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Cómo predicar a las nuevas generaciones: 5 lecciones para líderes y predicadores
Nota del editor:
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Pocas cosas pueden hacernos sentir tan pequeños como la tarea de predicar a Cristo a los adolescentes y jóvenes. No solo cuando consideramos la enorme importancia de la tarea, sino también por las distracciones de nuestra era digital, las ideologías que quieren cautivar sus mentes y la multitud de mentiras que el mundo les presenta.
A veces parece una misión imposible predicar a jóvenes que necesitan desesperadamente de la gracia de Dios, pero que durante tu prédica tendrán la tentación de distraerse con el teléfono y que, luego de oírte, seguirán siendo bombardeados por distracciones e ideologías adonde vayan.
¿Acaso podemos competir contra todas las otras voces que ellos escuchan en sus vidas y quieren desviarlos de la verdad?
Calificado y con un mensaje eterno
Si te sientes insuficiente y pequeño frente a este privilegio y desafío, esto es lo primero que debes saber: ¡Felicitaciones! Dios se complace en poner Su tesoro en vasos de barro como tú y como yo, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros (2 Co 4:7).
Tu pequeñez —con tus propias luchas y temores— ante el reto enorme de predicar a jóvenes no te descalifica para esa tarea. Más bien, te califica si estás dispuesto y te esfuerzas en predicar el evangelio con fidelidad para la gloria de Dios y no para la tuya.
Al mismo tiempo, aunque cada generación es diferente —y por eso pueden intimidarnos los desafíos particulares de predicar a las nuevas generaciones—, toda generación es igual en lo más fundamental hasta el día en que Cristo regrese. Toda generación necesita abandonar la idolatría —que es poner cualquier otra cosa en sus vidas en el lugar que solo Dios merece— y creer en el evangelio. Además, toda generación está caracterizada por corazones de piedra que dependen de la obra del Espíritu Santo por medio de la Palabra para solo así nacer de nuevo y atesorar a Cristo.
Reconocer esto es liberador. Significa que no tienes que tratar de reinventar la rueda cuando preparas una prédica o te encuentras en el púlpito. Ya tienes el mensaje eterno necesario para impactar a personas de todas las edades.
Solo cuando Cristo está en el centro de nuestra predicación podemos impactar a las nuevas generaciones para la eternidad
Estas verdades deben llevarnos a confiar más en el poder y la necesidad de la predicación del evangelio a los jóvenes, y también deberían animarnos. Sin embargo, es posible saber todo esto y todavía preguntarnos: ¿cómo podemos ser fieles en nuestra predicación a las nuevas generaciones?
Hay demasiado para hablar al respecto, pero en este artículo compartiré contigo cinco lecciones que han sido vitales para mí.
1) Procura tener a Cristo en el centro
El apóstol Pablo ejemplifica esto cuando escribe a la iglesia en Corinto: «Nada me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y Este crucificado» (1 Co 2:2).
Esto no significa que no podamos hablar de diversos temas en nuestra predicación. En la misma carta, Pablo habla de dones espirituales, de soltería, de la Cena del Señor y de otros asuntos. De igual forma, deberíamos hablar de cuestiones apremiantes para los jóvenes: cómo tomar decisiones; qué necesitan saber sobre la soltería, el noviazgo y el matrimonio; cómo aprovechar el tiempo y ser fructíferos para la gloria del Señor; etc. Y también deberíamos hablar de temas que son relevantes para los jóvenes, pero que ellos todavía no lo saben o no son de su interés.
Pero Pablo enseñó centrado en el evangelio, resaltando la obra de Cristo y cómo debemos vivir a la luz de esa realidad, y lo mismo deberíamos hacer nosotros (puedes ver a lo largo de 1 Corintios cómo lo hizo).
Solo cuando Cristo está en el centro de nuestra predicación podemos impactar a las nuevas generaciones para la eternidad.
El propósito de la predicación no es la simple transmisión de información, sino la transformación de nuestros oyentes
La mayor necesidad de los adolescentes y jóvenes es conocer a Cristo y atesorarlo cada día más. El evangelio es el único mensaje que traerá salvación a los perdidos y edificación a los convertidos. Es el mensaje que confronta y refuta tanto al legalismo como al libertinaje dentro y fuera de la iglesia. Es lo que cambia nuestra manera de ver la vida y cada asunto que abordemos.
Por lo tanto, debemos confiar en el poder del evangelio. Pero no solo eso, sino que también nuestra forma de predicar debe demostrar esa confianza. Así lo hacía Pablo, quien no dependía de técnicas de persuasión o sabiduría humana —como el entretenimiento o el buscar parecer geniales—, sino que dependía del Espíritu Santo (1 Co 2:4).
2) Procura contextualizar tu enseñanza
En nuestra época poscristiana, los jóvenes no saben qué significan en realidad muchas palabras que son comunes para los cristianos, como evangelio, justificación, pecado, santificación, bendición y muchas otras.
