La teología debe acompañar el mover de Dios en la iglesia

Tiempo atrás me encontraba en un congreso, y el expositor hizo la siguiente afirmación: «Reconozco que los estudios teológicos de nada me han servido ante el nuevo mover que Dios está trayendo a nuestra congregación».

La declaración arrancó algunos aplausos en medio de la multitud, pero también muchas interrogantes para otros que estábamos tratando de discernir las palabras de este líder.

Luego agregó: «Dios ha visitado mi congregación de manera sorprendente».

Este hombre en algo tiene razón: por supuesto que Dios obra de manera sorprendente en medio de su pueblo. La historia tiene registros de preciosos despertares de la iglesia en diferentes tiempos específicos, tales como en Europa, Norteamérica y nuestra América Latina. Sin embargo, no comprendo ¿por qué en algunos medios se percibe la teología como un instrumento seco, estéril y arcaico que tiende a estorbar el accionar de Dios?

Es importante recordar que la teología bíblica centrada en Dios y su Palabra no se opone a los actos portentosos de Dios, más bien, como lo diría el teólogo brasileño Valdir Steuernagel, «busca percibir la acción de Dios en la historia, el pasado, el presente y el futuro».

Cuando no entendemos cómo esta disciplina se conjuga y articula con el diario ser y quehacer de la iglesia, terminamos levantando barreras que nos distancian de esta. Por supuesto, algunos han hecho un mal manejo de la misma y así se han encargado de convertirla en sierva de algunos fines. Por esta razón, me gustaría hacer algunos aportes con el fin de precisar lo que debería ser y hacer la teología rumbo hacia la práctica en América Latina.

La teología debe proporcionar reflexión rumbo a la acción

No es concebible una dicotomía entre la reflexión teológica y la acción. Esto produce un distanciamiento entre nuestro discurso y nuestros hechos. Entre nuestra ortodoxia (tener las creencias correctas) y nuestra ortopraxis (realizar las acciones correctas).

Se dice que los evangelistas, misioneros, pastores, ¡esos sí que son los hombres y mujeres de acción! Mientras los teólogos(as) y escritores(as), son los «pensadores abstractos». Se critica a los teólogos(as), quienes se quedan en la reflexión, pero no aterrizan. Pero por el otro lado, algunos líderes han sido reconocidos por su activismo. Lo claro es que necesitamos ambas acciones, porque en Cristo funcionamos como un solo cuerpo que se complementa, porque la iglesia requiere de líderes que disciernan los tiempos que vivimos en vías de cumplir las demandas del reino de Dios. Esto se hace imperativo ante las grandes falencias bíblicas y teológicas que hoy es común encontrar en nuestros contextos eclesiásticos inmediatos.

La teología es compromiso y servicio

Una vez un pastor me manifestaba su preocupación. Cuando un líder manifestaba el llamado para el servicio, este pastor le recomendaba prepararse académicamente en un seminario. No obstante, al poco tiempo notaba cómo algunos de estos, lejos de utilizar lo aprendido para servir con mayor compromiso y pasión, se volvían engreídos, arrogantes y creían que por manejar algunos conceptos y conocimientos estaban por «encima» de los demás cristianos. Adquirir una formación teológica debería producir en nuestras vidas la suficiente humildad para reconocer lo neófitos e ignorantes que somos y lo mucho que necesitamos de la iluminación e intervención del Señor. Por lo que, en vez de idealizar teorías, necesitamos más personas con experiencia de campo y que sufran «penalidades como obreros» (cf. 2 Tim. 2).

La teología es para todos

La teología no es un ejercicio para algunos intelectuales o una élite de líderes. Si bien no todos han sido llamados a adquirir una vocación teológica formal, lo cierto es que como creyentes tenemos un serio compromiso de sustentar nuestras reflexiones en las Escrituras para: «presentar defensa a todo aquel que nos demande razón de la esperanza que hay en nosotros» (1 Ped. 3:15). Lamentablemente, en algunos círculos la teología es vista como algo que podría estorbar la vida cristiana si se la toma muy en serio. Sin embargo, todos los ministerios eclesiásticos se nutren y sustentan de ella, seamos o no seamos conscientes de este hecho.

Hoy día tal parece que muchos se conforman con el mensaje ya digerido y elaborado desde un púlpito u otro escenario, que esforzarse por confirmar si lo que se predica y enseña tiene sus bases y principios bíblicos. Me pregunto: ¿Será que de esta disyuntiva algunos han aprovechado para introducir ideas y pensamientos cuyas conclusiones provienen más bien de líderes irresponsables e inescrupulosos que de los principios que se desprenden de las Escrituras?

La teología como filtro social

La teología debería ayudarnos a encontrar luz para aquellas grandes interrogantes que surgen de muchas problemáticas sociales, éticas, políticas y culturales, entre otras. Es pues la teología un valioso instrumento como filtro para la interpretación de nuestro contexto. Aunque la teología se refuerza en otras disciplinas, no por ello debemos olvidar que nuestro punto primordial de partida seguirá siendo el mensaje revelado de Dios. Si un mover no produce un genuino arrepentimiento, vidas transformadas, un compromiso radical entre sus miembros y la comunidad que ministra, entonces dicho mover es como las «olas producidas por el mar que, cuando chocan con la playa, se disipan tan rápido como se formaron». Es allí donde la teología debería llevarnos a «evaluar lo que se está haciendo, y a evaluar a la luz de la Palabra para ver si en efecto está contribuyendo a los objetivos permanentes del reino de Dios y su justicia» (Padilla, 2006: 22).

Por supuesto, asumir una posición profética no necesariamente nos hará populares en algunos escenarios. Pero es el único camino que tenemos si en verdad estamos dispuestos a asumir un compromiso con el reino para proveer guía, dirección y exhortación al rebaño del Señor.

Fuentes:

Alexander Cabezas Mora (acabezas@redviva.org)
Es teólogo, miembro de la FTL Continental, consultor para Viva Juntos por la Niñez para América Latina y para el Seminario Esepa en San José, Costa Rica.


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