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Lectura de Hoy
07-08-2024
DEVOCIONAL
Devocional: Jueces 21
Ahora se da el último paso malvado de la violencia provocada por la violación y el asesinato de la concubina del levita (Jueces 21). En una fu- ria vengativa, los israelitas arrasaron el territorio tribal de Benjamín, aniqui- lando hombres, mujeres, niños y ganado (20:48). Los únicos que quedaron fueron 600 hombres armados que se habían escondido en una peña en Ri- món (20:47). Pero ahora el resto de la nación está titubeando. Como parte de sus sanciones en contra de Benjamín, habían prometido no darle ningu- na de sus hijas a hombre alguno de Benjamín. Si cumplen su voto, la tribu de Benjamín desaparecerá, pues sólo quedan hombres en ella. Su solución es más nauseabunda, cruel y bárbara que todo lo que ha- bían hecho hasta ese entonces. Descubrieron que un pueblo grande en Is- rael, Jabes-Galaad, nunca respondió al llamado inicial a tomar armas. En parte como castigo y en parte para conseguir mujeres israelitas, las fuerzas de Israel destruyeron Jabes-Galaad y mataron a todos los hombres y a las mujeres que no eran vírgenes (21:10-14). Esta táctica proveyó 400 esposas a los 600 benjamitas que sobrevivieron. El plan para conseguir otras 200 es apenas menos malvado. A los 200 hombres de Benjamín que quedaron sin mujer, se les concedió autorización para secuestrar mujeres adecuadas du- rante la época de un festival en Silo, previa una advertencia a sus padres y hermanos (21:20-23). De esta manera, la tribu de Benjamín, muy reducida ya en número, sobrevivió. Uno apenas puede imaginarse los niveles exorbi- tantes de amargura, dolor, temor, resentimiento, soledad, venganza, rabia e intenso pesar que deben haber provocado estas “soluciones”. Ya debe quedar claro que los israelitas se enfrentaron a dos tipos de problemas en el libro de los Jueces. Muy a menudo, el problema es que eran esclavizados o reprimidos por una u otra de las tribus cananeas que com- partían mucha de la tierra con ellos o que vivían cerca. Cuando el pueblo clama a Dios, él les levanta un héroe para rescatarlos, una y otra vez. Pero el otro problema es mucho más profundo. Es la rebelión misma, el abando- no crónico y persistente al Dios que les rescató de Egipto y que efectuó un pacto solemne con ellos. Esto no sólo genera más ciclos de opresión desde afuera, sino una decadencia espiral y desorientación desde adentro. Por quinta y última vez, el escritor de Jueces ofrece su análisis: “En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor.” (21:25). Cuánto necesita esta nación un rey—para ordenarla, estabilizarla, defenderla, mantener la justicia, dirigirla, unirla. Pero, ¿será un rey que re- suelva los problemas o uno cuya dinastía se convierte en parte del proble- ma? Así comienza un nuevo capítulo de la historia de Israel. Una institución real nueva pronto se vuelve igual de problemática—hasta que llegue Aquel que es Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16). Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso. |
Devocional: Salmos 7–8 |
El Salmo 8 es una joya de valor incalculable, que celebra la gloria y la bondad de Dios reveladas en la creación. Con una brevedad maravillosa, David presenta una emocionante mezcla de sobrecogimiento y gozo ilimitado. Sin pasar por alto la maldad del mundo (8:2), se centra en elementos del orden creado que reflejan la majestad de Dios. Ni siquiera los cielos son apropiados para la tarea (8:1b), ya que el Señor ha ordenado que su alabanza brote de los labios de los chiquillos y de los niños de pecho (8:2). “Oh Señor, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!” (8:1, 9); oportunamente, el salmo empieza y termina con el propio Dios. En gran parte, el salmo se centra en el lugar ocupado por el ser humano en este universo creado por Dios y centrado en él. La pregunta retórica fundamental es: “¿Qué es el hombre para que pienses en él? ¿Qué es el ser humano, para que lo tengas en cuenta?”