Lectura de Hoy

28-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Hechos 15

Aquí haré dos meditaciones separadas en este mismo espacio, sobre cada uno de los pasajes principales. 

En Hechos 15, es crucial entender de qué trataba la disputa que dio lugar a la creación de lo que hoy se conoce como “el Concilio de Jerusalén”. Algunos judíos viajaron de Judea a Antioquía y comenzaron a enseñarles a los creyentes allí que, a pesar de que ya creían en Jesús, no podían ser salvos a menos que se circuncidaran conforme a la ley de Moisés (15:1). Más adelante, la historia denominó judaizantes a estas personas. 

Desde la perspectiva de los judaizantes, Jesús era el Mesías judío y no se podía seguir verdaderamente a este Mesías sin convertirse en judío. Sin duda que algunos judíos se sintieron amenazados por la llegada de tantos gentiles incircuncisos a la iglesia: la autoidentidad judía corría un gran peligro de quedar diluida o incluso de perderse. No obstante, si todos estos gentiles se volvían judíos, señalado por la circuncisión, se disiparía ese peligro.

Sin embargo, el asunto es más profundo que la cuestión de la identidad judía. Finalmente, se convierte en una pregunta sobre cómo está cohesionada la Biblia entera. Los judaizantes colocaban la ley de Moisés por encima de Jesús. Sólo se podía aceptar a Jesús como el Mesías si el resultado de esto era un grupo de personas aún más comprometidas en obedecer el pacto de Moisés—leyes alimentarias, circuncisión, el culto en el templo y todo lo demás. Por el contrario, los líderes apuntan hacia otra dirección. Los mismos judíos nunca obedecieron bien la ley (15:10); ¿por qué imponérsela a los gentiles? Aún más importante, la revelación reflejada en el antiguo pacto apunta a Jesús. Él es su meta, no su siervo. Pedro le recuerda a la asamblea, que en el episodio de Cornelio, Dios derramó su Espíritu sobre los gentiles sin que estos estuvieran circuncidados (15:7-8). Lo que finalmente está en controversia es la libertad de la gracia de Dios (15:11). 

Los informes de Pablo y Bernabé fueron útiles. Jacobo, el medio hermano del señor Jesús—quien parece ser que entonces era el anciano principal de la iglesia en Jerusalén—ofrece una elocuente exposición de un texto del Antiguo Testamento, así como su propio juicio pastoral (15:13-21). La combinación triunfa, aunque el argumento se repite varias veces durane las próximas décadas. Si entiendes estos temas correctamente, la Biblia se te aclara. 

Jueces 11:30-3134-40 es un ejemplo estelar de una promesa que no se debió haber hecho y no se debió haber cumplido. A pesar de que la Biblia insiste en que debemos cumplir nuestros votos, una promesa de hacer algo malo no se debe cumplir, sino más bien arrepentirse de ella y así evitar cometer dos pecados en vez de uno solo. Más aún, aquí hay otra evidencia del descenso en la espiral de estupidez moral y teológica en el que se encontraba Israel en la época de los jueces.  

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 24
La visión de las dos canastas de higos (Jeremías 24), una que “tenía higos muy buenos, como los que maduran primero” (24:2, los madurados en junio, considerados una exquisitez, cp. Isaías 28:4), y la otra que “tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer” (24:2), es muy clara. Los higos buenos son los israelitas que ya han sido enviados al exilio al “país de los babilonios” (24:5). Dios los protegerá y traerá de vuelta. Les dará un corazón para que conozcan al Señor. “Les daré un corazón que me conozca, porque yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón” (24:7). Por el contrario, los higos malos representan a Sedequías y sus oficiales, y al resto del pueblo de Jerusalén. Ellos pasarán a ser “motivo de espanto y de calamidad” (24:9). No permanecerán en la tierra. Serán desterrados y Dios los seguirá con “espada, hambre y pestilencia” (24:10).

Esta analogía da lugar a dos reflexiones. 

En primer lugar, da al traste con las expectativas populares, tanto en Jerusalén como en la comunidad de exiliados en Babilonia. Los habitantes de Jerusalén se sentían tentados a creer que eran la élite, ya que se habían salvado: Dios no los había enviado al exilio. Los exiliados eran basura; los que quedaron en la tierra constituían el remanente fiel. Los primeros también creían lo mismo. No querían contemplar la destrucción de Jerusalén y del templo, porque entonces no habría “hogar” al que ir. Así pues, tendían a idealizar a los que quedaron atrás, que oraban para que el Señor devolviese a los exiliados al remanente fiel de la ciudad. Sin embargo, Dios dice aquí que la situación real es precisamente la opuesta. Los que han quedado en Jerusalén son indecentes y serán destruidos. Los higos buenos se encuentran en el exilio y Dios los traerá de vuelta a la tierra. En otras palabras, el remanente está exiliado. Ezequiel, coetáneo de Jeremías, desarrolla el mismo tema en Babilonia (sin la imagen de los higos): p.ej., Ezequiel 11:14-21.

