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¿Eres influenciado por la escuela de Alejandría y no lo sabías?

La interpretación alegórica sigue vigente en nuestros días y trae varias confusiones durante la lectura bíblica, incluso si no somos conscientes de esto al comienzo. Es necesario que sepamos identificar sus riesgos, pero también hacer un repaso histórico para entender de dónde surge esta forma de leer la Biblia que muchos cristianos practican hoy.

En la historia de la iglesia antigua han existido dos escuelas principales de interpretación bíblica con influencia hasta el día de hoy: la Escuela de Alejandría y la de Antioquía. En este artículo veremos el aporte de la escuela alejandrina a la hermenéutica bíblica.

La escuela de Alejandría surgió entre finales siglo II y principios del siglo III d. C., y debe su nombre a la ciudad egipcia de Alejandría, un gran centro cultural donde la religión judía, la filosofía griega y el gnosticismo oriental convergieron y se influyeron mutuamente.

El método de interpretación propuesto por la escuela de Alejandría se conoce como el Método Alegórico de Interpretación, cuyos proponentes mostraban una profunda reverencia por las Escrituras y un deseo de exhibir la sabiduría de su contenido.

Dicha escuela fue a su vez influenciada por los estoicos, que habían usado el método alegórico para su lectura de Homero.1 De manera especial, cuando en la mitología de los dioses griegos se hallaban historias que estaban llenas de violencia e inmoralidad sexual. Con el fin de suavizar este comportamiento desenfrenado de los dioses, los intérpretes helénicos insistieron en que deberían buscarse significados más profundos en estos mitos y «así garantizar que no se creyera nada indigno de dichas deidades».2

Figuras destacadas

El filósofo judío helenista Filón de Alejandría fue el intérprete por excelencia que difundió y adoptó el método alegórico para leer el Antiguo Testamento. Se puede considerar como un precursor de lo que luego fue la escuela de Alejandría.

Filón consideraba las Escrituras hebreas como un libro de códigos que proporcionaba un lenguaje simbólico-espiritual para guiar a los maduros en la fe y en la verdad eterna y espiritual. Para Filón, el significado literal era como el cuerpo de las Escrituras, mientras que el significado alegórico era su alma misma.

Filón también rechazó por completo el sentido literal de los pasajes del Antiguo Testamento que describen a Dios en términos humanos, así como todo lo que pudiera parecer que disminuía Su gloria. Por lo tanto, cualquier texto que pareciera a su juicio inmoral o trivial era automáticamente reinterpretado de forma alegórica o espiritual.

Hallamos un ejemplo de la interpretación alegórica de Filón en su exposición de Génesis 14:

[Abraham] reunió a sus sirvientes… pasó lista… los distribuyó en centurias y avanzó con tres batallones… Trajo a su sobrino… con todos los caballos de la caballería… Esto es lo que encontramos en las Escrituras leídas literalmente, pero aquellos que pueden contemplar los hechos despojados del cuerpo y desnudos en realidad, aquellos que viven con el alma más que con el cuerpo, dirán que de estos nueve reyes, cuatro son el poder ejercido en nosotros por las cuatro pasiones —placer, deseo, miedo y pena— y que los cinco son los cinco sentidos.

Pues estos nueve están en cierto sentido investidos de soberanía y son nuestros reyes y gobernantes, aunque no todos de la misma manera. Porque los cinco están sometidos a los cuatro… Las penas, los placeres, los miedos y los deseos surgen de lo que vemos, oímos, olemos, saboreamos o tocamos… Hay mucha verdad filosófica en decir que de los cinco reyes, dos cayeron en los pozos y tres se dieron a la fuga (v. 10). Porque el tacto y el gusto descienden a los más bajos recovecos del cuerpo y transmiten a sus partes internas lo que puede ser propiamente tratado por ellos; pero los ojos, los oídos y el olfato pasan en su mayoría al exterior y escapan a la esclavitud del cuerpo.3

Lo más probable es que los cristianos de los primeros siglos recurrieron por primera vez a la interpretación alegórica que proponía Filón para defender el Antiguo Testamento frente al hereje Marción, quien acusó a los judíos de adorar a un Dios inmoral, sanguinario y cruel que exigía sacrificios en la Ley y ordenaba el exterminio de Sus enemigos.

