Apologética
La ley LGBT+ de California crea un “muro de secretismo” entre padres e hijos
Mientras que la mayor parte de la atención de Estados Unidos se ha centrado durante los últimos días en los principales titulares políticos nacionales, una ley recientemente promulgada en California ha pasado desapercibida. Pero su importancia para los padres cristianos de todo el mundo no debe ser ignorada.
El lunes 15 de julio, el gobernador de California, Gavin Newsom, firmó la ley AB 1955, la primera ley del país que prohíbe a los distritos escolares de California exigir al personal del centro educativo que informe a los padres si sus hijos empiezan a utilizar pronombres diferentes o se identifican con un género distinto. El proyecto de ley fue aprobado por la legislatura estatal, dominada por los demócratas, en junio (por 60 votos a favor y 15 en contra), pero solo después de un acalorado debate en el pleno que estuvo a punto de irse a los golpes.
Descrito por el California Family Council (Consejo de la Familia de California) como «un proyecto de ley que crea un muro de secretismo impuesto por el gobierno entre los padres y sus hijos», la ley AB 1955 rechaza directamente a los consejos escolares conservadores de todo el estado que habían establecido políticas que obligaban a las escuelas a revelar la identidad de género de los estudiantes a sus padres o tutores, independientemente del consentimiento de los estudiantes.
Los defensores del colectivo LGBT+ denuncian estas políticas como «salidas del armario forzadas», argumentando que impiden a los niños determinar cómo y cuándo salen del armario ante sus padres, lo que «les expone al riesgo de sufrir violencia o de quedarse sin hogar». La ley AB 1955 fue elaborada por el asambleísta Chris Ward (demócrata de San Diego) para prohibir explícitamente tales políticas, que según él «violan la confianza y la seguridad de los estudiantes en sus aulas».
Ward es el vicepresidente del poderoso comité LGBTQ en la legislatura de California, que posicionó el proyecto de ley AB 1955 como su prioridad número uno y lo enmarcó en términos de «proteger a los estudiantes LGBTQ+ de divulgaciones forzadas y apoyar a las familias a trabajar en la aceptación familiar en sus propios términos». El nombre oficial del proyecto de ley, la Ley SAFETY («Seguridad» en sus siglas en inglés, que se traducen como: «Apoyo a los futuros académicos y a los educadores de los jóvenes de hoy»), sitúa el proyecto de ley en el ámbito de la seguridad de los jóvenes LGBT+.
¿Pero «seguridad» en qué sentido?
¿Los niños están más seguros con activistas que con sus padres?
Soy residente en California y padre de tres niños pequeños. Parte de lo que me preocupa de leyes como la AB 1955 es la suposición de que el Estado es el «lugar más seguro» y un protector más confiable de los niños que sus propias familias. ¿Están los políticos y los educadores públicos realmente en mejor posición que los padres para acompañar a los niños a través de preguntas masivas y teológicamente cargadas sobre el género y la sexualidad?
Me adhiero al principio de subsidiariedad, que concibe la familia nuclear como la base de la sociedad e interpreta que los gobiernos locales, estatales y nacionales son útiles en la medida en que apoyan a la familia en lugar de socavar su autoridad o marginarla. En palabras de un escritor: «En virtud de la subsidiariedad, no se prohíbe en modo alguno que el gobierno preste ayuda; simplemente se le mantiene en su carril».
¿Están los políticos y educadores públicos mejor capacitados que los padres para guiar a los niños en preguntas complejas y teológicas sobre género y sexualidad?
Cuando el Estado menosprecia la autoridad de los padres y trata de facilitar el mantener secretos entre los niños y sus padres, como en el proyecto de ley AB 1955, no se mantiene en su carril. Las escuelas públicas no deberían ser lugares donde los padres temen que sus hijos se «pierdan» en valores y visiones contrarios a cómo los han criado. Pero, por desgracia, estos temores están cada vez más justificados.
Mi esposa y yo tenemos la bendición de poder enviar a nuestros hijos a un colegio cristiano privado teológicamente ortodoxo. Pero en un estado que es con diferencia el más caro del país para vivir, relativamente pocas familias pueden permitirse esta opción. Me preocupan los padres cristianos de aquí que no tienen otra opción que enviar a sus hijos a escuelas públicas donde, gracias a leyes como la AB 1955, corren el riesgo de que no se les informe de algunos de los acontecimientos más importantes en la vida de sus hijos.
