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Lectura de Hoy

21-09-2024

DEVOCIONAL

Devocional: 2 Corintios 10

Dentro del mundo evangélico occidental, hay una gran cantidad de jactancia. A veces es tan flagrante, que resulta repulsivo para las personas serias. Muchas veces, sin embargo, es muy sutil y potencialmente subversivo. Probablemente, todos somos culpables de ello en algunas ocasiones.

Tras una primera lectura, da la sensación de que Pablo, en 2 Corintios 10, también está jactándose, una palabra que se repite en los últimos cuatro capítulos de este libro. De hecho, los temas que trata este capítulo son extraordinariamente complejos. Aquí sólo puedo mencionar unos cuantos.

(1) El tono de 2 Corintios 10-13 hace que esta sección destaque del resto del libro. Puede que a Pablo le haya llegado más información sobre la situación en Corinto. Sea cual sea el caso, los críticos en Corinto están menospreciando al apóstol por varios motivos. Dicen que es débil y tímido en persona, mientras que en sus cartas asume aires de poder y autoridad cuando está ausente (10:1,10). En una época en la que la imagen y la retórica eran muy importantes, decían: “Sus cartas son duras y fuertes, pero él en persona no impresiona a nadie, y como orador es un fracaso” (10:10). Se pasaban el tiempo felicitándose unos a otros en un sistema de mutua aprobación y cartas de referencia (10:12). El próximo capítulo refleja aún más elementos de este aluvión de críticas que a Pablo le tocó soportar.

(2) Lo que hay detrás de esto es una postura hacia la jactancia que es la antítesis de todo lo que Pablo valora. Un cierto estilo de autopromoción, de confianza en el conocimiento y la retórica de uno, de pertenecer al grupito exclusivo, conspira para construir una camarilla de egos. Sin duda, algunos de ellos se sentían amenazados por Pablo, pero independientemente de sus motivaciones, tenían la costumbre de desprestigiarlo. Esto lo colocaba en una posición muy complicada. Si no decía nada, se arriesgaba a perder la confianza de toda la iglesia; pero si desplegaba sus credenciales para responder a estos ataques, caería en la misma falta moral que aquejaba a sus enemigos.

(3) En la respuesta inicial a este dilema, Pablo hace tres cosas. (a) Efectúa una distinción cuidadosa entre sus valores y los valores del mundo, entre sus armas y las “armas del mundo” (10:2,4), y les advierte de que en su próximo viaje a Corinto, a pesar de la caricatura que ellos presentan de su presencia, él está dispuesto a administrar un castigo (10:6). (b) Insiste en que el ejercicio de su autoridad ha sido por el bien de ellos y no para su propia ganancia o promoción (10:7-11). (c) Sutilmente, les recuerda a los corintios que ellos son creyentes debido a su ministerio (10:12-16), a la vez que insiste en que la jactancia correcta para los cristianos es gloriarse en el Señor (10:17-18).


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Devocional: Ezequiel 24

La segunda parte de Ezequiel 24 (Ezequiel 24:15-27) es quizás el pasaje más desgarrador de todo el libro. Hemos visto en Ezequiel al profeta fiel, al testigo firme de la verdad de Dios, al hombre preparado para representar extraordinarias parábolas cargadas de simbolismo. Hoy veremos al Ezequiel marido. Observemos lo siguiente:

(1) Se nos da una pequeña pista de lo que su esposa significaba para él en la expresión que Dios utiliza: “la mujer que te deleita la vista” (24:16). Si el profeta tenía treinta años en el quinto año del exilio (1:1-2), ahora en el noveno (24:1) no tendría más de treinta y cuatro o treinta y cinco, y probablemente su esposa no fuese mayor. Ezequiel no es el único líder del pueblo de Dios que sufrió una pérdida personal devastadora. Aquí, el Señor le avisa del golpe que sufrirá (saberlo de antemano es a la vez una bendición y una agonía), pero también le ordena que no muestre públicamente su pesar: su silencio en esta ocasión, en una sociedad conocida por sus expresiones de dolor, se convierte en otro acto profético simbólico.

