Lectura de Hoy

30-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Hechos 17

Casi toda la evangelización de Pablo a los gentiles comenzó en la sinagoga. Su procedimiento habitual al llegar a una nueva población era visitar la sinagoga y (como era común pedirle a los visitantes que hablaran) aprovechar la oportunidad para predicar el evangelio. Esto significa que sus oyentes eran una mezcla de judíos, prosélitos (es decir, gentiles convertidos al judaísmo) y temerosos de Dios (es decir, gentiles que simpatizaban con los judíos y su monoteísmo, pero que no se habían convertido formalmente). El libro de los Hechos muestra que en varias ocasiones (por ejemplo, 13:13-48; 17:1-9), las autoridades de las sinagogas se cansaron de Pablo y le prohibieron la entrada. En este momento, muchos de los prosélitos y temerosos de Dios se iban con él, de manera que aunque ahora predicaba a una multitud principalmente gentil, la mayoría de ellos habían estado expuestos a las Escrituras del Antiguo Testamento. En otras palabras, en estos casos, Pablo podía predicarles a personas que compartían con él mucho del vocabulario, los hechos y las situaciones del relato del Antiguo Testamento. 

Ahora bien, ¿qué haría Pablo si estuviera predicándole a analfabetos bíblicos (es decir, a gente que nunca haya escuchado de Moisés, ni leído, ni aprendido elemento alguno de la trama del Antiguo Testamento)? Este tipo de personas no sólo necesitarían que se les informara, sino que tendrían que desaprender muchas nociones adquiridas de otro trasfondo cultural y religioso. Podemos ver un encuentro de esta índole en 14:8-20, cuando los ciudadanos de Listra concluyen emocionados que Pablo y Bernabé son encarnaciones de dioses griegos (ver la meditación del 27 de julio). El breve informe del discurso de Pablo (14:15-17) nos ofrece un ejemplo de la respuesta apostólica. 

Pero el más revelador es el relato de la visita de Pablo a Atenas (17:16- 31). Aquí Pablo empieza en la sinagoga (17:17) pero también salió a evangelizar en el mercado a todos los que pasaran por allí (17:17) y esto provoca una invitación a hablar en la reunión del Areópago. Y ahí, podemos percibir claramente cómo el apóstol Pablo ha pensado sobre este asunto. En un mundo de dioses finitos (a menudo apoyados por una deidad panteística), visiones cíclicas de la historia, comprensiones del pecado que están por debajo del estándar bíblico, idolatría multiplicada, dualismo que declara malo todo lo material y bueno todo lo espiritual, deidades tribales y bastante superstición, Pablo presenta una cosmovisión del Dios verdadero, una visión lineal de la historia, la naturaleza del pecado y de la idolatría, el juicio inminente, la unidad de la raza humana y la unicidad de Dios—todo como el marco necesario sin el cual su proclamación de Jesús no tendría sentido. ¿Qué significa esto para la evangelización en la actualidad?  

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 26
Los lectores devotos consideran héroes de la fe a los escritores bíblicos. Por esta razón, en algunas ocasiones pasan por alto el hecho de que, en su propia época, estos fueron despreciados, tratados como intrusos, mirados con desdén. Por supuesto, algunos de los que contribuyeron al canon de las Escrituras crecieron siendo ricos o famosos, o ambas cosas: nos viene a la mente Salomón. Otros fueron poderosos en un momento de su vida, pero se enfrentaron a extraordinarias dificultades en otros, por ejemplo David. No obstante, la mayoría de los profetas sufrieron el desprecio; algunos de ellos perdieron la vida. Como dijo el Señor Jesús: “Dichosos seréis cuando por mi causa la gente os insulte, os persiga y levante contra vosotros toda clase de calumnias. Alegraos y llenaos de júbilo, porque os espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que os precedieron” (Mateo 5:11-12, cursivas añadidas).

Ya hemos visto que el destino de Jeremías no fue feliz. De aquí en adelante (Jeremías 26), su deprimente situación se vuelve más clara. Para sus críticos más acérrimos, el mensaje de Jeremías, especialmente su insistencia constante en que Jerusalén y su templo serían destruidos si el pueblo no se arrepentía, suena peligrosamente cercano a una traición aderezada con blasfemia: traición, porque se podía acusar al profeta de desmoralizar a los ciudadanos, reduciendo así su capacidad de resistir la arremetida de los babilonios; blasfemia, porque está dando a entender que Dios no podía, o no quería, preservar su ciudad y su templo. Por tanto, los oficiales intentan organizar una ejecución judicial.