. Las variantes de esta pregunta tienen diferentes matices, dependiendo del contexto. Esta puede estar implorando un respiro (Job 7:17), escondiéndose con vergüenza por el pecado humano (Job 25:6) o socavando la arrogancia del hombre (Salmos 144:3-4). En el Salmo 8, la pregunta expresa un temor reverencial estupefacto cuando el salmista atisba la incomparable grandeza del universo y reflexiona sobre la pequeñez del ser humano y su tremenda importancia: sorprendentemente, Dios “piensa” en el “hombre”, lo cual significa mucho más que “acordarse” de nosotros (¡como si la omnisciencia pudiese olvidar!). Más bien, la palabra contiene matices de compasión, como muestra la línea paralela: él cuida de nosotros. Esta relación es gloriosa. De hecho, aquí tenemos a uno de estos seres humanos dirigiéndose personalmente a este Dios grandioso y mayestático: “para que pienses en él… para que lo tengas en cuenta”. Un comentarista nos recuerda que la conclusión correcta a la que Isaías llega al considerar la gloria del orden celestial de Dios no es su lejanía, sino que “cuida al máximo los detalles” (Isaías 40:26ss.). El Señor no diseñó el universo para que fuese simplemente inmenso y carente de significado. Lo hizo como hogar infinito para su pueblo (Isaías 45:18; 51:16). De hecho, la visión del Salmo 8 se remonta al relato de la creación (Génesis 1—2). El Señor ha formado a esta criatura, a este pequeño ser, a este ser humano bendecido por él, para que reine con él sobre todo el orden creado de este planeta (8:6-8). Dos reflexiones más: en primer lugar, esta historia del ser humano está totalmente alejada de la visión moderna que nos pinta como subproductos accidentales de una cosmogonía sin significado, ni intrínsecamente buena o mala. En segundo lugar, la epístola a los hebreos, teniendo en cuenta el salmo 8, reconoce lo lejos que nos encontramos de nuestro propósito en la creación y halla esperanza en un hecho: Jesús es el prototipo de hombre del orden consumado que está por llegar (Hebreos 2:5-13) Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso. |
Jueces 21 |
Mujeres para los benjamitas |
21 Los hombres de Israel habían jurado en Mizpa y dijeron: «Ninguno de nosotros dará su hija por mujer a los de Benjamín». 2 Entonces el pueblo vino a Betel, y permaneció allí delante de Dios hasta la noche. Y alzaron sus voces y lloraron amargamente. 3 «¿Por qué, oh Señor, Dios de Israel», dijeron, «ha sucedido esto en Israel, que falte hoy una tribu en Israel?». 4 Y al día siguiente el pueblo se levantó temprano, y edificaron allí un altar y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz. 5 Después los israelitas dijeron: «¿Quién de entre todas las tribus de Israel no subió a la asamblea del Señor?». Porque habían hecho gran juramento en cuanto a todo aquel que no subiera al Señor en Mizpa, diciendo: «Ciertamente se le dará muerte». 6 Los israelitas se entristecieron por su hermano Benjamín, y dijeron: «Hoy ha sido cortada una tribu de Israel. 7 ¿Qué haremos para conseguir mujeres para los que han quedado, ya que hemos jurado por el Señor no darles ninguna de nuestras hijas en matrimonio?». 8 Entonces dijeron: «¿Cuál de las tribus de Israel no subió al Señor en Mizpa?». Y sucedió que ninguno de Jabes Galaad había venido al campamento, a la asamblea. 9 Porque cuando contaron al pueblo, ninguno de los habitantes de Jabes Galaad estaba allí. 10 La congregación envió a 12,000 de los hombres de guerra allá, y les mandaron diciendo: «Vayan y hieran a los habitantes de Jabes Galaad a filo de espada, con las mujeres y los niños. 11 Esto es lo que harán: destruirán a todo hombre y a toda mujer que se haya acostado con varón». 12 Y hallaron entre los habitantes de Jabes Galaad a 400 vírgenes que no se habían acostado con varón. Y las llevaron al campamento en Silo, que está en la tierra de Canaán.13 Toda la congregación envió palabra, y hablaron a los benjamitas que estaban en la peña de Rimón, y les hablaron de paz. 14 Volvieron entonces los benjamitas, y les dieron las mujeres que habían guardado vivas de entre las mujeres de Jabes Galaad. Pero no había suficientes para todos. 