El asambleísta Bill Essayli (republicano de Riverside) fue uno de los que más se opuso a la AB 1955. Después de que Newsom la convirtiera en ley, Essayli dijo que la medida «desafiaba el derecho constitucional y divino de los padres a criar a sus hijos», y añadió que la ley «codifica la autoridad del gobierno para ocultar secretos a los padres» y «pone en peligro a los niños al excluir a los padres de asuntos importantes que afectan a la salud y el bienestar de sus hijos en la escuela». Jonathan Keller, presidente del California Family Council (Consejo de la Familia de California), se mostró de acuerdo, calificando la firma de la ley AB 1955 de «asalto directo a la seguridad de los niños y a los derechos de sus padres».
Un supuesto “cuidado” lejos de ser seguro
No todas las escuelas públicas de California tienen la misma orientación activista en cuestiones LGBT+ y de «afirmación de género». Y muchos profesores de escuelas públicas son fieles cristianos que deben hacer cumplir políticas en cuya creación no han participado. Pero muchos otros administradores escolares y profesores sí promueven la ideología de género progresista y buscan activamente contrarrestar a los padres y a las comunidades conservadoras en cuestiones de identidad de género y orientación sexual. Libros como Un daño irreversible, de Abigail Shrier, han documentado hasta qué punto las políticas de «afirmación de género» están muy extendidas en las escuelas públicas y menosprecian deliberadamente la autoridad de los padres.
Como una madre contó a The Gospel Coalition en un desgarrador relato de la decisión de su hija adolescente de identificarse como varón, la escuela pública progresista fue un importante acelerador de la transición de género de su hija. Su hija fue invitada (posiblemente reclutada) al club de la Alianza de Géneros y Sexualidades (GSA por sus siglas en inglés) de la escuela y, en cada paso de su transición de identificación de género, fue «aplaudida y felicitada» en la escuela. Finalmente, la madre se dio cuenta de que «no podía proteger a su hija en la escuela» y optó por escapar de la secta y educarla en casa.
No solo se aplaude a los jóvenes y se les anima a experimentar con la sexualidad y la identidad de género en los colegios públicos, sino que estos suelen remitirlos a terapeutas que afirman la identidad de género y a centros locales LGBT+ que ofrecen programas para jóvenes como «espacios seguros». Todo ello sin informar a las personas más interesadas en la seguridad y el desarrollo de los niños: sus padres.
Sin embargo, estos «espacios seguros» son cualquier cosa menos seguros. No es seguro que a los adolescentes vulnerables se les confirme su confusión mental a cada paso, pero que nunca se les cuestione. No es seguro que los adolescentes tomen decisiones que pueden alterarles la vida y mutilarles el cuerpo sin tratarlas pacientemente con sus padres.
El informe Cass publicado recientemente en el Reino Unido refuerza lo que los padres ya saben: no es aconsejable que los niños inmaduros modifiquen médicamente su cuerpo basándose en sensaciones percibidas de dismorfia de género. Los padres no están locos ni son crueles o abusivos cuando se oponen a que sus hijos deseen cambiar su identidad de género. Su intuición de poner freno al deseo de su hijo de transformarse rápidamente es correcta y amorosa. Lo que es cruel es un sistema educativo que no permite a los padres intervenir para imponer esos frenos amorosos.
¿Cómo deben responder los padres cristianos?
Los padres cristianos de todo el país deberían preocuparse por esta ley, porque lo que empieza en California a menudo termina replicándose en otros estados. Si te preocupan los derechos de los padres y quieres asegurarte de que las escuelas públicas no puedan ocultarte información vital sobre tus hijos, participa poniéndote en contacto con el consejo escolar local u otros funcionarios electos para abogar por políticas de notificación a los padres y otras protecciones contra la ideología LGBT+ propagada en las escuelas.
Debemos ser proactivos a la hora de ayudar a nuestros hijos a formarse una comprensión sana y bíblica de la antropología humana