Lo que salva a Jeremías, humanamente hablando, es su gran insistencia en que, si lo matan, provocarán que un duro juicio caiga sobre su cabeza, porque “el Señor me ha enviado a que os anuncie claramente todas estas cosas” (26:15). Unos quieren concederle el beneficio de la duda; otros recuerdan que Miqueas de Moreset (el Miqueas bíblico) pronunció palabras parecidas de denuncia. (La cronología de los profetas hace que sea probable que algunos de los ancianos que se encontraban delante de Jeremías hubiesen escuchado realmente a Miqueas). Así pues, indultan al profeta.

Su colega Urías hijo de Semaías no corrió la misma suerte. Solo sabemos de él lo que se recoge en estos versículos (26:20-23). Jeremías no era el único profeta que proclamaba fielmente la palabra de Dios. Cuando Urías, como este, vio amenazada su vida, huyó a Egipto, a diferencia de él. En ese momento, Israel aún era un Estado vasallo de Egipto y existía algún tipo de tratado de extradición. Enviaron de vuelta a Urías y lo ejecutaron. Su huida había convencido a sus acusadores de que era un traidor. Reflexionemos de nuevo en las palabras de Jesús, citadas arriba.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Jueces 13
Opresión filistea
13 Los israelitas volvieron a hacer lo malo ante los ojos del Señor, y el Señor los entregó en manos de los filisteos durante cuarenta años.

Había un hombre de Zora, de la familia de los danitas, el cual se llamaba Manoa; su mujer era estéril y no había tenido hijos. Entonces el ángel del Señor se le apareció a la mujer, y le dijo: «Tú eres estéril y no has tenido hijos, pero vas a concebir y a dar a luz un hijo. Ahora pues, cuídate de no beber vino ni licor, y de no comer ninguna cosa inmunda. Porque vas a concebir y a dar a luz un hijo. Él no pasará navaja sobre su cabeza, porque el niño será nazareo para Dios desde el seno materno. Y él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos».

6 La mujer fue y se lo dijo a su marido: «Un hombre de Dios vino a mí, y su aspecto era como el aspecto del ángel de Dios, muy imponente. Yo no le pregunté de dónde venía, ni él me hizo saber su nombre. 7 Pero él me dijo: “Vas a concebir y a dar a luz un hijo; desde ahora no beberás vino ni licor, ni comerás cosa inmunda, porque el niño será nazareo para Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte”».

8 Entonces Manoa imploró al Señor, y dijo: «Te ruego Señor, que el hombre de Dios que Tú enviaste venga otra vez a nosotros, para que nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer». 9 Dios escuchó la voz de Manoa. Y el ángel de Dios vino otra vez a la mujer cuando estaba sentada en el campo; pero Manoa su marido no estaba con ella.

10 La mujer corrió rápidamente y avisó a su marido, y le dijo: «Ven, se me ha aparecido el hombre que vino el otro día». 11 Manoa se levantó y siguió a su mujer, y cuando llegó al hombre, le dijo: «¿Eres el hombre que habló a la mujer?». «Yo soy», respondió él.

12 Y Manoa le preguntó: «Cuando tus palabras se cumplan, ¿cómo debe ser el modo de vivir del muchacho y cuál su vocación?». 13 Y el ángel del Señor contestó a Manoa: «Que la mujer atienda a todo lo que le dije. 14 No comerá nada que venga de la vid, no beberá vino ni licor, ni comerá nada inmundo. Ella deberá guardar todo lo que le he ordenado».

Nacimiento de Sansón

15 Entonces Manoa dijo al ángel del Señor: «Permítenos detenerte y prepararte un cabrito». 16 Y el ángel del Señor respondió a Manoa: «Aunque me detengas, no comeré de tu alimento, pero si preparas un holocausto, ofrécelo al Señor». Y Manoa no sabía que era el ángel del Señor.17 Y Manoa dijo al ángel del Señor: «¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumplan tus palabras, te honremos?». 

18 El ángel del Señor le respondió: «¿Por qué preguntas mi nombre, viendo que es maravilloso?».19 Entonces Manoa tomó el cabrito con la ofrenda de cereal y los ofreció sobre una piedra al Señor, y el ángel hizo maravillas mientras que Manoa y su mujer observaban. 20 Pues sucedió que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel del Señor ascendió en la llama del altar. Al ver esto, Manoa y su mujer cayeron rostro en tierra.

