Lectura de Hoy

28-01-2024

Devocional

Devocional: Mateo 28

La frase que concluye Mateo 28 es sobrecogedora: “Y os aseguro que estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo” (28:20). Por supuesto, se trata de una gran promesa por parte del Cristo resucitado a su pueblo, poco antes de su ascensión. Pero el contexto nos revela que aquí no se trata de ninguna garantía generalizada y nada más, sino que estas palabras van ligadas a la Gran Comisión. ¿Cuál es la conexión entre las dos cosas exactamente? O, para indagar un poco más en el significado de la promesa, ¿por qué se encuentra esta promesa de estar con sus discípulos hasta el fin añadida al final de su afirmación de su propia autoridad y del mandato de que hagan discípulos a todos, en todas partes?

Hay que reconocer aquí que estas palabras no se expresan en ninguna forma condicional, ni ocultan una velada amenaza. Jesús no dice: “Si hacéis discípulos yo estaré con vosotros, hasta el fin del mundo”; y mucho menos, “Si no hacéis discípulos no estaré con vosotros.” Sin embargo, no deja de haber aquí una conexión entre una cosa y la otra. ¿Cuál es?

Dicha conexión es tan general, que sospecho que lo que viene a decir es que la presencia de Jesús es la clave por la que vamos obedeciendo la Gran Comisión – es decir, es la experiencia de los que obedecen, y al mismo tiempo el marco que da sentido a nuestra obediencia. Conocemos y experimentamos la presencia de Jesús de acuerdo con la promesa, y damos testimonio de esta realidad mientras proclamamos quién es él, qué es lo que ha hecho, y qué es lo que manda. Aunque sea objetiva la verdad del evangelio que anunciamos, no la proclamamos únicamente porque sea verdad, sino porque nosotros mismos hemos experimentado su poder salvador y transformador. Por lo tanto, no sólo proclamamos esta verdad, sino que la llevamos como testimonio personal a ella y a Jesús mismo. No somos meros heraldos de ciertos hechos en los cuales no estemos involucrados personalmente, sino que somos discípulos comprometidos con la tarea de hacer otros discípulos.

Que no nos extrañe que, mientras vayamos cumpliendo nuestra misión, la presencia prometida de Jesús se aprecie cada vez más. Porque le conocemos y porque experimentamos su presencia transformadora en nuestras propias vidas, evangelizamos, bautizamos, instruimos y discipulamos –y, así, descubrimos que le vamos conociendo mejor, y experimentamos más y más esta presencia transformadora en nuestras vidas. La promesa de estar con nosotros hasta el fin del mundo resulta ser entonces la clave por la que obedecemos la Gran Comisión, siendo simultáneamente el cimiento y la meta, la base y la recompensa. ¿Cómo podría ser de otra manera? Le servimos porque le amamos y porque anhelamos oír las palabras benditas: “¡Bien hecho!” al final de nuestro trayecto aquí.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: Ester 5

Tres observaciones surgen de Ester 5:

En primer lugar, el ritmo de la historia da pie a una observación cultural. En nuestra cultura, se dan muchas situaciones que exigen una decisión instantánea. Esto es tan cierto en el ámbito eclesiástico como en el político. Observamos lo que consideramos una injusticia e inmediatamente nos ponemos al teléfono, enviamos correos electrónicos o nos reunimos en pequeños grupos en la cafetería para hablar de ello. Por supuesto, algunas situaciones requieren actuar con rapidez. Dejarlo todo para más tarde continuamente, no es una virtud, pero un gran número de situaciones, especialmente las que implican las relaciones humanas, pueden beneficiarse de un tiempo adicional, un ritmo más lento, un período de reflexión. Ya hemos visto que las noticias de la conspiración de Amán se han extendido por todo el imperio. Por tanto, pasó un tiempo considerable antes de que Mardoqueo se dirigiese a Ester a fin de que actuase. Incluso así, esta no irrumpió en la presencia del rey. Dejó que pasasen tres días para prepararse y orar. Ahora, se encuentra delante del monarca. Él ha aceptado su entrada no autorizada. Sin embargo, en lugar de exponer el problema de inmediato, invita tranquilamente al rey y a Amán a un banquete privado. Cuando ellos llegan al mismo, Ester disminuye aún más el ritmo y crea más curiosidad proponiendo otro banquete, en el que contará todo lo que sabe.