En segundo lugar, las expectativas populares han sufrido tal revés, que el lector se ve obligado a pensar en otras muchas situaciones parecidas en la Biblia: el poderoso imperio egipcio contra los esclavos israelitas; el rico y Lázaro; las bienaventuranzas de Jesús, que prometen el reino a los pobres de espíritu.

Pensemos en tantas como podamos, no sólo en las páginas de las Escrituras sino más adelante en la historia. Dios se deleita exaltando al humilde y humillando al exaltado. Después de todo, nuestro Redentor murió en una cruz. Entonces, ¿por qué deberían luchar los buenos cristianos por el poder y la posición, en lugar de por la humildad y la fidelidad?

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Jueces 11
Jefté libra a Israel
11 Jefté el galaadita era un guerrero valiente, hijo de una ramera. Galaad era el padre de Jefté. Y la mujer de Galaad le dio hijos. Y cuando los hijos de su mujer crecieron, echaron fuera a Jefté, y le dijeron: «No tendrás heredad en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer». Jefté huyó de sus hermanos y habitó en la tierra de Tob. Y hombres indignos se juntaron con Jefté y salían con él.

Después de cierto tiempo sucedió que los amonitas pelearon contra Israel. Y cuando los amonitas pelearon contra Israel, los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob. Y dijeron a Jefté: «Ven y sé nuestro jefe para que peleemos contra los amonitas». Entonces Jefté contestó a los ancianos de Galaad: «¿No me odiaron y me echaron de la casa de mi padre? ¿Por qué, pues, han venido a mí ahora cuando están en apuros?».

8 Y los ancianos de Galaad dijeron a Jefté: «Por esta causa hemos vuelto a ti: para que vengas con nosotros y pelees contra los amonitas y seas jefe sobre todos los habitantes de Galaad». 9 Jefté respondió a los ancianos de Galaad: «Si me hacen volver para pelear contra los amonitas y el Señor me los entrega, ¿seré yo el jefe de ustedes?». 10 Y los ancianos de Galaad dijeron a Jefté: «El Señor es testigo entre nosotros. Ciertamente haremos como has dicho». 11 Entonces Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo hizo cabeza y jefe sobre ellos. Y Jefté habló todas sus palabras delante del Señor en Mizpa.

12 Y envió Jefté mensajeros al rey de los amonitas para que le dijeran: «¿Qué hay entre usted y yo, que ha venido a mí para pelear contra mi tierra?». 13 El rey de los amonitas dijo a los mensajeros de Jefté: «Porque Israel tomó mi tierra, cuando subieron de Egipto, desde el Arnón hasta el Jaboc y el Jordán; por tanto devuélvela ahora en paz».14 Pero Jefté volvió a enviar mensajeros al rey de los amonitas, 15 que le dijeron: «Así dice Jefté: “Israel no tomó la tierra de Moab, ni la tierra de los amonitas.

16 ”Porque cuando subieron de Egipto, e Israel pasó por el desierto hasta el Mar Rojo y llegó a Cades, 17 entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom diciéndole: ‘Permítanos, le rogamos, pasar por su tierra’, pero el rey de Edom no los escuchó. También enviaron mensajeros al rey de Moab pero él no consintió, así que Israel permaneció en Cades. 18 Luego atravesaron el desierto y rodearon la tierra de Edom y de Moab, llegaron al lado oriental de la tierra de Moab y acamparon al otro lado del Arnón; pero no entraron en el territorio de Moab, porque el Arnón era la frontera de Moab.19 ”Entonces Israel envió mensajeros a Sehón, rey de los amorreos, rey de Hesbón, y le dijo Israel: ‘Permítanos, le rogamos, pasar por su tierra a nuestro lugar’. 

20 Pero Sehón no confió en Israel para darle paso por su territorio. Reunió, pues, Sehón a todo su pueblo y acampó en Jahaza, y peleó contra Israel. 21 El Señor, Dios de Israel, entregó a Sehón y a todo su pueblo en manos de Israel, y los derrotaron, e Israel tomó posesión de toda la tierra de los amorreos, los habitantes de esa región.22 ”Y poseyeron todo el territorio de los amorreos desde el Arnón hasta el Jaboc, y desde el desierto hasta el Jordán. 23 Puesto que el Señor, Dios de Israel, expulsó a los amorreos de delante de su pueblo Israel, ¿va usted a poseerla?

