Vida Cristiana
La maternidad no es martirio
Las narrativas contemporáneas sobre la maternidad pueden ser desalentadoras. Las redes sociales parecen sugerir que las madres no pueden tomar una ducha, hacer un estudio serio de la Biblia o salir a correr. Es normal y de esperar que nos escondamos de nuestros hijos en el armario. Además, ya que de todos modos estamos abrumadas con la maternidad, también podríamos tomarnos una copa de vino a las tres de la tarde.
Pero, al mismo tiempo, las madres glamurosas e influyentes de Instagram parecen volver a ponerse sus pantalones de antes del parto treinta segundos después de dar a luz y dirigir negocios de éxito sin esfuerzo. La expectativa de hacerlo todo y hacerlo todo «bien» puede resultar abrumadora cuando nos ponemos a leer una publicación tras otra con los últimos consejos:
- ¿Estás teniendo «tiempo para mí»? Es muy importante no perderte a ti misma.
- Si crías a tus hijos como los mayas, siempre serán serviciales e ingeniosos.
- No elogies demasiado a tus hijos.
- ¡Elógialos más!
- Asegúrate de que tu hijo ingresa al preescolar adecuado.
- Compra productos ecológicos o tus hijos tendrán todo tipo de problemas de salud.
El New York Times publicó recientemente un informe sobre estudios que revelan que los padres modernos están mucho más abrumados física, mental y emocionalmente de lo que estaban sus padres o abuelos. Una entrevistada dijo que eligió tener un hijo en vez de tres, como su propia madre, para asegurarse recursos suficientes para cosas como «actividades y clases particulares». En enero, el Centro para el Control de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC) de los Estados Unidos publicó nuevos datos de censo que «mostraban un fuerte descenso de las tasas de fertilidad en los últimos años, con la mayoría de las mujeres teniendo un promedio de 1,3 bebés y un porcentaje cada vez mayor dando a luz a los treinta y cinco años o más».
Nuestras narrativas importan
Parece que cada vez más mujeres (como yo) se sienten desanimadas con respecto a la maternidad. Deseo desesperadamente tenerlo todo controlado y criar hijos bien adaptados que se conviertan en adultos felices, sanos y exitosos. Pero a veces me siento tan abrumada que me dan ganas de refugiarme en la despensa con una chocolatina (sobre todo cuando mis tres hijos tienen un virus estomacal la misma noche. Descansa en paz, alfombra del primer piso).
La Biblia habla de la maternidad como un don, una corona y un gozo
Por supuesto, la maternidad es difícil y, en algunos casos, profundamente dolorosa. Es correcto, bueno y sabio compartir nuestras luchas de forma abierta y honesta con los demás, especialmente en el cuerpo de Cristo. Sería una locura pretender que hemos dominado la maternidad o que nuestros hijos han escapado al pecado original.
Sin embargo, muchas de nuestras frases enfatizan demasiado el dolor de la maternidad, excluyendo el placer. Insistimos en lo duro, abrumador, frustrante y doloroso que es ser madre. Si no tenemos cuidado, puede parecer que estamos equiparando la maternidad con el martirio. Pero la Biblia habla de la maternidad como un don, una corona y un gozo.
Las madres necesitan una historia mejor
Nuestros éxitos o sacrificios en la maternidad no deben ser lo que defina nuestra narrativa. Lo que debería cautivar nuestros corazones y nuestras mentes es una historia que, en última instancia, no se trata de nosotras, sino de Cristo, nuestro Redentor.
Como cristiana, necesito entender que no soy la heroína ni el centro de mi historia. La parte más triste de mi historia no es que estoy abrumada, olvidada y escupida. La parte más triste de mi historia es que estaba muerta en mis pecados. El clímax de mi historia no es cómo superé los desafíos para que mi hijo pudiera graduarse con honores. El clímax de mi historia es que mi Salvador fue obediente hasta la muerte para rescatar a un pueblo para Sí mismo.
Ver a Jesús como el Héroe de la historia desvía la atención —y la presión— de mis éxitos o sacrificios como madre. En lugar de tener que demostrarme a mí misma o a los demás que lo estoy logrando, puedo dejarme cautivar por lo que Cristo consiguió y por lo que sacrificó. Puedo seguir Su ejemplo buscando, por Su gracia, vivir una vida santa y sacrificada para Él. Cuando Cristo está siempre delante de mí, cuando mi historia forma parte de Su historia, las quejas y los lamentos parecen menos inevitables.
Cuando Cristo está siempre delante de mí, cuando mi historia forma parte de Su historia, las quejas y los lamentos parecen menos inevitables