La visión a largo plazo revolucionó mi crianza

Antes de que naciera mi primer hijo, estaba decidida a criarlo «bien». Eso fue antes de que «bien» incluyera fiestas de revelación del sexo del bebé y sesiones de fotos mensuales, pero no antes de que significara controlarlo todo, desde las comidas hasta los juegos, medir obsesivamente el desarrollo en tablas de hitos e inscribir a los niños en las escuelas y actividades extraescolares adecuadas.

Un artículo reciente del Washington Post, «Millennials Are Tired of Trying to Be Perfect Moms [Las millennials están cansadas de intentar ser madres perfectas]», resalta este ideal ilusorio de crianza. En respuesta a los «desalentadores estándares sociales», este artículo sugiere que superemos las presiones por crear infancias perfectas ofreciendo infancias auténticas. Esta nueva «forma correcta» de criar pretende cambiar las presiones superficiales de los logros y la apariencia por presiones más importantes, como el activismo por la justicia social, las carreras profesionales significativas, el autocuidado y la autenticidad.

Con el tiempo, me di cuenta de que «bien» no significaba la crianza Pinterest o una fórmula de talla única que garantiza la piedad de toda la vida o el éxito. Sin embargo, redefinir el éxito de la crianza, la piedad o la «forma correcta» basándose en las tendencias culturales lleva a más confusión y culpa para los padres cansados. Nadie se beneficia, y mucho menos la próxima generación, cuando alguien que no sea el Señor, el único Padre perfecto, define el ideal.

Redefinir el éxito de la crianza, la piedad o la «manera correcta» basándose en las tendencias culturales lleva a más confusión y culpa para los padres cansados

 

Dos décadas y cuatro hijos después, esto es lo que me gustaría decirle a mi yo más joven: Presta más atención al bebé que tienes en brazos que a las tendencias actuales de crianza. Atesora más los momentos que su seguimiento. Vuelve a leer Proverbios 22:6: «Instruye al niño en el camino que debe andar», no como una razón para sentirte culpable ni como otro meme para sentirse bien, sino como una invitación de gracia.

Invitación de gracia

Este versículo nos invita a ver a los niños a través del lente del Creador en lugar del lente de una cultura obsesionada con las apariencias, los logros y la autenticidad.

Juntas, estas frases nos invitan a dar a los niños una idea del viaje que les espera, de acuerdo con sus circunstancias y diseño únicos.

Llamado a entrenar a los viajeros

Si la primera mitad de Proverbios 22:6 trata del comienzo de un viaje, la segunda trata del efecto del comienzo sobre el final. «Y aun cuando sea viejo no se apartará de él» reitera que la vida es un viaje, pero no dice nada sobre el viaje en sí. Para los creyentes, el final del viaje es la perfección por toda la eternidad, mientras glorificamos a Dios y gozamos de Él por siempre. Hasta entonces, los vientos de nuestra cultura están llenos de promesas vacías y contradicciones: nos exigen la perfección mientras nos dicen que somos perfectos tal como somos.

Con la Escritura como nuestra guía, sabemos que el camino que recorren los fieles siempre está lleno de sufrimientos y pecados, de sobresaltos, de giros equivocados, de perderse, de omitir salidas, de rutas escénicas, de colisiones, de paradas intermedias y de vagar por desiertos. Pero en una época en la que a los niños a partir de cinco años se les evalúa en función de sus conocimientos, sus logros y su rendimiento, ¿cómo les formamos para que sean buenos viajeros?

Consejos para el camino

1. Los buenos viajeros empacan ligero

Dedica a tus hijos al viaje negándote a cargarlos con preocupaciones de este mundo como el materialismo, el perfeccionismo y la autenticidad. Inícialos en la vida viajera dándoles a probar la bondad de Dios, la ligereza de Sus cargas y la dulzura de Su presencia en el camino (Sal 34:8Mt 11:30).