21 El ángel del Señor no se volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces Manoa supo que era el ángel del Señor. 22 Y Manoa dijo a su mujer: «Ciertamente moriremos, porque hemos visto a Dios». 23 Pero su mujer le contestó: «Si el Señor hubiera deseado matarnos, no habría aceptado el holocausto ni la ofrenda de cereal de nuestras manos; tampoco nos habría mostrado todas estas cosas, ni nos habría permitido ahora oír cosas como estas».

24 Y la mujer dio a luz un hijo y le puso por nombre Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo. 25 Y el Espíritu del Señor comenzó a manifestarse en él en Majané Dan, entre Zora y Estaol.

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Hechos 17
LIBRO QUINTO
Pablo y Silas en Tesalónica
17 Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, Pablo y Silas llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. 2 Y Pablo, entró según su costumbre, y por tres días de reposo discutió con ellos basándose en las Escrituras, 3 explicando y presentando evidencia de que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos, y diciendo: «Este Jesús, a quien yo les anuncio, es el Cristo». 

4 Algunos de ellos creyeron, y se unieron a Pablo y a Silas, junto con una gran multitud de griegos temerosos de Dios y muchas de las mujeres principales.5 Pero los judíos, llenos de envidia, llevaron algunos hombres malvados de la plaza pública, organizaron una turba y alborotaron la ciudad. Asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. 6 Al no encontrarlos, arrastraron a Jasón y a algunos de los hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: «Esos que han trastornado al mundo han venido acá también; 7 y Jasón los ha recibido. Todos ellos actúan contra los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús». 

8 Y alborotaron a la multitud y a las autoridades de la ciudad que oían esto. 9 Pero después de recibir una fianza de Jasón y de los otros, los soltaron.

Pablo y Silas enviados a Berea

10 Enseguida los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas a Berea, los cuales, al llegar, fueron a la sinagoga de los judíos. 11 Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así. 

12 Por eso muchos de ellos creyeron, así como también un buen número de griegos, hombres y mujeres de distinción.13 Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que la palabra de Dios había sido proclamada por Pablo también en Berea, fueron también allá para agitar y alborotar a las multitudes. 

14 Entonces los hermanos inmediatamente enviaron a Pablo para que fuera hasta el mar; pero Silas y Timoteo se quedaron allí. 15 Los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes de que Silas y Timoteo se unieran a él lo más pronto posible, se fueron.

Pablo en Atenas

16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al contemplar la ciudad llena de ídolos. 17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los gentiles temerosos de Dios, y diariamente en la plaza con los que estuvieran presentes.18 También discutían con él algunos de los filósofos epicúreos y estoicos. Y algunos decían: «¿Qué quiere decir este palabrero?». «Parece ser un predicador de divinidades extrañas», decían otros; porque les predicaba a Jesús y la resurrección.19 Entonces tomaron a Pablo y lo llevaron al Areópago, diciendo: «¿Podemos saber qué es esta nueva enseñanza que usted proclama? 

20 Porque le oímos decir cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significan». 21 Pues todos los atenienses y los extranjeros de visita allí, no pasaban el tiempo en otra cosa sino en decir o en oír algo nuevo.22 Entonces Pablo poniéndose en pie en medio del Areópago, dijo: «Varones atenienses, percibo que ustedes son muy religiosos en todo sentido. 23 Porque mientras pasaba y observaba los objetos de su adoración, hallé también un altar con esta inscripción: “AL DIOS DESCONOCIDO”. Pues lo que ustedes adoran sin conocer, eso les anuncio yo.

24 »El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, puesto que es Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos por manos de hombres, 25 ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que Él da a todos vida y aliento y todas las cosas.26 »De uno solo, Dios hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la superficie de la tierra, habiendo determinado sus tiempos y las fronteras de los lugares donde viven, 27 para que buscaran a Dios, y de alguna manera, palpando, lo hallen, aunque Él no está lejos de ninguno de nosotros. 

28 Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, así como algunos de los poetas de ustedes han dicho: “Porque también nosotros somos linaje Suyo”.29 »Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Naturaleza Divina sea semejante a oro, plata o piedra, esculpidos por el arte y el pensamiento humano. 30 Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan. 31 Porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien Él ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres cuando lo resucitó de entre los muertos».

32 Cuando oyeron de la resurrección de los muertos, algunos se burlaban, pero otros dijeron: «Le escucharemos otra vez acerca de esto». 33 Entonces Pablo salió de entre ellos. 34 Pero algunos se unieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y otros con ellos.


Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Jeremías 26
Plan para matar a Jeremías

26 Al comienzo del reinado de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra del Señor: 2 «Así dice el Señor: “Ponte en el atrio de la casa del Señor, y habla a todas las ciudades de Judá que vienen a adorar en la casa del Señor, todas las palabras que te he mandado decirles. No omitas ni una palabra. 3 Tal vez escuchen y cada uno se vuelva de su mal camino, y Yo me arrepienta del mal que pienso hacerles a causa de la maldad de sus obras”.

4 Tú les dirás: “Así dice el Señor: ‘Si no me escuchan, para andar en Mi ley que he puesto delante de ustedes, 5 para que escuchen las palabras de Mis siervos los profetas que les he enviado repetidas veces, pero no los han escuchado, 6 entonces pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición para todas las naciones de la tierra’”».7 Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías decir estas palabras en la casa del Señor. 

8 Cuando Jeremías terminó de decir todo lo que el Señor le había mandado que hablara a todo el pueblo, lo apresaron los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, diciendo: «De cierto, morirás. 9 ¿Por qué has profetizado en nombre del Señor, diciendo: “Esta casa será como Silo y esta ciudad quedará desolada sin habitante alguno?”». Y todo el pueblo se congregó contra Jeremías en la casa del Señor.10 Cuando los jefes de Judá oyeron estas cosas, subieron de la casa del rey a la casa del Señor, y se sentaron a la entrada de la puerta Nueva de la casa del Señor. 11 Entonces los sacerdotes y los profetas hablaron a los jefes y a todo el pueblo, y les dijeron: «¡Sentencia de muerte para este hombre!, porque ha profetizado contra esta ciudad, como han oído con sus propios oídos». 

12 Entonces Jeremías habló a todos los jefes y a todo el pueblo, y les dijo: «El Señor me ha enviado a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad todas las palabras que han oído. 13 Ahora bien, enmienden sus caminos y sus obras, y obedezcan al Señor su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal que ha pronunciado contra ustedes. 14 En cuanto a mí, estoy en sus manos; hagan de mí como mejor y más recto sea a sus ojos. 15 Pero sepan bien que si me matan, sangre inocente echarán sobre ustedes y sobre esta ciudad y sobre sus habitantes; porque en verdad el Señor me ha enviado a ustedes para hablar en sus oídos todas estas palabras».

16 Entonces los jefes y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Que no haya sentencia de muerte para este hombre, porque en nombre del Señor nuestro Dios nos ha hablado». 17 Y se levantaron algunos de los ancianos del país y hablaron a toda la asamblea del pueblo, y dijeron: 18 «Miqueas de Moréset profetizó en días de Ezequías, rey de Judá, y habló a todo el pueblo de Judá: “Así ha dicho el Señor de los ejércitos:‘Sión será arada como un campo,
Jerusalén se convertirá en un montón de ruinas,
Y el monte del santuario será como los lugares altos de un bosque’”.19 ¿Acaso Ezequías, rey de Judá, y todo Judá le dieron muerte a Miqueas? ¿No temió él al Señor y suplicó el favor del Señor, y el Señor se arrepintió del mal que había pronunciado contra ellos? Nosotros, pues, estamos cometiendo un gran mal contra nosotros mismos».

20 Hubo también un hombre que profetizó en el nombre del Señor, Urías, hijo de Semaías de Quiriat Jearim. Él profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra palabras semejantes a todas las de Jeremías. 21 Cuando el rey Joacim y todos sus valientes y todos los jefes oyeron sus palabras, el rey procuró matarlo; pero Urías se enteró, tuvo miedo, huyó y se fue a Egipto. 22 Entonces el rey Joacim envió hombres a Egipto: a Elnatán, hijo de Acbor, y a otros hombres con él, a Egipto. 23 Y trajeron a Urías de Egipto y lo llevaron al rey Joacim, quien lo mató a espada y echó su cadáver a la fosa común.

24 Pero la mano de Ahicam, hijo de Safán, estaba con Jeremías, de manera que no fue entregado en manos del pueblo para que le dieran muerte.

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Marcos 12
2
1
9
8
7
6
5
4
3
2
8
7
6
5
4
3
2
1
0
2
2
2
9
8
7
6
5
4
3
2
1
9
8
7
6
5
4
3
2
210229876543219876554544323365433254323210111987654533232432654323215432432
Parábola de los labradores malvados
12 Entonces Jesús comenzó a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña y la cercó con un muro, cavó un estanque debajo del lagar y edificó una torre; la arrendó a labradores y se fue de viaje. Al tiempo de la vendimia envió un siervo a los labradores para recibir de los labradores su parte de los frutos de la viña. Pero ellos, echándole mano, lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías. De nuevo les mandó otro siervo, y a él lo hirieron en la cabeza y lo trataron vergonzosamente. Envió a otro y a este lo mataron; y así con muchos otros, golpeando a unos y matando a otros.