Para los jóvenes de afuera de la iglesia, hablarles en lo que sería «cristiañol» no les sirve de mucho, pues no entienden a qué nos referimos. Esto se puede deber a sus prejuicios o suposiciones sobre la fe. Pero lo mismo sucede también con los jóvenes de adentro de la iglesia, quienes suponen entender bien a qué se refieren muchas palabras que usamos, cuando en realidad tienen una comprensión superficial de estos conceptos por cuestión de costumbre.
Esto ilustra la importancia de contextualizar nuestro mensaje para nuestra audiencia. En el caso del vocabulario teológico, por ejemplo, debemos ofrecer a los jóvenes definiciones y expresiones abreviadas en sus propios lenguajes para que nuestra enseñanza sea entendible y pueda penetrar en sus corazones. (Por ejemplo, vuelve atrás en este artículo y mira cómo definí la palabra idolatría cuando la mencioné). Al mismo tiempo, esto les ayuda a entender cómo ellos pueden compartir el evangelio a otros jóvenes y puede animarlos a traer a sus amigos no creyentes a las reuniones de la iglesia.
Entonces, no asumas que los jóvenes saben a qué te refieres cuando usas un término teológico o hablas de una doctrina, pero tampoco les des una definición cargada de más lenguaje extraño para ellos. Tu meta no debe ser sonar intelectual, sino ser claro y accesible.
Predicar sin conocer el corazón de tu audiencia es disparar flechas sin saber dónde está el blanco al que debes apuntar
Por ejemplo, en el libro de Hechos, cuando Pablo predica el evangelio a los judíos, suele hablar del pecado como el quebrantamiento de la ley de Dios (cp. Hch 13:38-39). Pero cuando predica a los gentiles que no conocían la enseñanza del Antiguo Testamento —personas que no estaban familiarizadas con lo que decía la Biblia, como las nuevas generaciones—, él entonces solía hablar del pecado como idolatría, que es otra forma bíblica de hablar de este asunto (Hch 14:15-16).
Pablo buscó contextualizar su enseñanza y lo mismo debemos hacer nosotros sin abandonar la fidelidad a la Biblia. De lo contrario, es posible que los jóvenes no entiendan de qué estás hablando y cómo se aplica a sus vidas. Es como hacerles ver la película más hermosa de todos los tiempos en otro idioma… pero sin subtítulos para ellos. Creerás que les ayudas a disfrutar la película cuando en realidad ellos agradecerían entender mejor qué está pasando, lo cual nos lleva a nuestro tercer punto.
3) Procura conocer a los jóvenes
Necesitas conocer a los jóvenes y su visión del mundo lo suficiente como para saber cómo aplicar la enseñanza de la Biblia a sus vidas.
El propósito de la predicación no es la simple transmisión de información, sino la transformación de nuestros oyentes. Así que es importante entender las distintas narrativas de nuestra cultura actual —las formas en que los jóvenes entienden sus vidas y cómo deben vivir— apuntándolos a la verdad y ayudándolos a ver cómo el evangelio confirma aspectos de esas narrativas, pero al mismo tiempo cómo esas verdades los desafían con implicaciones prácticas. Sobre este asunto, por ejemplo, todo predicador debería estudiar el sermón de Pablo a los atenienses (Hch 17:16-34).
Conocer a los jóvenes requiere escucharlos con atención e involucrarnos en sus vidas más allá de que simplemente nos vean en un púlpito. Necesitas conocerlos profundamente en la medida de lo posible: las mentiras que han creído, sus dudas y temores, las cosas que anhelan, las historias que creen y dan por sentadas.
Predicar sin conocer el corazón de tu audiencia es disparar flechas sin saber dónde está el blanco al que debes apuntar. Tu flecha podrá ser muy bonita y el viento del Espíritu en Su soberanía siempre puede moverla para que llegue a donde Él quiere, pero eso no justifica la irresponsabilidad de no conocer a dónde apuntar.
4) Procura abordar las preguntas de los jóvenes
Una vez que entiendes la contextualización y conoces las dudas y preguntas de los jóvenes que escuchan tu predicación, ¿por qué no abordarlas de antemano mientras predicas? Pocas cosas pueden ser más persuasivas que esto. Transmite al oyente que tu mensaje en verdad es coherente y que realmente va dirigido a sus vidas.
En nuestros días, pocas personas hacen esto tan bien como el psicólogo canadiense Jordan Peterson cuando comunica sus argumentos desde su postura no cristiana. Esto ayuda a explicar por qué tantos jóvenes lo escuchan con expectativa. Pero esta forma de enseñar no es ajena a la Biblia. Esto es algo que Pablo nos modela en su carta a los Romanos.
Tu carácter y forma de vivir es la mayor apologética que puedes ofrecer de la autenticidad de tu predicación