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La tecnología y el diseño inteligente de Dios

Tengo muchos años trabajando en la industria de la Tecnología de Información. Cuando mis colegas se enteran de que soy cristiano, a veces me preguntan cómo puedo conciliar la idea de un universo creado con la ciencia evolutiva. Mi respuesta depende de quién me pregunte y del tiempo que tengamos para conversar, pero uno de los temas que me gusta proponer es la apariencia de diseño inteligente que tiene el universo.

Una de las dificultades que los materialistas enfrentan para sostener que el cosmos es producto de una evolución sin Diseñador, es la apariencia de diseño inteligente que el universo muestra. Esto es especialmente evidente en la presencia de información genética que reside y se transmite en los seres vivos de generación a generación.

Información genética

Los seres vivos están compuestos por diferentes tejidos, que a su vez se componen de células. Dentro del núcleo de cada célula existe una sustancia llamada ácido desoxirribonucleico (ADN) que contiene y transmite la información genética de generación en generación. De ahí que nosotros nos parecemos a nuestros padres, abuelos, o tíos; de ahí que nuestro médico de cabecera nos pregunta qué enfermedades han sufrido nuestros familiares, ya que hay mucha probabilidad de que nosotros hayamos heredado tanto alguna resistencia a enfermedades, como también debilidades o propensión a ciertas dolencias.

El ADN tiene como función principal almacenar toda la información necesaria para sintetizar, junto a otras moléculas —como el ARN—, las proteínas requeridas para el desarrollo de un organismo. La información del ADN se transmite en segmentos llamados genes, que forman una cadena estructurada de unidad funcional para el traspaso de rasgos hereditarios entre padres, hijos, y nietos.

¿Quién implantó allí esta información?

El reto de los materialistas es tratar de explicar razonablemente cómo es que la información genética se introdujo en los seres vivos.

Henry Quastler (1909-1963), científico austríaco y pionero en la rama de la teoría de la información aplicada a la biología, decía que “la creación de nueva información está habitualmente asociada con una actividad consciente”.[1] Esto significa que para que ocurra una nueva información, debe existir una fuente inteligente que la produzca. El problema del naturalista es que no puede explicar cómo, a partir de un montón de elementos químicos, puede producirse aleatoriamente nueva información inteligente.

Bill Gates, el fundador de Microsoft Corporation, decía que “el ADN es como un programa de computadora, pero mucho más avanzado que cualquier programa que nosotros hayamos podido crear jamás”.[2] La Tecnología de la Información (TI) es una industria que ilustra de manera evidente la necesidad de un ser inteligente detrás de un sistema tan complejo. Hoy día, los líderes del mercado de TI están invirtiendo muchos recursos para el desarrollo de “inteligencia artificial” (IA), para hacer más eficiente cierto tipo de tareas y servicios al cliente. El mismo nombre de IA denota que se requiere de la mano de un creador humano que diseñe un sistema capaz de responder e interactuar en un contexto de múltiples escenarios y posibilidades definidos por el programador.

Stephen Meyer (Ph. D. en Historia y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Cambridge), en su libro Signature in the Cell (“La firma en la célula”), dice que este principio nunca ha cambiado. La información que vemos en un programa de computadora, un jeroglífico, la página de un libro, o en las ondas radiales, siempre se origina en una mente inteligente.

Entonces el gran problema que la información genética presenta para los materialistas es el tipo de cambios requeridos para convertir un microbio a un hombre. El absurdo de la hipótesis evolucionista es explicar cómo del ADN de un reptil, por ejemplo, surge un ave, que requiere mucho mayor cantidad de información genética. ¿Cómo puede producirse nueva información en el ADN de un tejido para que evolucione a otro tejido más complejo? La segunda ley de la termodinámica contradice esa posibilidad. La única forma es que alguien externo diseñe con propósito esta información de manera precisa, para que dé lugar a un organismo más complejo.

¿Cómo es que la materia, moviéndose y cambiando sin propósito alguno, pudo producir tanta información de tan alta complejidad y precisión? No es suficiente con explicar que el ADN pudo haberse unido en los diferentes hilos de información por pura casualidad; los evolucionistas también deben explicar todo el sistema necesario para interpretar el ADN. En otras palabras, no es suficiente explicar cómo letras aleatorias cayeron por casualidad en orden para formar Y-O-A-M-O-A-M-I-P-A-D-R-E. ¡Estas letras no tienen ningún significado a menos que tengamos un lenguaje preexistente para interpretarlas! “Yo amo a mi padre” es una oración con significado, pero solo para el que entiende español. El origen de esa información es un punto débil en la teoría de la evolución sin Diseñador.

Un mensaje inteligente de un diseñador intencional

Si vas caminando por la playa y te encuentras en la arena un trazado en forma de corazón con el mensaje: “María, te amaré siempre; José”, no pensaríamos que esto fue una obra fortuita creada por el efecto de las olas o del viento. Cualquiera puede concluir que ese mensaje fue escrito por un ser inteligente, y que tenía un propósito.

Todos sabemos que, para diseñar un programa o aplicación computacional, necesitamos a un programador. Cuando vemos información, especialmente digital, siempre podemos verificar que hubo una mente inteligente que trabajó para introducirla allí. Así que cuando encontramos información en lo más fundamental de la vida —que es una célula—, podemos argumentar que existió un diseño inteligente. En toda la experiencia científica no conocemos otra manera en que la información sea comunicada y almacenada, a menos que sea por medio de una inteligencia que ha creado los medios, la estructura, y el protocolo de comunicación para colocarla allí.

Por esa razón, científicos hoy en día ponen en duda tanto la teoría de la evolución de las especies propuesta por Darwin, como cualquier otro tipo de teoría evolucionista. No es posible que la compleja información contenida en las células pueda existir a menos que un ser inteligente la haya colocado allí. Ese ser inteligente, de acuerdo a la Biblia, se llama Jesucristo. A través de Jesús, Dios quiere darte un mensaje intencional. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (Jn. 1:3).  


[1] Henry Quastler, The Emergence of Biological Organization (New Haven, CT: Yale University Press, 1964), 16.

[2] Bill Gates, The Road Ahead (London: Penguin, Revised 1996), 228.

Editors’ note: 

Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.


Arturo Pérez es miembro del board de directores de Knox Theological Seminary donde obtuvo su grado de Maestría en Estudios Bíblicos y Teológicos. Es autor de ¡El problema soy yo!: Mi lucha con el pecado, la ley que me acusa, y el evangelio que me libera (Xulon Press, 2022), Síntesis del Antiguo Testamento (Xulon Press, 2014) y Síntesis del Nuevo Testamento (Xulon Press, 2012). Como vocación profesional, Arturo es Ingeniero Industrial enfocado en la Industria de Tecnología y ha estado trabajando en Microsoft Corp por los últimos 25 años. Vive en el sur de la Florida junto a su esposa Jeannie y su hija Priscilla, sirviendo en la iglesia de su comunidad. Puedes encontrarlo en LinkedInTwitter o en su blog www.lex-evangelium.com

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