En segundo lugar, Amán representa a un hombre ávido de poder. Tiene la moral por las nubes porque es el único invitado junto al rey al banquete de la reina (5:9, 12). Alardea de su riqueza y de esta elevación pública sobre los demás nobles (5:11). No le basta con ser rico y poderoso; debe serlo más que los demás. Sin duda, algunos lectores pensarán que tales tentaciones no les afectan realmente porque no tienen acceso al grado de riqueza y poder que pueden hacerles vulnerables. Es una postura muy ingenua. ¿Cuántas veces hemos visto a cristianos actuar como si no tuviesen principios, de forma estúpida, dejándose manipular fácilmente, cuando se ven delante de lo que consideran grandeza? Una de las grandes virtudes de la auténtica santidad, reflejada de forma inmaculada en el Señor Jesús, es la capacidad de relacionarse de la misma manera con los ricos y los pobres, con los fuertes y los débiles. Cuidado con los que adulan a las riquezas y el poder, y alardean de conocer a muchas personas poderosas. Su mentor espiritual es Amán.

En tercer lugar, Amán representa a un hombre entregado al odio. Él mismo admite que su elevada posición y sus ventajas no le sirven de nada cuando piensa en Mardoqueo, “ese judío” (5:13). Lo único que puede restaurar su dicha es la expectativa de la muerte de este (5:14). Aquí tenemos el amor a sí mismo, la raíz de todo pecado, en su peor versión: desenfrenado, promete que será el primero y desea la muerte de cualquiera que se interponga en su camino para impedirlo.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Génesis 29

Encuentro de Jacob y Raquel

29 Entonces Jacob siguió su camino, y fue a la tierra de los hijos del oriente. Y miró, y vio un pozo en el campo donde tres rebaños de ovejas estaban echados allí junto a él, porque de aquel pozo daban de beber a los rebaños, y la piedra sobre la boca del pozo era grande. Cuando todos los rebaños se juntaban allí, entonces rodaban la piedra de la boca del pozo y daban de beber a las ovejas, y volvían a poner la piedra en su lugar sobre la boca del pozo.

Y Jacob dijo a los pastores: «Hermanos míos, ¿de dónde son?». «Somos de Harán», le contestaron. Entonces les dijo: «¿Conocen a Labán, hijo de Nacor?». «Lo conocemos», le respondieron. «¿Se encuentra bien?», les preguntó Jacob. «Está bien. Mira, su hija Raquel viene con las ovejas», le contestaron. Entonces Jacob dijo: «Aún es pleno día, no es tiempo de recoger el ganado. Den de beber a las ovejas, y vayan a apacentarlas».

Pero ellos dijeron: «No podemos, hasta que se junten todos los rebaños y quiten la piedra de la boca del pozo. Entonces daremos de beber a las ovejas». Todavía estaba él hablando con ellos, cuando llegó Raquel con las ovejas de su padre, pues ella era pastora. 10 Cuando Jacob vio a Raquel, hija de Labán, hermano de su madre, y las ovejas de Labán, hermano de su madre, Jacob subió y quitó la piedra de la boca del pozo, y dio de beber al rebaño de Labán, hermano de su madre.

11 Entonces Jacob besó a Raquel, y alzó su voz y lloró. 12 Jacob hizo saber a Raquel que él era pariente de su padre, y que era hijo de Rebeca. Y ella corrió y se lo hizo saber a su padre.

Labán engaña a Jacob

13 Cuando Labán oyó las noticias de Jacob, hijo de su hermana, corrió a su encuentro, lo abrazó, lo besó y lo trajo a su casa. Entonces él contó a Labán todas estas cosas. 14 Y Labán le dijo: «Ciertamente tú eres hueso mío y carne mía». Y Jacob se quedó con él todo un mes. 15 Y Labán dijo a Jacob: «¿Acaso porque eres mi pariente has de servirme de balde? Hazme saber cuál será tu salario».

16 Labán tenía dos hijas. El nombre de la mayor era Lea, y el nombre de la menor, Raquel. 17 Los ojos de Lea eran delicados, pero Raquel era de bella figura y de hermoso parecer.

18 Jacob se había enamorado de Raquel, y dijo: «Te serviré siete años por Raquel, tu hija menor». 19 Labán le respondió: «Mejor es dártela a ti que dársela a otro hombre. Quédate conmigo». 20 Jacob, pues, sirvió siete años por Raquel, y le parecieron unos pocos días, por el amor que le tenía.

21 Entonces Jacob dijo a Labán: «Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido para unirme a ella». 22 Labán reunió a todos los hombres del lugar, e hizo un banquete. 23 Y al anochecer tomó a su hija Lea y se la trajo, y Jacob se llegó a ella. 24 Y Labán dio su sierva Zilpa a su hija Lea como sierva.

25 Cuando fue de mañana, sucedió que era Lea. Y Jacob dijo a Labán: «¿Qué es esto que me has hecho? ¿No fue por Raquel que te serví? ¿Por qué, pues, me has engañado?». 26 Y Labán respondió: «No se acostumbra en nuestro lugar dar a la menor antes que a la mayor.

