Vida Cristiana
5 maneras de beneficiarse de la Cena del Señor
La Cena del Señor es un maravilloso regalo de Dios y es un sello de las promesas de Dios a todos los que han venido a Cristo en arrepentimiento y fe.
En cuanto más comprendas el significado y la importancia de la Cena del Señor, más te beneficiarás de practicarla.
Aquí hay cinco maneras de participar más plenamente en la Cena del Señor.
1. Mirar hacia atrás
«Porque yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Esto es Mi cuerpo que es para ustedes; hagan esto en memoria de Mí”. De la misma manera tomó también la copa después de haber cenado, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre; hagan esto cuantas veces la beban en memoria de Mí”». (1 Corintios 11:23-25)
En la mesa del Señor, Cristo nos llama a mirar hacia atrás y recordar Su sacrificio por nosotros en la cruz al participar del pan y del vino.
Puesto que Jesús y Pablo atribuyeron un significado distinto tanto al pan como al vino, vale la pena reflexionar sobre el significado de cada uno.
El pan
El pan habla del cuerpo de Cristo, en el que vivió una vida humana perfecta. Jesús vivió la vida que ninguno de nosotros podría vivir jamás, nunca dijo una palabra pecaminosa ni tuvo un pensamiento pecaminoso. Siempre obedeció la voluntad del Padre, siempre amó, siempre esperó, siempre creyó.
El cuerpo de Jesús habla de Su vida perfecta que fue entregada por nosotros. Él entregó esa vida de perfecta obediencia para que nosotros, que estamos tan lejos de la rectitud de Dios, podamos encontrar en Él lo que no tenemos en nosotros mismos.
Cuando venimos a la mesa del Señor, a menudo nos sentimos indignos. Pero en la imagen del pan, Dios nos recuerda que nuestra salvación no descansa en el progreso de la obra del Espíritu Santo en nosotros, sino en el cumplimiento total de la obra de Cristo por nosotros. Ninguno de nosotros jamás ha ofrecido a Dios una obediencia perfecta y nunca lo haremos, pero cuando tomamos el pan, se nos recuerda que Dios cuenta la obediencia perfecta de Cristo como si fuera la nuestra.
El vino
El vino habla de la sangre de Jesús derramada. La sangre en las venas habla de vida, pero la sangre separada del cuerpo habla de muerte. El pan habla de la obediencia de nuestro Señor; el vino habla de Su sacrificio.
Sin pecado propio, Jesús eligió cargar con el nuestro. Él se convirtió en nuestro sacrificio, absorbiendo el juicio de Dios. Y a través del derramamiento de Su sangre, nos otorgó perdón por nuestros pecados.
Dios quiere sellar lo que Cristo ha hecho por nosotros en nuestras mentes y en nuestros corazones, por eso nos dice que participemos del pan y del vino en memoria de Él.
«Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa». (1 Corintios 11:28)
2. Mirar hacia adentro
Cuando vienes a la mesa del Señor, Cristo te llama a hacerte algunas preguntas de forma honesta. Esto es importante porque Pablo dice que «el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor». (1 Corintios 11:27)
¿Qué significa beber indignamente? ¿Cómo sé si debo tomar la Cena del Señor? He aquí dos preguntas sencillas que te ayudarán a examinarte a ti mismo:a. ¿Estoy creyendo?
Mira la cruz. Considera lo que Dios dice por medio de la imagen del pan y el vino. ¿Crees en el Hijo de Dios que te amó y se entregó por ti?
Si la respuesta es «sí», acércate a la mesa y toma el pan y el vino. Si la respuesta es «no, no creo», entonces tienes que hacerte otra pregunta: ¿Estoy dispuesto a creer en Cristo ahora?
Cristo te invita a la mesa. Puedes venir a Él con todas tus dudas, con todos tus conflictos sin resolver y decirle: «Necesito Tu gracia. Necesito Tu ayuda. Necesito Tu perdón».
Si estás dispuesto, acércate a Cristo con fe listo para recibir de Su mano misericordiosa.b. ¿Me estoy arrepintiendo?