2. Los buenos viajeros se ven a sí mismos correctamente

Es fácil pensar de forma demasiado elevada o baja de nuestros hijos basándonos en sus desarrollos y diagnósticos, éxitos y fracasos. Enseñemos a nuestros hijos a aceptar sus dones y limitaciones como un designio de Dios. Conocer y amar a tus hijos por lo que son —no por lo que logran— les da una muestra de ser íntimamente conocidos y amados por el Padre celestial. Ese conocimiento y ese amor no son pasivos ni casuales; son activos e intencionales.

3. Los buenos viajeros hacen preparativos sabios mientras sostienen los planes con holgura

Sabiendo que han sido creados para buenas obras preparadas de antemano, los buenos viajeros hacen planes según los dones que Dios les ha dado (Ef 2:10). Conocen sus límites, se sienten cómodos jactándose en la debilidad y están preparados para los peligros de todos lados. Saben que las estaciones cambian y que las tormentas son inevitables. Se sienten cómodos con la incertidumbre y están aprendiendo el secreto para estar contentos (Fil 4:12).

Enseñemos a los niños a manejar correctamente la Palabra de verdad, la brújula definitiva para orientarse en el camino

 

Preparamos a los niños para buenas obras de acuerdo con su inclinación natural. Les ayudamos a desarrollar resistencia a través de las dificultades. Los disciplinamos para que tengan autocontrol y aprendan a detectar el engaño y a resistir la tentación.

4. Los buenos viajeros conocen las reglas y las herramientas para el camino

Los buenos viajeros suelen conocer bien, desde la infancia, las Escrituras que nos hacen sabios, nos instruyen en la justicia y nos equipan para toda buena obra (2 Ti 3:14-17). Enseñemos a los niños a manejar correctamente la Palabra de verdad, la brújula definitiva para orientarse en el camino. Enseñémosles a caminar en el Espíritu del mismo modo que podríamos depender de un GPS.

5. Los buenos viajeros buscan una patria

Pablo describe a los que nunca se apartaron del camino como si hubieran muerto como extranjeros y exiliados en la tierra. Los buenos viajeros que resisten hasta el final no se doblegan a los vientos culturales. No aspiran a la perfección en cada etapa de la vida, ni buscan destinos extravagantes en el camino. Iniciemos a los niños en el camino que ellos deben seguir invitándoles a unirse a nosotros en el camino que debemos seguir, esto es, buscando una patria celestial, una patria mejor (He 11:13-16).

Nada de lo que imaginaba

Mi trayectoria como madre no se parece en nada a lo que había imaginado. Después de que las dos queridas abuelas de mis hijos sufrieran un repentino diagnóstico terminal, no tuve más remedio que ignorar la tentación de obsesionarme con los métodos de crianza. Aquellos años de crianza de cuatro niños —mientras cuidábamos y llorábamos la pérdida de nuestras propias madres— fueron brutales. Cualquier ambición persistente de atletas estrella, certificados de matrícula de honor o currículos universitarios perfectos se vio aplastada por las reuniones de padres y profesores, las citas terapéuticas, las reuniones de educación especial y las frecuentes rabietas y lágrimas (a menudo mías).

Los dones únicos, las peculiaridades y las imperfecciones de mis hijos me recuerdan a menudo que el propósito principal de la paternidad no es conseguir que los niños vayan a universidades perfectas para que puedan encontrar trabajos perfectos y cónyuges perfectos, solo para que luego tengan sus propios hijos perfectos. Mi principal objetivo como peregrina (al igual que el de mis hijos creyentes) es nada menos que la perfección absoluta por toda la eternidad.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Laura Spaulding tiene cuatro hijos y comparte su experiencia como madre en su blog. Ha servido junto a su esposo en el ministerio de la iglesia durante más de dos décadas y está terminando su maestría en consejería en el Seminario Teológico Westminster. Trabaja medio tiempo como consultora educativa y redactora para una escuela de necesidades especiales en Houston, Texas.

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