. Este salmo es particularmente difícil de comprender y resumir, así que es un buen momento en nuestra lectura bíblica para detenernos y preguntarle al pastor John cómo lo resume, al igual que otros capítulos y salmos completos.
Felipe hace precisamente esta pregunta:
Estimado pastor John, realmente he disfrutado la manera en que analiza los versículos de forma individual y los explica con claridad al desglosarlos y explicar cada parte. Comprendo que meditar en pequeñas porciones de la Escritura puede ayudarnos a extraer todo su alimento, pero a veces mi dificultad está en comprender capítulos completos o secciones más extensas de la Biblia.
Leo algo como el Salmo 8 y, aunque puedo comprender pequeñas porciones de estos textos, me pierdo por completo y no logro seguir el hilo del argumento ni hacia dónde se dirige el capítulo. A menudo me confundo al leer un salmo completo. Me parece desarticulado y no puedo ver cómo una línea conduce a la siguiente. ¿Podría ayudarme a encontrar maneras de comprender secciones extensas de la Escritura como un todo, en vez de solo fragmentos desconectados entre sí? Gracias.
Veamos si puedo ayudar, primero mediante una analogía —específicamente, la del rompecabezas— y luego con una exhortación sobre el esfuerzo que requiere comprender un capítulo completo. Después compartiré un ejemplo de mi propia experiencia.
La Escritura como rompecabezas
Piensa en una porción extensa de la Escritura, como un capítulo, algunos párrafos o incluso varios capítulos; imagínala como un rompecabezas de quinientas piezas. Tienes quinientas piezas dispuestas frente a ti y, al mirarlas, no se parecen en absoluto a la imagen de la caja. Son solo un gran revoltijo.
Así es como pueden parecerte las palabras, frases y oraciones de un capítulo de la Biblia cuando intentas comprenderlo como un todo. Son simplemente muchas palabras, frases y oraciones que quizás expresen ideas bonitas, pero no forman una imagen completa.
¿Cómo puedes ver la imagen completa en lugar de quinientas piezas dispersas? Por supuesto, la Biblia no tiene una imagen de referencia como la caja del rompecabezas. Aquí necesitarás esforzarte un poco más. ¿Cómo puedes ver un capítulo como un todo, con un punto central, con todas las piezas encajando para formar ese punto central, en vez de solo ver sesenta o setenta frases y oraciones dispersas? Ese es el objetivo.
Tomas una pieza, ¿verdad? (Me encantan los rompecabezas así porque disfruto resolviéndolos). Tomas una de las piezas y la examinas con mucho cuidado. No sigas mirando superficialmente las quinientas piezas mientras repites: «A ver qué encuentro. A ver qué encuentro». No, no, no, no. Así no llegarás a ninguna parte.
Tomas una pieza y la examinas minuciosamente. Observas que la mitad es de un rojo sólido y la otra mitad dorada, completamente dorada, y notas que la pequeña protuberancia en la parte superior de la pieza está dividida por la mitad: una parte dorada y otra roja. Después de pensarlo bien, deduces que debe haber otra pieza en algún lugar que también será mitad roja y mitad dorada, pero en lugar de una protuberancia tendrá una hendidura en la parte inferior que sube entre ambos colores.
Ahora buscas específicamente esa pieza. Mientras examinas las quinientas, esta vez lo haces con un propósito claro. Encuentras quizás seis, siete u ocho piezas que tienen esta combinación de rojo y dorado, y las mueves, buscando cómo encajan entre sí.
Las colocas en una esquina de la mesa y encuentras una o dos que encajan, luego otra y otra más, y pronto te das cuenta de que tienes cinco, seis, siete, ocho piezas que encajan perfectamente. Entonces notas: «¡Ah, esto es una túnica que cae sobre el brazo de un trono! Probablemente vaya aquí». Apartas esa sección mediana y repites el proceso con otra pieza y sus características particulares, encajando las piezas mientras avanzas.
Así es como construyes secciones medianas a partir de piezas pequeñas. Podríamos comparar esto con dos o tres versículos, o un párrafo, y tenemos quizás cinco párrafos para unir. Ahora tienes varias secciones medianas —tal vez tres, cuatro, cinco, seis, siete u ocho—, y deberías poder preguntarte sobre esos tres, cuatro o cinco versículos en cada sección: «¿Cuál es el punto principal aquí?», considerando cómo se relacionan entre sí.