24 ”¿No posee usted lo que Quemos, su dios, le ha dado para poseer? De modo que todo el territorio que el Señor nuestro Dios ha desposeído delante de nosotros, lo poseeremos. 25 Ahora pues, ¿es usted mejor que Balac, hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Acaso luchó él con Israel, o acaso peleó contra ellos?26 ”Mientras Israel habitaba en Hesbón y sus pueblos, y en Aroer y sus aldeas, y en todas las ciudades que están a orillas del Arnón por 300 años, ¿por qué no las recuperó durante ese tiempo? 27 Por tanto, yo no he pecado contra usted, pero usted me está haciendo mal al hacer guerra contra mí. Que el Señor, el Juez, juzgue hoy entre los israelitas y los amonitas”». 

28 Pero el rey de los amonitas no hizo caso al mensaje que Jefté le envió.

Voto y victoria de Jefté

29 El Espíritu del Señor vino sobre Jefté. Entonces Jefté pasó por Galaad y Manasés. Luego pasó por Mizpa de Galaad, y de Mizpa de Galaad fue adonde estaban los amonitas. 30 Y Jefté hizo un voto al Señor, y dijo: «Si en verdad entregas en mis manos a los amonitas, 31 sucederá que cualquiera que salga de las puertas de mi casa a recibirme cuando yo vuelva en paz de los amonitas, será del Señor, o lo ofreceré como holocausto»

32 Jefté cruzó adonde estaban los amonitas para pelear contra ellos, y el Señor los entregó en su mano. 33 Y los hirió con una gran matanza desde Aroer hasta la entrada de Minit, veinte ciudades, hasta Abel Keramim. Y los amonitas fueron sometidos delante de los israelitas.34 Cuando Jefté llegó a su casa en Mizpa, su hija salió a recibirlo con panderos y con danzas. Ella era su única hija. Fuera de ella no tenía hijo ni hija.

35 Al verla, él rasgó sus ropas y dijo: «¡Ay, hija mía! Me has abatido y estás entre los que me afligen. Porque he dado mi palabra al Señor, y no me puedo retractar». 36 Entonces ella le dijo: «Padre mío, has dado tu palabra al Señor. Haz conmigo conforme a lo que has dicho, ya que el Señor te ha vengado de tus enemigos, los amonitas».37 Y ella dijo a su padre: «Que se haga esto por mí; déjame sola por dos meses, para que vaya yo a los montes y llore por mi virginidad, yo y mis compañeras». 38 Y él dijo: «Ve», y la dejó ir por dos meses; y ella se fue con sus compañeras, y lloró su virginidad por los montes.

39 Al cabo de los dos meses ella regresó a su padre, que cumplió con ella conforme al voto que había hecho; y ella no tuvo relaciones con ningún hombre. Y se hizo costumbre en Israel, 40 que de año en año las hijas de Israel fueran cuatro días en el año a conmemorar a la hija de Jefté el galaadita

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Hechos 15
LIBRO QUINTO
El problema de los judaizantes
15 Algunos que llegaron de Judea enseñaban a los hermanos: «Si no se circuncidan conforme al rito de Moisés, no pueden ser salvos». 2 Como Pablo y Bernabé tuvieran gran disensión y debate con ellos, los hermanos determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos para tratar esta cuestión.

3 Así que, siendo enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, relatando detalladamente la conversión de los gentiles, y causaban gran gozo a todos los hermanos. 4 Cuando llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, los apóstoles y los ancianos, e informaron de todo lo que Dios había hecho con ellos. 5 Pero algunos de la secta de los fariseos que habían creído se levantaron diciendo: «Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés».

El concilio de Jerusalén

6 Entonces los apóstoles y los ancianos se reunieron para considerar este asunto. 7 Después de mucho debate, Pedro se levantó y les dijo: «Hermanos, ustedes saben que en los primeros días Dios escogió de entre ustedes que por mi boca los gentiles oyeran la palabra del evangelio y creyeran. 8 Dios, que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, al igual que a nosotros; 9 y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.

10 »Ahora pues, ¿por qué tientan a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11 Creemos más bien que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos también lo son».12 Toda la multitud hizo silencio, y escuchaban a Bernabé y a Pablo, que relataban las señales y prodigios que Dios había hecho entre los gentiles por medio de ellos. 13 Cuando terminaron de hablar, Jacobo tomó la palabra y dijo: «Escúchenme, hermanos. 