(2) Casi podemos sentir lo duro de esta restricción en las lacónicas palabras: “Por la tarde murió mi esposa. A la mañana siguiente hice lo que se me había ordenado” (24:18, cursivas añadidas). Su silencio puede entenderse como insensibilidad, pero no es así en este caso. El pueblo sabe qué clase de hombre es y discierne que esta entereza total lleva consigo un mensaje para ellos (24:19).

(3) Ezequiel comunica al pueblo el significado de su silencio (24:20- 24). El deleite de sus ojos, el deseo de su corazón, aquello en lo que aún tienen depositada su confianza, es la ciudad de Jerusalén. Creían que Dios irrumpiría desde allí para rescatarlos. Sin embargo, la perderán, tal como el profeta ha perdido a su mujer. Cuando ocurra, no deben llorar más de lo que lo ha hecho Ezequiel por la muerte de su esposa.

¿Qué significa esto? (a) Algunos creen que se trata de una condena del pueblo: ellos son tan crueles e insensibles que no se molestarán en llorar la pérdida de la ciudad. Esta interpretación no concuerda en absoluto con el conjunto del libro. (b) Otros piensan que la tragedia de la destrucción de Jerusalén es demasiado profunda como para que cualquier expresión de dolor sea apropiada. Es posible, pero el profeta no guarda silencio por la gravedad de su pérdida, sino porque Dios se lo manda. (c) Puede ser, entonces, que el Señor les esté ordenando no afligirse por la caída de la ciudad, ya que merecen sobradamente ese juicio (cp. 14:22-23; 1 Samuel 16:1).

En relación a 24:25-27, reflexionemos sobre 3:26-27 y 33:21-22.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

2 Samuel 17

Consejos de Ahitofel y de Husai

17 Ahitofel dijo también a Absalón: «Le ruego que me deje escoger 12,000 hombres, y esta noche me levantaré y perseguiré a David. Caeré sobre él cuando esté cansado y fatigado, le infundiré terror y huirá todo el pueblo que está con él. Entonces heriré al rey solamente, y haré volver a usted a todo el pueblo. El regreso de todos depende del hombre a quien busca; después todo el pueblo estará en paz». Y el plan agradó a Absalón y a todos los ancianos de Israel.

Entonces Absalón dijo: «Llame también ahora a Husai el arquita y escuchemos lo que él tiene que decir». Cuando Husai vino a Absalón, este le dijo: «Ahitofel ha hablado de esta manera. ¿Llevaremos a cabo su plan? Si no, habla». Y Husai dijo a Absalón: «Esta vez el consejo que Ahitofel ha dado no es bueno». Dijo además Husai: «Usted conoce a su padre y a sus hombres, que son hombres valientes y que están enfurecidos como una osa en el campo privada de sus cachorros. Su padre es un experto en la guerra, y no pasará la noche con el pueblo. Ciertamente, él ahora se habrá escondido en una de las cuevas o en algún otro lugar. Y sucederá que si en el primer asalto caen algunos de los suyos, cualquiera que se entere, dirá: “Ha habido una matanza entre el pueblo que sigue a Absalón”.

10 »Y aun el valiente, cuyo corazón es como el corazón de un león, se desanimará completamente, pues todo Israel sabe que su padre es un hombre poderoso y que todos los que están con él son valientes. 11 Pero yo aconsejo que todo Israel se reúna con usted, desde Dan hasta Beerseba, abundantes como la arena que está a la orilla del mar, y que usted personalmente vaya al combate. 12 Así que iremos a él en cualquiera de los lugares donde se encuentre, y descenderemos sobre él como cae el rocío sobre la tierra. De él y de todos los hombres que están con él no quedará ni uno. 13 Si se refugia en una ciudad, todo Israel traerá sogas a aquella ciudad y la arrastraremos al valle hasta que no se encuentre en ella ni una piedra pequeña». 14 Absalón y todos los hombres de Israel dijeron: «El consejo de Husai el arquita es mejor que el consejo de Ahitofel». Pues el SEÑOR había ordenado que se frustrara el buen consejo de Ahitofel para que el SEÑOR trajera calamidad sobre Absalón.

