Un líder religioso se acerca a Jesús de noche, seguramente para que nadie lo vea conversando con Él (Jn. 3:1-2). Pertenece a los fariseos, la secta religiosa más estricta e influyente en Israel. Al ser un distinguido maestro de las Escrituras, se interesó en Jesús luego de conocer las señales que Él realizaba (v. 2,10). Su nombre es Nicodemo.
El intercambio entre Jesús y Nicodemo es una de las conversaciones más famosas de los evangelios. Este encuentro nos enseña que, sin importar cuán religiosos seamos, necesitamos ser más que simples espectadores de los milagros de Jesús. Necesitamos recibir en nosotros el milagro del nuevo nacimiento (v. 3). Jesús es enfático: “En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (v. 5).
Necesitamos ser más que simples espectadores de los milagros de Jesús.
Nuestro trabajo en la obra del Señor, es sembrar la semilla de la Palabra. Dios se encargará a través del Espíritu Santo traerlos al redil, si está bajo Su voluntad.