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4 principios bíblicos sobre el llamado de Dios al ministerio
Todos los cristianos comprometidos deseamos cumplir lo que Dios quiere para nuestras vidas, pero no siempre es sencillo comprender cuál es nuestro llamado. Nos gustaría escuchar la voz de Dios de manera clara y audible, en especial cuando debemos tomar decisiones que implican ciertos «riesgos» en nuestra vida.
Tal vez el llamado de Dios al ministerio cristiano sea considerado como riesgoso. Puede incluir diferentes formas: el ministerio pastoral, las misiones, un área ministerial en tu iglesia local o trabajar con alguna organización cristiana. El temor a fracasar, el miedo a lo desconocido o las preocupaciones económicas son algunos de los factores que pueden afectar la decisión. Por eso queremos estar seguros de que estamos siguiendo el propósito de Dios y de que Él nos llama al ministerio.
¿Cómo puedo reconocer Su llamado para mi vida en lo relacionado al ministerio? ¿Cómo puedo escuchar la voz de Dios guiándome?
Dios sigue hablando
La Palabra afirma en muchos lugares que Dios sigue hablando y lo hace a través de las Escrituras (cp. Jn 10:27; Hch 17:30; He 3:7). Esta verdad debe darnos tranquilidad. La dificultad radica en que muchas veces nos cuesta reconocer la voz de Dios en medio de tantas voces. De todos modos, partimos de la confianza de que podemos «escuchar» Su voz y discernir Su llamado a través de la guía que nos proporciona la Biblia.
A partir de esta convicción, me gustaría compartir cuatro principios que veo en la Escritura sobre la manera en la que Dios comisiona a Sus siervos para una tarea especial. A pesar de que Dios llama a cada uno de manera singular (es decir, no siempre ocurren de la misma manera), estos cuatro principios se repiten en la mayoría de los llamados que Dios hizo en Su Palabra.
Por lo tanto, si sientes que Dios te llama a involucrarte de alguna forma en el ministerio, estos principios bíblicos pueden ayudarte a evaluar si en verdad se trata de la voluntad del Señor para tu vida.
1. Dios llama a los que están “haciendo algo”
La mayoría de las personas a quienes Dios llama a participar en Su obra están cumpliendo alguna tarea en el momento de recibir la encomienda. Este detalle suele ser significativo para el rol que luego deben cumplir. Aunque hay muchos ejemplos en la Biblia, algunos serán suficientes para entender este principio del llamado de Dios.
En el Antiguo Testamento, vemos que Moisés estaba apacentando las ovejas de Jetro, su suegro, cuando Dios lo llamó a liderar al pueblo de Dios (Éx 3:1); Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar cuando el ángel del Señor se le apareció y lo comisionó para librar a Israel (Jue 6:11); David estaba apacentando las ovejas de su padre cuando lo buscaron para ser ungido como rey (1 S 16:11).
Aunque las virtudes de liderazgo son importantes en el ministerio, es un gran problema aspirar a ser líder sin tener el corazón de siervo
En el Nuevo Testamento encontramos el mismo patrón. Los discípulos estaban también trabajando cuando fueron llamados por Cristo para seguirle. Por ejemplo, Pedro, Andrés, Jacobo y Juan estaban remendando las redes después de una infructuosa pesca de toda la noche (Lc 5:1-10). Se podría argumentar que incluso Pablo estaba cumpliendo una labor cuando fue llamado en el camino a Damasco (Hch 9:1-9). Aunque se trataban de obras malas —aún cuando Pablo creía que eran buenas—, Dios usó a este hombre de gran celo religioso como Su «instrumento escogido» (v. 15).
Debemos recordar que el llamado al ministerio es un llamado al servicio, es decir, a trabajar. Entonces sería contradictorio que Dios busque personas que no están haciendo nada. De hecho, la palabra «siervo» (gr. doulos) es la que identifica a los ministros de Cristo, mientras que «líder» casi no aparece en la Biblia. Aunque las virtudes de liderazgo son importantes en el ministerio, es un gran problema aspirar a ser líder sin tener el corazón de siervo. Por lo tanto, la mejor manera de prepararse y responder al llamado de Dios es comenzando por el servicio.
De manera especial, si sientes que Dios te está llamando al ministerio, considera qué estás haciendo actualmente en tu iglesia local. Recuerda que para ser fiel en lo mucho, debes mostrar fidelidad en lo poco (Mt 25:23).
2. Dios llama porque hay una necesidad en Su obra
Otro principio que podemos ver en la Biblia es que Dios llama con un propósito específico. Dios conoce mejor que nadie lo que la iglesia necesita. Por eso entrega a Su pueblo personas que puedan equipar y ayudar a la iglesia a madurar.
Su plan y propósito buscan que todos lleguemos a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo y para eso Él instituyó dones en forma de oficio que lleven a cabo esa función (Ef 4:11-13). Entonces, si Dios te está llamado al ministerio cristiano, ya sea como pastor, maestro o evangelista, puedes estar seguro de que quiere que cumplas una misión específica para equipar a la iglesia.
Entender esto nos ayuda a reconocer el llamado de Dios con una motivación sincera. Es una pena que muchos vean en el ministerio una oportunidad para alcanzar fama, dinero e influencia sobre otros (1 P 5:2-3). Por eso debemos filtrar nuestras motivaciones y aspiraciones con la certeza de que el llamado al ministerio es un llamado a equipar a otros con nuestros dones y servicio.
Por otro lado, si tenemos claro que Dios nos llama al ministerio para suplir las necesidades de la iglesia, es más sencillo discernir a dónde nos guía el Señor. Por ejemplo, si tu iglesia local tiene un equipo pastoral bien consolidado y sientes que Dios te llama a ser pastor, es posible que Él te quiera sirviendo en otra iglesia local que necesita líderes. De todos modos, siempre expresa a tus pastores lo que sientes, porque Dios los usará para guiarte en tu llamado.
3. Dios llama en Su tiempo perfecto
Dios es omnisciente, conoce todas las cosas de manera perfecta. Por lo tanto, sabe los momentos adecuados para intervenir en la historia de Sus hijos. Cuando Dios llama, puedes estar seguro de que es el momento adecuado para responder con fe y en obediencia.
El ejemplo por excelencia es el de Moisés. Por su posición y su historia personal, durante sus primeros cuarenta años de edad tal vez creyó que era un líder entre sus hermanos hebreos en Egipto. Empezó a actuar según su criterio y un día quiso mediar entre dos israelitas que estaban peleando. «¿Quién te ha puesto de príncipe o de juez sobre nosotros?» (Éx 2:14) le cuestionaron en esa oportunidad. Es evidente que Moisés no estaba listo para ser el líder del pueblo de Dios y huyó al desierto rechazado por los suyos y amenazado por los egipcios. A los ochenta años de edad, Moisés recibió el llamado de Dios. Ahora sí era el tiempo y paradójicamente ¡Moisés creía que no! (Éx 3:11; 4:10-12).
Las características que importan para responder al llamado tienen que ver con el corazón rendido a Dios y un carácter que refleja a Jesús