15 Después Husai dijo a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: «Esto es lo que Ahitofel aconsejó a Absalón y a los ancianos de Israel, y esto es lo que yo he aconsejado. 16 Ahora pues, envíen inmediatamente y avisen a David: “No pase la noche en los vados del desierto sino pase al otro lado sin falta, no sea que el rey y el pueblo que está con él sean destruidos”». 17 Y Jonatán y Ahimaas aguardaban en En Rogel. Una criada iría a avisarles y ellos irían a avisar al rey David, porque no debían verse entrando a la ciudad. 18 Pero un muchacho los vio y avisó a Absalón; así que los dos salieron rápidamente y fueron a la casa de un hombre en Bahurim que tenía un pozo en su patio, al cual descendieron. 19 Y tomando la mujer una manta, la extendió sobre la boca del pozo y esparció grano sobre ella, de modo que nada se notaba. 20 Entonces los siervos de Absalón fueron a la casa de la mujer y dijeron: «¿Dónde están Ahimaas y Jonatán?». Y la mujer les dijo: «Ellos han pasado el arroyo». Buscaron, y al no encontrarlos, regresaron a Jerusalén.

Absalón persigue a David

21 Después que los siervos se fueron, salieron del pozo, y fueron y dieron aviso al rey David, diciéndole: «Levántense y pasen aprisa las aguas, porque Ahitofel ha aconsejado así contra ustedes». 22 Entonces David y todo el pueblo que estaba con él se levantaron y pasaron el Jordán. Ya al amanecer no quedaba ninguno que no hubiera pasado el Jordán. 23 Viendo Ahitofel que no habían seguido su consejo, aparejó su asno, se levantó y fue a su casa, a su ciudad, puso en orden su casa y se ahorcó. Así murió, y fue sepultado en la tumba de su padre.

24 Al llegar David a Mahanaim, Absalón pasó el Jordán y con él todos los hombres de Israel. 25 Absalón nombró a Amasa jefe del ejército en lugar de Joab. Amasa era hijo de un hombre que se llamaba Itra, el israelita, el cual se había llegado a Abigail, hija de Nahas, hermana de Sarvia, madre de Joab. 26 Y acampó Israel con Absalón en la tierra de Galaad.

27 Cuando David llegó a Mahanaim, entonces Sobi, hijo de Nahas de Rabá, de los hijos de Amnón, Maquir, hijo de Amiel de Lodebar, y Barzilai el galaadita de Rogelim, 28 trajeron camas, copas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, semillas tostadas, 29 miel, cuajada, ovejas, y queso de vaca, para que comieran David y el pueblo que estaba con él, pues decían: «El pueblo está hambriento, cansado y sediento en el desierto».


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2 Corintios 10

Las armas del apostolado

10 Yo mismo, Pablo, les ruego por la mansedumbre y la benignidad de Cristo, yo, que soy humilde cuando estoy delante de ustedes, pero osado para con ustedes cuando estoy ausente, ruego, pues, que cuando esté presente, no tenga que ser osado con la confianza con que me propongo proceder resueltamente contra algunos que nos consideran como si anduviéramos según la carne.

Pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne. Porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo, y estando preparados para castigar toda desobediencia cuando la obediencia de ustedes sea completa.

