Los evangélicos siempre han creído en la gran necesidad de las confesiones de fe. Bien dijo el campeón de la Reforma, Martín Lutero: “Nada es entre los cristianos más conocido ni más usual que la aserción. Haz desaparecer las aserciones, y habrás hecho desaparecer el cristianismo”.
Algunas de las declaraciones de fe más conocidas dentro del campo protestante son La confesión de Augsburgo (1530), La confesión escocesa (1560), La confesión belga (1561), Los 39 artículos (1563), La segunda confesión helvética (1566), y La confesión de Westminster (1646).
Hoy queremos contestar la pregunta: ¿Por qué tener una declaración de fe? ¿Por qué son tan importantes las confesiones de fe? Aquí siete razones.
1. Una declaración de fe defiende las grandes verdades del evangelio
Las declaraciones de fe protegen las preciosas verdades que constituyen el meollo del evangelio bíblico, a saber, la naturaleza trina de Dios, el pecado humano, la doble naturaleza de Cristo, y su muerte expiatoria y resurrección literal al tercer día por amor a los impíos.
Las declaraciones de fe protegen las preciosas verdades que constituyen el meollo del evangelio bíblico
Estas verdades no negociables de nuestra profesión nos enseñan cómo podemos ser salvos y heredar la vida eterna. Desde los días del Credo niceno (325) en adelante, las declaraciones de fe cristianas han procurado entrelazar la doctrina de Dios con la soteriología (la doctrina de la salvación).
2. Una declaración de fe resume el eje central de las Escrituras
La Biblia es un libro complejo. Contiene más de 750,000 palabras. Se trata de un tomo de 66 libros con diferentes géneros literarios redactados a lo largo de 1,500 años.
Felizmente, las confesiones de fe sirven como una especie de resumen del libro de Dios. Simplifican todo lo que la Palabra de Dios nos enseña, extrayendo las verdades más fundamentales de la misma. En otras palabras, son una especie de reseña, ayudándonos a ver el cuadro completo de las Escrituras sin entrar en demasiados detalles.
3. Una declaración de fe nos protege de los falsos maestros
Tristemente, el Antiguo Testamento está repleto de advertencias acerca de los falsos profetas. Y encontramos más de lo mismo en el Nuevo. En los primeros siglos de la iglesia, varias sectas y falsas religiones querían acabar con el cristianismo. Algunos de las más prominentes fueron los ebionitas, los gnósticos, los apolinaristas, los arrianos, los modalistas, y los nestorianos. En los días de la Reforma, se levantaron los socinianos. Todas aquellas corrientes heréticas negaban una o varias verdades centrales de la fe cristiana.
En nuestros días, sucede exactamente lo mismo. Nos encontramos rodeados de falsos maestros. Algunos se han entregado a la mentira de la confesión positiva, convirtiendo al Todopoderoso en un simple títere puesto para satisfacer los caprichos de los “creyentes”. Por esta razón hay multitudes que ya no oran en humildad delante del Señor, sino que atan, desatan, declaran, y decretan con prepotencia. Otros enseñan una nefasta doctrina conocida como el evangelio de la prosperidad o la teología de la prosperidad, dando a entender que los más ricos son los que más fe tienen, y que si alguno está enfermo o pobre, es que le falta fe. Luego hay otros que apoyan el movimiento LGTB en el nombre del Dios del evangelio, levantando “iglesias” que celebran las relaciones homosexuales.
Ya que hay tantos engañadores, hace falta una buena confesión de fe para que sepamos cómo detectar a los falsos maestros. Como nos exhortó el apóstol Juan: “Amados, no crean a todo espíritu, sino prueben los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo” (1 Juan 4:1).
4. Una declaración de fe nos da identidad
Cuando estudiamos los grandes credos de la iglesia universal, como El credo niceno, El credo apostólico, o El credo de Calcedonia, y las confesiones de fe del protestantismo antes mencionadas, nos sentimos identificados con la iglesia universal del Señor Jesucristo. Vemos que la iglesia es un fenómeno mucho más grande que nuestra congregación local. Formamos parte de un cuerpo que goza de dimensiones internacionales e históricas. Es importante recordar que la iglesia no nació el día que se fundó nuestra asamblea local.
De esta manera aprendemos a tomar en serio las verdades no negociables por las cuales nuestros antepasados espirituales estuvieron dispuestos a derramar su sangre. Pensamos en los ejemplos de los mártires tempranos tales como los apóstoles, Policarpo, Justino, Ireneo, e Ignacio. Luego hay otros que arriesgaron sus vidas sin perderlas, como Atanasio, Wycliffe, y Lutero.
Incluso en siglos más cercanos al nuestro, Dios ha levantado a hombres valientes que fueron rechazados porque no querían negar la verdades centrales de la Palabra. Por ejemplo, Hendrik de Cock (1801-42) y Abraham Kuyper (1837-1920) en Holanda, Charles Spurgeon (1834-92) en Inglaterra, y Gresham Machen (1881-1937) en los Estados Unidos se vieron obligados a salir de sus respectivas denominaciones por causa de la teología liberal. Sufrieron mucho por su decisión, no obstante, sabían que es mejor sufrir por la verdad de Dios que disfrutar de una falsa paz religiosa.