15 Y el pueblo tuvo tristeza por Benjamín, porque el Señor había abierto una brecha en las tribus de Israel. 16 Entonces los ancianos de la congregación dijeron: «¿Qué haremos para conseguir mujeres para los que quedan, ya que las mujeres de Benjamín fueron destruidas?». 17 Y dijeron: «Debe haber herencia para los benjamitas que han escapado, para que no sea exterminada una tribu de Israel. 18 Pero nosotros no le podemos dar mujeres de nuestras hijas». Porque los israelitas habían jurado: «Maldito el que dé mujer a los de Benjamín».19 Y dijeron: «Cada año hay una fiesta del Señor en Silo, que está al norte de Betel, al lado oriental del camino que sube de Betel a Siquem, y al sur de Lebona». 20 Y dieron esta orden a los benjamitas: «Vayan, y embósquense en las viñas, 21 y velen. Cuando las hijas de Silo salgan a tomar parte en las danzas, entonces ustedes saldrán de las viñas y cada uno tomará una mujer de las hijas de Silo, y vuelvan a la tierra de Benjamín. 22 Y cuando sus padres o sus hermanos vengan a quejarse a nosotros, les diremos: “Dénnoslas voluntariamente, porque no pudimos tomar en batalla una mujer para cada hombre de Benjamín. Tampoco ustedes se las dieron, pues entonces serían culpables”».23 Así lo hicieron los benjamitas, y tomaron mujeres conforme a su número de entre las que danzaban, de las que se apoderaron. Entonces se fueron y volvieron a su heredad, reedificaron las ciudades y habitaron en ellas. 24 Los israelitas se fueron entonces de allí, cada uno a su tribu y a su familia. Cada uno de ellos salió de allí para su heredad.25 En esos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos. Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Hechos 25 |
Pablo ante Festo |
25 Festo, entonces, tres días después de haber llegado a la provincia, subió a Jerusalén desde Cesarea. 2 Y los principales sacerdotes y los judíos más influyentes le presentaron acusaciones contra Pablo, e insistían con Festo, 3 pidiéndole, el favor de que hiciera traer a Pablo a Jerusalén, preparando ellos, al mismo tiempo, una emboscada para matarlo en el camino. 4 Pero Festo respondió que Pablo estaba bajo custodia en Cesarea, y que en breve él mismo saldría para allá. 5 Por tanto dijo*: «Que los más influyentes de ustedes vayan allá conmigo, y si hay algo malo en el hombre, que lo acusen». Pablo apela a César 6 Después de haberse quedado no más de ocho o diez días entre ellos, descendió a Cesarea, y al día siguiente se sentó en el tribunal y ordenó que trajeran a Pablo. 7 Cuando este llegó, lo rodearon los judíos que habían descendido de Jerusalén, presentando contra él muchas y graves acusaciones que no podían probar, 8 mientras Pablo decía en defensa propia: «No he cometido ningún delito, ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César».9 Pero Festo, queriendo hacer un favor a los judíos, respondió a Pablo, y dijo: «¿Estás dispuesto a subir a Jerusalén y a ser juzgado delante de mí por estas acusaciones?». 10 Entonces Pablo respondió: «Ante el tribunal de César estoy, que es donde debo ser juzgado. Ningún agravio he hecho a los judíos, como también usted muy bien sabe. 11 Si soy, pues, un malhechor y he hecho algo digno de muerte, no rehúso morir. Pero si ninguna de esas cosas de que estos me acusan es verdad, nadie puede entregarme a ellos. Apelo a César». 12 Entonces Festo, habiendo deliberado con el consejo, respondió: «A César has apelado, a César irás». Pablo ante Herodes Agripa II 13 Pasados varios días, el rey Herodes Agripa II y Berenice llegaron a Cesarea y fueron a saludar a Festo. 14 Como estuvieron allí muchos días, Festo presentó el caso de Pablo ante el rey, diciendo: «Hay un hombre que Félix dejó preso, 15 acerca del cual, estando yo en Jerusalén, los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos presentaron acusaciones contra él, pidiendo sentencia condenatoria contra él. 16 Yo les respondí que no es costumbre de los romanos entregar a un hombre sin que antes el acusado confronte a sus acusadores, y tenga la oportunidad de defenderse de los cargos. 