Ustedes ven las cosas según la apariencia exterior. Si alguien tiene confianza en sí mismo de que es de Cristo, considere esto dentro de sí otra vez: que así como él es de Cristo, también lo somos nosotros. Pues aunque yo me gloríe más todavía respecto de nuestra autoridad, que el Señor nos dio para edificación y no para la destrucción de ustedes, no me avergonzaré, para que no parezca como que deseo asustarlos con mis cartas. 10 Porque ellos dicen: «Sus cartas son severas y duras, pero la presencia física es poco impresionante, y la manera de hablar despreciable». 11 Esto tenga en cuenta tal persona: que lo que somos en palabra por carta, estando ausentes, lo somos también en hechos, estando presentes.

12 Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos. Pero ellos, midiéndose a sí mismos y comparándose consigo mismos, carecen de entendimiento. 13 Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino dentro de la medida de la esfera que Dios nos señaló como límite para llegar también hasta ustedes. 14 Pues no nos excedemos a nosotros mismos, como si no los hubiéramos alcanzado, ya que nosotros fuimos los primeros en llegar hasta ustedes con el evangelio de Cristo.

15 No nos gloriamos desmedidamente, esto es, en los trabajos de otros, sino tenemos la esperanza de que conforme la fe de ustedes crezca, nosotros seremos, dentro de nuestra esfera, engrandecidos aún más por ustedes, 16 para predicar el evangelio aun a las regiones que están más allá de ustedes, y para no gloriarnos en lo que ya se ha hecho en la esfera de otro. 17 Pero EL QUE SE GLORÍA, QUE SE GLORÍE EN EL SEÑOR. 18 Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba.


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Ezequiel 24

La olla hirviente

24 Y vino a mí la palabra del SEÑOR en el año noveno, el mes décimo, a los diez días del mes: «Hijo de hombre, escribe la fecha del día, del día de hoy. Este mismo día el rey de Babilonia ha avanzado contra Jerusalén. Relata una parábola a la casa rebelde y diles: “Así dice el Señor DIOS:

‘Pon la olla, ponla, Y echa también en ella agua; Pon en ella los trozos, Todo trozo bueno, pierna y espalda; Llénala de huesos escogidos. -’Toma lo mejor del rebaño, Y apila también la leña debajo de ella; Hazla hervir a borbotones, Cuece también sus huesos en ella’.

”Porque así dice el Señor DIOS: ‘¡Ay de la ciudad sanguinaria, De la olla que tiene herrumbre, Cuya herrumbre no se le va! Trozo por trozo sácala, Sin echar suertes sobre ella. -’Porque su sangre está en medio de ella, La puso sobre la roca desnuda; No la derramó sobre la tierra Para que el polvo la cubriera. -’Para hacer subir el furor, Para tomar venganza, Yo he puesto su sangre sobre la roca desnuda, Para que no sea cubierta’. Por tanto, así dice el Señor DIOS: ‘¡Ay de la ciudad sanguinaria! Yo también haré grande el montón de leña. 10 -’Aumenta la leña, enciende el fuego, Hierve bien la carne, Mézclale las especias, Y que se quemen los huesos. 11 -’Luego pon la olla vacía sobre las brasas, Para que se caliente, Se ponga al rojo su bronce, Se funda en ella su inmundicia, Y sea consumida su herrumbre. 12 -’De tanto trabajo me ha fatigado la olla, Y no se le ha ido su mucha herrumbre. ¡Consúmase en el fuego su herrumbre! 13 -’En tu inmundicia hay lujuria. Por cuanto Yo quise limpiarte Pero no te dejaste limpiar, No volverás a ser purificada de tu inmundicia, Hasta que Yo haya saciado Mi furor sobre ti.

14 Yo, el SEÑOR, he hablado. Esto viene y Yo actuaré; no me volveré atrás, no me apiadaré y no me arrepentiré. Según tus caminos y según tus obras te juzgaré’, declara el Señor DIOS”».

