Vida Cristiana

Toda mamá enseña teología

Maneras prácticas de profundizar en Dios

«Estando Jesús orando a solas, estaban con Él los discípulos» (Lc 9:18). Al principio, este versículo puede parecer confuso. Jesús oraba solo. Pero Sus discípulos estaban con él.

Entonces, ¿estaba solo? ¿O no? La madre que hay en mí no puede evitar sonreír.

Basta con cambiar los pronombres para convertir este versículo en un escenario familiar para quienes tienen niños pequeños. «Estando ella orando a solas, estaban con ella sus discípulos». Tal vez dándole golpecitos en el hombro, apartándole las manos de los ojos, pidiéndole algo de comer o incluso amamantando en ese momento.

Entonces, ¿está sola o no?

Al igual que Jesús, las mamás rara vez están sin sus discípulos. Aunque no puedan decir como Jesús: «El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre» (Jn 14:9), las mamás están constantemente enseñando a sus hijos acerca del Padre celestial, ya sea que se den cuenta o no.

Discípulos con pequeños discípulos

Cuando la ropa está amontonada, la nevera vacía, las camas sin hacer y la Biblia no aparece por ninguna parte, las madres pueden sentirse como las candidatas menos probables para el puesto de estudiante de teología, y mucho menos para el de maestra. Pero lo cierto es que las madres cristianas son ambas cosas.

"Las mamás están constantemente enseñando a sus hijos acerca del Padre celestial, ya sea que se den cuenta o no"

Desde el momento en que se despierta por la mañana hasta que se acuesta, una mamá cristiana vive basada en una idea de quién es y para quién fue hecha. Es discípula de Jesús y pertenece a Dios. La forma en que hace lo que hace —cómo habla, cómo responde, cómo consuela, cómo disciplina, cómo come, bebe, trabaja y descansa—, en todo está enseñando a sus hijos algo acerca de su Padre celestial. Durante todo el día (¡y a veces toda la noche!), sus discípulos están con ella.

Pero las madres no solo tienen discípulos. Las madres son discípulas. Parte del discipulado consiste en aprender a hablar bien de Dios en todo lo que decimos y hacemos. Tanto el ateo como el astrólogo dicen algo sobre Dios. Los pastores y los padres también. Lo que quizá no nos demos cuenta como madres es que la teología no es opcional. Es inevitable.

Ya tenemos teología. La cuestión, entonces, es si nuestra teología es buena teología.
¿Cuál es la buena teología? La buena teología conoce y dice la verdad sobre Dios: cómo es y qué está haciendo en el mundo a través de Jesucristo. En Conocer a Dios, J. I. Packer dice que la buena teología nos lleva a conocer a Dios, no solo a saber acerca de Él. Una buena teología nos lleva a la doxología: una adoración gozosa que se manifiesta en nuestra vida cotidiana.

Si esto te parece una tarea intimidante, estás en buena compañía. Después de hablar largo y tendido sobre Dios, Job termina con la mano sobre la boca, diciendo: «No añadiré más» (Job 40:4-5). En sus Confesiones, Agustín dice: «Después de decir todo eso, ¿qué hemos dicho, Dios mío, vida mía, santa dulzura mía? ¿Qué dice realmente quien habla de ti?» (1.4.4).

La postura de toda teología sana es la humildad, porque hablar cualquier cosa de Dios es peligroso. La blasfemia es una posibilidad real. ¿Qué esperanza le queda a una madre de poder hablar correctamente de Dios?

Ser madre con los ojos vendados

Nunca podríamos hablar correctamente de Dios con nuestras palabras y acciones, si Dios mismo no nos hubiera hablado primero. ¡Pero lo ha hecho! Hebreos 1:1-2 dice:

Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo.

Dios Padre nos ha hablado en el Hijo, en el evangelio y en Su Palabra escrita. El Hijo nos ha enviado el Espíritu para guiarnos «a toda la verdad» (Jn 16:13). Mamá cristiana, ¿sabes quién hizo el mundo? ¿Sabes por qué el mundo está lleno de maldad y sufrimiento? ¿Conoces el mayor problema de la humanidad?

¿Conoces al único que puede salvarnos? Sabes más teología de la que crees. Nuestra teología revela lo bien que entendemos, o no, la historia en la que estamos inmersos. Es tan práctica como el guion y la descripción de los personajes de una obra de teatro. O un buen mapa en una excursión. O una luz en una habitación oscura. Una buena teología nos orienta en nuestra vida cotidiana. No es irrelevante ni está fuera de nuestro alcance.

"La postura de toda teología sana es la humildad, porque hablar cualquier cosa de Dios es peligroso"

«Si ignoras el estudio de Dios», escribe Packer, «te condenas a ir dando tumbos por la vida con los ojos vendados, por así decirlo, sin sentido de la orientación y sin comprender lo que te rodea. Así puedes malgastar tu vida y perder tu alma» (Knowing God [Conocer a Dios], p. 19). La buena teología, sin embargo, nos abre los ojos a la gloria de Dios en todas las cosas, incluyendo nuestro llamado como madres.

Clases en la cocina

Como madres, hablamos de Dios cuando llenamos los estómagos sin fondo de nuestros hijos.

¿Cómo respondemos cuando nuestros hijos vuelven a tener hambre? A veces parece que lo único que hacemos es dar de comer. ¿Seguramente estamos hechas para algo más glorioso que la vida de cocineras de niños y adolescentes selectivos?

Sin embargo, Jesús dice: «El pan que Yo también daré por la vida del mundo es Mi carne» (Jn 6:51). Él no solo partió el pan. Él es el pan. Él es quien nos enseñó a orar: «Danos hoy el pan nuestro de cada día» (Mt 6:11). Al alimentar con gusto a nuestros hijos cada día, les estamos enseñando acerca del Padre celestial, quien cuida de nuestras necesidades más básicas. Al dar de nosotras mismas para alimentar a nuestros hijos, estamos viviendo como discípulas de Jesús, quien dio Su cuerpo por la vida del mundo.

Hablamos de Dios cuando formamos a nuestros hijos. ¿No se parece nuestro día a día extrañamente a un cómic de Calvin y Hobbes? ¿Nos asombra el pecado creativo de nuestros pequeños discípulos? ¿Puede enviarnos a otro episodio de «pequeños pecadores en manos de una mamá enfadada», mientras añadimos nuestro pecado al de ellos?

En un mundo caído, el pecado no es sorprendente. Pero la gracia sí lo es. Qué inmensa gracia que el corazón tranquilo de una mamá en un momento de tensión enseñe a sus hijos cosas verdaderas sobre el Padre celestial, quien «es paciente para con nosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento» (2 P 3:9). Cuando pedimos perdón a nuestros hijos, ellos aprenden a confesarse ante Aquel que «es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad» (1 Jn 1:9).

También hablamos de Dios en nuestro sufrimiento. Las Escrituras nos enseñan que el sufrimiento puede hacer o deshacer nuestra fe. Como un buen barco en medio de una tormenta, una buena teología evita que nuestra fe se tambalee en los altibajos de la maternidad. Cuando nuestros pequeños sufren golpes y magulladuras, noches de enfermedad o diagnósticos de larga duración, nuestro consuelo y cuidado como madres les enseña acerca de Jesús, quien entró en nuestro sufrimiento para llevar «muchos hijos a la gloria» (He 2:10).

Nuestra esperanza en la promesa de redención de Dios enseña a nuestros hijos que Dios es bueno. Él convierte el sufrimiento en gloria. «Y después de que hayan sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que los llamó a Su gloria eterna en Cristo,

Él mismo los perfeccionará, afirmará, fortalecerá, y establecerá» (1 P 5:10).

Nuestra perseverancia en las pruebas grandes y pequeñas les dice a nuestros hijos que la resurrección es real.

Cuatro herramientas para madres ocupadas

Como madres, hablaremos verdaderamente de Dios a nuestros hijos solo si nosotras mismas le conocemos de verdad. Para glorificar a Dios al disfrutar de Él para siempre, necesitamos conocer a nuestro Dios. Por eso, hagamos caso al encargo del profeta:

«Conozcamos, pues, esforcémonos por conocer al Señor» (Os 6:3). Sin embargo, muchas madres sienten que hacen un gran esfuerzo solo para cambiar los pañales y poner la cena en la mesa. Pedirles que se esfuercen con la tarea de una buena teología puede parecerles como si el faraón les dijera a los israelitas que hicieran ladrillos sin proporcionarles la paja.

