el ángel del Señor desapareció de su vista.

22 Al ver Gedeón que era el ángel del Señor, dijo: «¡Ay de mí, Señor Dios! Porque ahora he visto al ángel del Señor cara a cara». 23 Y el Señor le dijo: «La paz sea contigo. No temas; no morirás». 24 Y Gedeón edificó allí un altar al Señor y lo llamó El Señor es Paz, el cual permanece en Ofra de Abiezer hasta hoy.

Destrucción del altar de Baa

l25 Aquella misma noche el Señor le dijo: «Toma el novillo de tu padre y otro novillo de siete años. Derriba el altar de Baal que pertenece a tu padre y corta la Asera que está junto a él. 26 Edifica después, en debida forma, un altar al Señor tu Dios sobre la cumbre de este peñasco. Toma el segundo novillo y ofrece holocausto con la leña de la Asera que has cortado». 27 Gedeón tomó diez hombres de sus siervos e hizo como el Señor le había dicho. Pero como temía mucho a la casa de su padre y a los hombres de la ciudad para hacer esto de día, lo hizo de noche.

28 Cuando los hombres de la ciudad se levantaron temprano en la mañana, vieron que el altar de Baal había sido derribado y cortada la Asera que estaba junto a él, y que el segundo novillo había sido ofrecido en el altar que se había edificado. 29 Y se dijeron unos a otros: «¿Quién ha hecho esto?». Y cuando buscaron e investigaron, dijeron: «Gedeón, hijo de Joás, ha hecho esto». 30 Entonces los hombres de la ciudad dijeron a Joás: «Saca a tu hijo para que muera, porque ha derribado el altar de Baal, y también ha cortado la Asera que estaba a su lado».

31 Pero Joás dijo a todos los que estaban contra él: «¿Lucharán ustedes por Baal, o lo librarán? A cualquiera que luche por él, se le dará muerte antes de llegar la mañana. Si es un dios, que luche por sí mismo, porque alguien ha derribado su altar». 32 Por tanto, aquel día Gedeón fue llamado Jerobaal, es decir, que Baal luche contra él, porque había derribado su altar.

33 Todos los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente se reunieron, y cruzaron y acamparon en el valle de Jezreel. 34 Y el Espíritu del Señor vino sobre Gedeón, y este tocó la trompeta y los de Abiezer se juntaron para seguirlo. 35 Envió mensajeros por todo Manasés, que también se juntó para seguirlo. Y envió mensajeros a Aser, a Zabulón y a Neftalí, que subieron a su encuentro.

La prueba del vellón

36 Entonces Gedeón dijo a Dios: «Si has de librar a Israel por mi mano, como has dicho, 37 voy a poner un vellón de lana en la era. Si hay rocío solamente en el vellón y toda la tierra queda seca, entonces sabré que librarás a Israel por mi mano, como has dicho». 38 Y así sucedió. Cuando se levantó temprano en la mañana, exprimió el vellón y escurrió el rocío del vellón, un tazón lleno de agua. 39 Y Gedeón dijo a Dios: «No se encienda Tu ira contra mí si hablo otra vez. Te ruego que me permitas hacer otra vez una prueba con el vellón. Que ahora quede seco el vellón y haya rocío en toda la tierra». 40 Así lo hizo Dios aquella noche, porque solamente quedó seco el vellón y había rocío en toda la tierra.

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Hechos 10
LIBRO QUINTO
La visión de Cornelio
10 Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, que daba muchas limosnas al pueblo judío y oraba a Dios continuamente. Como a la hora novena, vio claramente en una visión a un ángel de Dios que entraba a donde él estaba y le decía: «Cornelio». Mirándolo fijamente y atemorizado, Cornelio dijo: «¿Qué quieres, Señor?». Y el ángel le dijo: «Tus oraciones y limosnas han ascendido como memorial delante de Dios. Envía ahora algunos hombres a Jope, y manda traer a un hombre llamado Simón, que también se llama Pedro. Este se hospeda con un curtidor llamado Simón, cuya casa está junto al mar». Después que se había ido el ángel que le hablaba, Cornelio llamó a dos de los criados y a un soldado piadoso de los que constantemente le servían. Después de explicarles todo, los envió a Jope.