27 »Cumple la semana nupcial de esta, y te daremos también la otra por el servicio que habrás de rendirme aún otros siete años». 28 Así lo hizo Jacob, y cumplió la semana de ella. Y él le dio a su hija Raquel por mujer. 29 Y Labán dio su sierva Bilha a su hija Raquel como sierva. 30 Jacob se llegó también a Raquel, y amó más a Raquel que a Lea; y sirvió a Labán durante otros siete años.

Hijos de Jacob

31 Vio el Señor que Lea era aborrecida, y le concedió hijos. Pero Raquel era estéril. 32 Y concibió Lea y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Rubén, pues dijo: «Por cuanto el Señor ha visto mi aflicción, sin duda ahora mi marido me amará».

33 Concibió de nuevo y dio a luz un hijo, y dijo: «Por cuanto el Señor ha oído que soy aborrecida, me ha dado también este hijo». Así que le puso por nombre Simeón. 34 Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: «Ahora esta vez mi marido se apegará a mí, porque le he dado tres hijos». Así que le puso por nombre Leví. 35 Concibió una vez más y dio a luz un hijo, y dijo: «Esta vez alabaré al Señor». Así que le puso por nombre Judá. Y dejó de dar a luz.

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Mateo 28

La resurrección

28 Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María vinieron a ver el sepulcro. Y se produjo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendiendo del cielo, y acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve; y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como muertos.

Hablando el ángel, dijo a las mujeres: «Ustedes, no teman; porque yo sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado, tal como Él dijo. Vengan, vean el lugar donde estaba puesto. Vayan pronto, y digan a Sus discípulos que Él ha resucitado de entre los muertos; y Él va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán. Miren, se los he dicho».

Y ellas, alejándose a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, corrieron a dar las noticias a los discípulos. De repente Jesús les salió al encuentro, diciendo: «¡Saludos!». Y ellas, acercándose, abrazaron Sus pies y lo adoraron. 10 Entonces Jesús les dijo*: «No teman. Vayan, avisen a Mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».

Informe de los guardias

11 Mientras ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad e informaron a los principales sacerdotes de todo lo que había sucedido. 12 Después de reunirse con los ancianos y deliberar con ellos, dieron una gran cantidad de dinero a los soldados, 13 diciendo: «Digan esto: “Sus discípulos vinieron de noche y robaron el cuerpo mientras nosotros dormíamos”. 14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros lo convenceremos y les evitaremos dificultades».

15 Ellos tomaron el dinero e hicieron como se les había instruido. Y este dicho se divulgó extensamente entre los judíos hasta hoy.

La gran comisión

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había señalado. 17 Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaron.

18 Acercándose Jesús, les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. 19 Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».


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Ester 5

El banquete de Ester

5 Al tercer día Ester se vistió con sus vestiduras reales y se puso en el atrio interior del palacio del rey delante de los aposentos del rey. El rey estaba sentado en su trono real en el aposento del trono, frente a la entrada del palacio. Cuando el rey vio a la reina Ester de pie en el atrio, ella obtuvo gracia ante sus ojos; y el rey extendió hacia Ester el cetro de oro que estaba en su mano. Ester entonces se acercó y tocó el extremo del cetro. Y el rey le dijo: «¿Qué te preocupa, reina Ester? ¿Y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará». Ester respondió: «Si le parece bien al rey, venga hoy el rey con Amán al banquete que le he preparado».

«Traigan pronto a Amán para que hagamos como Ester desea», dijo el rey. Y el rey vino con Amán al banquete que Ester había preparado. Y mientras bebían el vino en el banquete, el rey dijo a Ester: «¿Cuál es tu petición? Te será concedida. ¿Y cuál es tu deseo? Aun hasta la mitad del reino, se te dará». Respondió Ester: «Mi petición y mi deseo es: si he hallado gracia ante los ojos del rey, y si le place al rey conceder mi petición y hacer lo que yo pido, que venga el rey con Amán al banquete que yo les prepararé, y mañana haré conforme a la palabra del rey».

Aquel día Amán salió alegre y con corazón contento; pero cuando Amán vio a Mardoqueo en la puerta del rey y que este no se levantaba ni temblaba delante de él, Amán se llenó de furor contra Mardoqueo. 10 Amán, sin embargo, se contuvo, fue a su casa, y mandó traer a sus amigos y a su mujer Zeres. 11 Entonces Amán les contó la gloria de sus riquezas, la multitud de sus hijos, y todas las ocasiones en que el rey lo había engrandecido, y cómo lo había exaltado sobre los príncipes y siervos del rey. 12 Y Amán añadió: «Aun la reina Ester no permitió que nadie, excepto yo, viniera con el rey al banquete que ella había preparado; y también para mañana estoy invitado por ella junto con el rey. 13 Sin embargo, nada de esto me satisface mientras vea al judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey».