14 Simón ha relatado cómo Dios al principio tuvo a bien tomar de entre los gentiles un pueblo para Su nombre. 15 Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito:16 “Después de esto volveré,

Y reedificaré el tabernáculo de David que ha caído.
Y reedificaré sus ruinas,
Y lo levantaré de nuevo,
17 Para que el resto de los hombres busque al Señor,
Y todos los gentiles que son llamados por Mi nombre”,
18 Dice el Señor, que hace saber todo esto desde tiempos antiguos.19 »Por tanto, yo opino que no debemos molestar a los que de entre los gentiles se convierten a Dios, 20 sino que les escribamos que se abstengan de cosas contaminadas por los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre. 21 Porque Moisés desde generaciones antiguas tiene en cada ciudad quienes lo prediquen, pues todos los días de reposo es leído en las sinagogas».

La carta del concilio a los gentiles

22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, escoger de entre ellos algunos hombres para enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres prominentes entre los hermanos, 23 y enviaron esta carta con ellos:«Los apóstoles, y los hermanos que son ancianos, a los hermanos en Antioquía, Siria y Cilicia que son de los gentiles, saludos.

24 Puesto que hemos oído que algunos de entre nosotros, a quienes no autorizamos, los han inquietado con sus palabras, perturbando sus almas, 25 nos pareció bien, habiendo llegado a un común acuerdo, escoger algunos hombres para enviarlos a ustedes con nuestros amados Bernabé y Pablo. 26 Estos hombres han arriesgado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27 Por tanto, hemos enviado a Judas y a Silas, quienes también les informarán las mismas cosas verbalmente. 28 Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponerles mayor carga que estas cosas esenciales: 29 que se abstengan de lo que ha sido sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales que han sido estrangulados y de fornicación. Si se guardan de tales cosas, harán bien. Pásenla bien».

Judas y Silas en Antioquía

30 Así que ellos, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía; y reuniendo a la congregación, entregaron la carta. 31 Cuando los hermanos la leyeron, se regocijaron por el consuelo que les impartía. 32 Siendo Judas y Silas también profetas, exhortaron y confortaron a los hermanos con un largo mensaje.

33 Después de pasar allí algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a aquellos que los habían enviado. 34 Pero a Silas le pareció bien quedarse allí. 35 También Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando y proclamando con muchos otros, las buenas nuevas de la palabra del Señor.

Pablo y Bernabé se separan

36 Después de algunos días Pablo dijo a Bernabé: «Volvamos y visitemos a los hermanos en todas las ciudades donde hemos proclamado la palabra del Señor, para ver cómo están». 37 Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos, 38 pero Pablo consideraba que no debían llevar consigo a quien los había desertado en Panfilia y no los había acompañado en la obra. 

39 Se produjo un desacuerdo tan grande que se separaron el uno del otro. Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre, 40 pero Pablo escogió a Silas y partió, siendo encomendado por los hermanos a la gracia del Señor. 41 Y viajaba por Siria y Cilicia confirmando a las iglesias.

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Jeremías 24
Las dos cestas de higos

24 Después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, desterró a Jeconías, hijo de Joacim, rey de Judá, y a los oficiales de Judá junto con los artesanos y herreros de Jerusalén, y los llevó a Babilonia, el Señor me mostró dos cestas de higos colocadas delante del templo del Señor. 2 Una cesta tenía higos muy buenos, como los primeros higos maduros; y la otra tenía higos muy malos, que de podridos no se podían comer. 3 Entonces el Señor me dijo: «¿Qué ves, Jeremías?». Yo dije: «Higos; los higos buenos son muy buenos, pero los malos son muy malos, que de podridos no se pueden comer».

4 Entonces vino a mí la palabra del Señor: 5 «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Como a estos higos buenos, así consideraré como buenos a los desterrados de Judá que Yo he echado de este lugar a la tierra de los caldeos. 6 Porque pondré Mis ojos sobre ellos para bien, y los traeré de nuevo a esta tierra; los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré. 7 Les daré un corazón para que me conozcan, porque Yo soy el Señor; y ellos serán Mi pueblo y Yo seré su Dios, pues volverán a Mí de todo corazón.

8 ”Pero como a los higos malos que de podridos no se pueden comer”, así dice el Señor, “de la misma manera abandonaré a Sedequías, rey de Judá, a sus oficiales, al remanente de Jerusalén que queda en esta tierra y a los que habitan en la tierra de Egipto. 9 Los haré motivo de espanto y de calamidad para todos los reinos de la tierra, de oprobio y refrán, de burla y maldición en todos los lugares adonde los dispersaré. 10 Y enviaré sobre ellos espada, hambre y pestilencia hasta que sean exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres”».

