Vida Cristiana
Cuando la maternidad se siente invisible
Muchas de las responsabilidades y tareas diarias de la maternidad pasan desapercibidas para el mundo exterior. Es habitual que las madres nos sintamos abrumadas y poco valoradas mientras mecemos a bebés inquietos, limpiamos lo que se ha derramado y corregimos el mismo mal comportamiento por enésima vez. Nadie sabe por lo que estoy pasando. Mi trabajo parece invisible.
En Occidente hay un gran impulso para validar a las madres y llamar la atención sobre la supuesta invisibilidad de la maternidad. Las apps sobre crianza realizan encuestas y publican informes sobre lo mucho que hacen las mamás. Las mamás blogueras (que nunca me han conocido) escriben que «me ven», y los memes me proclaman una «supermamá».
Cuando siento que mi labor es invisible o insignificante, me ayuda saber que otras mujeres han sentido lo mismo, y ciertamente aprecio las palabras de aliento. Pero como madre cristiana, debería saber mejor que nadie que nada de lo que hago es invisible. Todo lo que hago —o dejo de hacer— es plena y completamente conocido por Dios.
Dios lo ve todo
Por un lado, la omnipresencia y la omnisciencia de Dios deberían ser un gran consuelo para mí. Dios ve todo el trabajo duro, rutinario y abrumador que hago. Pero esta misma realidad también debería ser profundamente seria. Si Dios está conmigo cuando nadie más lo está, entonces también mira lo que nadie más mira. Si soy sincera, me gustaría que algunos de mis pensamientos y acciones permanecieran invisibles.
Todo lo que hago —o dejo de hacer— es plena y completamente conocido por Dios