17 »Así que cuando se reunieron aquí, sin ninguna demora, al día siguiente me senté en el tribunal y ordené traer al hombre. 18 Levantándose los acusadores, presentaban acusaciones contra él, pero no de la clase de crímenes que yo suponía, 19 sino que simplemente tenían contra él ciertas cuestiones sobre su propia religión, y sobre cierto Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirmaba que estaba vivo.20 »Pero estando yo perplejo cómo investigar estas cuestiones, le pregunté si estaba dispuesto a ir a Jerusalén y ser juzgado de estas cosas allá. 21 Pero como Pablo apeló que se le tuviera bajo custodia para que el emperador Nerón diera el fallo, ordené que continuara bajo custodia hasta que yo lo enviara a César». 22 Entonces Agripa II dijo a Festo: «A mí también me gustaría oír al hombre». «Mañana lo oirás», dijo* Festo.23 Así que al día siguiente, cuando Agripa II y Berenice entraron al auditorio en medio de gran pompa, acompañados por los comandantes y los hombres importantes de la ciudad, por orden de Festo, fue traído Pablo. 24 Y Festo dijo*: «Rey Agripa y todos los demás aquí presentes con nosotros; este es el hombre acerca del cual los judíos, tanto en Jerusalén como aquí, me hicieron una petición declarando a gritos que no debe vivir más. 25 »Pero a mí me parece que no ha hecho nada digno de muerte, pero como él mismo apeló al emperador, he decidido enviarlo a Roma. 26 Sin embargo, no tengo nada definido sobre él para escribirle a mi señor. Por eso lo he traído ante ustedes, y especialmente ante ti, rey Agripa, para que después de que se le interrogue, yo tenga algo que escribir. 27 Porque me parece absurdo, al enviar un preso, no informar también de los cargos en su contra». Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Jeremías 35 |
Ejemplo de los recabitas 35 Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor en los días de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá: 2 «Ve a la casa de los recabitas, habla con ellos, llévalos a la casa del Señor, a una de las cámaras, y dales a beber vino». 3 Entonces tomé a Jaazanías, hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, y a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la casa de los recabitas, 4 y los llevé a la casa del Señor, a la cámara de los hijos de Hanán, hijo de Igdalías, hombre de Dios. Esta cámara estaba cerca de la cámara de los oficiales, que estaba encima de la cámara de Maasías, hijo de Salum, guarda del umbral. 5 Entonces puse delante de los hombres de la casa de los recabitas jarras y tazas llenas de vino, y les dije: «Beban vino». 6 Pero ellos dijeron: «No beberemos vino, porque Jonadab, hijo de Recab, nuestro padre, nos ordenó: “No beberán vino jamás, ni ustedes ni sus hijos. 7 Tampoco edificarán casa, ni sembrarán simiente, ni plantarán viña, ni poseerán ninguna, sino que habitarán en tiendas todos sus días, para que vivan muchos días en la tierra donde son peregrinos”. 8 Y nosotros hemos obedecido la voz de Jonadab, hijo de Recab, nuestro padre, en todo lo que él nos mandó de no beber vino en todos nuestros días, ni nosotros, ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas, 9 y de no edificarnos casa en donde morar, y de no tener viña, ni campo, ni siembra. 10 Hemos habitado solamente en tiendas, y hemos obedecido y hecho conforme a todo lo que nos mandó nuestro padre Jonadab. 11 Pero sucedió que cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra la tierra, dijimos: “Vengan y huyamos a Jerusalén ante el ejército de los caldeos y ante el ejército de los arameos”. Por eso habitamos en Jerusalén». 12 Entonces vino palabra del Señor a Jeremías: 13 «Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Ve y dile a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ‘¿No aprenderán a escuchar Mis palabras?’, declara el Señor. 14 ‘Las palabras de Jonadab, hijo de Recab, que mandó a sus hijos de no beber vino, son guardadas. Por eso no beben vino hasta hoy, porque han obedecido el mandato de su padre. Pero Yo he hablado a ustedes repetidas veces, con todo no me han escuchado. 