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Marcos 10
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Jesús en Judea
10 Levantándose de allí, Jesús se fue* a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y se reunieron* de nuevo las multitudes junto a Él, y una vez más, como acostumbraba, les enseñaba.

Enseñanza de Jesús sobre el divorcio

2 Se acercaron algunos fariseos, y para poner a prueba a Jesús, le preguntaban si era lícito a un hombre divorciarse de su mujer. 3 «¿Qué les mandó Moisés?», les dijo Jesús. 4 Ellos respondieron: «Moisés permitió al hombre escribir carta de divorcio y repudiarla».5 Entonces Jesús les dijo: «Por la dureza del corazón de ustedes, Moisés les escribió este mandamiento. 

6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y hembra. 7 Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre, 8 y los dos serán una sola carne; así que ya no son dos, sino una sola carne. 9 Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe».

10 Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. 11 Y Él les dijo*: «Cualquiera que se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio contra ella; 12 y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Jesús bendice a los niños

13 Traían niños a Jesús para que Él los tocara, pero los discípulos los reprendieron. 14 Cuando Jesús vio esto, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a Mí; no se lo impidan, porque de los que son como estos es el reino de Dios. 15 En verdad les digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». 16 Y tomándolos en los brazos, los bendecía, poniendo las manos sobre ellos.

El joven rico

17 Cuando Jesús salía para irse, vino un hombre corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». 18 Jesús le respondió: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios. 19 Tú sabes los mandamientos: “No mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre”».

20 «Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud», dijo el hombre. 21 Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; entonces vienes y me sigues». 22 Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.

Peligro de las riquezas

23 Jesús, mirando en derredor, dijo* a Sus discípulos: «¡Qué difícil será para los que tienen riquezas entrar en el reino de Dios!». 24 Los discípulos se asombraron de Sus palabras. Pero Jesús respondiendo de nuevo, les dijo*: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! 25 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios».26 Ellos se asombraron aún más, diciendo entre sí: «¿Y quién podrá salvarse?».

27 Mirándolos Jesús, dijo*: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios». 28 Entonces Pedro comenzó a decir a Jesús: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».29 Jesús respondió: «En verdad les digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de Mí y por causa del evangelio, 

30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna. 31 Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros».

Jesús anuncia Su muerte por tercera vez

32 Iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos. Los discípulos estaban perplejos, y los que lo seguían tenían miedo. Y tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder: 33 «Ahora subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles. 34 Se burlarán de Él y le escupirán, lo azotarán y lo matarán, y tres días después resucitará».

Petición de Jacobo y Juan

35 Jacobo y Juan, los dos hijos de Zebedeo, se acercaron* a Jesús, diciendo: «Maestro, queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos». 36 «¿Qué quieren que haga por ustedes?», les preguntó. 37 Ellos le dijeron: «Concédenos que en Tu gloria nos sentemos uno a Tu derecha y el otro a Tu izquierda». 

38 Jesús les dijo: «Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que Yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que soy bautizado?». 39 Le respondieron: «Podemos». Y Jesús les dijo: «La copa que Yo bebo, beberán; y serán bautizados con el bautismo con que Yo soy bautizado; 40 pero el sentarse a Mi derecha o a Mi izquierda, no es Mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado».

41 Al oír esto, los diez comenzaron a indignarse contra Jacobo y Juan. 42 Llamándolos junto a Él, Jesús les dijo*: «Ustedes saben que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. 43 Pero entre ustedes no es así, sino que cualquiera de ustedes que desee llegar a ser grande será su servidor, 

44 y cualquiera de ustedes que desee ser el primero será siervo de todos. 45 Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos».

El ciego Bartimeo es sanado

46 Entonces llegaron* a Jericó. Y cuando Él salía de Jericó con Sus discípulos y una gran multitud, un mendigo ciego llamado Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. 47 Cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!».48 Y muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten misericordia de mí!». 

49 Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Y llamaron* al ciego, diciéndole: «¡Anímate! Levántate, que te llama». 50 Arrojando su manto, se levantó de un salto y fue a Jesús.51 Y dirigiéndose a él, Jesús le preguntó: «¿Qué deseas que haga por ti?». Y el ciego le respondió: «Raboní, que recobre la vista». 52 «Vete, tu fe te ha sanado», le dijo Jesús. Al instante el ciego recobró la vista, y lo seguía por el camino.

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