Una declaración de fe nos ayuda a apreciar las doctrinas tan valiosas defendidas por los siervos de Dios a lo largo de los siglos.
5. Una declaración de fe nos ayuda a la hora de estudiar la Biblia
Una declaración de fe se trata de una excelente herramienta interpretativa a la hora de leer la Biblia. Nos sirve como una guía. Según Ireneo, hay que leer la Biblia a la luz de la analogia fidei (la analogía o la regla de la fe) porque la Escritura no puede contradecirse a sí misma. ¿Qué verdades están incluidas en la regla de la fe? Estas, por ejemplo: Dios es el Creador; Cristo es el Dios-hombre redentor; el Espíritu Santo es el que habló a través de los profetas y anunció todo lo relacionado con la muerte expiatoria y resurrección de Cristo; el Hijo de Dios ha de volver por segunda vez.
Si encontráramos algo en las Escrituras que negara alguna de estas verdades, sabemos que no hemos entendido bien el pasaje en cuestión. Gracias al legado de la Reforma protestante, podemos añadir cinco elementos más que tener en cuenta cuando interpretamos la Palabra de Dios, a saber, Sola Scriptura, la idea de que la Biblia es nuestra suprema norma de fe y conducta; Sola gratia y Sola fide, la verdad apostólica de que la salvación se recibe únicamente por medio de la fe, la cual es un regalo de la gracia de Dios; Solus Christus, la convicción de que no hay otro mediador entre Dios y los pecadores salvo Jesucristo, el objeto de nuestra fe (1 Ti. 2:5); y Soli Deo gloria, la gozosa noticia de que solamente Dios ha de recibir toda la gloria por sus poderosas obras de creación y redención.
Al movernos en este marco doctrinal evangélico, sabremos leer la Biblia con fidelidad al evangelio.
6. Una declaración de fe protege la membresía de la iglesia
Antes de recibir a cualquier prospecto miembro en nuestra congregación local, resulta necesario enterarnos de cuáles son sus creencias. Si la persona no está de acuerdo con las doctrinas cardinales del cristianismo, no puede formar parte de la membresía de la iglesia.
Ahora bien, habría que distinguir entre las verdades clave de la fe cristiana y las doctrinas secundarias (lo que los reformadores tacharon de adiaphora, esto es, asuntos de segunda importancia). Una declaración de fe debe de centrarse en lo esencial. ¿Qué podría ser un asunto adiaphora? Si los dones espirituales siguen vigentes o no. Si hay que celebrar la Santa Cena todos los domingos o no. Si Cristo vendrá antes o después del milenio. Si hay que cantar himnos o canciones más modernas en el tiempo de la alabanza congregacional, etcétera.
No hace falta que los prospectivos miembros sean teólogos de la talla de Wayne Grudem o John Frame, sin embargo, sí necesitan abrazar de todo corazón las doctrinas fundamentales del evangelio. Si alguno negase la Trinidad o la resurrección literal de Cristo, no puede tener parte alguna en la iglesia del Señor. Una buena declaración de fe protege la iglesia local.
7. Una declaración de fe resalta la importancia de la mente en el discipulado
En medio de una generación marcadamente posmoderna, casi se pasa por alto la esfera de la mente. Reinan las emociones. Estamos de acuerdo con Martyn Lloyd-Jones en que no estamos interesados en una “ortodoxia muerta”; sin embargo, tampoco queremos una fe basada en las nubes de las emociones humanas. Necesitamos recuperar la mente en el discipulado contemporáneo. Al fin y al cabo, Jesús no solamente nos llamó a amar a Dios con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas, sino también con toda nuestra mente (Mt. 22:37).
Una declaración de fe revela que la mente importa porque la verdad objetiva importa. Decir esto hoy en día es contracultural, ya que vivimos en la época del triunfo del subjetivismo. Un hombre de treinta y cinco años ahora puede declararse una niña de cinco años por el mero hecho de “sentir” que es así. Este es otro fruto más del podrido árbol del subjetivismo. Dios dice que la verdad objetiva cuenta para mucho, y hay ciertas verdades que tenemos que defender en vida y en muerte.
Otra muestra de esta falta de interés en la verdad objetiva es el avance del movimiento ecuménico donde millares de “iglesias” se unen por amor a la unidad socioreligiosa. No obstante, se olvidan de que la verdadera unidad de la iglesia no se basa en intereses políticos, sino en la verdad del evangelio. Como bien nos recordó Spurgeon, una unidad que no está fundamentada en las doctrinas no negociables de la fe cristiana es la unidad del infierno.
Una unidad que no está fundamentada en las doctrinas no negociables de la fe cristiana es la unidad del infierno.
La verdad objetiva y la mente humana tienen un papel imprescindible que desempeñar en nuestros días. De allí la gran necesidad de declaraciones de fe.
Conclusión
Nos hemos enfocado en siete argumentos para defender la utilidad de las confesiones de fe. Entonces, ¿por qué tener una declaración de fe? Porque…
- Defiende las grandes verdades del evangelio.
- Resume el eje central de las Escrituras.
- Nos protege de los falsos maestros.
- Nos da identidad.
- Nos ayuda a la hora de estudiar la Biblia.
- Protege la membresía de la iglesia.
- Resalta la importancia de la mente en el discipulado.