Memorias
El hombre como la imagen de Dios

Definición
La imagen de un Dios es una doctrina bíblica reveladora sobre el origen, la naturaleza y el propósito de la humanidad. Génesis 1:27 dice que Dios hizo al hombre «a imagen de Dios», lo que significa que a la humanidad se le concedió una semejanza particular a Dios.
Sumario
Así como Set llevaba la semejanza e imagen de su padre Adán (Gn 5:3), Dios hizo que Adán y Eva también llevaran su imagen y semejanza. La teología histórica con frecuencia ha fundado la imagen de Dios en la superioridad de la humanidad sobre las criaturas menores, debido a la racionalidad y espiritualidad dadas al hombre, en especial la capacidad del humano de conocer y adorar a Dios. Al reflexionar más, se nota que como «hombre y mujer», la humanidad lleva la imagen de Dios en una comunidad de amor. El énfasis en Génesis 1:26 sobre el dominio del hombre sobre las otras criaturas defiende la vicegerencia de la humanidad en la rendición de cuentas ante Dios. La reflexión del Nuevo Testamento sobre la imagen divina destaca que el hombre fue hecho para la comunión pactual con Dios en justicia y santidad. Mientras la caída ha estropeado la imagen de Dios, destrozando la justicia y la santidad en que fuimos creados por primera vez, Dios envió a su Hijo, Jesucristo, para redimir a la humanidad y restaurar la imagen de Dios «en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4:24).
En el centro de la enseñanza bíblica con respecto a la humanidad está la declaración de Génesis 1:27: «Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó». Génesis 1:26 registró información sobre la voluntad de Dios para la raza humana: «Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza». Tanto «imagen» como «semejanza» hablan del parecido. La palabra para «imagen» (heb. tselem) tiene el significado de algo que está tallado o cortado. «Conforme a Nuestra semejanza» hace casi el mismo punto, definiendo al hombre como parecido de Dios, pero sin divinidad. Juan Calvino explica que «el hombre se parece a Dios y que en él la gloria de Dios es contemplada, como con un espejo».[1] Las mismas palabras son utilizadas en Génesis 5:3 cuando Adán tiene un hijo: «Engendró un hijo a su semejanza». Así como Set se asemeja a su padre, así también Adán se asemeja a Dios.
La imagen de Dios en la naturaleza del hombre y sus relaciones
Cuando nos preguntamos cómo es que el ser humano tiene la imagen de Dios, una manera histórica de ver esto es citar la superioridad evidente del ser humano con la de seres menores. Algunos han identificado esta imagen y semejanza en que el humano camina erecto entre las bestias. El problema es que Dios no tiene un cuerpo, ya que «Dios es espíritu» (Jn 4:24).
Con nuestras facultades internas en mente, otra manera común de definir la imagen de Dios es por medio de los aspectos de la naturaleza humana que nos ponen claramente por encima del mundo animal. A través de los años, varios escritores han identificado diferentes facetas de la mente y espíritu que muestran similitud divina. Agustín propuso que la imagen de Dios reside en la memoria, entendimiento y voluntad del hombre, buscando de esta manera la Trinidad personificada de Dios.[2] Otros hablan de la conciencia de sí mismo del hombre y su personalidad, las cuales son de orden mayor que la de los animales. El hombre también posee un sentido de consciencia y realiza decisiones morales. Es más, el hombre es el único que, de entre las criaturas, alaba a Dios en conciencia espiritual, así como Salomón observó: Dios «ha puesto la eternidad en sus corazones» (Ec 3:11). Con la habilidad de una naturaleza que refleja la naturaleza divina, viene la responsabilidad de llevar a cabo nuestro fin principal como criaturas de Dios: «Glorificar a Dios, y gozar de Él para siempre».[3]
Después de haber dicho que Dios hizo al hombre a su imagen, Génesis 1:27 agrega algo significativo: «varón y hembra los creó». Esta declaración establece la igualdad fundamental entre hombre y mujer, porque ambos sostienen la imagen de Dios. Mientras la Biblia menciona diferencias entre el hombre y la mujer, y le da al hombre el liderazgo pactual en la casa y en la iglesia, nunca debemos pensar que este arreglo complementario resulta de que Dios tenga un concepto de inferioridad sobre la mujer. Más importante, notamos que mientras Dios hizo a las otras criaturas varón y hembra, Génesis 1 hace este punto solo de la humanidad, indicando que la imágen de Dios no solo debe ser vista como algo individualista, sino como algo comunal. Así como Dios mismo existe dentro de una comunidad amorosa —Padre, Hijo y Espíritu Santo viviendo en amor eterno y perfecto— la humanidad tiene la imagen de Dios, la cual se debe también ver reflejada en sus relaciones interpersonales en comunidad y amor.