La visión de Pedro

9 Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar como al mediodía. 10 Tuvo hambre y deseaba comer; pero mientras le preparaban algo de comer, le sobrevino un éxtasis. 11 Vio* el cielo abierto y un objeto semejante a un gran lienzo que descendía, bajado a la tierra por las cuatro puntas. 12 Había en él toda clase de cuadrúpedos y reptiles de la tierra, y aves del cielo.

13 Y oyó una voz: «Levántate, Pedro, mata y come». 14 Pero Pedro dijo: «De ninguna manera, Señor, porque yo jamás he comido nada impuro o inmundo». 15 De nuevo, por segunda vez, llegó a él una voz: «Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú impuro». 16 Esto sucedió tres veces, e inmediatamente el lienzo fue recogido al cielo.

Los mensajeros de Cornelio

17 Mientras Pedro estaba perplejo pensando en lo que significaría la visión que había visto, en ese momento los hombres que habían sido enviados por Cornelio, después de haber preguntado por la casa de Simón, se aparecieron a la puerta. 18 Y llamando, preguntaron si allí se hospedaba Simón, el que también se llamaba Pedro.19 Mientras Pedro meditaba sobre la visión, el Espíritu le dijo: «Mira, tres hombres te buscan. 20 Levántate, pues, desciende y no dudes en acompañarlos, porque Yo los he enviado».21 Pedro descendió a donde estaban los hombres, y les dijo: «Yo soy el que buscan; ¿cuál es la causa por la que han venido?». 

22 Y ellos dijeron: «A Cornelio el centurión, un hombre justo y temeroso de Dios, y que es muy estimado por toda la nación de los judíos, le fue ordenado por un santo ángel que hiciera venir a usted a su casa para oír sus palabras». 23 Entonces Pedro los invitó a entrar y los hospedó.Al día siguiente se levantó y fue con ellos, y algunos de los hermanos de Jope lo acompañaron.

Pedro en casa de Cornelio

24 Al otro día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando y había reunido a sus parientes y amigos íntimos. 25 Cuando Pedro iba a entrar, Cornelio salió a recibirlo, y postrándose a sus pies, lo adoró. 26 Pero Pedro lo levantó, diciendo: «Ponte de pie; yo también soy hombre».27 Conversando con él, entró y halló* mucha gente reunida. 28 Entonces Pedro les dijo: «Ustedes saben que no es lícito para un judío asociarse con un extranjero o visitarlo, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre debo llamar impuro o inmundo. 29 Por eso, cuando mandaron a buscarme, vine sin poner ninguna objeción. Pregunto, pues, ¿por qué causa me han llamado?»

.30 Y Cornelio respondió: «Hace cuatro días, a esta misma hora, estaba yo orando en mi casa a la hora novena; y un hombre con vestiduras resplandecientes, se puso delante de mí, 31 y dijo*: “Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus obras de caridad han sido recordadas delante de Dios. 32 Envía unos hombres a Jope, y haz llamar a Simón, que también se llama Pedro; él está hospedado en casa de Simón el curtidor, junto al mar”. 33 Por tanto, al instante envié a buscarte, y has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí presentes delante de Dios, para oír todo lo que el Señor te ha mandado».

34 Entonces Pedro tomó la palabra, y dijo:«Ciertamente ahora entiendo que Dios no hace acepción de personas, 35 sino que en toda nación el que le teme y hace lo justo, le es acepto. 36 El mensaje que Él envió al pueblo de Israel, predicando de paz por medio de Jesucristo, que Él es Señor de todos.37 »Ustedes saben lo que ocurrió en toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que Juan predicó, 38 cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él.39 »Nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Y también le dieron muerte, colgándolo en una cruz. 