Si tu respuesta a esta pregunta es «sí», entonces debes venir a la mesa del Señor. Esta mesa es para pecadores que ven su necesidad de Jesucristo.
«Los que se jactan de sí mismos, que creen que se salvan por sus propias obras, no tienen motivos para venir a la mesa del Señor», escribió J.C. Ryle. «¿Qué declaramos en la Cena del Señor? Profesamos públicamente que no tenemos bondad, justicia o mérito propio, y que toda nuestra esperanza está en Cristo. Profesamos públicamente que somos culpables, pecadores y corruptos y que naturalmente merecemos la ira y la condenación de Dios… Ahora bien, ¿qué tiene que ver un hombre que se jacta de sí mismo con una ordenanza como ésta?»[1].
La Cena del Señor es para los pecadores que ven su necesidad de la gracia y la misericordia de Dios. Si ves tu necesidad de la misericordia de Dios hoy, entonces ven. Pero si hay un pecado conocido al que te niegas a renunciar, no debes venir a la mesa.
Fíjate que no dije «si hay un pecado que te cuesta dejar, más bien dije, si hay un pecado que te niegas a dejar». Si dices: «Sé que lo que hago está mal, pero voy a seguir haciéndolo», te estás cerrando a la gracia de Dios. «Abandone el impío su camino, y el hombre malvado sus pensamientos, y vuélvase al Señor, que tendrá de él compasión, al Dios nuestro, que será amplio en perdonar». (Is 55:7)
La gracia de Dios puede ser recibida por cualquier persona que esté dispuesta a apartarse del pecado y recibirla.
3. Mirar hacia arriba
La Cena del Señor comenzó como una comida en la que los discípulos tenían comunión con Jesús. Es lo mismo para nosotros. Jesús ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre y nosotros compartimos la comunión con Jesús cuando nos acercamos a Él por la fe. El pan y el vino nos recuerdan que Jesús sostendrá tu alma así como la comida sostiene tu cuerpo.
Imagina que entras en un buen restaurante, te sientan a la mesa y te dan un menú con fotos de la comida. Cuando llega el mesero, te explica el menú y te recomienda su entrada favorita. Pero supongamos que sales del restaurante sin pedir ni comer nada. Se perdería todo el sentido de haber ido allí. La razón por la que vas a un restaurante no es para ver fotos de la comida, ni para oír al mesero describírtela sino para alimentarte al comerla.
Cuando vengas a la Mesa del Señor, pide lo que hay en el menú. Decirle al Señor que quieres lo que Él ha prometido, decirle que tienes hambre de un toque fresco de Su amor. Decirle que quieres ver más de Su gloria. Decirle que te gustaría saborear Su bondad. Decirle que tu alma está seca y sedienta y que necesitas ser renovado por Su Espíritu Santo. La Mesa del Señor nos da una oportunidad especial para acercarnos a Él en fe y ser alimentados por Él. Así que cuando vengas a la Mesa del Señor, mira a tu Salvador resucitado. Pide y recibe de Él.
4. Mirar a tu alrededor
«Esto es Mi cuerpo que es para ustedes». (1 Corintios 11:24).
El «ustedes» está en plural, y eso es relevante. No puedes tener comunión solo. La Cena del Señor es para la familia del Señor.
La noche en que fue traicionado, Jesús dijo a Sus discípulos: «intensamente he deseado comer esta Pascua con ustedes» (Lucas 22:15). Cristo quiere que toda la familia se reúna a Su mesa, no importa si eres joven o viejo, rico o pobre, blanco o negro, pastor o líder laico, estudioso o novato de la Biblia: todos recibimos la misma invitación, todos necesitamos al mismo Salvador, todos venimos a la misma mesa.
Así que cuando vengas a la Cena del Señor, da gracias por la familia de Dios. Ora por otros miembros del cuerpo de Cristo y busca la oportunidad de animar a alguien que esté sentado cerca de ti antes de irte a casa.
5. Mirar hacia adelante
«Porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga». (1 Corintios 11:26)