El hombre como el vicegerente de Dios
Un resultado directo de que el ser humano tenga la imagen de Dios es el reinado al cual la humanidad es llamada: «Y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra» (Gn 1:26). El dominio humano tomó forma en el vicerreinado, lo que significa que la humanidad ejerce la autoridad de otro, es decir, de Dios el Creador.
Como servidores reales de Dios, el ser humano ha de gobernar en la tierra conforme a los estatutos y propósitos de Dios. Vinoth Ramachandra escribe: «Todos los humanos son llamados a representar la realeza de Dios por medio de toda la gama de vida humana en la tierra. El gobierno de Dios no es un reinado déspota, sino uno como el de la naturaleza amorosa de un padre bondadoso».[4] Los propósitos de Dios para la tierra incluye un cuidado que extiende su bendición y paz —constituyendo un llamado tanto para la conservación de la naturaleza y de la justicia social— al mantener los principios justos de su ley. El hombre debe tomar la bondad y abundancia de Dios como su ejemplo. Al tener la imagen de Dios y gobernar en su lugar, la humanidad debe hacer lo bueno en la tierra.
La imagen como comunión con Dios
Lo más significativo de todo es que la imagen de Dios en el hombre involucra nuestra creación para formar parte de una identidad en comunión con nuestro Creador. Vemos este énfasis cuando el Nuevo Testamento reflexiona en Génesis 1:26-27. Colosenses 3:10 habla de la gran restauración que ha tomado lugar en la salvación del cristiano cuando el nuevo hombre «se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de Aquel que lo creó». Es así como Pablo indica que el conocer a Dios es intrínseco a la creación del hombre a la imagen de Dios. Los animales no son conscientes de Dios. Ellos no buscan o alaban a su Creador. Pero la humanidad, dice Pablo, conoce a Dios porque Dios ha designado a la creación a revelarse a sus portadores de su imagen (Ro 1:19). Este aspecto clave de nuestra humanidad explica la exclamación de Jesús que «esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero» (Jn 17:3).
La idea bíblica del conocimiento involucra más que el de poseer información, pero también comunión y compañerismo. Vemos esto en las distintas maneras en que Dios comenzó a tratar con la humanidad versus su tratado con los animales. En Génesis 1:22, Dios pronunció su bendición sobre los peces y aves: «Dios los bendijo, diciendo: “sean fecundo y multiplíquense”». La misma bendición es dada a la humanidad pero con una diferencia crucial. Génesis 1:28 dice: «Dios los bendijo y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense”». La diferencia es vista en las palabras agregadas: «Dios… les dijo». Dios puso su bendición sobre los peces y pájaros, pero Dios bendijo al hombre por medio de una comunicación directa y personal designada para fomentar una vida de fe y amor.
Un segundo pasaje en el Nuevo Testamento añade a la imagen de Dios las ideas de justicia y santidad. Pablo dice en Efesios 4:24 que el creyente, «en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad». Así que además del conocimiento de Dios, la imagen de Dios requiere rectitud y santidad ante Él. El propósito de esta justicia y santidad, al igual que nuestro conocimiento de Dios, es con el propósito de una comunión eterna de amor con nuestro Creador. Con esto como base, la Confesión de Fe de Westminster da su definición de la imago dei: «Dios… creó al hombre, varón y hembra, con almas razonables e inmortales, dotadas con conocimiento, justicia, y verdadera santidad, a Su semejanza».[5]
Génesis 2:7 nos dice cómo Dios hizo a Adán: «El Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida». Dios hizo al hombre cara a cara para una relación pactual de compañerismo, comunión y amor. Esto se ve tanto en el principio como en el final de la Biblia. Como coherederos con Cristo, los cristianos reciben una herencia que consiste en el regalo que es Dios mismo. Apocalipsis 21:3 dice: «Él habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos». Apocalipsis 22:4-5 es más detallado, tomando imágenes directamente de Génesis 1: «Ellos verán Su rostro y Su nombre estará en sus frentes… porque el Señor Dios los iluminará».
Esta definición más completa que describe al humano como poseedor de la imagen de Dios tiene implicaciones importantes para la cosmovisión cristiana. Una de las preguntas principales que uno puede hacer es: «¿Quién soy?». La Biblia responde que somos criaturas vivas hechas por Dios para llevar su semejanza. El estampado de Dios es visto en nuestra naturaleza moral y espiritual, en nuestro amor común dentro de la comunidad, en nuestro dominio en el lugar de Dios y especialmente en nuestro llamado a comunicarnos con Dios en conocimiento y justicia. No hay nada que nos pueda dar una dignidad mayor, en humildad ante Dios —con un sentido de vocación y privilegio—, que darse cuenta de que somos criaturas diseñadas para conocer y ser conocidas por Dios, y para amar y ser amadas por nuestro Creador.
La imagen caída y restaurada
Pero el problema con la humanidad es que la imagen de Dios ha sido dañada por el pecado. Después que Adán y Eva rompieron su pacto con Dios, el Señor «expulsó al hombre; y al oriente del huerto del Edén puso querubines, y una espada encendida… para guardar el camino del árbol de la vida» (Gn 3:24). La humanidad creada como realeza de entre las criaturas, se convirtió en un sirviente de la tierra caída: «Y el Señor Dios lo echó del huerto del Edén, para que labrara la tierra de la cual fue tomado» (Gn 3:23).
La caída del hombre nos hace preguntar si la imagen de Dios ha sido perdida. La respuesta es tanto el sí como el no. Primero, la Biblia indica que el hombre caído mantiene la imagen de Dios en lo que a nuestro valor y dignidad respecta, la cual es la explicación que Dios da para revelar porque está prohibido el error de tomar la vida de un humano: «El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre» (Gn 9:6). Esta declaración fue hecha después de la caída, estableciendo la santidad de las vidas humanas pecadoras. Por otro lado, el hombre ha perdido el núcleo vital de la imagen de Dios manifestada en la forma de justicia y santidad al relacionarse con Él. El resultado del pecado, entonces, no ha sido la pérdida completa de la imagen divina, sino en su corrupción completa. Henri Blocher escribe:
«Debemos declarar dos cosas: que después de su rebelión, la humanidad sigue siendo la humanidad; pero que también la humanidad ha sido radicalmente cambiada, y que es solo una pobre sombra de sí misma. La humanidad sigue siendo la imagen de Dios, inviolable y responsable, pero se ha convertido en una imagen contradictoria, uno podría decir una caricatura, un testigo en contra suya».[6]
Una buena ilustración de la imagen de Dios en el hombre caído es la de un parabrisas de un automóvil que se ha roto. El cristal sigue allí, pero está tan dañado que ya no funciona bien. De la misma manera, cuando la humanidad cayó en pecado, nos hicimos culpables, alejándonos del Dios que todavía conocemos, y corrompidos en nuestros pensamientos y deseos. Siendo este caso, las facultades maravillosas que Dios nos ha dado son ahora empleadas para el servicio del pecado. Ya no vamos a reflejar el perfecto amor de la Trinidad en nuestras relaciones, puesto que ahora serán dañadas y destruídas por el amor a uno mismo en lugar del amor mutuo. Y a pesar de que todavía conocemos a Dios, nos rebelamos contra Él (Ro 8:7). En pocas palabras, la imagen de Dios ha sido distorsionada por la depravación total de modo que nuestra comunión perfecta con Él está perdida. Seguimos siendo criaturas designadas para conocer a Dios y responder ante Él en fe y alabanza. Pero ahora como seres humanos caídos, llevando la imagen de Dios, responden al conocimiento divino al insultar Su nombre y rebelándose en contra de Su gracia.
