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¿Qué es la interpretación alegórica de las Escrituras?

Todos hemos leído o escuchado la parábola del buen samaritano.

En Lucas 10:30-35, Jesús narró la historia de un hombre que iba de Jerusalén a Jericó, quien fue víctima de unos ladrones que lo atacaron con violencia y lo dejaron malherido en el camino. Pasaron junto a él un sacerdote y un levita, pero siguieron su camino. Luego apareció un samaritano que tuvo misericordia de él, curó sus heridas y pagó su alojamiento y provisión.

Un teólogo interpretó esta parábola así:

La víctima fue Adán, Jerusalén es la Jerusalén celestial, Jericó es la luna, los ladrones son el diablo y sus ángeles [caídos], el despojamiento del hombre es su pérdida de inmortalidad, el vendar sus heridas es la restricción del pecado, y el lugar de alojamiento es la iglesia.1

¿Qué pensarías de un pastor que interpreta dicha parábola de esta manera? Si tienes conocimiento de métodos de interpretación bíblica, seguramente quedarías perplejo, aún más al saber que esta interpretación es de Agustín de Hipona, el teólogo más influyente en la historia de la iglesia desde los tiempos de los apóstoles. Pero Agustín no fue el único que usó la interpretación alegórica con esta parábola. Ireneo de Lyon (siglo II d. C.) escribió lo siguiente:

El Señor encomendó Su persona al Espíritu Santo que había caído en manos de ladrones, de los cuales Él mismo tuvo compasión, y vendó sus heridas, dando dos denarios reales; para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado.2

¿Cómo llegaron a estas interpretaciones estos teólogos tan respetados en la iglesia? Esto se debe en gran medida a los criterios con que interpretaron las Escrituras. Para ellos hay un sentido literal en el texto sagrado, pero también hay uno espiritual, que se desprende del primero. El teólogo Orígenes de Alejandría argumentaba que los lectores con un enfoque alegórico deben buscar la importancia espiritual (o «real») de la letra.3 Por eso a este método hermenéutico se le llama interpretación alegórica.

Para comprender mejor esto y sus peligros, debemos hacer una diferencia entre una alegoría y la interpretación alegórica.

La alegoría y la interpretación alegórica

Algunos definen alegoría como una metáfora extendida; «una ficción mediante la cual una cosa representa o simboliza otra distinta».4 Funciona para ilustrar o transmitir una verdad personificando conceptos abstractos.

Un ejemplo de esto es el libro del puritano John Bunyan, El progreso del peregrino, que relata la historia alegórica de un cristiano que se dirige a la Ciudad Celestial. Puesto que esta no es una historia real, se debe leer como el libro pide ser leído: como una metáfora extendida de la vida cristiana. Otra alegoría es la historia que el profeta Natán narra al rey David para mostrarle su pecado de adulterio y homicidio (2 S 12:1-25).5

Este tipo de narraciones necesitan ser leídas no de manera literal, sino alegórica, es decir, reconociendo que cada elemento representa algo más. Nadie se quejará si lees un texto de forma alegórica cuando el autor mismo tenía la intención de escribir una alegoría (p. ej., la alegoría de Sara y Agar, Gá 4:24).

El problema surge cuando leemos de manera alegórica un texto, si el mismo se debe comprender en un sentido literal. Es aquí donde se encuentra la interpretación alegórica de la Biblia, ya que quienes defienden este método «creen que debajo de la letra o lo obvio, está el verdadero significado del pasaje».6 En otras palabras, la interpretación alegórica entiende que en el sentido literal de las Escrituras hay un sentido más profundo o mejor: el espiritual. Por tanto, el intérprete (con esto en mente), debe pasar del sentido llano del texto, al sentido oculto (divino) y más completo.

El peligro de esto no puede ser más claro: abre la puerta a toda clase de errores doctrinales y de interpretación, pues se pierde de vista entender lo que realmente dice el texto.

Ahora bien, ¿por qué algunos Padres de la iglesia abrazaron dicho método de interpretación? Sus intenciones no eran malas, ya que se enfrentaban a grupos que se proclamaban cristianos, pero que negaban la continuidad del Antiguo Testamento en el Nuevo.7 Así también hubo judíos que negaban que Jesús de Nazaret fuera el Cristo profetizado en las Escrituras hebreas.

Entonces, su motivo al adoptar la alegoría no fue otro que «la firme creencia de que el Antiguo Testamento era un documento cristiano… El método alegórico fue su medio principal para hacer del Antiguo Testamento un documento cristiano».8

Por lo tanto, si bien es cierto que a través de este método se han cometido muchos excesos, tampoco podemos acusar a estos hombres de malvados.

¿Qué aprendemos de todo esto?

En primer lugar, si bien el deseo de ver a Cristo en todas las Escrituras es noble, no debe llevarnos a violentar el contenido y contexto del texto bíblico. Hay maneras en que podemos relacionar el texto con Cristo sin necesidad de hacer un «aterrizaje forzoso en el Calvario».9

En segundo lugar, no debemos sucumbir ante la tentación de ser atractivos para ciertos grupos al comprometer nuestra interpretación de la Palabra, ya que eso nos conduce a todo tipo de errores de interpretación.

En tercer lugar, debemos interpretar las Escrituras de acuerdo con su género literario y no conforme a nuestras preferencias, ya que la alegorización abre las puertas de par en par a una subjetividad difícil de contener. Por ejemplo, el relato del buen samaritano se debe leer e interpretar como una parábola que contiene elementos de la vida cotidiana para enseñar sobre el amor y la misericordia al prójimo (Lc 10:25-37).

Recuerda el llamado a todo creyente, pero en particular a los que tenemos el privilegio y la responsabilidad de exponer la Escritura: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Ti 2:15).


1. Augustín de Hipona, Questions on the Gospels [Preguntas sobre los evangelios], 2.19. 

2. Ireneo de Lyon, Contra las herejías, III. 3. 

3. David Dawson, Christian Figural Reading and the Fashioning of Identity [La lectura cristiana alegórica y la construcción de la identidad] (Berkeley: University of California Press, 2001), p. 54. 

4. José Martínez, Hermenéutica bíblica (Barcelona: Editorial Clie, 1984), p. 68. 

5. Otra alegoría que Jesús narró fue la parábola del sembrador (Mr 4:1-20). Él no estaba hablando de diferentes tipos de tierras literalmente, más bien buscaba señalar las diversas maneras en que las personas recibían la Palabra en sus corazones. Tal como Él mismo la explicó. En Isaías 5, la profecía se contó como una alegoría. 

6. Harry Austryn Wolfson, Philo, Vol. I, p. 115. 

7. Por ejemplo, para Marción la Ley mosaica era opuesta totalmente al evangelio. Y por ende, rechazaba el Antiguo Testamento aceptando del Nuevo Testamento solo el Evangelio de Lucas y las epístolas de Pablo. 

8. Bernard Ramm, Protestant Biblical Interpretation [Interpretación bíblica protestante] (Baker Book House, Third Revised Edition), p. 29. 

9. Sugel Michelén, De parte y delante de Dios: Una guía de predicación expositiva, p. 117.


Rafael Riveros sirve como director académico en el Instituto Bíblico Teología para la Vida y enseña en distintos seminarios de Latinoamérica y los Estados Unidos, y dirige el congreso anual para jóvenes «Expuestos». Él y su esposa Adriana viven en la Ciudad de México y son miembros de la Iglesia presbiteriana El Redentor, en la Ciudad de México, donde Rafael sirve en la enseñanza. Puedes seguirlo en twitter.

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