La meta de aquellos cristianos era mostrar armonía ante las paradojas que veían entre el Antiguo Testamento y el Nuevo; para este propósito la interpretación alegórica «fue su medio principal para hacer del Antiguo Testamento un documento “cristiano”».4 Es posible que así se haya empezado a formar una escuela de interpretación bíblica con base en Alejandría y que priorizaba el método alegórico.

Los cristianos más representativos de esta forma de interpretar la Escritura fueron Clemente de Alejandría y Orígenes, quienes aunque reconocían el sentido literal de la Biblia, tenían la opinión de que solo la interpretación alegórica o espiritual podía entregarnos el conocimiento genuino y más puro, el cual podía descifrar la sabiduría oculta de las Escrituras.

Clemente de Alejandría fue el primero en aplicar el método alegórico a la interpretación del Nuevo Testamento. Según él, el sentido literal solo puede proporcionar una fe elemental, mientras que el alegórico conduce al verdadero conocimiento.

Sin embargo, fue Orígenes el que se encargaría de desarrollar un sistema más exhaustivo de interpretación alegórica y es considerado como el pensador formativo de la exégesis alegórica cristiana primitiva. Él consideraba que la Biblia tenía un sentido triple como el ser humano (cuerpo, alma y espíritu), a saber, el significado literal-histórico o corporal, el moral (corresponde a la vida del alma) y el espiritual o alegórico, al que consideraba el más elevado de todos.5

Según Orígenes, era necesario que el intérprete de las Escrituras no se estacionara en el sentido literal de la Biblia, al que llama capa o cubierta de la letra,6 sino que avanzara al sentido superior,7 al que denominó «anagógico» (elevado), porque elevaba al creyente más cerca de Cristo. De hecho, para Orígenes la razón por la que los herejes abrazan el error es porque «la Escritura santa no es entendida por ellos según su sentido espiritual, sino según su significado literal».8

Pero el sentido espiritual solo sería revelado a «aquel que se dedicara con toda castidad, moderación y vigilancia a los estudios…», solo él sería «capaz de trazar el significado del Espíritu de Dios, que quizás está enterrado profundamente [en las Escrituras]».9

Orígenes también llegó a tal punto que declaraba que muchas de las narraciones, los preceptos y las leyes de la Escritura no eran verdaderas o posibles. Sin embargo, habían sido dejadas por el Espíritu Santo con el fin de que no pudiéramos contentarnos con el mero sentido literal, sino que excaváramos hasta hallar el sentido más profundo.10

Sin embargo, en su intento de buscar un significado más profundo, Orígenes menospreció el sentido literal de la Escritura, se refirió pocas veces al sentido moral y constantemente buscó hallar el conocimiento detrás del texto. Terminó por desatender el significado llano de las palabras porque, según él, ese significado era meramente superficial.11

Los riesgos de esta forma de interpretar la Biblia

El problema con la interpretación alegórica es que el significado descubierto en el texto bíblico  no viene de comprender el progreso de la revelación bíblica, sino que frecuentemente es un significado impuesto al texto, al que «ni el autor original ni ningún otro lector posterior consciente del contexto canónico podrían acceder».12

Kenneth Berding, profesor de Nuevo Testamento, observa dos problemas que este método puede traer a nuestra interpretación de las Escrituras:

  1. Aunque muchas interpretaciones alegóricas son teológicamente ortodoxas (como se puede encontrar en los escritos de Agustín), los detalles de esas interpretaciones funcionan para distraer a los lectores de las ideas centrales de cualquier pasaje que se esté discutiendo, y lejos de la conexión de ese pasaje con su trayectoria cristocéntrica limitada por su contexto canónico. No quieres que nada te distraiga de lo que es central en la Biblia porque tales distracciones socavarán (a largo plazo) tanto tu sensibilidad interpretativa de pasajes particulares como tu conciencia de la ubicación y función de esos pasajes en el contexto del canon bíblico.
  2. Además, las lecturas alegóricas de textos no alegóricos permiten a los intérpretes aceptar (incluso sin querer) versiones falsas o diluidas de la verdad. En otras palabras, cuando abrazas como bíblico algo que no se puede demostrar que en realidad sean los pensamientos de Dios, atribuyes algo a Dios que de hecho no es originalmente Suyo. Esto, en el peor de los casos, es un tipo de idolatría.