15 También les he enviado a todos Mis siervos los profetas, enviándolos repetidas veces, a decirles: “Vuélvase ahora cada uno de su mal camino, enmienden sus obras y no vayan tras otros dioses para adorarlos, y habitarán en la tierra que les he dado, a ustedes y a sus padres; pero no me prestaron atención, ni me escucharon. 16 Ciertamente los hijos de Jonadab, hijo de Recab, han guardado el mandato que su padre les ordenó, pero este pueblo no me ha escuchado”’”. 17 Por tanto, así dice el Señor, Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: “Ciertamente traigo sobre Judá y sobre todos los habitantes de Jerusalén toda la calamidad que he pronunciado contra ellos, porque les hablé, pero no escucharon, y los llamé, pero no respondieron”». 18 Entonces Jeremías dijo a la casa de los recabitas: «Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Por cuanto han obedecido el mandato de su padre Jonadab, guardando todos sus mandatos y haciendo conforme a todo lo que él les ordenó, 19 por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘A Jonadab, hijo de Recab, no le faltará hombre que esté delante de Mí todos los días’”». Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Salmos 7–8 |
Plegaria del justo perseguido Sigaión de David, que cantó al Señor acerca de Cus, el benjamita. |
7 Oh Señor, Dios mío, en Ti me refugio; Sálvame de todo el que me persigue, y líbrame, 2 No sea que alguno desgarre mi vida como león, Y me despedace sin que haya quien me libre. 3 Oh Señor, Dios mío, si yo he hecho esto, Si hay en mis manos injusticia, 4 Si he pagado con el mal al que estaba en paz conmigo, O he despojado al que sin causa era mi adversario, 5 Que el enemigo me persiga y me alcance; Que pisotee en tierra mi vida Y eche en el polvo mi gloria. (Selah) 6 Levántate, oh Señor, en Tu ira; Álzate contra la furia de mis adversarios, Y despiértate en favor mío; Tú has establecido juicio. 7 Que te rodee la asamblea de los pueblos, Y Tú en lo alto regresa sobre ella. 8 El Señor juzga a los pueblos. Júzgame oh Señor, conforme a mi justicia y a la integridad que hay en mí. 9 Que se acabe la maldad de los impíos, pero establece Tú al justo, Porque el Dios justo prueba los corazones y las mentes. 10 Mi escudo está en Dios, Que salva a los rectos de corazón. 11 Dios es juez justo, Y un Dios que se indigna cada día contra el impío. 12 Y si el impío no se arrepiente, Él afilará Su espada; Tensado y preparado está Su arco. 13 Ha preparado también Sus armas de muerte; Hace de Sus flechas saetas ardientes. 14 Miren, el impío con la maldad sufre dolores, Y concibe la iniquidad y da a luz el engaño. 15 Ha cavado una fosa y la ha ahondado, Y ha caído en el hoyo que hizo. 16 Su iniquidad volverá sobre su cabeza, Y su violencia descenderá sobre su coronilla. 17 Daré gracias al Señor conforme a Su justicia, Y cantaré alabanzas al nombre del Señor, el Altísimo. La gloria del Señor y la dignidad del hombrePara el director del coro; sobre Gitit. Salmo de David.Posiblemente instrumento o melodía procedente de Gat. 8¡Oh Señor, Señor nuestro, Cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra, Que has desplegado Tu gloria sobre los cielos! 2 Por boca de los infantes y de los niños de pecho has establecido Tu fortaleza, Por causa de Tus adversarios, Para hacer cesar al enemigo y al vengativo.3 Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, La luna y las estrellas que Tú has establecido, 4 Digo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, Y el hijo del hombre para que lo cuides? 5 ¡Sin embargo, lo has hecho un poco menor que los ángeles, Y lo coronas de gloria y majestad! 6 Tú le haces señorear sobre las obras de Tus manos; Todo lo has puesto bajo sus pies: 7 Todas las ovejas y los bueyes, Y también las bestias del campo, 8 Las aves de los cielos y los peces del mar, Cuanto atraviesa las sendas de los mares. 9 ¡Oh Señor, Señor nuestro, Cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra! Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |