Memorias

Perspectivas lapsarianas

Definición

La cuestión de los «puntos de vista lapsarianos» se conoce más formalmente como «el orden de los decretos de Dios». Aquí los teólogos buscan comprender la mente de Dios tal como se revela en las Escrituras sobre las relaciones lógicas o conceptuales entre Sus decretos eternos.

Sumario

Si bien la voluntad de Dios es una sola unidad, podemos considerar la secuencia lógica entre el decreto de Dios para una cosa en relación con otra. Después de la Reforma, hay cuatro puntos de vista principales. El orden arminiano busca enfatizar el libre albedrío humano en la salvación al negar que Dios decreta quién será salvo y quién no. El orden amiraldiano toma una posición mediadora entre la voluntad de Dios de que todos sean salvos y el decreto de Dios de que solo algunos lo serán. Los órdenes supralapsariano e infralapsariano enseñan que Dios predestina eternamente a las personas para la elección o la reprobación, pero difieren en si el decreto de la elección precede o sigue lógicamente al decreto de la caída.

Introducción

La doctrina del decreto de Dios refleja la soberanía, la eternidad y la omnipotencia de Dios, de modo que todo sucede «según el propósito de Aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad» (Ef 1:11). Sobre la base de esta idea, los teólogos han considerado la relación entre las cosas que Dios ha decretado. La frase «puntos de vista lapsarianos» señala que la controversia tiende a centrarse en la relación entre el decreto de Dios para salvar a algunas personas y el decreto de Dios para permitir la caída y condenar a los pecadores. Las opiniones lapsarianas no se refieren al orden temporal de los actos salvíficos de Dios en la historia, sino solo al orden lógico y la relación de los respectivos decretos eternos de Dios. El asunto no es sobre el orden en que sucedieron, sino sobre la relación causal y lógica en la mente de Dios cuando los decretó en la eternidad, en la medida en que esto se pueda discernir a partir de las Escrituras.

Algunos teólogos han criticado este intento de discernir un orden en los decretos eternos de Dios, tanto porque las Escrituras no son lo suficientemente claras sobre ello, como porque el esfuerzo en sí mismo está equivocado. El teólogo presbiteriano Robert L. Dabney señaló la unidad esencial del decreto de Dios: «El decreto de Dios no tiene sucesión; y para Él no tiene un orden sucesivo de partes», porque la voluntad de Dios es «una intuición infinita».1 Sin embargo, aunque se reconoce esta unidad de Dios, sigue siendo cierto que la Escritura habla del propósito de Dios al relacionar una cosa con otra. El teólogo suizo Francis Turretin, por lo tanto, concedió: «Dado que las cosas decretadas son múltiples y muy diversas y tienen una dependencia y subordinación mutua […] necesariamente debe concebirse algún orden en ellas».2

Desde la Reforma protestante, cuatro puntos de vista lapsarianos principales merecen ser revisados con atención: el orden arminiano, el orden amiraldiano, el orden supralapsariano y el orden infralapsariano.

El orden arminiano

Basado en su insistencia en la elección condicional, Jacobo Arminio (fall. 1609) ordenó los decretos de la siguiente manera:

  1. El decreto de Dios para crear el mundo.
  2. El conocimiento previo de Dios de la caída.
  3. El decreto de Dios de enviar a Su Hijo como Salvador para aquellos que se arrepientan, crean y perseveren.
  4. El decreto de Dios para proporcionar los medios para permitir el arrepentimiento y la fe.
  5. El conocimiento previo de Dios de qué individuos se arrepentirán y creerán.
  6. El decreto de Dios para salvar a los que creen, hacen buenas obras y perseveran, y para condenar a los que no lo hacen.

La principal crítica del orden arminiano es que, en puntos claves, la voluntad soberana de Dios es reemplazada por Su mero conocimiento previo de la voluntad humana. El resultado es que hace que Dios sea contingente: la voluntad del hombre es lo que finalmente decide quién es salvo y quién no. Este enfoque es contrario a la enseñanza bíblica de que la salvación finalmente resulta solo de la voluntad de Dios (Ro 9:1611:36). Los teólogos Joel Beeke y Paul Smalley escriben: «La elección eterna involucra la elección real de Dios de los individuos (Ro 9:15Ef 1:4), no simplemente la respuesta de la gracia de Dios a aquellos que lo elegirán (Jn 15:16)».3 Además, bajo el orden de Arminio, la muerte de Cristo no logró la redención de nadie, sino que simplemente hizo que la salvación estuviese disponible para todos. El teólogo reformado B. B. Warfield escribe que la cuestión clave es «si la gracia salvadora de Dios, el único lugar donde hay salvación, realmente salva».4 El esquema arminiano responde de manera no bíblica que no.

El orden amiraldiano

Una segunda perspectiva lapsariana busca mediar entre el universalismo del arminianismo y la enseñanza bíblica de la predestinación. Llamado así por Moisés Amyraldo (fall. 1664), el amiraldismo organiza el orden de los decretos de Dios para apoyar un universalismo hipotético. Aquí, Dios decretó que Cristo moriría por todos los hombres y luego decretó la elección de solo algunos hombres caídos para creer y ser salvos. La perspectiva amiraldiana sigue esta progresión:

  1. El decreto de Dios para crear el mundo y (todos) los seres humanos.
  2. El decreto de Dios de que (todos) los seres humanos caerían.
  3. El decreto de Dios para redimir a (todos) los seres humanos por la obra de la cruz de Cristo.
  4. La elección de Dios de algunos humanos caídos para la salvación (y la reprobación de los demás).
  5. El decreto de Dios para aplicar los beneficios redentores de Cristo a los elegidos.5

El amiraldismo se llama «universalismo hipotético» porque ve a Dios decretando la redención para todos antes de Su decreto de elegir solo a algunos. El objetivo es presentar a Dios como un universalista en Su deseo salvador y a la vez honrar el particularismo de la elección y la salvación solo por la fe. Sin embargo, este esquema representa a las Personas de la Trinidad trabajando con propósitos opuestos: el Hijo muere por todos, mientras que el Padre y el Espíritu eligen y aplican la salvación solo a algunos. Warfield pregunta: «¿Cómo es posible afirmar que Dios entregó a Su Hijo para morir por todos los hombres, por igual e indistintamente; y al mismo tiempo declarar que cuando dio a Su Hijo para morir, ya tenía plenamente la intención de que Su muerte no sería de provecho para todos los hombres?».6

Supralapsarianismo e infralapsarianismo

El tercero y cuarto puntos de vista lapsarianos son los únicos enfoques aprobados por los grandes concilios posteriores a la Reforma, el Sínodo de Dort y la Confesión de Fe de Westminster. Tanto el orden supralapsariano como el infralapsariano reflejan la fuerte particularización de la Biblia en la elección, la obra expiatoria de Cristo y la aplicación del Espíritu de la salvación a través de la fe. (El infralapsarianismo a veces se denomina sublapsarianismo, lo que significa que el decreto de la elección está «por debajo» del decreto del pecado). La diferencia entre ellos —reflejada en sus nombres— se refiere a si el decreto de la elección precede o sucede lógicamente al decreto de la caída. Ambos puntos de vista enseñan que Dios escogió incondicionalmente a los elegidos, y que la reprobación involucra la voluntad soberana de Dios y el castigo merecido por el pecador.

El orden supralapsariano ordena los decretos de Dios con un énfasis primario en la voluntad de Dios de glorificarse a Sí mismo por la salvación misericordiosa de los elegidos y la justa condenación de los réprobos. Por lo tanto, la predestinación de Dios se considera anterior a (o «por encima de») todos los demás decretos, de modo que la creación, la caída y la redención están subordinadas a este gran propósito. Bajo este punto de vista, el orden de los decretos de Dios se organiza de la siguiente manera:

  1. El decreto de Dios de predestinar a los elegidos a la vida eterna, con Cristo como su cabeza, y de predestinar a los réprobos a la condenación por sus pecados, todo para alabanza de Su gloria.
  2. El decreto de Dios de crear el mundo.
  3. El decreto de Dios de permitir la caída de la humanidad.
  4. El decreto de Dios de enviar a su Hijo y Espíritu para salvar a los elegidos.

Una ventaja de la perspectiva supralapsariana es que honra plenamente el lenguaje bíblico que describe a Dios predestinando a los elegidos independientemente de cualquier condición o calificación en ellos. También proporciona una relación unificada de causa y efecto a los decretos de Dios como un todo, y cada elemento encuentra su razón de ser en lo que le precede. En particular, el decreto de Dios de la caída se explica en el decreto antecedente de elección/reprobación.

Los críticos del supralapsarianismo argumentan que al colocar el decreto de la elección/reprobación antes del decreto de la caída, presenta a Dios escogiendo personas para condenación eterna sin la consideración previa de la justicia divina. Turretin entrega la queja clásica: «Sobre esta hipótesis, el primer acto de la voluntad de Dios hacia algunas de Sus criaturas se convierte en un acto de odio, en la medida en que Él quiso demostrar Su justicia en la condenación de ellas (antes de que estas fueran consideradas en pecado, y en consecuencia antes de que fueran dignas de odio)».7 Es sobre esta base, —que sin un decreto previo de pecado, un Dios amoroso no habría decretado la reprobación para algunas de Sus criaturas—, que la mayoría de los eruditos reformados sostienen el punto de vista infralapsariano. Turretin se queja así de que el supralapsarianismo afirma «que la creación y la caída son los medios de la elección y reprobación», de modo que «podría decirse que Dios creó a hombres que destruiría».8 Para evitar esta ofensa percibida, el infralapsarianismo ordena los decretos de tal manera que la elección ocurre lógicamente después del decreto de la caída:

  1. El decreto de Dios de crear el mundo para Su gloria.
  2. El decreto de Dios de permitir la caída.
  3. El decreto de Dios de elegir a ciertas personas caídas para la salvación por la gracia en Cristo, y reprobar a otros para una justa condenación.
  4. El decreto de Dios de enviar a Cristo y al Espíritu para salvar a los elegidos.

Los supralapsarios defienden su ordenamiento del decreto, primero, negando que su punto de vista no dé cuenta de la justicia divina. Geerhardus Vos distingue entre la base legal y decretal de la reprobación, de modo que mientras el decreto de reprobación de Dios precede al decreto de la caída, la condenación real de los pecadores involucra ambos:

El supralapsariano dice: La base legal por la que los hombres perecen radica en el pecado que deliberadamente cometen dentro del tiempo. Nadie perece sino por su propio pecado. Pero esto mismo no puede ocurrir sin el permiso del decreto de Dios. Por tanto, este permiso, es decir, la predestinación de Dios, es el fundamento supremo de la realidad del perecer, aunque no el fundamento jurídico.9

Una segunda defensa del supralapsarianismo se hace a partir de declaraciones directas en las Escrituras. En Romanos 9:15, Pablo responde a las acusaciones de injusticia en la predestinación, no argumentando que los réprobos merecen su castigo por su caída anterior, sino únicamente apelando al decreto soberano de Dios: «Tendré misericordia del que Yo tenga misericordia, y tendré compasión del que Yo tenga compasión». Cuando Romanos 9:19 pregunta cómo se puede culpar a Faraón cuando Dios decretó su dureza de corazón, Pablo no responde diciendo que Faraón fue cómplice de su pecado, sino señalando la libertad soberana de Dios para hacer de cada criatura lo que desea para Su propia gloria: «¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario?» (Ro 9:21). En resumen, Pablo da respuestas supralapsarianas a la pregunta de la injusticia en la predestinación. Efesios 3:9-10 describe además la creación como resultado de la voluntad previa de Dios de mostrar Su gracia en los elegidos: «Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales» (RV1960).

Una tercera defensa del supralapsarianismo señala que el decreto de Dios de elegir o reprobar a los ángeles se llevó a cabo sin referencia a un decreto previo de su caída, ya que los ángeles elegidos nunca cayeron en pecado. Por implicación —dado que Dios decretó la reprobación de los ángeles condenados sin un decreto previo de su caída—, la acusación de que tal arreglo pone en tela de juicio la justicia de Dios no puede sostenerse bíblicamente.

A pesar de estas respuestas, el orden infralapsariano busca reflejar la relación histórica entre el pecado y la salvación. Al sostener que ver a Dios decretando la elección/reprobación antes de su decreto de la caída sugiere una soberanía arbitraria, el infralapsarianismo enfatiza que la gracia de Dios se otorga únicamente a los pecadores que merecen Su ira. No obstante, para honrar la clara enseñanza bíblica de la soberanía absoluta de Dios (Ro 11:36), el infralapsariano debe unirse al supralapsariano al atribuir la elección y la reprobación en última instancia a la libre y soberana voluntad de Dios. Louis Berkhof señala: «En última instancia, [el infralapsariano] también debe declarar que [la reprobación] es un acto del soberano beneplácito de Dios, si quiere evitar el bando arminiano».10 Los supralapsarianos señalan además que, en el esquema infralapsariano, no se puede dar ninguna razón lógica para el decreto de la caída. Berkhof escribe: «no puede dar una respuesta específica a la pregunta de por qué Dios decretó crear el mundo y permitir la caída»,11 si Dios no hubiera decretado previamente Su gloria en la elección/reprobación.

Al distinguir entre supralapsarianismo e infralapsarianismo, se debe observar dos comentarios finales. El primero es que, si bien sus distinciones son dignas de debate, no son motivo suficiente para la división o la lucha indebida entre ambos. En segundo lugar, el debate mismo puede involucrar un intento de racionalizar la voluntad de Dios más allá de lo que la Escritura justifica. Herman Bavinck advierte: «Ni la visión supralapsariana ni la infralapsariana de la predestinación es capaz de incorporar dentro de su perspectiva la plenitud y riquezas de la verdad de las Escrituras, y de satisfacer nuestro pensamiento teológico».12 De este modo, aquellos que debaten este interesante tema honrarán a Cristo al tratar de producir más luz y menos calor que lo que ha sido a menudo el caso hasta ahora.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Isaac Gutierrez.


Notas al pie

1R. L. Dabney, Systematic Theology (Banner of Truth, 1985), p. 233.
2Francis Turretin, Institutes of Elenctic Theology, 3 vols. (P&R Publishing, 1992), 1:417.
3Joel R. Beeke y Paul Smalley, Reformed Systematic Theology, Volume 1: Revelation and God (Crossway, 2019), p. 1025.
4Benjamin B. Warfield, El plan de salvación (Grand Rapids, Eerdmans, 1955), p. 23.
5Robert L. Reymond, Una nueva teología sistemática de la fe cristiana (Editorial Doulos, 2023), p. 476.
6Warfield, Plan de Salvación, p. 94.
7Turretin, Institución, 1:418.
8Ibíd.
9Geerhardus Vos, Dogmática Reformada, 5 vols. (Editorial Tesoro Bíblico, 2017), 1:154.
10Louis Berkhof, Teología Sistemática (Libros Desafío, 1995), pp. 122-24.
11Ibíd., p. 121.
12Herman Bavinck, Dogmática Reformada, 4 vols. (Clie, 2023), 2:391.

Lecturas adicionales

  • Louis Berkhof, Teología Sistemática (Libros Desafío, 1995). Berkhof proporciona un resumen detallado de los problemas, poniéndose ligeramente del lado del supralapsarianismo.
  • Kevin DeYoung, Introducción teológica: Supralapsarianismo e Infralapsarianismo (en inglés). Este artículo es un resumen breve pero perspicaz de los temas involucrados en el debate lapsariano, tomando el lado del infralapsarianismo.
  • Robert L. Reymond, Una nueva teología sistemática de la fe cristiana (Editorial Doulos, 2023). Reymond adopta un punto de vista supralapsariano fuerte, brindando quizás su defensa más completa y cuestionando seriamente el infralapsarianismo. Un extracto que resume las posiciones se puede leer en esta lectura.
  • R. C. Sproul, La doble predestinación (en inglés). Sproul resume los problemas y advierte contra los peligros de las perspectivas extremistas.
  • Benjamin B. Warfield, El plan de salvación (Grand Rapids, Eerdmans, 1955). Un estudio de clase del orden de los decretos de Dios. Warfield maneja el asunto desde una perspectiva amplia, brindando un tratamiento extenso de los puntos de vista arminiano y amiraldiano, y ubicándose fuertemente del lado del infralapsarianismo.

Descargar Memoria

Acerca del Autor

0.00 avg. rating (0% score) - 0 votes
Mostrar Más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Verifique también
Close
Back to top button