Muerte de la mujer de Ezequiel

15 Y vino a mí la palabra del SEÑOR: 16 «Hijo de hombre, voy a quitarte de golpe el encanto de tus ojos; pero no te lamentarás, ni llorarás, ni correrán tus lágrimas. 17 Gime en silencio, no hagas duelo por los muertos; átate el turbante, ponte el calzado en los pies y no te cubras los bigotes ni comas pan de duelo». 18 Hablé al pueblo por la mañana, y por la tarde murió mi mujer; y a la mañana siguiente hice como me fue mandado. 19 Y el pueblo me dijo: «¿No nos declararás lo que significan para nosotros estas cosas que estás haciendo?». 20 Entonces les respondí: «La palabra del SEÑOR vino a mí, y me dijo: 21 “Habla a la casa de Israel: ‘Así dice el Señor DIOS: “Voy a profanar Mi santuario, que para ustedes es orgullo de su fuerza, encanto de sus ojos y deleite de su alma. Sus hijos y sus hijas que ustedes han dejado detrás, caerán a espada. 22 Harán como Yo he hecho; no cubrirán sus bigotes ni comerán pan de duelo. 23 Sus turbantes estarán sobre sus cabezas y su calzado en sus pies. No se lamentarán ni llorarán, sino que se pudrirán en sus iniquidades y gemirán unos con otros. 24 Ezequiel, pues, les servirá de señal; según todo lo que él ha hecho, ustedes harán; cuando esto suceda, sabrán que Yo soy el Señor DIOS”’.

25 ”Y tú, hijo de hombre, ¿no será que el día en que les quite su fortaleza, el gozo de su gloria, el encanto de sus ojos, el anhelo de su alma, y a sus hijos y a sus hijas, 26 en ese día el que escape vendrá a ti con noticias para tus oídos? 27 En ese día se abrirá tu boca para el que escapó, y hablarás y dejarás de estar mudo. Y servirás para ellos de señal, y sabrán que Yo soy el SEÑOR”».


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Salmos 72

Reinado del rey justo

Salmo a Salomón.

72 Oh Dios, da Tus juicios al rey,
Y Tu justicia al hijo del rey.
Juzgue él a Tu pueblo con justicia,
Y a Tus afligidos con equidad.
Traigan paz los montes al pueblo,
Y justicia los collados.
Haga el rey justicia a los afligidos del pueblo,
Salve a los hijos de los pobres,
Y aplaste al opresor.
Que te teman mientras duren el sol y la luna,
Por todas las generaciones.
Descienda el rey como la lluvia sobre la hierba cortada,
Como aguaceros que riegan la tierra.
Florezca la justicia en sus días,
Y abundancia de paz hasta que no haya luna.
Domine él de mar a mar
Y desde el Río Éufrates hasta los confines de la tierra.
Dobléguense ante él los moradores del desierto,
Y sus enemigos laman el polvo.
10 Los reyes de Tarsis y de las islas traigan presentes;
Los reyes de Sabá y de Seba ofrezcan tributo;
11 Y póstrense ante él todos los reyes de la tierra;
Sírvanle todas las naciones.
12 Porque él librará al necesitado cuando clame,
También al afligido y al que no tiene quien lo auxilie.
13 Tendrá compasión del pobre y del necesitado,
Y la vida de los necesitados salvará.
14 Rescatará su vida de la opresión y de la violencia,
Y su sangre será preciosa ante sus ojos.
15 Que viva, pues, y se le dé del oro de Sabá,
Y que se ore por él continuamente;
Que todo el día se le bendiga.
16 Haya abundancia de grano en la tierra, en las cumbres de los montes;
Su fruto se mecerá como los cedros del Líbano;
Que los de la ciudad florezcan como la hierba de la tierra.
17 Sea su nombre para siempre;
Que su nombre se engrandezca mientras dure el sol,
Y sean benditos por él los hombres;
Llámenlo bienaventurado todas las naciones.
18 Bendito sea el SEÑOR Dios, el Dios de Israel,
El único que hace maravillas.
19 Bendito sea Su glorioso nombre para siempre,
Sea llena de Su gloria toda la tierra.
Amén y amén.
20 Aquí terminan las oraciones de David, hijo de Isaí.

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