40 Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se manifestara, 41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que fueron escogidos de antemano por Dios, es decir, a nosotros que comimos y bebimos con Él después que resucitó de los muertos.42 »Y nos mandó predicar al pueblo, y testificar con toda solemnidad que este Jesús es el que Dios ha designado como Juez de los vivos y de los muertos. 43 De Él dan testimonio todos los profetas, de que por Su nombre, todo el que cree en Él recibe el perdón de los pecados».

Los gentiles reciben el Espíritu Santo

44 Mientras Pedro aún hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban el mensaje. 45 Todos los creyentes que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, se quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, 46 pues los oían hablar en lenguas y exaltar a Dios. Entonces Pedro dijo:47 «¿Puede acaso alguien negar el agua para que sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?». 48 Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedara con ellos unos días.

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Jeremías 19
La vasija rota

19 Así dijo el Señor: «Ve y compra una vasija de barro de un alfarero, y toma contigo a algunos de los ancianos del pueblo y de los ancianos de los sacerdotes. 2 Entonces sal al valle de Ben Hinom, que está a la entrada de la puerta de los tiestos, y proclama allí las palabras que Yo te diré. 3 Dirás: “Oigan la palabra del Señor, reyes de Judá y habitantes de Jerusalén. Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘Voy a traer tal calamidad sobre este lugar, que a todo el que oiga de ella le zumbarán los oídos. 4 Porque ellos me han abandonado, han hecho extraño este lugar y han ofrecido sacrificios en él a otros dioses, que ni ellos, ni sus padres, ni los reyes de Judá habían conocido, y porque han llenado este lugar de sangre de inocentes 5 y han edificado los lugares altos de Baal para quemar a sus hijos en el fuego como holocaustos a Baal, cosa que nunca mandé, ni de la cual hablé, ni me pasó por la mente.

6 ’Por tanto, vienen días’, declara el Señor, ‘cuando este lugar no se llamará más Tofet ni valle de Ben Hinom, sino valle de la Matanza. 7 Y haré nulo el consejo de Judá y de Jerusalén en este lugar, y los haré caer a espada delante de sus enemigos y a mano de los que buscan su vida, y entregaré sus cadáveres por alimento a las aves del cielo y a las bestias de la tierra. 8 También convertiré esta ciudad en desolación y burla; todo aquel que pase por ella se quedará atónito y silbará a causa de toda su destrucción. 9 Les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y cada uno comerá la carne de su prójimo durante el sitio y en la aflicción con que los afligirán sus enemigos y los que buscan su vida’”.

10 »Entonces romperás la vasija a la vista de los hombres que te acompañen, 11 y les dirás: “Así dice el Señor de los ejércitos: ‘De igual manera romperé Yo a este pueblo y a esta ciudad, como quien rompe una vasija de alfarero, que no se puede reparar más; y los enterrarán en Tofet por no haber otro lugar donde enterrarlos. 12 Así haré con este lugar y con sus habitantes’, declara el Señor, ‘poniendo esta ciudad como Tofet. 

13 Y las casas de Jerusalén y las casas de los reyes de Judá serán como el lugar de Tofet, inmundas, a causa de todas las casas en cuyos terrados ofrecieron sacrificios a todo el ejército del cielo y derramaron libaciones a otros dioses’”».14 Entonces Jeremías volvió de Tofet, adonde lo había enviado el Señor a profetizar, y poniéndose en pie en el atrio de la casa del Señor, dijo a todo el pueblo: 15 «Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Voy a traer sobre esta ciudad y sobre todas sus aldeas la calamidad que he declarado contra ella, porque se han hecho tercos para no hacer caso a Mis palabras”».

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Marcos 5
El endemoniado gadareno
5 Llegaron al otro lado del mar, a la tierra de los gadarenos. 2 Cuando Jesús salió de la barca, enseguida se acercó a Él, de entre los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, 2 que tenía su morada entre los sepulcros; y nadie podía ya atarlo ni aun con cadenas; 4 porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie era tan fuerte como para dominarlo. 5 Siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y en los montes dando gritos e hiriéndose con piedras.

