Nota del editor:
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Aunque no seas cristiano y tengas una cosmovisión naturalista, puede que pienses que los días de este mundo están contados porque esta tierra tiene recursos naturales y espacio para vivir limitados. Muchos han especulado sobre cuánto tiempo nos queda y cómo será el final del mundo.
Una comunidad de científicos usa un reloj simbólico del juicio final desde hace décadas para mostrar qué tan cerca estamos del colapso de la humanidad. Diferentes amenazas —como el cambio climático— mueven el reloj más cerca de la medianoche, que representa el fin del mundo. Por ejemplo, en enero del 2023, el tiempo del reloj avanzó y ahora solo faltan «noventa segundos» para la medianoche.
Mientras el mundo secular especula sobre cuántos años de vida quedan para la humanidad y nuestro planeta, la Biblia también nos dice que este mundo tiene sus días contados. Sin embargo, los parámetros bíblicos para saber cuándo llegará este momento son diferentes.
El fin del mundo actual está determinado primeramente por la misión de la iglesia: «Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin» (Mt 24:14; cp. Ro 11:25-26; Ap 6:9-11).
Las pistas que nos da la Biblia sobre el final de esta era son, entre otras, la intensificación de los dolores de parto que simbolizan apostasía, guerras, hambre y persecución (Mt 24:3-22). Antes de que Jesús vuelva, habrá una rebelión global de las naciones liderada por Satanás contra Dios y Su pueblo (Ap 6:12-17; 12:17; 16:12-16; 19:19; 20:8). En Su regreso triunfante, Jesús vindicará a Su iglesia y juzgará a las naciones. Esta es la primera fase de la purificación y restauración de todas las cosas.
Junto con este juicio habrá una resurrección de justos y de impíos (Jn 5:25-29). Una vez que se hayan separado las ovejas de los cabritos (Mt 25:31-33), comenzará lo que conocemos como «el estado eterno». ¿Cuál es la última fase de restauración que Jesús hará en Su segunda venida? La fuerza y el énfasis de la esperanza final del Nuevo Testamento está en lo que sucederá con la creación presente, como escribe el apóstol Pablo:
Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de Aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Ro 8:18-23).
En otro pasaje, las palabras de Pedro son las más explícitas sobre la renovación de todas las cosas como la próxima etapa de la esperanza real para el presente.
El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no deben ser ustedes en santa conducta y en piedad, esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor! Pero, según Su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia (2 P 3:9-13).
Según promete la Escritura, cuando Jesús inaugure la era venidera habrá cielos nuevos y tierra nueva (Is 65:17; Ap 21:1). Entonces, ¿cómo será el proceso de la transición entre la era presente y la era venidera? El apóstol Pedro lo describe como una transformación parecida a la que sucedió en el diluvio de los días de Noé (1 P 3:20; 2 P 2:5). En esos días, la tierra fue juzgada por Dios por medio del agua como muestra de Su juicio. Pedro dice que el siguiente juicio de Dios será con fuego sobre la tierra y sus obras.
La imagen de fuego es usada aquí no tanto como una imagen de destrucción, sino de purificación. Como señala Ian Smith en su libro El hogar por venir: