UNA ALEGORÍA ENCANTADORA SOBRE LOS PELIGROS DEL MUNDO VIRTUAL
A través de los artículos de las ediciones anteriores, visualizamos los efectos sobre la primera infancia del uso excesivo de las pantallas, posteriormente, reflexionamos sobre el cuidado excesivo en el mundo real y el descuido en el mundo virtual. Ahora nos centraremos sobre los peligros en el mundo virtual, finalizando con recomendaciones para que nuestros hijos crezcan sin estorbo.
¿Dispositivos a partir de qué edad?
Esta es la pregunta obligada cada vez que doy charlas sobre estos temas. Sin demasiada anestesia digo que la respuesta dependerá del sexo del menor:
a – Si es niño, digo que se le puede entregar smartphone el día que esté preparado para encontrarse con material de pornografía violenta.
b – Si es niña, digo que se le puede entregar smartphone el día que esté preparada para elaborar material que le genere ansiedad, angustia, depresión y autolesiones.
Evidentemente, esta es una respuesta irónica, aunque las estadísticas indican que así lo será. Se romantiza el uso del dispositivo pensando que solamente se utilizará para tareas loables, comunicación con los padres, pagos virtuales, estudios, mejorar su inglés, entre otras. Pero lejos de esto, una cosa lleva a la otra, e indefectiblemente el niño se cruzará con este tipo de contenido. Por el lado de las empresas creadoras de contenidos, aplicaciones y juegos no podemos esperar que ellos cuiden de nuestros niños y por nuestro lado, no somos omnipresentes, no podemos controlar todo lo que navega, juega, habla, o a quién sigue. Los controles parentales, aplicaciones que limitan el contenido, son vulneradas todo el tiempo. Entonces, no es lo mismo atravesar un berrinche, angustia, discusión o enojo donde el niño tiene que obligatoriamente elaborarlo y posteriormente resolverlo con el apoyo de los padres, que pasar por ello pero con el consejo de algoritmos que deciden qué ver y aconsejados con los principios y valores de influencers que básicamente buscan monetizar contenido en base al incremento de seguidores.
Insisto en que es innecesario exponerlos a temprana edad a «más de 100 peligros en internet» que detalladamente Manus Hanratty[1] describió en un completo listado compuesto de categorías tales como, contenido explícito, depredadores online, grooming,[2] cyberbullying, adicción, entre otros.
Los habitantes del bosque
Me gusta graficar el diverso ecosistema cibernético como si se tratara de un bosque, un bosque medieval, ilustrado con lujo de detalle en la literatura occidental. Hoy, lo visualizamos a través de los cuentos suavizados y adaptados para la literatura infantil. Suavizados, porque sus versiones originales eran ciertamente más crueles. ¿Quién no conoce Caperucita Roja, Blancanieves, Ricitos de Oro, El Jinete sin Cabeza, Hansel y Gretel o Beowulf? Incluso este último sirvió de inspiración a J. R. R. Tolkien para su libro El Señor de los Anillos. Y es aquí donde me quiero detener, no solo en este libro, sino también hacer una mixtura de relatos de los cuentos anteriores. En el bosque hay peligros, los aldeanos que debían atravesarlo tenían que mantenerse en los senderos y en horarios diurnos, la premisa: no llamar la atención ni hablar con extraños. Internet es igual, hay peligros, seres fantásticos, orcos, gente como la bruja de Hansel y Gretel queriendo engordar niños para comérselos (grooming) o lobos que mediante engaño (estafas) pretenden almorzar a alguien. Algunos relatos literarios dejaban vislumbrar la mentalidad de ciertos personajes retorcidos que, cuando querían deshacerse de alguien, recurrían al bosque para encubrir sus hechos, por ejemplo, la madrastra de Blancanieves intentó ocultar el crimen en el bosque, o los padres de Hansel y Gretel, al no tener dinero para alimentarlos los llevaron al bosque para perderlos. Hoy estamos todos en el bosque de Internet interactuando: algunos están íntegros, otros con rasguños de ramas, otros muy golpeados, otros comidos una y otra vez por lobos o en las fauces de arañas gigantes. Y esos rasguños virtuales trascienden su mundo y repercuten en nuestra realidad emocional.
En sintonía con el artículo de la edición anterior, donde abordamos la sobreprotección en el mundo real y la subprotección en el virtual, como adultos, en ocasiones no dimensionamos las implicancias de este bosque, los peligros que conlleva y que este hermoso y apasionante sitio necesita que seamos precavidos, criteriosos y ser atentos. Seamos contracultura y no expongamos innecesarimente a los niños a este bosque, esforcémonos y brindémosle alternativas y actividades para no caer en la costumbre del resto. Como padre, soy consciente de la preocupación honesta con respecto de cómo será la dinámica de la integración del niño si no tiene teléfono, o cómo van a enterarse de las actividades, hacer la tarea y otras, pero ánimo, hay alternativas, vías de comunicación que no son invasivas y no se inmiscuyen entre nuestros hijos y su desarrollo.
Tips y consejos finales
El Dr. Vivek Murthy, Cirujano General de los Estados Unidos, insistió en una entrevista reciente, que las redes sociales son un riesgo para la salud, textualmente: «Existe un intenso debate entre los investigadores sobre si las redes sociales están detrás de la crisis de salud mental de niños y adolescentes».[3] En otra parte de la conversación, aconseja como debemos actuar copiando criterios médicos: «Evalúas los hechos disponibles, utilizas tu mejor juicio y actúas con rapidez». Debemos tomar nota de las alarmas que vemos a nuestro alrededor, guiarnos de la Palabra de Dios como dice en Filipenses 4:8: «Consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio». Entonces, entregarle un smartphone a nuestros hijos, ¿cumple los requisitos que menciona el versículo?
Resumiendo, no sugiero que moderes el uso del smartphone del niño o intentes controlar su actividad con aplicaciones; directamente sugiero el no uso de smartphones por parte de menores. Adultos, en oración y considerando como menciona el versículo de Filipenses, lo que no pase ese filtro, que se descarte. Entiendo que quitarlo repentinamente en conductas de codependencia severas puede ser perjudicial. Entonces hay que hacer un acompañamiento progresivo para recuperar el niño que siempre fue. La infancia es demasiado corta para pasarla en un smartphone.
Te cuento que no estamos solos. Movimientos de padres en diferentes partes del mundo, tales como Inglaterra,[4] Escocia, Noruega, Australia, están aconsejando estos principios, y son:
a – Entrega de ‘teléfonos tontos’ (no inteligentes) para la comunicación.
b – Demora de la entrega de smartphones para después de los 14 años.
c – Permitir uso de redes sociales para después de los 16 años.
d – Promover escuelas libres de smartphones.
Cobremos esperanza, como dice Salmos 143:10: «Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno firme».
Te invito a mi canal de WhatsApp donde comparto noticias, reflexiones y recomendaciones que vamos todos aprendiendo en este maravilloso camino: https://whatsapp.com/channel/0029VaFfbb1LI8YhSKU4xN1z.
Fuentes y referencias:
1 – Hanratty, M. (2024). «100 Internet Dangers for Children». En línea: <https://is.gd/qL20Ly>.
2 – Grooming: Acoso sexual virtual de niños y adolescentes por parte de un adulto.
Por David FuentesIngeniero en Telecomunicaciones, posgrado en Cibercrimen y Evidencia Digital. Perito forense digital e investigador de delitos complejos en la justicia argentina. Curioso del impacto de las pantallas en nuestras relaciones, productividad, concentración y crecimiento espiritual. Minimalista digital, divulgador, esposo y padre de dos niñas que reclaman tecnología.