El primogénito de toda la creación
Los lectores a menudo se detienen y se preguntan confundidos sobre Colosenses 1:15 y su declaración de que Jesucristo, el Hijo de Dios, es «el primogénito de toda la creación».
¿Primogénito de toda creación? ¿Eso significa que Cristo «nació» y que, por lo tanto, hubo un tiempo en el que no existió? Entonces sería el primero en existir, lo que se consideraría una especie de lugar de primacía, aunque seguiría siendo un ser creado y finito. Pero, entonces, ¿no significaría eso que Él no es la segunda persona de la Trinidad, que no es «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero», como lo expresa el antiguo Credo de Nicea? ¿Qué significaría todo esto para lo que la iglesia cristiana ortodoxa siempre ha confesado acerca de la persona de Cristo?
Una confusión antigua
Estas preguntas no son nuevas. Un influyente teólogo y líder de la iglesia llamado Arrio (ca. 250-336 d. C.) enseñaba que Cristo era un ser exaltado pero meramente finito, enseñanza con la cual negaba la naturaleza divina de Cristo. No existe ningún registro de que Arrio haya comentado directamente Colosenses 1:15, pero es posible que lo haya usado para apoyar su enseñanza o lo haya interpretado según las líneas de su posición.
El emperador Constantino convocó el Concilio de Nicea en 325 d. C. en parte como respuesta a las enseñanzas de Arrio, y encargó al concilio (compuesto por obispos de todo su imperio) que resolviera el problema. El concilio defendió la naturaleza divina de Cristo, denunció las opiniones de Arrio como heréticas y redactó lo que eventualmente se convertiría en el Credo de Nicea para formalizar y promulgar esta decisión. Desde entonces, el credo ha servido como declaración fundamental y magistral de la fe cristiana ortodoxa.
Sin embargo, tales preguntas sobre la persona de Cristo se plantearon incluso mucho antes de la época de Arrio. La carta de Pablo a los Colosenses es un documento que ofrece una visión clara del estado del desarrollo teológico de la fe cristiana naciente, la cual había irrumpido en la escena de la historia en un corto tiempo de treinta años antes con la persona, el ministerio, la crucifixión y la resurrección de Jesús de Nazaret.
Pablo escribe la carta para combatir una enseñanza falsa (una «filosofía», Col 2:8) que denigraba a la persona de Cristo. Los detalles de la enseñanza errada se nos escapan, pero Pablo compone (o inserta) el himno o poema de Colosenses 1:15-20 para combatirla y reafirmar la supremacía de Cristo.
La frase en su contexto
Este himno o poema se divide en dos secciones principales. La primera exalta la preeminencia del Hijo sobre la creación (Col 1:15-17), mientras que la segunda Su preeminencia sobre la nueva creación inaugurada (Col 1:18-20). El himno proporciona el argumento teológico necesario para derribar y destruir la enseñanza errada sobre Cristo que amenazaba a las iglesias incipientes de Colosas.
Colosenses 1:15 abre la primera sección principal del poema. La clave para descubrir el significado de la frase «el primogénito de toda la creación» que se encuentra aquí no es simplemente estudiar la frase en sí, sino tomar nota del versículo que sigue inmediatamente (v. 16), el cual comienza con la palabra «porque» (gr. hoti) y así indica que Pablo está a punto de proporcionar la razón por la cual a Cristo se le llama «el primogénito de toda la creación». Es decir, existe una relación lógica entre los versículos 15 y 16 que debemos captar para poder entender la frase correctamente.
Muchos intérpretes (¿quizás incluido Arrio?) se centran demasiado en la frase misma del versículo 15 y pasan por alto su contexto inmediato más amplio. Sin embargo, el contexto es determinante para el significado. Pablo afirma que a Cristo se le llama «el primogénito de toda la creación» porque «en Él fueron creadas todas las cosas… todo ha sido creado por medio de Él y para Él». Por eso el Hijo recibe el título de «el primogénito de toda la creación». Por lo tanto, la frase no se refiere a un tiempo en el que Cristo no existió, sino que más bien significa «Su primacía de rango así como Su preeminencia temporal sobre todo en el orden creado (es decir, Su preexistencia; ver Col 1:17a [“Él es antes de todas las cosas”])».1
El Salmo 89:27 usa la palabra «primogénito» de manera similar para señalar que Dios nombró a David Su hijo «primogénito» en su coronación, y el texto inmediatamente explica lo que esto significa: David, por lo tanto, debe llegar a ser «el más excelso de los reyes de la tierra» (cp. Sal 2:6-7). El texto define el significado para nosotros. Nuevamente, la primacía del rango está a la vista en el contexto, y la metáfora del engendramiento sirve a este fin, basándose en la visión antigua y extendida de que el hijo primogénito de una familia poseía grandes privilegios y un rango sobre todos los demás hermanos (cp. p. ej, Gn 48:17-19; 49:3-4).
Además, en una impresionante visión de la gloria divina, el apóstol describe al Hijo como el agente preexistente de la creación de Dios, por medio de quien y para quien existen todas las cosas. Este último lenguaje está reservado en otras partes del Nuevo Testamento solo para Dios (Ro 11:36; 1 Co 8:6; He 2:10).2
Por lo tanto, la lógica del texto explica lo que se entiende por «primogénito de toda la creación». La frase no tiene nada que ver con «nacer» como un ser creado; ciertamente no efectuado de una manera especial y directa por Dios como un acto único de creación antes de la creación, como los Testigos de Jehová afirman («Las Escrituras identifican a la Palabra [Jesús en Su existencia prehumana] como la primera creación de Dios, Su Hijo primogénito… la existencia de Jesús como criatura espiritual comenzó miles de millones de años antes de la creación del primer ser humano»).3 Sin embargo, Colosenses 1:15-16 no respalda esta lectura.
¡Leamos con atención!
Este estudio breve de Colosenses 1:15 muestra que es crucial que no nos centremos simplemente en las palabras o frases aisladas para entender las Escrituras, sino que debemos seguir especialmente el flujo del argumento lógico del autor para captar el significado de cualquier palabra o frase en su contexto inmediato. No debemos sucumbir ante el estudio de las palabras como el principio y el fin del estudio de la Biblia. Por supuesto que esto tiene su lugar. Sin embargo, debemos asegurarnos de convertirnos en lectores diligentes, que disminuyan la velocidad y lean de verdad, para poder seguir el hilo de pensamiento del autor.
Si Arrio hubiera seguido leyendo hasta Colosenses 1:16 y notado el «porque» que comienza el versículo (asumiendo que leyó Colosenses 1:15 y lo interpretó según su interpretación herética), la historia del movimiento cristiano podría haberse desarrollado de manera muy diferente.
Publicado originalmente en Crossway. Traducido y adaptado por el Equipo Coalición.
1. Christopher A. Beetham, Colossians and Philemon: A 12-Week Study (Wheaton, IL: Crossway, 2015), p. 29. ↩
2. Ibíd. ↩
3. Tomado de la página de los Testigos de Jehová: https://www.jw.org/es/biblioteca/libros/Perspicacia-para-comprender-las-Escrituras/Jesucristo/