Esta situación grave después de la caída nos propone una pregunta final: ¿puede la imagen de Dios ser restaurada? Y si la original y gloriosa imagen de Dios puede ser restaurada, ¿quién es el que puede hacerlo?
La respuesta a esta que es la mayor de todas las preguntas es el tema principal de toda la Biblia, las buenas noticias de Jesucristo, el Hijo de Dios. Hay esperanza para nosotros en nuestro pecado por causa de la gracia de Dios, la cual completa su plan original para la creación. Jesús vino no solo para restaurarnos a nuestra virtud original, la cual fue perdida a través del pecado, sino para darnos la suya. Él cumplió la ley de Dios en nuestro lugar y luego ofreció su propia vida como sacrificio a la justicia de Dios para el perdón de nuestros pecados. Romanos 3:23-25 explica: «por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios. Todos son justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe».
Cristo vino no solo para reponer nuestro estatus ante Dios, sino también para restaurar la imagen de Dios dentro de nosotros por medio de la santificación. Entonces, el lenguaje de Génesis 1:27 se escucha en la enseñanza del Nuevo Testamento, el cual afirma que es por fe en Jesús que estamos siendo «renovados en el espíritu de [nuestra] mente… [para que] se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4:23-24). Por la gracia de Cristo y el poder del Espíritu Santo a quién manda, hemos nacido de nuevo a una vida que honra a Dios, restaurada a la imagen divina que es justa y santa. Pablo dice que es por la gracia que «todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria» (2 Co 3:18). Henri Blocher exclama:
«En Jesucristo, quien es el Hijo de Dios y la Imagen de Dios, somos restaurados en nuestra humanidad, como humanidad restaurada, como imágenes de nuestro Creador, y más que imágenes; nos volvemos hijos de Dios en Su Hijo, a través del vínculo del nuevo pacto».[7]
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Lauren Charruf Morris.
Notas al pie
1John Calvin, Sermons on Genesis Chapters 1-11, trans. Rob Boy McGregor (Edinburgh: Banner of Truth, 2009), 93.
2Citado de la obra de Philip Edgcumbe Hughes, The True Image: The Origin and Destiny of Man in Christ (Grand Rapids: Eerdmans, 1989), 17.
3Westminster Shorter Catechism, A1.
4Vinoth Ramachandra, The Message of Missions (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2003), 37.
5Westminster Confession of Faith, 4.2.
6Henri Blocher, In the Beginning: The Opening Chapters of Genesis (Leicester, UK: InterVarsity, 1984), 94.
7Ibid.
Lecturas adicionales
- Henri Blocher, In the Beginning: The Opening Chapters of Genesis (Leicester, UK: InterVarsity, 1984). A fine study of the theology of the first chapters of Genesis.
- David Closson, “What does it mean to be made in God’s image?” https://erlc.com/resource-library/articles/what-does-it-mean-to-be-made-in-gods-image. Una discusión profunda desde una perspectiva sistemática e histórica.
- Philip Edgcumbe Hughes, The True Image: The Origin and Destiny of Man in Christ (Grand Rapids: Eerdmans, 1989). Este libro proporciona un tratamiento más completo de la imagen de Dios y sus implicaciones para nuestra doctrina del hombre.
- Richard D. Phillips, The God of Creation: Truth and Gospel in Genesis 1 (Darlington, UK: Evangelical Press, 2018). Una exposición conservadora de Génesis 1 con un enfoque en su contribución a la teología de la creación y la redención.
- John Piper, “The Image of God: An Approach from Biblical and Systematic Theology,” Studia Biblica et Theologica, Mar. 1971. Una exposición detallada del tema desde un enfoque primordialmente bíblico-teológico.