¡Cuidado con el dinero y el activismo en la iglesia!

PAUTAS PARA EJERCER CON SABIDURÍA EL MINISTERIO FINANCIERO Y DE LIDERAZGO

En nuestro artículo anterior, reflexionamos sobre algunos errores comunes en la distribución de las responsabilidades en nuestras congregaciones y en el testimonio de las Escrituras respecto a cómo solucionar de manera general estas anomalías. En esta ocasión, nos corresponde reflexionar sobre áreas específicas en las que se presenta el severo problema de unos cuantos realizando casi todo.

Toda labor que se realiza en la iglesia debiera ser considerada por todos como lo que realmente es, un ministerio, es decir, una manera en la que disponemos de nuestro tiempo, habilidades y dones para servir a nuestro Dios. Ministerio no es solo la predicación, enseñanza, alabanza, etc., sino todo aquello para lo cual Dios nos ha capacitado para edificar a su iglesia.

Administración financiera

Uno de los ministerios que suele ser observado a través de la lente de una lupa son las finanzas. Vivimos en medio de una sociedad que desconfía (en muchos casos, con justa razón) de una manera sorprendente de sus gobernantes respecto a la administración de las finanzas públicas. Lamentablemente, esta desconfianza también ha sido trasladada al liderazgo de la iglesia, encargado de este ministerio.

En ocasiones, esta desconfianza es alimentada por el propio liderazgo, sin que sea su propósito, debido al cómo está ejerciendo este ministerio. Por tal razón, exponemos algunos principios que debieran ser considerados básicos en la administración financiera de nuestras iglesias:

  1. Los pastores y las finanzas. Lo aconsejable es que ni el pastor ni su familia sean los encargados de la administración de las finanzas, a fin de evitar malas interpretaciones o señalamientos de malos manejos en esta delicada área.
  2. Administrador único. No negamos que el Señor pueda bendecir de tal manera a un único administrador, que cumpla a cabalidad con este ministerio. Sin embargo, como organización nos perdemos el privilegio de que el Señor use los dones de otros hermanos que coadyuven para aligerar las cargas de trabajo que representa este ministerio. Así mismo, con un administrador único, pasamos por alto algunas medidas siempre imprescindibles en toda administración: planeación, organización, supervisión y control.
  3. Comité directivo y ministerio de finanzas. Lo aconsejable para toda congregación es que nombre un comité administrativo que, en conjunto con el pastor o pastores, sean los encargados de la toma de decisiones. A su vez, este comité sea el encargado de integrar el ministerio de finanzas, invitando a las personas idóneas para tal ministerio. Es probable que enfrentemos resistencia por el tipo de gobierno que se practique en nuestras congregaciones, sin embargo, consideremos los beneficios de realizar estas acciones:

Trabajar en equipo, cumpliendo cada integrante con sus responsabilidades asignadas, nos ayudara a cumplir con mayor facilidad el mandato de las Escrituras para los administradores: «que cada uno sea hallado fiel» (1 Cor. 4:2 RV60).

Organización eclesiástica

Con este término nos referimos no a la congregación como conjunto de personas reunidas para determinado fin, sino al conjunto de tareas y actividades que la misma realiza en el cumplimiento de su misión en la comunidad que la rodea. Esto también suele convertirse en un dolor de cabeza para toda congregación, pues en muchas ocasiones se practica un ministerio eclesiástico tipo «escopeta», es decir, sin dirección fija alguna. Una causa de este problema es llenarnos solamente de actividades sin que ellas coadyuven a un objetivo claro, y sin ajustarse a nuestra misión y visión como iglesia. Es aquí por donde debemos comenzar.

¿Cómo saber qué actividades realizar si no existe una formulación de misión, visión y objetivos? Aquí juega un papel preponderante el comité directivo, del cual hicimos mención anteriormente, pues son precisamente ellos los encargados de ayudar a definir la misión, visión y objetivos de la congregación, es decir, a dónde queremos llegar como iglesia y cómo lo vamos a lograr. Una vez definidos estos principios rectores para nuestra congregación, el comité directivo debe difundirlos de tal manera que sean conocidos por todos los miembros, no solo para tenerlos en su mente, sino para involucrarse en las actividades y ministerios de la congregación y coadyuvar en el cumplimiento de los mismos.

  1. Elección y nombramiento de líderes de ministerio. Esta es una de las principales responsabilidades del comité: evaluar, seleccionar y capacitar a los líderes de cada ministerio.
  2. Delegar. No solamente las tareas y actividades para cada líder de ministerio, sino, muy importante, seleccionar a los integrantes de su equipo de trabajo.
  3. Evaluar y aprobar. Planes de trabajo, presupuestos, informes de las actividades de los ministerios, etc 

Probablemente estemos pensando: ¿Cuáles ministerios son los que deberían existir en la iglesia? Hermanos dedicados al entrenamiento de plantadores de iglesia comentan que existen ministerios fundamentales para toda iglesia: Enseñanza (motivo de análisis en nuestro próximo artículo), evangelización, comunión (relaciones entre los miembros de la iglesia), adoración y servicio (a la comunidad). Cada congregación debe evaluar, de conformidad con su capacidad de recursos humanos disponibles y comprometidos, con cuáles ministerios comenzar su organización eclesiástica, y poco a poco incluir el resto de los mismos.

Al llevar a cabo esta labor, el comité directivo, dará mayor apertura y oportunidad a los miembros de la congregación de ejercer sus dones, coadyuvando así a la cohesión y fortalecimiento de relaciones entre todos y cada uno de ellos, y así mismo, brindando una maravillosa oportunidad de servirnos los unos a los otros. ¡Roguemos al Señor para que nos bendiga en el cumplimiento de esta encomienda, para gloria de su bendito nombre!

Por Juan Manuel Sifuentes

Pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana Bethel, en Benito Juárez (Nuevo León, México), Juan Manuel es secretario de su presbiterio y consejero de la Unión de Sociedades Intermedias de Esfuerzo Cristiano, una organización de la Iglesia Nacional. Estudió en la Universidad Autónoma de Nuevo León y es contador público. Está casado con Betzy Quijano y son padres de tres hijos: Juan Gabriel, José Daniel y Gracia Abigail.


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