Hay varios sentidos en los que no podemos amar como Jesús. Por ejemplo, no podemos vivir una vida perfecta en lugar de los demás y morir por sus pecados. Pero el valor de mostrar nuestro amor de manera presencial, cuando es posible expresarlo de esa manera, es que esto ayuda a despejar las dudas de los simulacros. ¿No refleja mejor esto el amor de Cristo?
En este punto, tal vez pensemos en la ausencia de Jesús. Él no está físicamente con nosotros ahora. ¿Significa eso que dejó de amarnos? ¡En absoluto! Pues uno de los propósitos de la encarnación es poder decirnos: «No los dejaré huérfanos; vendré a ustedes» (Jn 14:18). Jesús vino a cumplir Su misión para redimirnos de tal manera que Su Espíritu pueda morar para siempre en los creyentes (Jn 7:39; Ro 8:9-10). Aunque hoy no esté físicamente con nosotros, Jesús vino para que nunca estemos solos.
De igual manera, en tiempos de «virtualidad» como los nuestros, al procurar reunirnos con nuestros hermanos en la fe, podemos recordarles, y recordarnos, que en verdad no estamos solos. Lo mismo podemos decir sobre nuestra relación con los perdidos. De hecho, nuestro mayor deseo en el evangelismo es que estos conozcan a Jesús para que nunca estén solos; para que conozcan a Dios y vivan para siempre en Él, y en comunión con la Iglesia, por la eternidad. Esto forma parte de amar como Jesús.