Resiste el impulso de rendirte
Aquí está mi exhortación. Una de las razones por las que no pasamos de las partes al todo al leer la Biblia es porque requiere mucho esfuerzo. Es un trabajo arduo lograr que todas las unidades medianas encajen para ver el conjunto completo. La mayoría de nosotros, y me incluyo sin duda, simplemente no podemos hacer esto en nuestra mente. Ahí es donde muchos encuentran dificultades. Están leyendo sus devocionales e intentan hacerlo todo mentalmente.
La verdad es que yo ni siquiera puedo comenzar a hacer esto en mi mente. Debemos hacerlo en papel. Necesitamos escribirlo. Tenemos que anotar el punto principal: «La unidad mediana roja y dorada representa una “túnica sobre el brazo de un trono”», ese tipo de observaciones. Luego anotamos el siguiente punto principal de la siguiente unidad mediana, y así sucesivamente, hasta tener en nuestro papel seis, siete u ocho oraciones, cada una resumiendo una unidad mediana del capítulo, de la sección mayor que intentamos comprender. Finalmente, buscamos ver cómo estas unidades medianas se relacionan entre sí.
Mi exhortación es simple: No te des por vencido. Usa lápiz y papel. Traza líneas entre las unidades. No imaginas cómo todo puede encajar. Te sorprenderá lo que puedes descubrir al intentar conectar estas unidades medianas y sus puntos principales para formar el conjunto mayor.
Desentrañando el Salmo 8
Durante años me ha desconcertado el punto principal del Salmo 8. Parece que el punto central es la frase «¡Oh SEÑOR, Señor nuestro, / Cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra!», porque comienza y termina con ella (vv. 1, 9). Es maravilloso ver esta estructura.
En medio están estos infantes y niños de pecho, y Dios que establece Su fortaleza por boca de ellos (v. 2). Así que anoté esto: «Bien, el significado de la primera parte del salmo, solo los primeros versículos, parece ser que Dios establece Su fortaleza mediante el habla de los infantes». No tengo idea de cómo funciona esto, ninguna. Eso es lo que dice, así que lo anoté.
Luego paso a la siguiente unidad, que parece totalmente diferente: «Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos… ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?» (vv. 3-4). A través de este hombre, que es «un poco menor que los ángeles», Dios gobierna sobre el mundo lleno de peces y aves (vv. 5-6). Ahora, ¿cuál es el punto principal? He juntado algunas piezas aquí. Quería anotar en mi papel el punto principal de esta unidad mediana, así que escribí: «Dios ejerce dominio sobre Su tierra a través del hombre insignificante, quien, comparado con las estrellas, parece nada».
Tan pronto como lo escribí, pensé: «¡Ah, ya entiendo! Los infantes son insignificantes, y Dios obra Sus victorias a través de ellos. El hombre es insignificante, y Dios ejerce dominio a través de él». El salmista termina diciendo esencialmente: «¡Cuán grande es Su gloria y majestad!». Sin duda, entonces, el punto es este: uno de los aspectos peculiares de la majestad y gloria de Dios es que obtiene Sus victorias y ejerce Su dominio mediante el uso de lo débil e insignificante.
Amén. Alabado sea Dios. Este es exactamente el uso que Mateo hace del salmo el Domingo de Ramos, cuando Jesús entra en la ciudad donde los niños claman: «¡Hosanna!» (Mt 21:15), y Él está montado en un burro, nada menos.
Mira, escribe y ora para ver.
El objetivo es examinar las piezas cuidadosamente, unirlas en unidades medianas, anotar los puntos principales de estas unidades hasta tenerlos todos en media hoja de papel. Luego viene el proceso de pensar y orar repetidamente, organizar y trazar líneas, intentando que todo encaje hasta que las piezas caigan en su lugar. Así podrás ver cómo estos cinco, seis, siete, ocho o nueve puntos de las unidades medianas fluyen para formar un gran mensaje central. Te sorprenderá lo que puedes ver si tomas un lápiz y papel, y te dedicas a este ejercicio.
Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.