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La pandemia de soledad y el remedio del evangelio

Una reflexión pastoral sobre nuestra necesidad de comunidad

El cirujano general de los Estados Unidos (portavoz principal del gobierno en asuntos de salud pública) advirtió que existe una «epidemia de soledad» en el país. Pero esta realidad no se limita a un país: una encuesta reciente afirma que una de cada cuatro personas en el mundo se siente sola. Por eso podríamos decir que más que una epidemia, estamos ante una pandemia de soledad.

La gravedad de esta situación se evidencia en el incremento de suicidios y las muertes causadas por el abuso de sustancias controladas, como la morfina y el fentanilo. Esta triste realidad pareciera contradictoria con la aparente conectividad que nos ofrece la era de la información y de los grandes avances tecnológicos. Las redes sociales, en especial, prometen quitarnos la soledad, pero los datos revelan que hoy las personas se sienten más solas que nunca. No hay que ser un sociólogo para ver que la «cercanía» que ofrece la tecnología es superficial y no termina por satisfacer las demandas del corazón humano.

Los adelantos tecnológicos no son malos en sí mismos, pero debemos tener mucho cuidado con el uso que les damos. El problema de la era del Internet y las redes sociales es que nos promete cercanía con el mundo y, sin embargo, terminamos más aislados de todos. Por eso debemos reconocer que las redes sociales son un factor determinante en la soledad que muchas personas experimentan hoy.

El engaño de las “comunidades” virtuales

Uno de los problemas principales de buscar «comunidad» primeramente en las redes sociales es que descuidamos el orden que Dios diseñó para que tengamos relaciones significativas. Buscar cultivar una comunidad en las redes sociales atenta contra el principio bíblico de que el apoyo del individuo debe venir —idealmente— de sus círculos más cercanos en primer lugar, antes de avanzar a círculos más amplios de relaciones.

"Aunque puedes buscar a Dios de manera individual, en la oración y en la Palabra, la máxima expresión de Su presencia es la comunión con creyentes en la iglesia local"

Por ejemplo, cuando una persona tiene problemas económicos, la ética que emana de la Palabra de Dios nos ayuda a entender que aquellos creyentes en su núcleo familiar deben ser los primeros en actuar en su ayuda, incluida la familia extendida (1 Ti 5:4816); luego, su comunidad de fe (1 Ti 5:35; cp. Gá 6:10); cuando es necesario, su comunidad vecinal o las autoridades públicas más inmediatas (cp. 1 Co 6:1-41 P 2:13-14); y así sucesivamente.

Claro que este orden es «ideal», en el sentido de que en la práctica pueden existir excepciones. Pero más allá de ello, el punto de este principio bíblico es ayudarnos a fortalecer nuestro vínculo con personas que nos conocen bien y obligarnos a rendir cuentas por nuestra conducta moral. Sin embargo, las redes sociales pueden hacer que se invierta este orden diseñado por Dios.

En las comunidades virtuales es fácil encontrar apoyo para nuestras ideas, lo cual no es necesariamente malo, pero puede representar un problema cuando se trata de ideas contrarias a la Biblia. Por ejemplo, muchas personas que niegan el diseño de Dios para la sexualidad suelen afirmarse mutuamente desde el anonimato de las redes sociales.

Al final, esto provoca que se sientan cada vez más distantes de su entorno físico y familiar, porque les cuesta relacionarse con quienes piensan diferente, al punto que se ofenden fácilmente. Solo se sienten cómodos con quienes afirman sus creencias, lo que alimenta las conductas de aislamiento.

Al final, las redes sociales fomentan la pérdida de las destrezas sociales que se cultivan en el intercambio de ideas y opiniones. Por eso se han convertido en un factor importante que promueve el sentimiento de soledad que se experimenta en la actualidad en todo el mundo.

Jesús modeló las relaciones presenciales

Cristo nos mostró cómo deberían lucir las relaciones humanas tal como Dios las diseñó. La segunda persona de la Trinidad se encarnó y vino al mundo para habitar con Su creación y traer redención. Él se acercó a nosotros para resolver nuestro mayor problema: el pecado.

La salvación no es una obra remota e impersonal, sino que Jesús bajó del cielo y se hizo como nosotros para llevarnos a Dios. Entonces, los cristianos reflejamos a Dios cuando priorizamos las relaciones presenciales y no distorsionamos el diseño divino para los vínculos humanos.

"Busca la cercanía de Cristo al cultivar cercanía con otros creyentes, pues Él nos salvó para que seamos parte de Su pueblo"

A la luz de esta reflexión, debemos recordar que no estamos llamados a congregarnos en línea y, en circunstancias normales, sería pecaminoso hacerlo de forma regular. Tampoco estamos llamados a simplemente asistir a un servicio y luego regresar a nuestras vidas individuales; esto también es contrario al diseño de Dios. Más bien, estamos llamados para vivir en comunidad y depender los unos de los otros (Ef 4:1-16).

Querido hermano en la fe, si te sientes solo, te recuerdo que no lo estás; el Señor está contigo (Jn 14:18Mt 28:20) y eres parte de Su cuerpo. Aunque puedes buscarlo de manera individual, en la oración y en la Palabra, la máxima expresión de Su presencia es la comunión con creyentes en la iglesia local (cp. Mt 18:20). Como enseña el apóstol Juan: «Lo que hemos visto y oído les proclamamos también a ustedes, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. En verdad nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo» (1 Jn 1:3).

Te animo a buscar la cercanía de Cristo al cultivar cercanía con otros creyentes, pues Él nos salvó para que seamos parte de Su pueblo. Un creyente solitario es algo que no honra a Dios, mientras que juntos podemos reflejar al Cristo encarnado.

Realmente existe una pandemia de soledad y el único remedio definitivo es el evangelio de Jesús, que nos impulsa a vivir en comunión con Dios y en comunidad con otros creyentes.

José (Joselo) Mercado es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Oriundo de Puerto Rico, renuncia a su carrera de consultoría en el año 2006 para ingresar al colegio de pastores de Sovereign Grace Ministries. Es el pastor principal de la Iglesia Gracia Soberana en Gaithersburg, Maryland. Joselo completó su Maestría en Artes en estudios teologícos en SBTS, y está casado con Kathy Mercado y es padre de Joey y Janelle. Puedes encontralo en Facebook y Twitter.

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