»Todavía le quedaba uno, un hijo amado; y les envió a este último, diciendo: “Respetarán a mi hijo”. Pero aquellos labradores se dijeron entre sí: “Este es el heredero; ¡vengan, matémoslo, y la heredad será nuestra!”. Echándole mano, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
»¿Qué hará, entonces, el dueño de la viña? Vendrá y destruirá a los labradores, y dará la viña a otros. 

10 ¿Ni aun esta Escritura han leído:
“La piedra que desecharon los constructores, Esa, en piedra angular se ha convertido; 11 Esto fue hecho de parte del Señor, Y es maravilloso a nuestros ojos”?».
12 Y procuraban prender a Jesús, pero temían a la multitud, porque comprendieron que contra ellos había dicho la parábola. Y lo dejaron y se fueron.

El pago del impuesto a César

13 Pero enviaron* algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprender a Jesús en alguna palabra. 14 Cuando ellos llegaron*, le dijeron*: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no buscas el favor de nadie, porque eres imparcial, y enseñas el camino de Dios con verdad. ¿Es lícito pagar impuesto a César, o no? 15 ¿Pagaremos o no pagaremos?». Pero Él, dándose cuenta de su hipocresía, les preguntó: «¿Por qué me están poniendo a prueba? Traigan un denario para verlo». 16 Se lo trajeron, y Él les dijo*: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». «De César», le contestaron. 17 Entonces Jesús les dijo: «Den a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios». Y se maravillaban de Él.

Pregunta sobre la resurrección

18 Algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, se acercaron* a Jesús, y le dijeron: 19 «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si el hermano de alguien muere y deja mujer y no deja hijo, que su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano”. 20 Hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. 21 El segundo la tomó, y murió sin dejar descendencia; y asimismo el tercero; 

22 y así los siete, sin dejar descendencia. Y por último murió también la mujer. 23 En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Pues los siete la tuvieron por mujer».24 Jesús les dijo: «¿No es esta la razón por la que están ustedes equivocados: que no entienden las Escrituras ni el poder de Dios? 25 Porque cuando ellos resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dados en matrimonio, sino que serán como los ángeles en los cielos. 

26 Y en cuanto a que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés, en el pasaje sobre la zarza ardiendo, cómo Dios le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob”? 27 Él no es Dios de muertos, sino de vivos; ustedes están muy equivocados».

El mandamiento supremo

28 Cuando uno de los escribas se acercó, los oyó discutir, y reconociendo que Jesús les había contestado bien, le preguntó: «¿Cuál mandamiento es el más importante de todos?».29 Jesús respondió: «El más importante es: “Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; 30 y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza”. 31 El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento mayor que estos».

32 Y el escriba le dijo: «Muy bien, Maestro; con verdad has dicho que Él es Uno, y no hay otro además de Él; 33 y que amarle a Él con todo el corazón y con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y los sacrificios».34 Viendo Jesús que él había respondido sabiamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y después de eso, nadie se aventuraba a hacer más preguntas.

Jesús, Hijo y Señor de David35 Mientras enseñaba en el templo Jesús decía: «¿Por qué dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 David mismo dijo por el Espíritu Santo:“El Señor dijo a mi Señor:

‘Siéntate a Mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’”.

37 David mismo lo llama “Señor”. ¿En qué sentido es, pues, su hijo?». Y la gran multitud lo escuchaba con gusto.

Advertencia contra los escribas

38 Y en Su enseñanza les decía: «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta andar con vestiduras largas, y aman los saludos respetuosos en las plazas, 39 los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes; 40 que devoran las casas de las viudas, y por las apariencias hacen largas oraciones; estos recibirán mayor condenación».

La ofrenda de la viuda

41 Jesús se sentó frente al arca del tesoro, y observaba cómo la multitud echaba dinero en el arca del tesoro; y muchos ricos echaban grandes cantidades. 42 Llegó una viuda pobre y echó dos pequeñas monedas de cobre, o sea, un cuadrante. 43 Y llamando Jesús a Sus discípulos, les dijo: «En verdad les digo, que esta viuda pobre echó más que todos los contribuyentes al tesoro; 44 porque todos ellos echaron de lo que les sobra, pero ella, de su pobreza, echó todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir».

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Exit mobile version