14 Su mujer Zeres y todos sus amigos le dijeron: «Haz que se prepare una horca de 50 codos (22.5 metros) de alto, y por la mañana pide al rey que ahorquen a Mardoqueo en ella; entonces ve gozoso con el rey al banquete». Y el consejo agradó a Amán, y mandó preparar la horca.


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Hechos 28

Pablo en Malta

28 Una vez que ellos estaban a salvo, nos enteramos de que la isla se llamaba Malta. Los habitantes de la isla nos mostraron toda clase de atenciones, porque a causa de la lluvia que caía y del frío, encendieron una hoguera y nos acogieron a todos.

Pero cuando Pablo recogió una brazada de leña y la echó al fuego, una víbora salió huyendo del calor y se le prendió en la mano. Cuando los habitantes, vieron el animal colgando de su mano, decían entre sí: «Sin duda que este hombre es un asesino, pues aunque fue salvado del mar, la diosa Justicia no le ha concedido vivir». Pablo, sin embargo, sacudiendo la mano, arrojó el animal al fuego y no sufrió ningún daño. Ellos esperaban que comenzara a hincharse, o que súbitamente cayera muerto. Pero después de esperar por largo rato, y de no observar nada anormal en él, cambiaron de parecer y decían que Pablo era un dios.

Cerca de allí había unas tierras que pertenecían al hombre principal de la isla, que se llamaba Publio, el cual nos recibió y nos hospedó con toda amabilidad por tres días. Como el padre de Publio estaba en cama, enfermo con fiebre y disentería, Pablo entró a verlo, y después de orar puso las manos sobre él, y lo sanó.

Cuando esto sucedió, los demás habitantes de la isla que tenían enfermedades venían a él y eran curados. 10 También nos honraron con muchas demostraciones de respeto, y cuando estábamos para salir, nos suplieron con todo lo necesario.

Continúa el viaje a Roma

11 Después de tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, y que tenía por insignia a los Hermanos Gemelos. 12 Al llegar a Siracusa, nos quedamos allí por tres días. 13 Saliendo de allí, seguimos la costa hasta llegar a Regio. Al día siguiente se levantó un viento del sur y en dos días llegamos a Puteoli. 14 Allí encontramos algunos hermanos, que nos invitaron a permanecer con ellos por siete días. Y así llegamos a Roma.

15 Al tener noticia de nuestra llegada, los hermanos vinieron desde allá a recibirnos hasta el Foro de Apio y Las Tres Tabernas; y cuando Pablo los vio, dio gracias a Dios y cobró ánimo.

Pablo en Roma

16 Cuando entramos en Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con el soldado que lo custodiaba.

17 Tres días después Pablo convocó a los principales de los judíos, y cuando se reunieron, les dijo: «Hermanos, sin haber hecho yo nada contra nuestro pueblo ni contra las tradiciones de nuestros padres, desde Jerusalén fui entregado preso en manos de los romanos, 18 los cuales, cuando me interrogaron, quisieron ponerme en libertad, pues no encontraron causa para condenarme a muerte.

19 »Pero cuando los judíos se opusieron, me vi obligado a apelar a César, pero no porque tuviera acusación alguna contra mi pueblo. 20 Por tanto, por esta razón he pedido verlos y hablar con ustedes, porque por causa de la esperanza de Israel llevo esta cadena».

21 Y ellos le dijeron: «Nosotros no hemos recibido cartas de Judea sobre ti, ni ha venido aquí ninguno de los hermanos que haya informado o hablado algo malo acerca de ti. 22 Pero deseamos oír por ti mismo lo que enseñas, porque lo que sabemos de esta secta es que en todas partes se habla contra ella».

Pablo predica en Roma

23 Y habiéndole fijado un día, vinieron en gran número adonde él se alojaba. Desde la mañana hasta la tarde les explicaba testificando fielmente sobre el reino de Dios, procurando persuadirlos acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. 24 Algunos eran persuadidos con lo que se decía, pero otros no creían. 25 Al no estar de acuerdo entre sí, comenzaron a marcharse después de que Pablo dijo una última palabra: «Bien habló el Espíritu Santo a sus padres por medio de Isaías el profeta, 26 diciendo:

“Ve a este pueblo y di:
‘Al oír oirán, y no entenderán;
Y viendo verán, y no percibirán;
27 Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible,
Y con dificultad oyen con sus oídos;
Y sus ojos han cerrado;
De otro modo verían con los ojos,
Y oirían con los oídos,
Y entenderían con el corazón,
Y se convertirían,
Y Yo los sanaría’”.

28 »Sepan, por tanto, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. Ellos sí oirán». 29 Cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.

30 Pablo se quedó por dos años enteros en la habitación que alquilaba, y recibía a todos los que iban a verlo, 31 predicando el reino de Dios y enseñando todo lo concerniente al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbo.

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