6 Cuando vio a Jesús de lejos, corrió y se postró delante de Él; 7 y gritando a gran voz, dijo*: «¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te imploro por Dios que no me atormentes». 8 Porque Jesús le decía: «Sal del hombre, espíritu inmundo». 9 «¿Cómo te llamas?», le preguntó Jesús. «Me llamo Legión», respondió*, «porque somos muchos». 10 Le rogaba entonces con insistencia que no los enviara fuera de la tierra.

11 Había allí una gran manada de cerdos paciendo junto al monte. 12 Y los demonios le rogaron, diciendo: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos». 13 Jesús les dio permiso. Y saliendo los espíritus inmundos, entraron en los cerdos; y la manada, unos 2,000, se precipitó por un despeñadero al mar, y en el mar se ahogaron.

14 Los que cuidaban los cerdos huyeron y lo contaron en la ciudad y por los campos. Y la gente vino a ver qué era lo que había sucedido. 15 Vinieron* a Jesús, y vieron* al que había estado endemoniado, sentado, vestido y en su cabal juicio, el mismo que había tenido la legión; y tuvieron miedo. 16 Los que lo habían visto les describieron cómo le había sucedido esto al endemoniado, y lo de los cerdos. 17 Y comenzaron a rogar a Jesús que se fuera de su región.

18 Al entrar Él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que lo dejara ir con Él. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo*: «Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho por ti, y cómo tuvo misericordia de ti».20 Y él se fue, y empezó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él; y todos se quedaban maravillados.

Jairo ruega por su hija

21 Cuando Jesús pasó otra vez en la barca al otro lado, se reunió una gran multitud alrededor de Él; así que Él se quedó junto al mar.22 Y vino uno de los oficiales de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró* a Sus pies, 23 y le rogaba* con insistencia: «Mi hijita está al borde de la muerte; te ruego que vengas y pongas las manos sobre ella para que sane y viva». 24 Jesús fue con él; y una gran multitud lo seguía y oprimía.

Jesús sana a una mujer

25 Había una mujer que padecía de flujo de sangre por doce años. 26 Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno, sino que al contrario, había empeorado.27 Cuando ella oyó hablar de Jesús, se llegó a Él por detrás entre la multitud y tocó Su manto. 28 Porque decía: «Si tan solo toco Sus ropas, sanaré». 29 Al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba curada de su aflicción. 

30 Enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de Él, volviéndose entre la gente, dijo: «¿Quién ha tocado Mi ropa?». 31 Y Sus discípulos le dijeron: «Ves que la multitud te oprime, y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». 32 Pero Él miraba a su alrededor para ver a la mujer que lo había tocado.33 Entonces la mujer, temerosa y temblando, dándose cuenta de lo que le había sucedido, vino y se postró delante de Él y le dijo toda la verdad. 34 «Hija, tu fe te ha sanado», le dijo Jesús; «vete en paz y queda sana de tu aflicción».

Jesús resucita a la hija de Jairo

35 Mientras Él estaba todavía hablando, vinieron* unos enviados de la casa del oficial de la sinagoga, diciendo: «Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas aún al Maestro?». 36 Pero Jesús, oyendo lo que se hablaba, dijo* al oficial de la sinagoga: «No temas, cree solamente».37 Y no permitió que nadie fuera con Él sino solo Pedro, Jacobo y Juan, hermano de Jacobo. 38 Fueron* a la casa del oficial de la sinagoga, y Jesús vio* el alboroto, y a los que lloraban y se lamentaban mucho. 39 Cuando entró les dijo*: «¿Por qué hacen alboroto y lloran? La niña no ha muerto, sino que está dormida».

40 Y se burlaban de Él. Pero echando fuera a todos, Jesús tomó* consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con Él, y entró* donde estaba la niña. 41 Tomando a la niña por la mano, le dijo*: «Talita cum», que traducido significa: «Niña, a ti te digo, ¡levántate!».42 Al instante la niña se levantó y comenzó a caminar, pues tenía doce años. Y al momento todos se quedaron completamente atónitos. 43 Entonces les dio órdenes estrictas de que nadie se enterara de esto; y dijo que le dieran de comer a la niña.

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