A dichos problemas, podemos añadir dos más:

  1. El método alegórico de la escuela alejandrina abre de par en par la puerta para la subjetividad o relativismo exegético. Si el intérprete sugiere un significado especial y oculto para un texto de la Escritura, ¿quién decide, con fidelidad al resto de la Escritura, que el significado es este en lugar del significado de otro intérprete?
  2. Dicho método socava la importancia de los textos que deben leerse literalmente, perdiendo así la idea principal del texto en su contexto inmediato y más amplio. Ya que, aunque en este método de interpretación se mencione el sentido literal, «se ignora si el acontecimiento descrito sucedió realmente o no; la historia no desempeña ningún papel en la alegoría… El problema de la alegoría no es que sea moral o espiritualmente engañosa, sino que basa las reflexiones morales y espirituales en una lectura falsa del texto».13

Hermanos, seamos intencionales en leer e interpretar las Escrituras con los ojos en Cristo, pero sin caer en aterrizajes forzosos a la cruz.14


1. Gerald Bray, “Allegory”, en Dictionary for Theological Interpretation of the Bible (Grand Rapids: Baker Academic, 2005), p. 35. 
2. Keith D. Stanglin, The Letter and Spirit of Biblical Interpretation: From the Early Church to Modern Practice (Grand Rapids: Baker Academic, 2018), p. 22-23. 
3. Filón, De Abraham, pp. 232-244. 
4. Bernard Ramm, Protestant Biblical Interpretation (Baker Book House Company, 1970), p. 29. 
5. Orígenes, Tratado de los Principios, IV, 11, en Obras escogidas de Orígenes (Barcelona, España: Editorial Clie), p. 314. 
6. Ibíd, IV, 14, p. 319. 
7. David Dawson, Christian Figural Reading and the Fashioning of Identity (Berkeley: University of California Press, 2001), p. 54. 
8. Orígenes, Tratado de los principios, IV, 9, en Obras escogidas de Orígenes (Barcelona, España: Editorial Clie), p. 311. 
9. Ibíd, IV, 14, p. 318. 
10. Este es un ejemplo de cómo Orígenes explicaba que ciertos detalles históricos de la Biblia podrían no ser verdaderos: «No debe pasarnos desapercibido que el objeto principal del Espíritu Santo es conservar la coherencia del significado espiritual, sea en aquellas cosas que deberían ser hechas o en las que ya han sido realizadas, si Él encuentra en algún lugar que esos eventos pasados, según la historia, pueden ser adaptados a un significado espiritual, Él compuso una textura de ambas clases en un estilo de narración, siempre velando el significado oculto más profundamente; pero donde la narrativa histórica no podía hacerse apropiada a la coherencia espiritual -o significado místico- de los acontecimientos, a veces Él insertó ciertas cosas que no tuvieron lugar, o que no pudieron tenerlo, o que podrían haber pasado pero no pasaron. .. Ahora bien, todo esto, como hemos comentado, ha sido hecho por el Espíritu Santo para que viendo aquellos acontecimientos que están en la superficie que no pueden ser ni verdaderos, ni útiles, podamos ser conducidos a la investigación de la verdad que está oculta más profundamente; a la averiguación de un significado digno de Dios en aquellas Escrituras que creemos que están inspiradas por Él». Visto en Orígenes, Tratado de los Principios, IV, 15, en Obras escogidas de Orígenes (Barcelona, España: Editorial Clie), p. 319-320. 
11. Ibíd, IV, 15, p. 319. 
12. Kenneth Berding, The So-Called Epistle of Barnabas and the Problem of Allegorical Interpretation: Apostolic Fathers (2012, 16 julio). The Good Book Blog – Biola University Blogs. 
13. Gerald Bray, Biblical Interpretation: Past and Present (InterVarsity Press, 1966), p. 101. 
14. Sugel Michelén. De parte y delante de Dios: Una guía de predicación expositiva, p. 117. 

Rafael Riveros (M. Div.) sirve como director académico en el Instituto Bíblico Teología para la Vida, enseña en distintos seminarios de Latinoamérica y los Estados Unidos y dirige el congreso anual para jóvenes «Expuestos». Él y su esposa Adriana viven en la Ciudad de México y son miembros de la Iglesia presbiteriana Cordero de Dios, donde Rafael está siendo capacitado para plantar una nueva iglesia en Aeropuerto, Ciudad de México. Puedes seguirlo en twitter.

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