"La teología no es opcional. Si no decimos intencionalmente la verdad sobre Dios, diremos algo falso"

Recuerda, la teología no es opcional. Si no decimos intencionalmente la verdad sobre Dios, diremos algo falso. Haremos a Dios a nuestra propia imagen y a la imagen de la cultura que nos rodea. Nuestros discípulos estarán con nosotros. Entonces, ¿cómo puede una madre ocupada y cansada esforzarse por conocer al Señor? Puede ser tan sencillo como hacer una pregunta y repetir la respuesta.

Buenas preguntas

«¿Sientes que el mundo está roto?». «¡Sí, lo sentimos!». Así hablan las primeras líneas de la canción «¿Él es digno?», de Andrew Peterson. La iglesia ha estado enseñando teología al pueblo de Dios en este formato de pregunta y respuesta desde los primeros días. El Catecismo de Heidelberg (1563) comienza:

P. ¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?

R. Que yo en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo quien con Su preciosa sangre ha hecho una satisfacción completa por todos mis pecados y me ha librado de todo el poder del diablo. 

Además, Él me preserva de tal forma que, sin la voluntad de mi Padre celestial, no puede caer ni un cabello de mi cabeza: sí, todas las cosas deben servir para mi salvación.

Por lo tanto, mediante Su Espíritu Santo, también me asegura que tengo vida eterna y me prepara y dispone de corazón para que viva para Él, de aquí en adelante.

La meditación regular sobre esta pregunta haría de cualquier madre cristiana una teóloga más profunda y feliz. Los catecismos protestantes han sido una guía teológica para la iglesia durante cientos de años. Trabajando una pregunta a la semana, ¿cómo podría nuestra teología echar raíces y florecer?

Buenos libros

A quienes estén dispuestos a dedicar más tiempo, les recomiendo que se propongan leer al menos un libro teológico al año. Conocer a Dios de J.I. Packer, El conocimiento del Dios santo de A.W. Tozer y Las profundidades de Dios de Fred Sanders son excelentes opciones.

La iglesia local

Un recurso aún más antiguo que los catecismos es la reunión de la iglesia local. Como nos exhorta Hebreos 10:23-25: «Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar… no dejando de congregarnos…». Al reunirnos semanalmente con el cuerpo de Cristo para alabar a Dios, orar y escuchar la proclamación de la Palabra de Dios, no solo nos aferramos a la verdad, sino que también enseñamos a nuestros hijos a hacer lo mismo.

Palabra y oración

Un último recurso al alcance de toda madre puede ser el más infravalorado, quizá porque parece el más cotidiano: la Palabra de Dios y la oración. El teólogo Michael Allen señala: «La teología no debe pretender mejorar la Escritura y la oración. Su tarea es ayudar al lector a volver a esos lenguajes primarios con mayor atención y comprensión».

Al igual que nuestras vidas «ordinarias» como madres están llenas de más gloria de la que vemos a primera vista, los ritmos regulares de la lectura de la Biblia y la oración son los lenguajes gloriosos del conocimiento de Dios. Antes de incluir cualquier otra cosa en nuestro día, incluyamos la Biblia y la oración. Que nuestros pequeños nos vean consultar regularmente la Palabra de Dios. Dejemos que nuestro hablar se guíe por la voz de Dios en las Escrituras.
Cuando nos arrodillemos para orar a solas, que nuestros discípulos estén con nosotros y, por la gracia de Dios, que lleguen a conocer a nuestro Padre celestial como realmente es.

Publicado originalmente en Desiring GodTraducido por Eduardo Fergusson.


Andrea Hoglund
 es la coordinadora del discipulado femenino en Cities Church. Ella y su esposo, Jon, tienen cuatro hijos y viven en Minneapolis. Antes de regresar a Estados Unidos, los Hoglund sirvieron como misioneros transculturales en Ucrania y Vietnam.

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